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Para la UE Johnson llevaba muerto semanas: Bruselas no negocia con cadáveres políticos
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Flecos pendientes del Brexit

Para la UE Johnson llevaba muerto semanas: Bruselas no negocia con cadáveres políticos

La Comisión Europea perdió el interés en negociar con Johnson antes de la moción de censura, como antes la perdió con Theresa May. Bruselas no negocia con condenados a la muerte política

Foto: Boris Johnson junto a la presidenta de la Comisión Europea. (Reuters)
Boris Johnson junto a la presidenta de la Comisión Europea. (Reuters)

Hace pocos días Theresa May, antigua primera ministra británica que llevó las riendas de la negociación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea durante buena parte del proceso, explicó en una entrevista cómo la Comisión Europea dejó de contar con ella como una interlocutora válida tiempo antes de que abandonara el número 10 de Downing Street. “Después de haberme enfrentado a la moción de censura, descubrí que, a pesar de haber ganado, comenzaron a preguntarse: ¿realmente vale la pena negociar con esta gente?”, señaló en el Telegraph.

Bruselas puede ser una enorme maquinaria de negociación, pero tiene mucho cuidado a la hora de analizar la situación política. No se trata de un engranaje burocrático sin capacidad de comprender cuál es la situación de la otra parte de la mesa. Y cuando la Comisión Europea detecta que empiezas a oler a muerte política, deja de estar demasiado interesada en ti. Lo ha descubierto recientemente también Boris Johnson. Antes de la moción de censura que le dejó ya herido de muerte, el equipo del Ejecutivo comunitario había empezado a contemporizar en su trato con Londres.

Las razones son sencillas: ¿para qué vas a esforzarte con una persona que en cuestión de días va a estar fuera de la oficina? Puede que si quieres cerrar un acuerdo puntual tenga sentido, pero el Brexit es un problema permanente, que no va a desaparecer. Es el marco de una negociación permanente que va a seguir aquí durante años. Hacer concesiones a un primer ministro que rápidamente va a ser sustituido por otro primer ministro que, en consecuencia, va a pedir más concesiones, no es una estrategia que guste en Bruselas.

placeholder Boris Johnson junto a Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. (EFE)
Boris Johnson junto a Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. (EFE)

El pulso irlandés

A medida que Johnson se empezó a ver acorralado por el llamado ‘partygate’, Downing Street endureció su discurso sobre la necesidad de renegociar el Protocolo de Irlanda. En Bruselas leyeron la jugada desde el primer momento como un intento del primer ministro de remontar su popularidad, tanto dentro como fuera del Partido Conservador, con una clásica y buena guerra política contra la Unión Europea. Y no tenían ninguna intención de picar el anzuelo.

Por eso el Ejecutivo comunitario ni ha querido negociar demasiado, ni ha querido hacer ruido. Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión y el hombre a cargo de estas negociaciones, ha mantenido un perfil bajo, un discurso discreto al que tiene acostumbrado a todo el mundo que le conoce. No quería negociar con un líder que parecía condenado desde hacía tiempo y al que dieron definitivamente por muerto con la moción de censura del 6 de junio, que ganó pero con un margen demasiado estrecho.

Foto: Manifestación a favor del Protocolo de Irlanda. (EFE/Mark Marlow)

En las semanas previas el Gobierno británico había ido subiendo poco a poco el tono respecto a la necesidad de reformar el Protocolo de Irlanda, amenazando con violar el derecho internacional y con un discurso bastante más agresivo que hasta entonces. Algunos lo identificaban en Bruselas como un intento de que la Comisión Europea reaccionara de forma firme, fuerte. Lo suficiente como para provocar un cierre de filas tory. De nuevo, la Comisión no estuvo interesada en ese juego, y Sefcovic, un socialdemócrata eslovaco con más de una década de experiencia en el Ejecutivo comunitario, no es conocido por dejarse llevar por las emociones fuertes.

La dimisión de Johnson no ha generado alegría en la capital comunitaria. Es más bien una mezcla de alivio, porque la situación con él ya era demasiado complicada, de esperanza, a la espera de que al menos haya un Gobierno estable y capaz de negociar, y al mismo tiempo de preocupación, porque no saben de qué forma se va a utilizar el Brexit y a la UE en la carrera por la sucesión, ni qué tipo de primer ministro habrá al frente de Downing Street.

placeholder Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea. (EFE)
Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea. (EFE)

Cara y cruz de la moneda

Johnson ha estado en las dos caras de la moneda. Cuando May salió de Downing Street y entró el hasta ahora primer ministro en Bruselas nadie sentía simpatía por él ni por su equipo negociador, liderado por David Frost. Sin embargo, negociaron con él con interés, haciendo importantes concesiones en el Protocolo de Irlanda, un mecanismo para evitar que aparezca una frontera entre Irlanda del Norte (provincia británica) y la República de Irlanda (Estado miembro de la UE) a cambio de alcanzar un acuerdo.

La lógica en Bruselas era sencilla: Johnson acababa de llegar al poder, era popular y contaba con un importante apoyo. La Comisión es capaz de analizar la situación y comprender si existen o no alternativas. Y en ese momento no había ninguna, así que tocó empezar a ceder. El apoyo popular ha sido siempre un elemento fundamental en las relaciones entre el Reino Unido y la Unión desde 2016.

Foto: Boris Johnson comunica su dimisión frente al número 10 de Downing Street. (Reuters/Henry Nicholls)

Por eso May convocó las elecciones generales de 2017, a la espera de obtener una gran y fuerte mayoría que mandara un claro mensaje a Bruselas: tenéis que pasar por mí sí o sí. En realidad los comicios fueron un desastre, el Partido Conservador perdió 13 escaños y, a partir de ese momento, mucho antes de la fallida moción de censura contra la líder tory de 2018, May empezó a ser una gacela coja. La relación entre ella y la Comisión Europea empezó ese mismo día, el 8 de junio de 2017, a entrar en esa dinámica en la que Bruselas no tiene del todo claro la viabilidad política de la persona con la que está negociando.

En la capital comunitaria consideran que ahora toca esperar. No es buen momento: el Protocolo de Irlanda sigue sin ser aplicado, las relaciones con Londres han tocado un nuevo mínimo y la sensación de que el Reino Unido ha entrado en una dinámica de permanente inestabilidad política no invitan demasiado al optimismo. Pero nadie echará de menos a Boris Johnson. O eso esperan.

Hace pocos días Theresa May, antigua primera ministra británica que llevó las riendas de la negociación de la salida del Reino Unido de la Unión Europea durante buena parte del proceso, explicó en una entrevista cómo la Comisión Europea dejó de contar con ella como una interlocutora válida tiempo antes de que abandonara el número 10 de Downing Street. “Después de haberme enfrentado a la moción de censura, descubrí que, a pesar de haber ganado, comenzaron a preguntarse: ¿realmente vale la pena negociar con esta gente?”, señaló en el Telegraph.

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