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Cuando España 'descubrió' las Islas Salomón en busca de riquezas prometidas por la Biblia
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En busca de la legendaria Ofir

Cuando España 'descubrió' las Islas Salomón en busca de riquezas prometidas por la Biblia

Los Mares del Sur parecen un descubrimiento de británicos y franceses, pero españoles y portugueses fueron los primeros en pasar por aquellas islas

Foto: Réplica de un galeón español. (EFE/Fundación Nao Victoria)
Réplica de un galeón español. (EFE/Fundación Nao Victoria)

¿Sabían que los marineros hispanos buscaron una especie de El Dorado oriental en las inmensas aguas del mar más grande del globo? La historia, basada en una interpretación de las Sagradas Escrituras de un grupo de buscavidas españoles que se lanzaron a descubrir el bíblico Ofir, una región o puerto llena de oro y piedras preciosas, es una simbólica aventura. Vayamos por partes para entender aquella "locura" y darle primero un contexto histórico.

España tiene la sensación de haber sido ajena al gran océano, el Pacífico, mientras se volcaba en sus rutas atlánticas que unían la metrópoli con sus colonias de América. Es una percepción errónea que se disuelve en importantes museos como el de las Civilizaciones Asiáticas de Singapur, donde en la planta baja, en las salas dedicadas al comercio marítimo, se reconoce destacadamente a los marineros españoles y portugueses como los primeros en abrir las vías mercantiles entre Europa y el Lejano Oriente.

El llamado Galeón de Manila, tras el tornaviaje liderado por Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta (1564-1565) que conectó por primera vez Filipinas con las costas de México, fue el último eslabón de la globalización. En el museo de Singapur así se explica, y se le reconoce el valor de haber hecho posible el intercambio de porcelanas chinas por plata de América. Eso cambió para siempre la historia de los hombres que, por primera vez, estaban en su totalidad interconectados comercial, política y culturalmente.

Rescatar todo ese pasado, que fue voluntariamente sepultado y escondido por los marinos británicos y franceses —que siglos después copiaron las rutas realizadas por las naves ibéricas y se dedicaron a renombrar lugares y hacer parecer que eran ellos los primeros europeos en llegar allí— es un trabajo arduo que realizan, entre otros, los investigadores de la Asociación Española de Estudios del Pacífico (AEEP). Entre todas esas historias que hay que sacar del olvido, está la de la expedición de Álvaro de Mendaña y su búsqueda de los "almacenes" del Rey Salomón.

Foto: Una vista del Pacífico desde las islas australes de la Polinesia Francesa. (Reuters)

El siglo XVI es el del estallido de las expediciones marítimas. Son tiempos complejos, donde, por un lado, se está evolucionando técnicamente, desarrollando el posicionamiento gastronómico o las cartas náuticas y portulanos, mientras que por otro la ciencia sigue al servicio de Dios y la Biblia es considerada una bitácora. "En el antiguo testamento (Libro de los Reyes), se menciona la figura del Rey Salomón, inmensamente rico, que erigió el templo de Salomón con oro, plata, maderas y gemas preciosas procedentes del Ofir. Se estimaba que el Ofir estaba al este de África y, por lo tanto, al oeste de América. Estas 'evidencias' suscitaron todo tipo de veleidades con un propósito evidentemente material", explica a El Confidencial Juan Carlos Rey, oceanógrafo, ex embajador de la Unión Europea, escritor y documentalista que dedica su vida a rescatar el pasado español en torno a estas aguas.

"Ofir fue aquel lugar del cual la Biblia dice que la flota de Salomón trajo oro, plata, madera de almugguim —probablemente sándalo—, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales (…) La Biblia no da su posición geográfica, solo dice que el viaje desde y hasta la ciudad de Ezión-geber (en el Sinaí) duraba tres años. (…) Los traductores griegos de la Biblia, al traducir el hebreo Ofir por Sophir, el nombre copto para la India, localizarían El Dorado bíblico en la India. Según algunos, en la tierra de Abhira, al este del delta del río Indo; según otros, en la costa de Malabar o en Ceilón, y según otros más, en la Península de Malay. La opinión de que estaba situada en la costa sur o sudeste de Arabia tiene muchos seguidores, y creen que Ofir debió estar localizado entre Saba y Javilá. Otra opinión dice que no estaba en Asia, ni tampoco en la costa sudeste de África, Sofala, o tierra adentro en Mashonaland", resume la Enciclopedia Católica Online sobre la controvertida localización de ese enigmático lugar en las Sagradas Escrituras.

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Los navegantes españoles, ávidos de aventura y riqueza, decidieron que el desconocido sur del Pacífico podría ser el lugar donde se escondiera el legendario Ofir. Por entonces, tras la expedición de Magallanes y Elcano, había un buen conocimiento del gran mar en el hemisferio norte. La lógica dictaba que si aún no se había encontrado el puerto bíblico allí, es que debía estar en el hemisferio sur, del que no se conocía aún apenas nada. Toda una serie de mitos empezaron a emerger sobre ese desconocido trozo del globo.

Ofir se había buscado ya desde inicios del siglo XVI. El académico y escritor Juan Gil, uno de los mayores especialistas en la historia española en el Pacífico, hace en su trabajo "Las islas de la India" referencias a la búsqueda que de este puerto bíblico hacen españoles y portugueses. Según Gil, se entremezclan los mitos de la Isla de Oro, que se localizaba en el entorno de Sumatra, con Ofir: "La equiparación de ambas islas es evidente, aunque no se formule nunca de manera explícita. Recuérdese que también la arena de Ofir era de oro en polvo, oro que luego se refinaba en el fogón de las naves", escribe el autor.

"En este contexto, el imaginario de la época creó mitos y creencias sobre islas fabulosas, como las islas Bienaventuradas, en las que el clima era agradable de forma constante durante todo el año, lo que presagiaba que deberían encontrarse a las puertas del Paraíso. También tenemos el mito de las islas Rica en Oro y Rica en Plata, que se localizaban en las proximidades de Japón y que llegaron a figurar en los mapas de la época", explica Rey.

Foto: Celebración del festival Thai Pongal en Bombay, India. (EFE/Divyakant Solanki)

Pero todo eso era poco comparado con el "Reino" de Ofir. En 1567, el español Álvaro de Mendaña salió con sus naves del puerto del Callao, en Perú, a encontrar aquel mundo de riquezas. "Como indica Juan Gil, el mito de la existencia del esta isla estaba respaldado, en cierto modo, por otras leyendas, aquellas contadas por tradiciones peruanas sobre la existencia de islas ricas en oro situadas al oeste de las costas del Perú. El mismo mito afirmaba que esas ricas islas eran visitadas frecuentemente por indios peruanos, pero el problema de su precisa posición quedaba sin aclarar, si bien algunas pistas imaginarias sugerían que la navegación era, sin duda, hacia el oeste, precisando que hacen falta un par de jornadas de navegación para alcanzarlas", señala Rey.

La unión otra vez de leyendas prendió la mecha de hombres llenos de codicia, capaces de jugarse la vida para alcanzar un El Dorado rodeado de olas de sal. Las especulaciones alimentaban aquella aventura y en la carta del licenciado García de Castro, Virrey en funciones del Perú, al Rey, del año 1565, ya se mencionan de esta forma "Ansi mismo e tratado con uno de aquí que se llama Pedro de Ahedo que quiere yr por mar al descubrimiento de unas yslas que se llaman de Salomón que caen frontero con Chile hacia la espeçieria".

La realidad suele ser más tozuda que la creencia en mitos. Mendaña y el piloto Pedro Sarmiento de Gamboa se echan a la mar y no encuentra Ofir, sino las Islas Salomón, unas ínsulas que no estaban llenas de oro y diamantes, sino de arenas blancas y cocoteros. "Este fiasco se disimuló con la idea que las islas eran susceptibles de poblarlas, lo que justificó un segundo viaje de Álvaro de Mendaña que resultó ser otro fiasco. Pero no todo fueron fracasos. A partir de estas expediciones se obtuvieron importantes informaciones geográficas de una nueva tierra, que evidentemente no era la tierra mítica que sustentó esta empresa, sino los primeros descubrimientos en el Pacífico Sur que despejarían muchas dudas y aumentarían el conocimiento de este mar", relata Rey. "Cabe destacar que las toponimias que están vigentes en el país son aquellas que dio Álvaro de Mendaña. La isla de Guadalcanal (en la que se encuentra Honiara, la capital del país) se llamó así en honor de Pedro de Ortega Valencia, oriundo de la población del mismo nombre situada en la sierra norte de Sevilla", agrega.

"El descontento de algunos de los colonizadores iba en aumento, dado que estas islas no colmaban sus expectativas de riqueza"

El propio nombre hoy del archipiélago, Salomón, fue dado por los españoles que decidieron nombrar esas islas en honor del hombre que les había llevado hasta allí.
El final de Mendaña, un oriundo del montañoso Bierzo, se produjo en aquellas aguas lejanas. El español acabó enfrentándose a buena parte de los integrantes de la segunda expedición que partió de Lima en 1595 rumbo a Las Salomón. Los marinos no querían colonizar como él las paradisiacas islas, sino seguir buscando las riquezas por las que partieron. Él, sin embargo, estaba dispuesto a crear un reino en el que había sido recibido amablemente —en un inicio— por los pobladores autóctonos.

Pronto comenzaron los complots y saqueos de los que buscaban forzar la marcha. "El descontento de algunos de los colonizadores iba en aumento, dado que estas islas no colmaban las expectativas de riqueza que ellos tenían puestas en las Salomón. Las habladurías fueron acrecentándose y aflorando los enfrentamientos hasta llegar a constituirse dos facciones: una de apoyo a Mendaña y su familia política y otra de apoyo al maese de campo, quien abogaba por abandonar la isla y proseguir la ruta marcada", explica la web de la Real Academia de Historia.

Finalmente, el 18 de octubre de 1595, con 53 años, el marinero leonés falleció por malaria y lejos de la inexistente Ofir que tanto anhelaba. Fue enterrado en la iglesia que él mismo mandó construir en aquel islote del Pacífico que quiso hacer su casa. Los problemas con la población local y las desavenencias internas hicieron que el resto de los españoles zarparan rumbo a Filipinas. No encontraron oro, pero sí nuevas rutas que ayudaron a descifrar los desconocidos Mares del Sur.

¿Sabían que los marineros hispanos buscaron una especie de El Dorado oriental en las inmensas aguas del mar más grande del globo? La historia, basada en una interpretación de las Sagradas Escrituras de un grupo de buscavidas españoles que se lanzaron a descubrir el bíblico Ofir, una región o puerto llena de oro y piedras preciosas, es una simbólica aventura. Vayamos por partes para entender aquella "locura" y darle primero un contexto histórico.

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