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Las dos agridulces victorias de la izquierda en América Latina: una débil y otra envenenada
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Celebran hoy. Mañana, quién sabe

Las dos agridulces victorias de la izquierda en América Latina: una débil y otra envenenada

Tanto en Guatemala como en Ecuador ganaron candidatos que se identifican con el progresismo. Sin embargo, ambas victorias esconden debilidades a medio plazo

Foto: Guatemaltecos celebran la victoria de Bernardo Arévalo. (Reuters/Pilar Olivares)
Guatemaltecos celebran la victoria de Bernardo Arévalo. (Reuters/Pilar Olivares)

Las opciones progresistas se impusieron en las urnas, este domingo, tanto en Guatemala como en Ecuador. Sin embargo, las sensaciones, además del grado de identificación ideológica, son muy distintas para la izquierda de uno y otro país.

Guatemala: candidato fuerte, Gobierno débil

“Lo que el pueblo grita es basta ya de tanta corrupción”, dijo, exultante, el socialdemócrata Bernardo Arévalo, ganador de los comicios en Guatemala, en un proceso marcado por los intentos de la Fiscalía de inhabilitar políticamente a su partido y los movimientos del establishment político y jurídico para evitar movimientos alternativos a la élite nacional, ya fuesen de izquierda o de derecha.

Trabajaremos por garantizar instituciones que ganen su confianza”, prometió el centroizquierdista, que ganó a la ex primera dama Sandra Torres con un 58,2% de los votos y se convertirá en presidente el próximo enero. Esto a pesar de que apenas contaba con un apoyo de un dígito en las encuestas de intención de voto antes de la primera vuelta, a finales del pasado junio. Arévalo, un sociólogo hijo del expresidente Juan José Arévalo (1945-1951), conocido por crear la seguridad social y consagrar la libertad de expresión, recogió el voto protesta de los guatemaltecos que identifican a la élite política y económica tradicional del país como un establishment corrupto que impide el desarrollo de Guatemala.

Foto: Bernardo Arévalo, candidato a la presidencia de Guatemala. (EFE/Esteban Biba)

Su candidatura ganó impulso después de la suspensión, por parte de las autoridades electorales, de tres candidaturas punteras, de distinto signo político —derecha, derecha populista, e izquierda— antes del primer turno. La segunda vuelta también estuvo marcada por los intentos de descalificar al Movimiento Semilla de Arévalo por parte del Ministerio Público. Esa amenaza, de hecho, sigue hoy latente. El titular de la Fiscalía contra la Impunidad, Rafael Curruchinche, incluido —como la Fiscal General, Consuelo Porras— en la lista de actores corruptos y antidemocráticos de Estados Unidos, señaló el pasado viernes que continuaría con el proceso contra Semilla por la supuesta inscripción del partido avalada en una porción de firmas falsas. No descartó, incluso, detenciones de políticos prominentes del partido, algo que podría elevar la tensión de un país que ha pasado semanas al rojo vivo.

Pero si bien su victoria, con un 58% de los votos, fue sólida, el Gobierno de Arévalo está destinado a ser débil. Su partido cuenta con apenas 23 de los 160 diputados en un legislativo en el que los partidos tradicionales, liderados por el conservador Vamos —del presidente saliente, Alejandro Giammattei— y la Unidad Nacional de la Esperanza —de su rival en las urnas, Torres—, registran una mayoría. Desde ambas formaciones califican a Arévalo como un “comunista” que convertirá a Guatemala en Venezuela, pero su programa electoral, basado en la lucha frontal contra la corrupción, y muy laxo en temas económicos, es de tinte centrista.

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Semilla prometió crear puestos de trabajo con inversiones en carreteras e infraestructuras y mejorar las condiciones de vida de la población por medio de bienes y servicios públicos, ejecutados con enfoque de derechos. El programa incluye también un epígrafe en el que promueve la protección, asistencia y seguridad social, que no desarrolla en demasía. Esas propuestas son una novedad en la muy conservadora sociedad guatemalteca, en la que la calificación o distinción entre izquierda y derecha está mucho más ladeada al tradicionalismo que en otros lugares del globo. Lo que en Guatemala puede llegar a ser considerado comunismo en varios países europeos no pasaría de centro.

Quizá por ello, el candidato ha evitado referirse con detalle a cuestiones como el aborto —en el país solo está permitido el terapéutico— y el matrimonio igualitario, limitándose a decir que garantizará los derechos de todos los ciudadanos. Lo que sí ha criticado frontalmente es a gobiernos señalados de autoritarismo como los de Nicaragua y Venezuela, y parece difícil que vaya a tener relaciones de complicidad con ellos, y mucho menos unirse al conocido como eje bolivariano.

Ecuador: la sombra de Correa no despega

Esa postura es la contraria en el partido ganador de la primera vuelta de las elecciones en Ecuador, la Revolución Ciudadana (RC) del expresidente Rafael Correa (2007-2017), que sí defiende al Gobierno venezolano y se cuida en criticar al nicaragüense.

Su candidata, la exparlamentaria Luisa González, se impuso con el 39,37% de los votos, confirmando que el correísmo tiene un voto duro muy fiel, que perdura con los años. Sin embargo, fue una victoria envenenada, porque las cifras han vuelto a demostrar que el partido lo tiene muy difícil de cara al segundo turno.

Foto: Un agente de policía registra a una persona para acceder a un mitin en Guayaquil. (Reuters/Santiago Arcos)

El resultado es ligeramente superior al que obtuvo en la primera vuelta de 2021 el entonces candidato de Correa, Andrés Arauz, un porcentaje que no le valió para ganar el balotaje, que perdió contra el actual mandatario, Guillermo Lasso. Esto a pesar de que Lasso era más impopular entonces que el actual aspirante en la primera vuelta, el sorpresivo empresario Daniel Noboa.

Lasso, que dejará el Gobierno con menos de un 15% de apoyo en los sondeos, ganó aquellos comicios, según buena parte de los analistas, porque muchos ecuatorianos, parte importante de ellos progresistas, rechazan a Correa. “Lasso triunfó no porque la gente creyera en él o porque tuviera una gran conexión con la ciudadanía. Triunfó aprovechando la necesidad de cambio, de encontrar una alternativa ante una opción populista que estuvo en el poder más de una década. Eso se mantiene, de alguna manera”, comenta a El Confidencial el docente en Comunicación Política Christian Bravo.

El correísmo triunfó en las elecciones municipales y regionales de febrero, consiguiendo la alcaldía de las dos principales ciudades ecuatorianas, Quito y Guayaquil. Pero muchos se preguntan si, con ese impulso, logrará darle la vuelta al resultado de 2021 e imponerse en el balotaje. “Estamos de fiesta, estamos haciendo historia”, señaló González en su acto de victoria, enfriado por el resultado electoral después de haber hecho campaña para ganar en la primera vuelta. La candidata reclamó la repetición del proceso electoral en el exterior del país, después de que las autoridades admitiesen que hubo fallos en el acceso al sistema telemático mediante el que votaron los ecuatorianos residentes en otros países, algo que Correa calificó de fraude electoral.

Foto: Los electores, tratando de votar en sus teléfonos móviles. (A. F.)

El exmandatario reside en Bélgica tras la finalización de su presidencia y fue condenado, en ausencia, a ocho años de prisión por cohecho, cargos que él niega, denunciando persecución judicial. Tras darse a conocer los resultados, ha afirmado que su partido se vio afectado por asesinato del candidato presidencial, Fernando Villavicencio, el pasado 9 de agosto, a la salida de un mitin en Quito, tras haber sido amenazado por los grupos criminales que asolan el país. El periodista había denunciado durante años casos de corrupción en el seno del correísmo.

Las elecciones estuvieron marcadas por la violencia criminal entre bandas adscritas a los carteles internacionales de la droga, en un país que registró en 2022 su año con más homicidios de la historia, cifra que, lamentablemente, superará con creces en 2023. Por eso, parte de los candidatos presentes en la boleta electoral hacían apología a la mano dura contra los criminales, incluso reclamando medidas como las decretadas en El Salvador por el presidente Nayib Bukele.

Llama la atención, por eso, que los dos candidatos que accederán a la segunda vuelta, y que ganaron más de la mitad de los votos, no tuvieran en sus programas electorales medidas de explícita mano dura. La sociedad ecuatoriana es muy especial. Suele hacer alarde de la prudencia y alejarse de estridencias. Esta elección ha sido otro ejemplo.

Foto: El candidato Jan Topic, el pasado 15 de agosto. (Reuters/Vicente Gaibor del Pino)

El correísmo se enfrentará en la segunda vuelta a Daniel Noboa, un candidato muy joven, de 35 años, hijo de Álvaro Noboa, dueño de un imperio bananero y una de las personas más ricas de América Latina. Su padre se presentó a las elecciones presidenciales en cinco ocasiones, sin éxito, llegando a enfrentarse a Correa en los comicios de 2006, los primeros que ganó el líder izquierdista.

El asesinato de Villavicencio y la gran violencia que vive el país provocaron una gran dispersión del voto no correísta. No estaba claro en las encuestas qué candidato iba a acompañar a González en la segunda vuelta, y Noboa supo nadar muy bien en ese ambiente. Su actuación en el debate presidencial de hace una semana, en el que respondió a las preguntas de forma veloz, elocuente y sin enfrentarse a los otros candidatos —alejado, de nuevo, de estridencias— catapultó su candidatura, que contaba con un 2% de apoyo en las encuestas hace apenas 15 días.

Noboa es el candidato de la coalición Acción Democrática Nacional (ADN) autodefinida como de centroizquierda, pero que también alberga a formaciones de centroderecha. Las propuestas del candidato, de hecho, se engloban más en esa tendencia. Noboa, que tiene la nacionalidad estadounidense y creció en ese país, quiere recortar impuestos —votó a favor durante los escasos 18 meses en los que fue parlamentario— para crear empleos, y fomentar los tratados comerciales con terceros países para atraer inversiones.

Para paliar la delincuencia, tiene una propuesta de cuatro ejes: social, económico, institucional y productivo. Con ellos, asegura que atajará parte de los problemas que fomentan la criminalidad, en un país donde los ciudadanos acudieron a las urnas protegidos por más de 100.000 efectivos de la Policía y el Ejército.

Las opciones progresistas se impusieron en las urnas, este domingo, tanto en Guatemala como en Ecuador. Sin embargo, las sensaciones, además del grado de identificación ideológica, son muy distintas para la izquierda de uno y otro país.

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