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Los 100 muros de Irlanda del Norte: tras 25 años, ¿cuál es el legado de los acuerdos de paz?
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Los 100 muros de Irlanda del Norte: tras 25 años, ¿cuál es el legado de los acuerdos de paz?

Católicos y protestantes sellaron hace un cuarto de siglo un histórico acuerdo que trajo la paz tras tres décadas de sangriento conflicto. Pero a día de hoy, los muros siguen dividendo sus barrios

Foto: Un hombre camina frente a uno de los Muros de Paz en Belfast. (Reuters/Johanna Geron)
Un hombre camina frente a uno de los Muros de Paz en Belfast. (Reuters/Johanna Geron)

Irlanda del Norte es una región llena de consignas. Influye mucho si uno se llama Sean o Billy. Si se refiere a la segunda ciudad más grande como Derry o Londonderry. O incluso si pronuncia la 'H' de una u otra manera. Influye porque son el tipo de detalles que antes podían costarte la vida. Desde el 10 de abril de 1998, sin embargo, sólo definen si eres católico o protestante. Que no es poco, porque en muchos sentidos ambas comunidades siguen siendo líneas paralelas que, como tal, nunca llegan a cruzarse. Mientras que los nacionalistas republicamos quieren un referéndum de reunificación de la isla, los monárquicos unionistas abogan por ser parte del Reino Unido.

Este lunes se conmemora el 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo (como lo llaman los católicos) o el Acuerdo de Belfast (según lo conocen los protestantes). El pacto selló la paz tras tres décadas de sangriento conflicto en el que más de 3.500 personas perdieron la vida, una época a la que se denomina con el eufemismo The Troubles (Los Problemas).

Foto: El exprimer ministro Bertie Ahern, el 21 de marzo de 2023. Mostafa Darwish /EFE

Nada queda ya del anillo de acero que un día rodeó los centros comerciales del centro de Belfast, obligando a la gente a pasar por distintas medidas de seguridad para verificar que no llevaran bombas. Cuando las nuevas generaciones ven las fotos de aquella época no dan crédito. Con sus pubs, teatros y restaurantes, la capital norirlandesa podría pasar ahora por cualquier otra ciudad europea.

El sitio donde se construyó el Titanic, condenado en su día a ser un páramo posindustrial sin vida, alberga ahora a más de 100 empresas, incluidos gigantes mundiales como Citibank y Microsoft. El museo dedicado al transatlántico ha recibido más de 7 millones de visitantes desde su apertura hace una década y el cavernoso Paint Hall Studio ha sido escenario de la emblemática serie de “Juego de Tronos”.

Pero hay muchos Belfast. Los barrios en el oeste siguen estando separados por algunos de los 100 grandes muros que aún existen en la región dividiendo zonas para evitar confrontación. En algunas casas, la sensación es claustrofóbica, porque los patios parecen auténticas cárceles. Además del muro de hormigón y acero de ocho metros de alto, los vecinos colocan vallas metálicas extras. “Las grandes barreras siguen siendo psicológicas. La gente necesita poner esto para sentirse segura. Tú nunca lo vas a entender porque no te han quemado la casa por la noche con bomba molotov. Pero es mejor ver esto desde tu ventana que irte a la cama con miedo”, dice Eddie, uno de los tantos guías que existen ahora explicando a los turistas los murales. Muchos de ellos, como Eddie, son antiguos miembros del IRA.

Foto: Un autobús arde en las protestas de Belfast, en Irlanda del Norte. (Reuters)

Otros son antiguos miembros del Ejército británico. Así que la versión histórica del tour varía considerablemente según a quién se contrate. Aunque algunos, como Joe y Mark han acabado convirtiéndose en socios. El primero enseña la parte católica, el segundo la protestante. “Llegará el día en el que los muros se derriben. Todo depende de la educación”, asegura Joe.

A día de hoy, sólo existen 70 escuelas integradas con 25.000 alumnos, lo que representa sólo el 7% de los estudiantes. En otras palabras, alrededor del 92% de los niños siguen creciendo sólo rodeados de protestantes o católicos. Hay distintas iniciativas para promover la convivencia, como la de Gareth Harper, de PeacePlayers, que utiliza el deporte para reunir a jóvenes que de otro modo nunca se mezclarían fuera de sus comunidades. “Aún necesitamos crear oportunidades para que los niños se conozcan”, asegura.

Con todo, la ausencia de integración en determinados barrios es mayúscula. El corazón nacionalista de Falls Road y el protestante unionista de Shankill Road están prácticamente pegados, pero son universos completamente diferentes. Las banderas irlandesas y de la UE por un lado y la Union Jack por otro no dan lugar a dudas. Para determinadas generaciones, estar en el “barrio equivocado” puede generar importantes tensiones. Sobre todo después de las 20:00 horas, cuando se cierran las puertas de los llamados Muros de Paz. Otro eufemismo. En invierno, el cierre es a las 16:00.

placeholder Una mujer frente a uno de los Muros de Paz en Belfast. (Reuters)
Una mujer frente a uno de los Muros de Paz en Belfast. (Reuters)

El acuerdo más difícil

Irlanda del Norte es una región que no llega a los dos millones de habitantes. En Belfast, la población es de menos 400.000. Por eso, durante los Troubles, todo el mundo sabía quién estaba matando a quién.

Una de las cláusulas del Acuerdo de Paz de 1998 fue liberar a los presos de ambos bandos. Algunos han podido aceptarlo, como Myriam, cuyo padre fue asesinado por una bomba de los paramilitares unionistas cuando ella sólo tenía siete años. “Mi madre se quedó viuda con 5 hijos. Fue muy duro. Lo recuerdo todo como si fuera ayer. Pero hay que seguir adelante, porque es la única manera para que mis hijos no pasen por lo mismo”, asevera. Otros se sienten incapaces. Sammy tiene grabado el disparo con el que el IRA acabó con su padre. “No entiendo cómo el asesino pudo quedar libre tras hacer una cosa así”, señala.

Los términos del pacto, sin embargo, fueron suficientes para casi las tres cuartas partes de una población desgastada por incesantes atrocidades. El 71% del electorado de Irlanda del Norte y el 94% de la República de Irlanda votaron a favor.

La clave del éxito, según los expertos, residió en dar a todos simplemente lo suficiente como para comprometerse. Católicos y protestantes deben gobernar en coalición. Y los votos clave en la Asamblea de Belfast deben ser aprobados por mayorías que representen a ambas comunidades. Esto protegía los intereses de la minoría nacionalista, incluso mientras Irlanda del Norte seguía siendo británica. Por otra parte, se plantea el requisito de celebrar un referéndum sobre la unificación de Irlanda si existen pruebas de que la sociedad así lo demanda. Y la antigua Royal Ulster Constabulary, que era solo un 8% católica, se transformó también en el Servicio de Policía de Irlanda del Norte, que ahora tiene un 32% de sus agentes católicos.

Foto: Ian Paisley Jr, diputado del DUP. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)

En las negociaciones estuvieron involucrados tanto Londres y Dublín como Washington. Teniendo en cuenta que muchos de los protagonistas no podían ni mirarse a la cara, las cosas no fueron fáciles. Pero David Trimble, líder de los Unionistas del Ulster (por aquel entonces principal formación protestante), y John Hume, del SDLP, (el principal partido católico de esa era) acabaron compartiendo luego el Premio Nobel de la Paz.

Por su parte, Gerry Adams, responsable del Sinn Féin —brazo político del IRA— mostró un coraje de otro tipo. Habiendo fracasado a la hora de expulsar a los británicos a punta de pistola, supervisó la destrucción del arsenal del IRA, aun sabiendo que podrían matarlo por ello.

La violencia no terminó de inmediato. De hecho, a día de hoy sigue existiendo. En febrero, los grupos disidentes intentaron asesinar a un policía disparándole a bocajarro delante de su propio hijo cuando estaba fuera de servicio. Los servicios de inteligencia —que todavía dedican el 20% de sus recursos a Irlanda del Norte— han vuelto a subir el nivel de amenaza terrorista a grave, el segundo más alto en escala de cinco. Aunque estos grupos disidentes tienen ahora apoyo mínimo o inexistente ya en la calle.

Foto: Protesta por el asesinato del agente John Caldwell en Omagh, Irlanda del Norte. (Getty/Charles McQuillan)

¿Ha llegado la hora de revisarlo?

Hay muchas cosas que han cambiado. Hace tiempo que el Sinn Fein superó al SDLP como el principal partido nacionalista. En mayo del año pasado, la formación hizo historia al convertirse por primera vez desde la partición de la isla hace un siglo en la formación más votada, lo que da más fuerza a su reivindicación de referéndum de reunificación.

Pero a día de hoy sigue sin haber gobierno de coalición en Belfast. El DUP —que también superó en su momento a los Unionistas del Ulster como principal fuerza protestante— se niega a nombrar al viceministro principal hasta que no se cambien los nuevos controles aduaneros que hay que aplicar ahora tras el Brexit.

La salida del Reino Unido de la UE (rechazada por la gran mayoría de los norirlandeses) ha dificultado aún más las cosas en torno a la frontera entre la República de Irlanda y la provincia británica, una frontera físicamente inexistente —uno solo sabe si está en un lado o en otro si las señales están en kilómetros o millas—, pero con tremendas repercusiones para una región repleta de singularidades.

Londres y Bruselas han negociado ahora otro marco —el Acuerdo de Windsor— que reduce considerablemente los chequeos. Pero el DUP sigue sin dar su visto bueno. Lo cierto es que, desde la paz, el Ejecutivo de Belfast solo ha estado funcionando el 40% del tiempo. Partidos de uno y otro bando han utilizado la cláusula de la “coalición” para imponer diferentes bloqueos por causas de todo tipo. Ninguna de ellas relacionada con el proceso de paz. Por lo que son muchos los que consideran que quizá el acuerdo de 1998 debería revisarse.

Foto: Ursula von der Leyen llega a Windsor para reunirse con Rishi Sunak. (Reuters/Dan Kitwood)

Jonathan Powell —quien, como jefe de gabinete de Tony Blair, entonces primer ministro del Reino Unido, tuvo una participación central en las negociaciones— asegura que la cláusula del poder compartido “no puede durar para siempre”. Pero agrega que eliminarlo justo ahora que el DUP ha sido superado, por primera vez en la historia, por el Sinn Féin, sería “un error”.

Cuando en 1922 se trazaron los límites de Irlanda del Norte para abarcar seis de los nueve condados de la provincia de Ulster, los británicos se aseguraron que los católicos, que se oponían a la partición, fueran una minoría. Pero la mayoría protestante hace tiempo que desapareció. El censo del año pasado confirmó que los católicos ahora superan en número a los protestantes, aunque tampoco son mayoría. Los grandes protagonistas son, precisamente, los que no se identifican con ninguna de las dos religiones. En este sentido, el investigador Paul Nolan, asegura que “con tres equipos en juego, nadie sabe ahora cómo terminará el partido”.

En 1998, sólo el 7% de los legisladores eran de formaciones no tribales; hoy, el centrista Partido Alianza tiene casi el 20% de los votos. Su surgimiento es en parte hijo del acuerdo de paz, pero ahora amenaza aquello que le dio a luz. Los privilegios que el acuerdo otorgó a dos tribus en la Asamblea de Belfast, unionistas y nacionalistas, significan en efecto que los votos de una tercera fuerza centrista no cuentan.

En definitiva, no cabe duda que el acuerdo de paz ha salvado miles de vidas y que la Irlanda del Norte de hoy en día nada tiene que ver con la de 1998. Pero la región sigue estando marcada por consignas. No hay violencia. Pero en muchos sentidos ambas comunidades siguen siendo líneas paralelas que, como tal, nunca llegan a cruzarse.

Irlanda del Norte es una región llena de consignas. Influye mucho si uno se llama Sean o Billy. Si se refiere a la segunda ciudad más grande como Derry o Londonderry. O incluso si pronuncia la 'H' de una u otra manera. Influye porque son el tipo de detalles que antes podían costarte la vida. Desde el 10 de abril de 1998, sin embargo, sólo definen si eres católico o protestante. Que no es poco, porque en muchos sentidos ambas comunidades siguen siendo líneas paralelas que, como tal, nunca llegan a cruzarse. Mientras que los nacionalistas republicamos quieren un referéndum de reunificación de la isla, los monárquicos unionistas abogan por ser parte del Reino Unido.

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