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Ucranianos en pie de guerra: "Todos compran armas para luchar contra los rusos"
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La tensión sigue creciendo en el este europeo

Ucranianos en pie de guerra: "Todos compran armas para luchar contra los rusos"

Ucrania no tiene nada que hacer contra una posible invasión rusa. Moscú gasta 10 veces más en defensa y sus fuerzas armadas son ocho veces más grandes que las ucranianas, por no hablar del arsenal que tienen a su disposición

Foto: Los reservistas ucranianos asisten a un ejercicio militar en un campo de entrenamiento cerca de Kiev, Ucrania. (EFE/EPA/Sergey Dolzhenko)
Los reservistas ucranianos asisten a un ejercicio militar en un campo de entrenamiento cerca de Kiev, Ucrania. (EFE/EPA/Sergey Dolzhenko)
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Hay algo extraño e inmortal en el centro de Kyiv, como si un Dios antiguo viviese bajo sus adoquines o en sus grandes edificios soviéticos. La historia de este paisaje brutal y majestuoso a la vez está llena de invasiones, revueltas y otros episodios violentos. La última vez que esta deidad mortífera exigió una ofrenda fue en 2014, cuando los enfrentamientos en el Maidán y las balas de los francotiradores dejaron un centenar de muertos. Los rostros de esta "centuria celestial", formada por personas de entre 17 y 75 años, siguen siendo honrados en la plaza central de Kyiv. Tienen su monumento, su música y sus banderas ucranianas. La vieja deidad debe de estar satisfecha. O puede que no. Más allá de la estepa asoma una nueva amenaza.

Los números son tozudos. Ucrania no tiene nada que hacer contra una posible invasión rusa. Moscú gasta 10 veces más en defensa y sus fuerzas armadas son ocho veces más grandes que las ucranianas, por no hablar del arsenal que tienen a su disposición. O de su experiencia. Desde 1991, Rusia ha participado en una quincena de conflictos: desde Georgia, Transnistria y Chechenia hasta sus intervenciones en Siria o en Tayikistán, que podrían quedarse pequeñas si entra, con todo, en Ucrania. Las 120.000 tropas que el Kremlin ha desplegado junto a su vecino tienen lo necesario para lanzar una invasión a gran escala. Lo dice el Pentágono y lo sugiere Rusia, que publicita por televisión sus movimientos de hombres y maquinaria.

Sin embargo, y aunque la diferencia con Rusia siga siendo notable, las bazas militares ucranianas de hoy no son las mismas que en 2014. Los gobiernos de Petro Poroshenko y Volodímir Zelensky han apostado por solucionar las abismales deficiencias castrenses del país, y lo han hecho con la participación activa de una parte de la ciudadanía. Un factor que, si bien puede no significar mucho en caso de que los rusos ataquen a gran escala, sí sería decisivo durante la ocupación.

Foto: Fotografía: Reuters/Kim Kyung-Hoon.
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"En 2014, mi gobierno me dio una tienda de campaña de 1939. Tienes que entenderlo. Un mal uniforme, zapatos, un kalashnikov... Y una tienda de 1939", dice Miroslav Gai, alias Mir, exmiembro del Batallón Kulchytsky y uno de los combatientes más experimentados del Donbás. "No teníamos ordenadores, no teníamos misiles, no teníamos radios. Los primeros dos meses nos compramos unas radios chinas y las usamos durante las operaciones. Y la comida era una mierda".

Mir (que significa "paz" en ruso y en ucraniano) se hizo un nombre combatiendo en los peores fregados del este. Slovyansk, Debaltseve, el Aeropuerto de Donétsk. Algunas de sus batallas se volvieron célebres. Él y un compañero colocaron la bandera ucraniana sobre Slovyansk, la capital militar prorrusa de comienzos de la guerra. Después, Mir montó una ONG para dar servicios logísticos al Ejército. Los mismos servicios que él había echado de menos en el frente.

"Ahora ha cambiado: hay vehículos, metralletas pesadas y armas antitanque muy buenas", continúa Miroslav, que sonríe al nombrar los equipamientos que ha mandado Estados Unidos. "Y hasta han cambiado la alimentación. En mi brigada había sopas, ensaladas, fruta, y los viernes nos daban perrito caliente". Pero los principales cambios, sin embargo, no son materiales.

placeholder Ucranianos disparando sus armas. (Reuters)
Ucranianos disparando sus armas. (Reuters)

A Oleksiy Melnyk, uno de los mejores conocedores del estado de las fuerzas armadas de Ucrania, le irritan los análisis de salón que está escuchando estos días. "Intentar hacer una valoración basándose en el número de tropas es absolutamente inadecuado", explica Melnyk, codirector del programa de relaciones exteriores y seguridad internacional del Centro Razumkov y exjefe de análisis del Ministerio de Defensa ucraniano. "La gente está cometiendo errores, la gente que pretende ser experta. Ucrania tenía en 2014 unas 120.000 tropas. Pero era sobre el papel. El hecho, como supimos después, es que solo 5.000 de los soldados de ese ejército enorme estaban en condiciones de combatir. Ahora tenemos 230.000 tropas, más de la mitad fuerzas terrestres. Una buena parte de ellas tiene experiencia en combate".

Más que la cantidad, la clave, según Melnyk, está en la calidad. Después de ocho años de guerra, las tropas ucranianas pueden desempeñar operaciones largas, las 24 horas del día, sietes días a la semana, en invierno o en verano. "Estoy seguro de que la diferencia entre ahora y antes es gigantesca. Pero, si hablamos de la amenaza rusa, la balanza aún no se inclina en favor del ejército ucraniano".

Dice Melnyk que, en el peor de los escenarios, la potencial invasión iría precedida por una lluvia de bombardeos de la fuerza aérea y de misiles rusos sobre objetivos militares ucranianos. "Ucrania probablemente no sería capaz de mantener su defensa más allá de unos días".

Foto: Un soldado en la línea de contacto con la zona controlada por los separatistas prorrusos en el este de Ucrania. (EFE/Stanislav Kozliuk)

La presencia del dios mortífero de Kyiv se huele en todas partes. Por ejemplo, en la llanura que conecta la ciudad con la frontera de Bielorrusia, donde hay unas carreteras en buenas condiciones para desplazar rápidamente a las tropas. En las últimas semanas, Moscú ha posicionado en la república vecina, con la justificación de las maniobras militares, a soldados, fuerzas especiales, vehículos blindados y armas antiaéreas avanzadas. El dictador Aleksandr Lukashenko, férreo aliado de Vladimir Putin desde que las protestas masivas de 2020 debilitaron su posición, no deja de reiterar la necesidad de "devolver a Ucrania al seno de la verdadera fe". Si es necesario, ha dicho, poniéndose del lado de Rusia en una guerra.

Mientras, Ucrania aplica dos estrategias. Una, de cara a la opinión pública internacional, a la que Ucrania trata de persuadir para que rebaje la retórica de la posible invasión rusa. Sobre todo Estados Unidos. De la Casa Blanca llegan cada día mensajes de alarma sobre un ataque que sería inminente. El presidente Joe Biden ha alertado sobre ello en público y en privado, igual que su gabinete. El jefe del Estado mayor de la Defensa, el general Mark Milley, dijo que el despliegue ruso es "la mayor movilización militar desde la Guerra Fría" y aseguró que las consecuencias de una guerra en Ucrania serían "horrorosas" desde todos los puntos de vista.

Zelensky, por contraste, pide calma pensando en los mercados. Las inversiones en los bonos nacionales ucranianos se están congelando y la moneda nacional, la grivna, ha caído más de un 10% en las últimas semanas, obligando al banco central a tomar medidas. Las empresas ucranianas que quieran hacerse un seguro internacional, según este análisis de Foreign Policy, ahora mismo lo tienen muy difícil. Una serie de factores lo que podrían acabar estrangulando a la economía.

placeholder Soldado ucraniano. (EFE)
Soldado ucraniano. (EFE)

La otra estrategia que aplica Ucrania es la de continuar rearmando al Ejército y acelerar la preparación militar de la población. La Ley de Resistencia Nacional, que entró en vigor el 1 de enero, tiene el objetivo de reclutar y entrenar a 120.000 reservistas civiles, que tendrán la obligación de responder en menos de 24 horas a la potencial llamada de las armas. Su labor sería la de mantener el orden en la retaguardia, mientras las fuerzas armadas ucranianas combaten al enemigo. Aunque podrían ser despachadas al frente. La ventaja del Gobierno ucraniano es que muchos de estos reservistas, como Miroslav Gai, tienen experiencia de combate.

Una de las prioridades del Gobierno ha sido ir rotando los batallones por el frente del Donbás, de manera que gran parte del Ejército fuese ganando veteranía. Como consecuencia, ahora mismo hay en Ucrania unas 400.000 personas que han estado, de una manera o de otra, en primera línea de batalla.

"Antes de 2014, jamás había disparado un arma. Era profesor de guion y producción en la universidad", dice Miroslav Gai, a quien se hace difícil imaginar dando clase frente a una pizarra, o leyendo pacientemente los exámenes de los alumnos. El veterano tiene, a primera vista, el aspecto de un guerrero, con el cráneo afeitado, una barba de vikingo y un cuello que podría arrastrar 100 metros un Boeing 747.

Pero se trata de una imagen común en Ucrania. El hecho de haber mandado a 400.000 personas al Donbás estos últimos ocho años hace que, cada ucraniano, conozca a alguien con experiencia de guerra. Da igual que sea en un pueblo o en una ciudad, en el este, en el oeste o en el sur. Los hombres y mujeres de uniforme han sido extraídos de las cuatro esquinas del país, como en una mili a gran escala. Solo que con fuego real.

Foto: Refugiados que huyen de la guerra en Ucrania llegan a Varsovia, Polonia (EFE/EPA/Marek)

"Ahora, en Ucrania, tener un uniforme es uno de los mejores tipos de reputación", continúa Gai. "Ahora muchos políticos van al frente". Algunos veteranos, al volver de la guerra, montan negocios o iniciativas de ayuda a otros veteranos. El síndrome de estrés postraumático es una realidad, e iniciativas como Veterans Hub, financiada por el oligarca Victor Pinchuk, tratan de ayudar a los exmilitares a encontrar un propósito después del combate. Les dan ayuda psicológica, les organizan talleres, clubes de lectura y clases de yoga, en una planta de la torre de televisión redecorada como una oficina de 'coworking', llena de plantas, luz natural y muebles de Ikea.

Según Miroslav Gai, la compra de armamento del Gobierno tiene su reflejo en las tiendas de armas. "Todo el mundo se compra armas para luchar contra los rusos", dice Gai. "Tenemos muchos clubes a los que la gente va a diario a entrenarse. Ahora mismo en Ucrania es una afición: disparar, luchar, aprender medicina táctica".

Oleksiy Melnyk dice que el Ejército ucraniano aún tiene problemas severos: un salario bajo, fallos en la disciplina y unas prestaciones públicas precarias, lo cual estimula la actividad de las ONG que mandan comida o donan materiales. "Después de todo, cuando se trata de defender a tu país, creo que algunas de estas cosas se dejarán de lado", añade Melnyk.

placeholder Fila de soldados ucranianos. (EFE)
Fila de soldados ucranianos. (EFE)

El estado de ánimo en las calles no es de alerta, sino de serenidad. Pero tiene detrás ocho años de guerra que han ido endureciendo los instintos de muchos ucranianos, y es habitual escucharlos dar las gracias a Vladímir Putin por haberles dado una especie de propósito. "Putin ha hecho de Ucrania mucho más que nadie en el mundo", dice Gai. "Él nos conecta, nos hace más fuertes. Nunca antes Ucrania había querido tanto entrar en la OTAN como ahora. Jamás hemos tenido una sociedad civil tan fuerte".

Aquí estaría la línea de defensa final: no en la abrumadora superioridad rusa en capacidad estratégica y de combate, sino en su habilidad para controlar y pacificar a la población ocupada. Un estudio del polemólogo Fred Kagan y otros expertos sostiene que, para mantener el dominio de una población, el ocupante ha de tener al menos un operativo insurgente por cada 20 habitantes. Lecciones que los rusos han aprendido en sus guerras, y en las guerras americanas que han observado de cerca.

Hay algo extraño e inmortal en el centro de Kyiv, como si un Dios antiguo viviese bajo sus adoquines o en sus grandes edificios soviéticos. La historia de este paisaje brutal y majestuoso a la vez está llena de invasiones, revueltas y otros episodios violentos. La última vez que esta deidad mortífera exigió una ofrenda fue en 2014, cuando los enfrentamientos en el Maidán y las balas de los francotiradores dejaron un centenar de muertos. Los rostros de esta "centuria celestial", formada por personas de entre 17 y 75 años, siguen siendo honrados en la plaza central de Kyiv. Tienen su monumento, su música y sus banderas ucranianas. La vieja deidad debe de estar satisfecha. O puede que no. Más allá de la estepa asoma una nueva amenaza.

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