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¿Gran arma de comunicación bélica o dolor de cabeza? Los voluntarios extranjeros en Ucrania
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Propaganda, extremismo y vacío legal

¿Gran arma de comunicación bélica o dolor de cabeza? Los voluntarios extranjeros en Ucrania

A día de hoy, los datos sobre los números reales de los voluntarios y su impacto efectivo sobre la guerra, son poco claros. A nivel propagandístico, sin embargo, la idea ha resultado un tremendo éxito

Foto: Un soldado ucraniano en las trincheras de Barnikove. (Reuters/Marko Djurica)
Un soldado ucraniano en las trincheras de Barnikove. (Reuters/Marko Djurica)
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Apenas tres días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, las autoridades de Kiev anunciaron la que puede haber sido una de las iniciativas de comunicación política bélica más astutas de la historia: la creación de una Legión Internacional para la Defensa Territorial de Ucrania, compuesta por los voluntarios de todo el mundo dispuestos a acudir en defensa del país. A los 10 días, el Gobierno ucraniano aseguró haber recibido ya 20.000 solicitudes de ciudadanos de 52 países diferentes.

A día de hoy, los datos sobre los números reales de los voluntarios que finalmente han llegado a Ucrania, así como de su impacto efectivo sobre la guerra, son poco claros. A nivel propagandístico, sin embargo, la idea ha resultado un tremendo éxito, ayudando a sumar simpatías a la causa ucraniana en todo el mundo y generando comparaciones con las Brigadas Internacionales de la guerra civil española. “Uno de los propósitos de cualquier operación de voluntarios extranjeros es político, para mostrar apoyo mundial a la causa y hacer ver que se distribuyen las cargas”, afirma Mark F. Cancian, asesor sénior del Programa de Seguridad Internacional del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington. Ese es el motivo por el que los medios de propaganda rusos están dedicando enormes esfuerzos a desacreditar a los voluntarios internacionales, magnificando las noticias sobre sus bajas y amplificando cualquier desavenencia o malestar entre sus filas, especialmente las quejas sobre el trato recibido por parte de las autoridades ucranianas.

Foto: Voluntarios en un ejercicio militar en Kiev de la Legión Georgiana. (Reuters/Serhii Nuzhnenko)

No obstante, prosigue Cancian, “en último término solo una fuerza efectiva militarmente aporta tanto ventajas en el campo de batalla como credibilidad internacional. Una causa justa y el entusiasmo individual no bastan. Producir eficiencia militar requiere un ejercicio altamente organizado de entrenamiento, suministros y personal administrativo”, concluye este analista en un reciente informe titulado 'Combatientes extranjeros en Ucrania: ¿luchadores o herramientas de propaganda?'.

Algunos expertos, además, han advertido que toda iniciativa de este tipo implica una serie de riesgos nada desdeñables. Para empezar, hacia los propios voluntarios: “Los extranjeros que se unen a grupos insurgentes o terroristas, por ejemplo, tienden a tener una tasa de mortalidad especialmente alta”, señala el profesor Austin C. Doctor, director de investigación en el Centro Nacional de Innovación, Tecnología y Educación en Antiterrorismo del Gobierno de EEUU. En el mismo sentido, se expresa Daniel Byman, especialista en el fenómeno de los luchadores extranjeros en insurgencias yihadistas: “En muchos casos, los combatientes extranjeros ganan experiencia a través de un brutal proceso darwinista una vez llegan para luchar”, en el que muchos perecen.

“Pero, además, los reclutas externos también elevan los riesgos potenciales para la población local y, a su regreso, para sus países de origen”, indica Doctor en un reciente artículo en el que analiza el flujo de voluntarios extranjeros en Ucrania. Según varios estudios, la llegada de combatientes de otros países tiende a corresponderse con mayores niveles de salvajismo hacia civiles, puesto que a muchos les guía un deseo de venganza por sus experiencias en conflictos previos al tiempo que su nivel de identificación con la población local es menor.

Endurecidos por la guerra y radicalizados

Está por ver si estos temores son aplicables al escenario ucraniano, donde las fuerzas ucranianas no se enfrentan a combatientes civiles sino a un ejército invasor. No obstante, un riesgo en el que coinciden todos los expertos es en el de la radicalización de estos combatientes y el peligro que podrían suponer en el futuro. “Los comentarios de los voluntarios [que están viajando a Ucrania] han mostrado de manera abrumadoramente mayoritaria un interés en sostener a un Gobierno democrático ante una agresión no provocada. Pero, si la guerra actual se transforma en una insurgencia de más largo plazo, el escenario para los combatientes extranjeros y sus partidarios puede cambiar, con algunos de ellos agudizando sus visiones políticas o ideológicas o favoreciendo narrativas extremistas”, indica Naureen Chowdhury Fink, experta en radicalización del Centro Soufan y coautora de un reciente informe al respecto. “Los individuos pueden verse afectados por la exposición a atrocidades, o reclutados por grupos con objetivos ideológicos diversos, en particular si no son aceptados en la Legión”, señala en un artículo para CNN.

Foto: Fuerzas de Defensa Territorial en las afueras de Kiev la semana pasada. (Getty/Chris McGrath)

“Los simpatizantes extranjeros [de una causa] pueden estar cada vez más frustrados con las respuestas de sus propios países y optar por formas más violentas de expresión política en su país”, señala esta investigadora. “En los flujos previos, los retornados no han perpetrado daños en grandes números, pero muchos regresarán endurecidos por la guerra y con experiencia de combate y nuevas redes transnacionales que pueden ser activadas para otras causas, y aquellos que quieran causar daño pueden ser más capaces de hacerlo”, añade.

“Hay que tener en cuenta que todo combatiente extranjero está de algún modo ideologizado. En Ucrania, se instala la idea de última frontera de Europa previa a una agresión de mayor intensidad contra la UE y países OTAN, movilizando a quienes ven como una guerra justa la defensa de la soberanía nacional de Ucrania, quienes entienden esta defensa también como la defensa de la libertad y la democracia”, comenta la politóloga Laura Méndez, especialista en terrorismo e inteligencia. “Mientras, la propaganda rusa señala una exclusiva movilización de voluntarios de la extrema derecha europea —a quienes da el tratamiento de mercenarios— para servir en el conflicto mientras ellos movilizan efectivos sirios, chechenos y ultranacionalistas conservadores de diferente procedencia”, dice a El Confidencial.

Foto: Emblema de la bandera de Bielorrusia en la manga de un voluntario. (A.A.)

Pese a que el componente de extrema derecha en las fuerzas de defensa ucranianas, incluyendo las milicias, ha sido exagerado hasta lo grotesco por la propaganda rusa, lo cierto es que en algunos casos existe (y, cabe destacar, en ambos bandos). Y es un hecho que los movimientos ultraderechistas violentos de Europa y EEUU están tratando de instrumentalizar el conflicto de Ucrania para sus propios fines, tanto como elemento de movilización como de radicalización. “La presencia de extremistas de extrema derecha debería hacer pensar a los gobiernos cuando consideran si animar a sus ciudadanos a ir y luchar. Tener a estos extremistas, que ya suponen una grave amenaza, volviéndose más letales y conectados, supone un gran peligro. Pueden infectar a otros con su ideología, traérselos de vuelta a su regreso y, dada su experiencia de combate, pueden ser particularmente admirados en sus propias comunidades”, advierte Byman.

“El problema fundamental y común —e independiente de la motivación de estos voluntarios— es precisamente su retorno tras la finalización del conflicto o durante el mismo, como consecuencia de la violenta experiencia”, opina Méndez. “Hablamos de individuos con instrucción militar, pero sin experiencia bélica, o individuos que la adquieren sobre el terreno en un conflicto marcado por acciones contra la población civil. Esto, unido a motivaciones ideológicas diversas y sobre todo difusas, puede suponer un riesgo real a su retorno, como ya acreditan las experiencias de combate en Siria o Irak. Son susceptibles de acabar en actividades radicales, violentas o vinculadas al crimen organizado”, asegura esta experta en radicalización.

Un gran limbo legal

Para evitar estos problemas, el Gobierno ucraniano ha ido estableciendo un proceso de cribado de los voluntarios para dejar fuera no solo a aquellos no aptos para el combate por razones de experiencia o forma física, sino también a los extremistas y a aquellos motivados por la violencia o que no están en pleno uso de sus facultades mentales. Aun así, muchos de los rechazados por la Legión Territorial todavía tienen posibilidades de unirse a alguna de las milicias ucranianas, cuyos requisitos son menos estrictos. “Naturalmente, Ucrania también percibe las desventajas o los riesgos potenciales de esta movilización de manera diferente que sus apoyos occidentales. El país está envuelto en una lucha a muerte, y es improbable que responda positivamente a las peroratas occidentales sobre que los voluntarios se ‘radicalicen’ en Ucrania”, señala Kacper Rekawek, analista del Centro de Investigación sobre Extremismo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oslo.

Estos luchadores también suponen otro tipo de riesgos para sus lugares de procedencia. “Para las potencias externas, sus nacionales son ahora parte de la guerra. Incluso si sus gobiernos desautorizan a los combatientes, países como Rusia probablemente los verán como parte de una acción secreta (o no tan secreta) de apoyar a los enemigos de Moscú”, reflexiona Byman. “Algunos ciudadanos podrían ser capturados, se podría pedir un rescate por ellos, o crear complicaciones de algún otro modo para sus países de origen”, señala.

Foto: Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80. (EFE)

Otra cuestión es la situación legal de aquellos extranjeros que deciden tomar las armas en favor de la causa ucraniana. En el caso de los voluntarios que a principios de esta década se unieron a organizaciones yihadistas en Oriente Medio, existe un insólito consenso internacional acerca de la ilegalidad de sus acciones —plasmada incluso en dos resoluciones de la ONU, la 2178 y la 2396—, por lo que sus gobiernos pueden perseguirlos judicialmente a su regreso, cosa que, por lo general, hacen. No ocurre así en esta ocasión: algunos líderes occidentales, como la secretaria de Exteriores británica Liz Truss o la primera ministra danesa Mette Frederiksen, incluso han animado a sus ciudadanos a unirse a la defensa armada de Ucrania. Otros países, como Alemania, Letonia o Canadá han indicado que no iniciarán acciones legales contra los compatriotas que lo hagan. Pese a ello, otros como Australia lo han desaconsejado a sus ciudadanos, dada la falta de claridad legal en este sentido.

EEUU y el Reino Unido tienen leyes que, en teoría, podrían usarse contra quienes decidan tomar parte en la guerra de Ucrania: la llamada Ley de Neutralidad de 1794, en el primer caso, y la Ley de Reclutamiento Extranjero de 1870, en el segundo. En ambos casos, la legislación prohíbe a sus ciudadanos luchar contra países con los que sus propios gobiernos no están en guerra. No obstante, ambas han sido aplicadas de forma selectiva, y por lo general ambos estados han hecho la vista gorda cuando los países implicados no son particularmente bien vistos por Washington.

Foto: Soldados ucranianos en la región de Kharkiv. (Reuters/Antonio Bronic)

Para terminar de enmarañar aún más las cosas, están quienes establecen una distinción entre “voluntarios” y “combatientes extranjeros”, es decir, entre quienes se unen a una fuerza estatal (como sería el caso de la Legión Territorial ucraniana) y los que lo hacen a una milicia o grupo al margen de las autoridades, como ocurre, por ejemplo, con las organizaciones yihadistas o los luchadores kurdos de Siria. Existiría, además, una tercera categoría legal, la de los “mercenarios”, aquellos que combaten con fuerzas de otros estados por dinero, y que están prohibidos por la legislación de la mayoría de los países.

Los mercenarios no disfrutan de la misma protección que los combatientes legales, incluyendo los derechos que se garantizan a los prisioneros de guerra, y los gobiernos son libres de tratarlos como consideren”, señala David Malet, profesor de Asuntos Públicos de la Universidad Americana y una autoridad internacional en las cuestiones legales relacionadas con los combatientes extranjeros, y quien plantea algunas cuestiones interesantes: “¿Qué pasará cuando algunos de estos extranjeros sean inevitablemente capturados o muertos?”, se preguntaba en un artículo en 'Foreign Policy' a mediados de marzo.

La reacción rusa

No ha habido que esperar mucho para conocer la respuesta: Rusia ha capturado ya a dos británicos que combatían junto a las fuerzas ucranianas en Mariúpol. Uno de ellos, Aiden Aslin, está siendo explotado a conciencia por la propaganda rusa, que le exhibe ante las cámaras para que denuncie supuestas atrocidades cometidas por el Ejército ucraniano contra los civiles de la ciudad.

El Kremlin, de hecho, afirmó desde un primer momento que no se andaría con miramientos con estos voluntarios, a quienes consideraría “mercenarios” en todos los supuestos, asegurando que, “en el mejor de los casos, pueden esperar a ser juzgados como criminales”. Desde entonces, parte de sus esfuerzos han ido dirigidos a detener este flujo de combatientes, como el ataque con misiles contra la base militar donde se concentraban en Lviv a principios de marzo, en la que murieron decenas de personas y más de un centenar resultaron heridas. Además, medios como RT y Sputnik publican a diario historias sobre voluntarios rechazados o que abandonan el teatro de operaciones ante su decepción con las autoridades ucranianas o la misión, para que sirva como aviso a futuros aspirantes.

Foto: Imagen: Irene Gamella.

Paradójicamente, el hecho de que Rusia reaccione de forma agresiva contra estas llegadas pone de manifiesto que, lejos de ser solamente una fuente de problemas, los voluntarios extranjeros también representan una poderosa ayuda para las fuerzas ucranianas. Aunque, como ya hemos indicado, no existen cifras verificadas, sin duda aquellos que han pasado el filtro de las autoridades ucranianas se cuentan por varios miles, muchos de ellos con experiencia muy valiosa en áreas como el manejo de explosivos o las técnicas de francotirador. Una parte importante de ellos trabaja formando a las milicias ciudadanas movilizadas para la defensa de las ciudades, donde este personal extranjero está resultando de gran ayuda.

Pero reconocer estas ventajas no significa mirar hacia otro lado ante los problemas que este fenómeno pueda plantear. El retorno de estos voluntarios requiere de una monitorización activa por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado”, considera Laura Méndez. “Un seguimiento que permita categorizar las motivaciones (ideológicas, económicas...) y valorar qué impacto pueden tener tras su integración en la vida civil en el país de origen, considerando que muchos sufrirán estrés postraumático. Además, serían responsables aquí de cualquier delito tipificado en el derecho internacional penal: genocidio, crímenes de guerra o de lesa humanidad…”. En suma, un desafío para el que, por sus propias características, existen pocos precedentes, y que los estados desde los que parten harían mal en ignorar. Incluido el nuestro.

Apenas tres días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, las autoridades de Kiev anunciaron la que puede haber sido una de las iniciativas de comunicación política bélica más astutas de la historia: la creación de una Legión Internacional para la Defensa Territorial de Ucrania, compuesta por los voluntarios de todo el mundo dispuestos a acudir en defensa del país. A los 10 días, el Gobierno ucraniano aseguró haber recibido ya 20.000 solicitudes de ciudadanos de 52 países diferentes.

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