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Boris Johnson se atrinchera en Downing Street: habrá circo hasta el final
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La tragicomedia británica

Boris Johnson se atrinchera en Downing Street: habrá circo hasta el final

El aún líder 'tory' defiende que tiene un mandato claro para seguir al frente del Gobierno porque ganó las elecciones generales de 2019 con una aplastante mayoría absoluta

Foto: Boris Johnson. (Getty)
Boris Johnson. (Getty)

Boris Johnson está atrincherado en Downing Street. El que en 24 horas hayan dimitido casi 50 cargos de su Gobierno, que sus propios ministros le hayan pedido que abandone el poder de una manera digna o que sus filas le hayan acusado públicamente de no tener integridad no suponen, para él, razones suficientes para renunciar a un cargo con el que llevaba soñando toda la vida. Siempre fue un cómico tremendamente serio cuando se habla de poder. Y ahora que lo tiene, no está dispuesto a soltarlo.

Desde el principio, estuvo claro que la ambición rubia no atendía a los estándares del 'establishment'. Por lo que ahora no va a dimitir por presión, principios o dignidad. Si tiene que salir por la puerta negra del Número 10 por última vez, solo lo hará cuando haya quemado todos los cartuchos. En Reino Unido no existe Constitución escrita, por lo que la mente de Johnson está abierta a la imaginación mientras pasa a convertirse en un Donald Trump sin pistolas.

El aún líder 'tory' defiende que tiene un mandato claro para seguir al frente del Gobierno porque ganó las elecciones generales de 2019 con una aplastante mayoría absoluta. Y como buen populista, aunque los laboristas le saquen ahora 11 puntos de ventaja en las encuestas y la inflación vaya a superar el 11%, el 'premier' estaría barajando incluso la posibilidad de convocar elecciones anticipadas para que sea el electorado —y no sus filas— quien decida su destino.

Foto: Boris Johnson, a las puertas de Downing Street 10 durante el anuncio de su dimisión. (Reuters/Peter Nicholls)

Eso dejaría en una situación realmente delicada a Isabel II, quien, como jefa de Estado, tiene la última palabra a la hora de sacar las urnas. Pero no es que a Johnson le vaya a temblar el pulso. Estamos hablando del hombre al que el Tribunal Supremo, máxima autoridad judicial del Reino Unido, le acusó de actuar de manera ilegal y mentir a la monarca cuando en 2019 derogó la actividad en Westminster para llevar a cabo sus planes del Brexit.

En cualquier caso, por los llamados 'Principios de Lascelles' —ideados en 1950 por el secretario privado de Jorge VI—, la reina puede rechazar la solicitud del primer ministro para sacar las urnas en tres circunstancias: si confía en poder encontrar a un sustituto que pueda gobernar por un tiempo razonable; si hay una mayoría en la Cámara de los Comunes que garantice que se pueda seguir con la agenda, y si se considera que es perjudicial para la economía. Tres requisitos que, en esta ocasión, se cumplen.

La lucha desesperada de Johnson por mantenerse en el poder está creando situaciones propias de un espectáculo circense. El miércoles por la noche, un grupo de ministros se reunió con él para recalcar que la situación era ya insostenible y debía marcharse. Entre ellos estaba Nadhim Zahawi, el recién nombrado ministro de Economía que, apenas horas antes, le mostraba todo su apoyo ante las cámaras de televisión y defendía su plan para revocar la subida de impuestos. El 'premier' también se reunió en privado con Michael Gove, uno de sus principales aliados y peso pesado de los 'tories'. Este le dijo que “el juego había llegado a su fin”, pero, lejos de escucharle, decidió expulsarle fulminantemente del Gobierno mientras sus aliados describían al ahora exministro como "una serpiente". Rocambolesco.

El único motivo por el que el resto de ministros aún continúa en el Ejecutivo es —o eso dicen en privado— “por sentido del deber para evitar el caos en el país”. Pero dan por hecho que la salida de Johnson será en las próximas 24 o 48 horas. De hecho, en un nuevo ejemplo del surrealismo de la jornada de ayer, Suella Braverman, la fiscal general de Reino Unido, apareció en televisión declarando que el 'premier' no podía seguir en el cargo y anunciando su candidatura para liderar el Partido Conservador.

Tras la moción de confianza de principios de junio —donde el 41% de sus filas ya votó en su contra— Johnson sería, de acuerdo con el protocolo, inmune a nuevos desafíos internos durante al menos un año. Pero si se sigue resistiendo a dimitir, cada vez hay más voces que presionan para cambiar las reglas y forzar otra votación tan pronto como la próxima semana.

Durante la tensa sesión de control de los miércoles, varios diputados conservadores pidieron públicamente su dimisión. La durísima intervención de Sajid Javid, exministro de Sanidad, explicando su renuncia, dejó la Cámara de los Comunes en silencio: “He concluido que el problema empieza arriba del todo, y eso no va a cambiar (...) Me temo que solo se puede pulsar la tecla de reinicio un determinado número de veces”.

No obstante, Johnson se niega a dar por perdida la partida. “El trabajo de un primer ministro en tiempos difíciles, en circunstancias en las que se le ha dado un mandato colosal [por las elecciones generales de diciembre de 2019], es seguir adelante, y eso es lo que voy a hacer”, afirmaba. “Cuando los momentos son duros y el país afronta presiones económicas, con la mayor guerra en Europa en 80 años [Ucrania], es el momento en que uno espera que un Gobierno continúe con su trabajo y no se marche”, puntualizó.

Foto: Boris Johnson. (Reuters/UK Parliament/Jessica Taylor)

A modo desafiante, el 'premier' ha advertido a los suyos de que deben elegir entre un verano dedicado a mejorar la delicada situación económica del país o el caos de una moción de censura interna y unas primarias a navajazos en el Partido Conservador. Todo sugiere que, a lo largo de la próxima jornada, nuevos ministros presentarán su renuncia para aumentar la presión.

Como pasara tras la dimisión de Theresa May, la eventual renuncia del primer ministro no desencadenaría elecciones generales. Quien ganara las primarias conservadoras se convertiría en líder 'tory' y, automáticamente, en nuevo inquilino de Downing Street. La cuestión es que para forzar la salida de un líder hay que tener preparado un sustituto. Y, a día de hoy, los rebeldes no cuentan con una clara alternativa. Durante mucho tiempo, el ya exministro del Tesoro Rishi Sunak fue el gran favorito. Pero acabó con cualquier posibilidad después de ser multado también por Scotland Yard en el escándalo del Partygate y de salir a la luz una polémica sobre el estatus fiscal de su mujer justo en el preciso momento en que la carga impositiva se ha incrementado para los ciudadanos.

En este sentido, la prensa ha puesto de nuevo el foco sobre Jeremy Hunt. El que fuera titular de Sanidad quedó en segunda posición en las primarias de 2019 y este lunes recalcó que había que “votar por el cambio”. Otro de los postulantes podría ser Ben Wallace, ministro de Defensa, que se ha ganado el respeto de las bases por su actuación durante la guerra de Ucrania. Para muchos le falta carisma, pero tras el 'showman' Johnson, quizá lo que estén buscando ahora las filas 'tories' sea un tipo lo más aburrido y previsible posible.

Foto: Sajid Javid. (Reuters/Peter Nicholls)

Lo que le ha llevado hasta esta situación son los mismos defectos de carácter que le han perseguido durante toda su carrera: las frecuentes mentiras y el desprecio a los códigos y convenciones que sustentan la vida pública. Estas dos fallas se han replicado en su respuesta al último escándalo que rodea a Chris Pincher, quien se vio obligado a renunciar la semana pasada como responsable de disciplina del Partido Conservador tras varias acusaciones de agresión sexual. Johnson no solo nombró el pasado mes de febrero a un candidato manifiestamente inadecuado para el cargo, sino que cuando esto se hizo evidente, su primer instinto fue el de disimular y, más adelante, el de forzar a otros a mentir en su nombre.

Se trata del mismo manual que aplicó durante el Partygate, un escándalo que está aún pendiente de investigación parlamentaria para esclarecer si el 'premier' mintió a Westminster cuando en repetidas ocasiones dijo que no había violado las normas del confinamiento. A día de hoy, sigue defendiendo que creía que las fiestas eran reuniones de trabajo. Esta falta compulsiva de honestidad ha dañado la reputación de todo el Gobierno porque gran parte de los ministros ha salido varias veces a dar la cara ante los medios defendiendo argumentos que luego se han demostrado falsos.

Las mentiras no se limitan a cuestiones de conducta personal. En su carta de dimisión como ministro del Tesoro, Sunak señaló que Johnson no estaba dispuesto a contarle al público las duras verdades sobre el estado de la economía y sincerarse sobre las difíciles decisiones que se avecinan cuando la inflación va camino de superar el 11%.

A medida que las dificultades políticas de Johnson se han intensificado, él ha recurrido a anuncios y promesas cada vez más fantasiosos, lo cual socava aún más la confianza del público. Este mismo miércoles, el primer ministro se comprometía a llevar a cabo la mayor reducción de impuestos en toda una década. Un último intento desesperado de un político que desde hace tiempo también ha perdido el apoyo del electorado, como se demostró la semana pasada, cuando los 'tories' sufrieron derrotas históricas en unas elecciones parciales que derivaron en la dimisión del presidente del partido. Todos se van. Menos Johnson, claro.

Boris Johnson está atrincherado en Downing Street. El que en 24 horas hayan dimitido casi 50 cargos de su Gobierno, que sus propios ministros le hayan pedido que abandone el poder de una manera digna o que sus filas le hayan acusado públicamente de no tener integridad no suponen, para él, razones suficientes para renunciar a un cargo con el que llevaba soñando toda la vida. Siempre fue un cómico tremendamente serio cuando se habla de poder. Y ahora que lo tiene, no está dispuesto a soltarlo.

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