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Los tratados de paz de Irlanda del Norte se tambalean por el Brexit
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Los acuerdos de Viernes Santo

Los tratados de paz de Irlanda del Norte se tambalean por el Brexit

Grupos paramilitares unionistas retiran su apoyo a los acuerdos de paz firmados en 1998 por los nuevos controles que hay que aplicar en los puertos de Irlanda del Norte

Foto: Una mujer camina frente a un mural de apoyo a los paramilitares unionistas en Belfast. (Foto: Reuters)
Una mujer camina frente a un mural de apoyo a los paramilitares unionistas en Belfast. (Foto: Reuters)

Por encima de todos los retos burocráticos que planteaba un divorcio de la envergadura del Brexit, la principal misión de Londres y Bruselas era no poner en peligro la paz sellada en 1998 entre católicos y protestantes en el Ulster. La frontera de Irlanda, la única terrestre (junto con Gibraltar) que existe ahora entre el Reino Unido y el bloque, iba más allá de los desafíos comerciales. Pero tan solo han bastado dos meses —el tiempo que los británicos llevan a efectos prácticos fuera de la UE— para constatar que la misión no se ha cumplido.

La carta enviada este miércoles por los grupos paramilitares unionistas al Gobierno británico e irlandés, comunicando que retiran su apoyo Acuerdo de paz de Viernes Santo, demuestra hasta qué punto están llegando las tensiones en la provincia británica por los nuevos controles que hay que aplicar ahora en los puertos. El llamado “Consejo de Comunidades Leales” —un grupo que representa al UVF, UDA y Red Hand Commando— advierte que, a menos que se tomen nuevas medidas, se “está destruyendo permanentemente” el histórico acuerdo con el que se puso fin a un sangriento conflicto que se alargó durante tres décadas.

placeholder Los manifestantes participan en una manifestación contra el Brexit en el Ayuntamiento en el centro de Belfast en 2018. (Reuters)
Los manifestantes participan en una manifestación contra el Brexit en el Ayuntamiento en el centro de Belfast en 2018. (Reuters)

La misiva señala que la oposición de estos grupos paramilitares a las nuevas medidas implementadas tras la salida del Reino Unido del bloque debería seguir siendo “pacífica y democrática”. No obstante, la intervención está claramente diseñada para hacer sonar todas las alarmas. John Kyle, concejal del ayuntamiento de Belfast por el partido Unionista Progresista, que tiene vínculos históricos con la UVF, explica que hay un “compromiso absoluto con la no violencia”, pero que las implicaciones de la carta no están claras. “Es demasiado pronto para saber cómo interpretarlo. Es prematuro asumir que van a volver a la violencia”, matiza.

Foto: Una imagen de las pasadas elecciones. (Reuters)

En febrero, ya se tuvieron que suspender de manera temporal los controles en los puertos norirlandeses, tras las amenazas a los agentes de aduanas por parte de los unionistas radicales, que nunca han visto con buenos ojos que la provincia británica haya quedado ahora con un estatus diferente al del resto del Reino Unido. La publicación de la carta coincide precisamente con el último gran enfrentamiento entre Londres y Bruselas, después de que el Gobierno británico haya decidido unilateralmente modificar el llamado Protocolo de Irlanda, recogido en el “Acuerdo del Brexit”, para alargar el periodo de gracia que se había acordado ante determinados controles. Las nuevas medidas debían aplicarse a partir del 1 de abril, pero Boris Johnson ha decidido no hacerlo hasta octubre. Y en este sentido, la UE no descarta ahora tomar medidas legales al considerar que se está violando un tratado internacional.

El pasado 25 de febrero, Londres y Bruselas se reunieron de manera virtual en el marco del comité conjunto que supervisa ahora la aplicación del Protocolo de Irlanda. Y aunque acordaron buscar “soluciones pragmáticas” para minimizar las fricciones, evitaron retrasar la entrada en vigor de los controles. Por lo tanto, el volantazo ahora del primer ministro británico ha pillado por sorpresa. “Llega en el peor momento porque se estaban logrando avances”, asegura Simon Coveney, responsable de la diplomacia irlandesa. “Desafortunadamente, no la primera vez que pasa. La UE ha vuelto a constatar que está negociando con un socio en el que no puede confiar”, matiza en una entrevista con la cadena pública irlandesa RTÉ.

Foto: Maros Sefcovic, copresidente del acuerdo conjunto con Reino Unido y vicepresidente de la Comisión Europea. (Foto: Reuters)
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Nacho Alarcón. Bruselas Celia Maza. Londres

Ya el año pasado, Downing Street amenazó con violar el Protocolo de Irlanda si no se lograba alcanzar un acuerdo comercial con la UE, un pacto que finalmente llegó “in extremis” el pasado 24 de diciembre. Fuentes comunitarias consultadas por este diario aseguran que están tratando de “ser el adulto en la sala” aunque “Londres se lo está poniendo realmente complicado”. “Tras el Brexit sabíamos que las cosas iban a ser diferentes y que surgirían los problemas de cualquier periodo de adaptación a una nueva situación. Pero los problemas no se solucionan incumpliendo lo pactado e intentando abrir cada dos por tres de nuevo las negociaciones”, matizan.

Las mismas fuentes aseguran que no es la UE la responsable de la tensiones que se viven ahora en Irlanda del Norte, sino el Brexit y concretamente, la fórmula del Brexit que quiso implementar Londres. “Si el Reino Unido hubiera decidido salir de la UE, pero permanecer en el mercado único o la unión aduanera no estaríamos hablando ahora de esto. Pero no solo se apostó por un Brexit, sino que fue además un Brexit duro”, añaden.

"Si UK hubiera decidido salir de la UE, pero permanecer en el mercado único o la unión aduanera no estaríamos hablando ahora de esto"

A Bruselas también se le acusó el pasado mes de enero de poner en peligro el Protocolo de Irlanda cuando, en plena guerra de las vacunas, la Comisión Europea, sin consultar con los estados miembros, planteó invocar el artículo 16 de dicho protocolo para imponer restricciones en la frontera. “Fue una decisión equivocada, pero se trataba solo de un borrador y se cambió en cuestión de tres horas. Nada comparable con la amenaza que Londres planteó durante tres meses en un proyecto de ley que se debatía en Westminster”, aclaran dichas fuentes.

La pregunta es: ¿han servido de algo los cuatro largos años de tortuosas negociaciones de divorcio? El problema de la isla de Irlanda siempre fue el principal escollo. Pero, una vez más, se demuestra que algo está fallando. La frontera es la línea que divide la República de Irlanda (estado miembro de la UE) y la provincia británica de Irlanda del Norte. No se trata de una línea recta. Es más bien un garabato que atraviesa el mapa como si fuera el trazo torpe de un niño dividiendo ríos, cortando campos e incluso, en algunos casos, “partiendo” los propios hogares, donde el comedor está en el norte y las recámaras en el sur. Alrededor de 35.000 personas la atraviesan cada día por motivos varios: ir a trabajar, acudir al colegio, visitar el médico

Foto: Una calle en Belfast, Irlanda del Norte. (Reuters)

El Acuerdo de Viernes Santo de 1998 que puso fin al enfrentamiento entre católicos (que quieren unirse a la República de Irlanda) y protestantes unionistas (que quieren seguir unidos al Reino Unido) dictaminó que entre norte y sur de la isla no podía haber nunca frontera dura. Es decir, nada de controles, nada de verjas, nada de cámaras. Mientras el Reino Unido era miembro de la UE todo era sencillo, con la libertad de movimiento de personas y mercancías. Pero con el Brexit se planteaba un verdadero dilema.

Finalmente se acordó una compleja solución —Protocolo de Irlanda— por el que la provincia de Irlanda del Norte queda ahora dentro de la unión aduanera del Reino Unido, pero también dentro de la unión aduanera de la UE y alineada además con el mercado único. De este modo, la frontera se ha “movido” al mar de Irlanda, que separa a Irlanda del Norte de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales). Los controles, por tanto, deben realizarse ahora en los puertos norirlandeses.

Tras el Brexit se creó un comité conjunto para poder llevar de la teoría a la práctica la compleja fórmula. Hasta ahora, Michael Gove —a efectos prácticos viceprimer ministro del Reino Unido— actuaba en representación de la parte británica. Pero Boris Johnson ha decidido reemplazarle por David Frost, el negociador británico durante las complejas negociaciones del divorcio, para imponer de nuevo “mano dura” en las relaciones con Bruselas e intentar que sus demandas respecto al Protocolo de Irlanda salgan adelante.

Por encima de todos los retos burocráticos que planteaba un divorcio de la envergadura del Brexit, la principal misión de Londres y Bruselas era no poner en peligro la paz sellada en 1998 entre católicos y protestantes en el Ulster. La frontera de Irlanda, la única terrestre (junto con Gibraltar) que existe ahora entre el Reino Unido y el bloque, iba más allá de los desafíos comerciales. Pero tan solo han bastado dos meses —el tiempo que los británicos llevan a efectos prácticos fuera de la UE— para constatar que la misión no se ha cumplido.

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