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Las cuatro claves de la victoria de Macron en las presidenciales francesas
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Le Pen mantiene, pero no conquista

Las cuatro claves de la victoria de Macron en las presidenciales francesas

Tras dos meses de campaña y dos vueltas electorales, estas son las cuatro claves de la victoria de Emmanuel Macron y las perspectivas de su mandato

Foto: Marine Le Pen admite la derrota en las elecciones francesas. (EFE/Ian Langsdon)
Marine Le Pen admite la derrota en las elecciones francesas. (EFE/Ian Langsdon)

Con la torre Eiffel iluminada a sus espaldas, el recién reelegido presidente de la República gala, Emmanuel Macron, tuvo palabras para todos los franceses, ya hubieran votado por él por convicción, para frenar a la extrema derecha, se hubieran abstenido o hubieran introducido en la urna la papeleta de Marine Le Pen. Con un 58,56% de los sufragios, Macron prometió que gobernaría para tener un país más "ecologista", con la mente puesta en el "silencio" de los que se abstuvieron y para dar una respuesta a la "cólera de los que votaron a la extrema derecha", tras un primer mandato marcado por las crisis y la desafección.

Tras dos meses de campaña y dos vueltas electorales, estas son las cuatro claves de la victoria de Macron y las perspectivas para su mandato.

Le Pen mantiene, pero apenas conquista

El mapa del voto a Marine Le Pen en 2022 parece casi un calco de los resultados de la primera vuelta. Desde Dunquerque, en el extremo noroeste de Francia, hasta Montpellier, en el sureste, se puede trazar una diagonal que recoge el voto lepenista, y que se extiende con algunas ramificaciones hacia el suroeste y la frontera con Italia. Con solo tres millones de votos más que en la primera vuelta, la líder de la Agrupación Nacional no ha sabido en estas dos semanas salir de sus bastiones tradicionales y atraer el voto de los Insumisos de Jean-Luc Mélenchon (que se concentra sobre todo en áreas urbanas y periurbanas).

Respecto a 2017, Le Pen se consolida en los territorios rurales del centro, el norte y el este de Francia, en provincias como Nièvre o Aisne, donde la ciudad de más de 100.000 habitantes se encuentra a, por lo menos, una hora de coche.

Foto: Segunda ronda de la elecciones francesas. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)
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Pero, tal y como explicó en Twitter Mathieu Gallard, el director de la empresa de sondeos francesa Ipsos, la división campo/ciudad es tramposa, porque zonas de profunda tradición agrícola, como Bretaña ("la despensa de Francia"), votaron masivamente por Emmanuel Macron tanto en la primera como en la segunda vuelta.

Gallard apunta, más bien, a una división "social y generacional", que se puede ver en las tasas de paro: la provincia de Pirineos Orientales (cuya capital, Perpiñán, gobierna el partido de Le Pen desde 2020) tiene el nivel de desempleo más alto del territorio continental francés, 12,5%, y apoyó a Le Pen con un 56,3%. Se trata de un voto de los que más han sufrido las crisis de estos últimos años, ya que, por ejemplo, Cantal, otra provincia muy rural, pero con un 4,1% de paro, votó a Macron en la misma proporción (56,3%).

Un voto 'de clase'

Según una encuesta de Ipsos-Sopra Steria para France Culture, el 77% de los directivos de empresas votó por Emmanuel Macron. Enfrente, un 67% de los obreros lo hizo por Marine Le Pen. Unos resultados que dibujan dos países, según el nivel de renta. Un país en el que Macron supo convencer a los pensionistas (el 68% votó por él) de que su programa sería la mejor garantía de estabilidad, mientras que los obreros y los trabajadores sin empleados a su cargo (57%) quisieron castigar su política económica de estos últimos cinco años.

Demográficamente, los trabajadores de entre 50-59, que temen tener que trabajar hasta los 65 si Macron lleva a cabo su reforma de las pensiones (la edad legal actual es de 62), dieron su apoyo a Le Pen (51% por 49%), aunque si bien el margen es estrecho, es la única categoría de edad en la que la líder de extrema derecha supera a Macron.

Foto: Pósteres electorales en Cambrai, Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)

El 'frente republicano' aguanta, pero ¿por cuánto tiempo?

Con cerca de 18 millones de votos en la segunda vuelta, Macron salió elegido presidente el domingo con nueve millones de papeletas más que en la primera, pero en cinco años de mandato se dejó alrededor de dos millones de electores (obtuvo 20,7 en 2017). Por su parte, Marine Le Pen pasó el domingo de los 10 millones de la segunda vuelta de 2017 a unos 13 millones, demostrando que hay un bloque de extrema derecha fuerte en el país que podría volver a clasificarse para la segunda ronda en 2027.

Con los dos millones de votos que se ha dejado Macron por el camino, al 'frente republicano' francés parece que se le empiezan a abrir grietas. El 'espanto' que provocó la calificación de Le Pen en 2017 ha desaparecido. Si en aquel momento la diferencia de votos entre los dos candidatos fue de 10 millones (y más de 30 puntos porcentuales), tras los comicios del domingo se sitúa ahora en la mitad, cercana al 15%.

Foto: Ilustración: L. Martín.
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Macron pudo contar, desde la noche de la primera vuelta, con el apoyo de los comunistas, ecologistas y socialistas, pero esos tres partidos apenas representan a unos tres millones de franceses. Por su parte, el candidato de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, llamó a sus electores a "no dar ni un voto a la señora Le Pen". De sus 7,7 millones de electores, una parte importante, al menos el 42%, votó por Macron (fueron el 52% en 2017), pero otro bloque, que representaría al 41%, se dispersó entre la abstención, el voto en blanco y el voto nulo, mientras que el 17% desobedeció a su líder y votó por Le Pen (el 7% hace cinco años). En el campo de la derecha tradicional, su líder, Valérie Pécresse, no dio ninguna consigna de voto. En un partido, Los Republicanos, a la deriva sobre su línea ideológica tras el ascenso de Le Pen y Zemmour, un 53% apoyó a Macron, pero un 18% a Le Pen.

El desencanto del sistema electoral

La abstención fue la tercera vencedora de la noche, con un 27% de los electores que no se desplazaron a las urnas, dos puntos por encima de la cifra de 2017 (25,44%) y la cifra más alta en una segunda ronda desde 1969. Alrededor de un millón de franceses se quedaron en casa con respecto a hace cinco años, haciendo de la abstención el voto de castigo al segundo Macron-Le Pen de la historia.

Si en 2017, el voto nulo o blanco (cuatro millones de sufragios, un récord en la historia de la Quinta República francesa) fue la expresión del desencanto ante un sistema electoral que restringe el desenlace de la noche electoral a dos candidatos, en 2022 este voto de castigo bajó a los 2,8 millones, los franceses manifestaron su enfado gritando "ni-ni", ni Le Pen ni Macron, y dejando las urnas vacías.

Foto: Mélenchon, en la sede de Francia Insumisa, tras conocerse los resultados electorales. (EFE/Mohamed Badra)

Los partidos ya habían detectado este hartazgo desde antes de 2017, ya que incluían en sus programas fórmulas para dotar de mayor proporcionalidad a las elecciones legislativas (que se celebran desde los años noventa justo después de las presidenciales y donde el escaño se escoge a doble vuelta uninominal, lo que da una mayoría muy amplia al presidente ganador), e incluso el propio Emmanuel Macron se había comprometido a cambiarlo antes de 2022. El candidato Jean-Luc Mélenchon va mucho más allá y propone terminar con la Quinta República, instaurando una sexta que dé más peso al Parlamento, a los referéndums promovidos por ciudadanos y que reduzca los poderes del presidente de la República (aunque nunca ha entrado en más detalles).

Con la torre Eiffel iluminada a sus espaldas, el recién reelegido presidente de la República gala, Emmanuel Macron, tuvo palabras para todos los franceses, ya hubieran votado por él por convicción, para frenar a la extrema derecha, se hubieran abstenido o hubieran introducido en la urna la papeleta de Marine Le Pen. Con un 58,56% de los sufragios, Macron prometió que gobernaría para tener un país más "ecologista", con la mente puesta en el "silencio" de los que se abstuvieron y para dar una respuesta a la "cólera de los que votaron a la extrema derecha", tras un primer mandato marcado por las crisis y la desafección.

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