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Un cementerio y dos 'monstruos' para entender las semanas más oscuras de Irlanda del Norte
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3.500 personas perdieron la vida

Un cementerio y dos 'monstruos' para entender las semanas más oscuras de Irlanda del Norte

Los tres eventos ocurridos en marzo de 1988 marcaron los 'Troubles'. Todo en el transcurso de dos semanas. Todos los bandos se retrataron como monstruos

Foto: Participantes en un desfile por el cementerio de Milltown, en Belfast, para conmemorar el aniversario del Alzamiento de Pascua de 1916. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
Participantes en un desfile por el cementerio de Milltown, en Belfast, para conmemorar el aniversario del Alzamiento de Pascua de 1916. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
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Había varios tipos de castigos. En ocasiones, se obligaba a las víctimas a tumbarse en el suelo antes de arrojar una losa de hormigón sobre la cabeza, para dejarlos deliberadamente con daño cerebral. Otras veces, se optaba por el "50-50", cuando se disparaba en la columna vertebral para paralizar medio cuerpo. En un conflicto, se pierde cualquier ápice de humanidad. Solo hay sadismo y tortura.

En la década de los 70 y 80, Irlanda del Norte se convirtió en el lugar más oscuro de Europa. Más de 3.500 personas perdieron la vida en los llamados Troubles. Al mismo tiempo, al otro lado del mundo, en la Sudáfrica del apartheid, la gente estaba siendo "colgada" en la calle: se les ponían neumáticos alrededor del cuello y se les prendía fuego para que murieran quemados. El escritor Neil Mackay pensó en ese momento que las cosas en Belfast "no podrían llegar a este nivel".

Foto: Un hombre camina frente a uno de los Muros de Paz en Belfast. (Reuters/Johanna Geron)

Pero, en marzo de 1988, se llegaron a superar. Todo en el transcurso de dos semanas. Todo en torno al cementerio de Milltown. Todos los bandos se retrataron como monstruos. La marea de sangre subió tanto que los norirlandeses se estaban ahogando. Cuando unos hombres torturan y matan a otros hombres, frente a cámaras de televisión, retransmitiendo todo en directo sin poder hacer nada, se llega a un punto sin retorno. Fue en aquel momento cuando se supo que no había otra alternativa que comenzar a negociar la paz. Aunque hubo que esperar aún 10 años más para alcanzar el histórico Acuerdo de Viernes Santo, del que se cumple ahora su 25 aniversario.

"Todos los cementerios guardan secretos, pero, si quieres entender realmente lo que pasó en Irlanda del Norte, tienes que ir al de Milltown", asegura una señora cuando le pregunto cómo vivió todo aquello. El cementerio se encuentra en el oeste de Belfast, una zona predominantemente católica. La vida entre la nacionalista calle Falls Road y la protestante unionista de Shankill Road son como líneas paralelas que, como tal, nunca llegan a cruzarse. Porque una cosa es la paz y otra muy distinta la integración entre comunidades.

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El catalizador de aquel sangriento marzo 1988 se conoció como "Muerte en la roca". El día 6, tres miembros del IRA son asesinados a tiros por el SAS en Gibraltar. Tras la Masacre del Día de la Amapola del IRA en Enniskillen, cuando 11 personas murieron por una bomba en el cenotafio de la ciudad, parecía claro que el grupo terrorista estaba planeando otra masacre en el Mediterráneo. Pero las fuerzas especiales del aire británicas acabaron quitando la vida a personas que podrían haber sido arrestadas. En el momento de los disparos, todos estaban desarmados y no había ninguna bomba en su automóvil. Testigos presenciales afirmaron que el SAS abrió fuego sin previo aviso. Hubo denuncias de que un miembro del IRA recibió un disparo en el suelo.

En Irlanda del Norte, todos sabían lo que significaba Gibraltar. Venganza. Muerte. Iba a comenzar otro ciclo de asesinatos de ojo por ojo, diente por diente. Sin embargo, nadie podía imaginar la barbarie que estaba por llegar.

16 de marzo. Funeral de los tres miembros del IRA. Mientras sus ataúdes cubiertos con la bandera irlandesa eran llevados a sus tumbas, se escucha una explosión. Michael Stone, miembro del grupo terrorista lealista protestante UDA, había lanzado un ataque contra los congregados católicos usando pistolas y granadas. Tres personas murieron, 60 resultaron heridas. Todo con las cámaras de televisión como testigos retransmitiendo en directo.

Foto: Andrew Hassard, de 43 años. (C. M.)

19 de marzo. Funeral de las víctimas. El peregrinaje al cementerio de Milltown se había convertido en la rutina. Pero aquel día iba a cambiarlo todo. Un Volkswagen aparece repentinamente en Andersonstown Road y se topa junto a la multitud que se dirigía al entierro. Intenta una maniobra desesperada para escapar por una calle lateral. Pero no puede. Dentro del vehículo, dos soldados del Ejército británico, Derek Howes y David Wood. Van vestidos de paisanos, pero llevan armas.

Con la tensión acumulada por lo ocurrido tres días atrás, la multitud entra en furia. Rodean al coche y le obligan a parar. Cuando se hizo evidente que los dos soldados estaban a merced de la multitud, Derek Wood sacó su pistola semiautomática, se asomó por la ventana y disparó un solo tiro de advertencia al aire, lo que hizo que la gente retrocediera. Pero por solo unos segundos. La marea humana se reagrupó y reanudó su asalto. Todo ante la mirada de los periodistas.

Los soldados son finalmente sacados del automóvil, golpeados, desnudados y desarmados. Aparentemente resignados a su destino, los dos parecieron ofrecer poca o ninguna resistencia mientras los conducían al cercano terreno de la GAA de Casement Park/área de Penny Lane, donde fueron brutalmente torturados antes de ser asesinados a tiros. Dos miembros del IRA recibieron cadenas perpetuas por los asesinatos, y varios otros fueron condenados por cargos menores. A día de hoy, sigue sin saberse con certeza qué estaban haciendo allí los soldados o cómo acabaron en la procesión del entierro.

Foto: Una mujer camina frente a un mural de apoyo a los paramilitares unionistas en Belfast. (Foto: Reuters)

La periodista Mary Holland recordó haber visto a uno de los hombres siendo arrastrado: "No gritó, solo nos miró con ojos aterrorizados, como si todos fuéramos enemigos en un país extranjero que no habríamos entendido el idioma que estaba hablando si pedía ayuda".

Las fotografías de un cura asistiendo en el suelo, David Howes con la cara manchada de sangre intentando reanimarle, simbolizó uno de los momentos más trágicos de los Troubles. Se trataba del padre Alec. En aquel momento, nadie lo sabía. Pero llevaba en su bolsillo una carta de Gerry Adams para John Hume. El líder del Sinn Fein, el brazo político del IRA, planteaba al responsable del Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP, por aquel entonces formación mayoritaria entre la comunidad republicana) encontrar una solución al conflicto.

No fue hasta muchos años más tarde cuando se supo su papel clave en el proceso de paz. El Monasterio Redentorista de Clonard, la iglesia católica donde ejercía como párroco, se convirtió en centro de reuniones secretas. 10 años más tarde, llegaba el histórico Acuerdo de Viernes Santo.

La iglesia está a pocos metros de Bombay Street, en el oeste de Belfast, donde a día de hoy se encuentra uno de los 100 muros de la paz que sigue dividiendo Irlanda del Norte. Se tratan de monstruos de cemento y metal que pueden superar los ocho metros de largo. Pero, aun así, los vecinos que viven al lado tapan sus patios con vallas metálicas, convirtiendo sus casas en cárceles.

El cementerio de Milltown sigue siendo lugar de peregrinaje cada Domingo de Ramos con la procesión organizada por la comunidad republicana para conmemorar el Levantamiento de Pascua de 1916 contra el dominio británico. Los participantes llevan las fotografías de sus familiares y un lirio, la flor con la que se recuerda a los "combatientes nacionalistas". Cada rincón de Belfast cuenta una historia, una muerte, una vida. Llegó la paz. Pero todo tarda en sanarse.

Había varios tipos de castigos. En ocasiones, se obligaba a las víctimas a tumbarse en el suelo antes de arrojar una losa de hormigón sobre la cabeza, para dejarlos deliberadamente con daño cerebral. Otras veces, se optaba por el "50-50", cuando se disparaba en la columna vertebral para paralizar medio cuerpo. En un conflicto, se pierde cualquier ápice de humanidad. Solo hay sadismo y tortura.

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