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El demoledor informe sobre la Escuela Diplomática que coge polvo en Exteriores
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El demoledor informe sobre la Escuela Diplomática que coge polvo en Exteriores

La exministra González Laya encargó un informe para modernizar la Escuela Diplomática, el primer paso de una ambiciosa reforma del servicio exterior. Sus conclusiones sobre nuestra fábrica de diplomáticos son desoladoras

Foto: Albares y Laya, en el traspaso de la cartera ministerial. (EFE/Ballesteros)
Albares y Laya, en el traspaso de la cartera ministerial. (EFE/Ballesteros)

La carrera diplomática española hace tiempo que no funciona como debería. Lleva años sin reformarse y ha quedado completamente obsoleta para los desafíos de las relaciones exteriores del presente. No es una crítica velada o una opinión minoritaria, sino un sentimiento generalizado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la academia y los ‘think tanks’ españoles. Por eso, cuando la exministra Arancha González Laya presentó a comienzos de este año su estrategia de acción exterior 2021-2024, la joya de la corona era una reforma integral del servicio diplomático.

El primer escalón en este ambicioso objetivo era la remodelación de la Escuela Diplomática, una institución que cumple en unos meses 80 años de historia y cuyo principal cometido es precisamente la formación de los funcionarios diplomáticos españoles. Para ello, el equipo de González Laya encargó el informe ‘Un papel renovado para la Escuela Diplomática (ED) en el ecosistema de acción exterior español’, firmado por una decena de analistas de primera línea de universidades, centros de estudios e instituciones privadas españolas y europeas.

placeholder Portada del informe. (EC)
Portada del informe. (EC)

El documento, al que ha tenido acceso El Confidencial, fue entregado en septiembre al ministerio que desde julio dirige José Manuel Albares. En sus 154 páginas, el texto hace una radiografía poco halagadora de la situación de la escuela mediante una exhaustiva revisión documental y una serie de entrevistas, consultas y talleres con decenas de diplomáticos de varios rangos así como especialistas en relaciones exteriores. El análisis apunta, entre otras cosas, a una formación demasiado teórica, temarios desactualizados y una selección de talento muy limitada. Sus conclusiones son tan claras como desalentadoras: hay consenso en que se necesita una reforma, pero pocos creen que se vaya a realizar.

Foto: El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares (i), recibe la cartera ministerial de manos de su predecesora, Arancha González Laya. (EFE)
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“Las entrevistas dejan poco espacio para la duda. Por una parte, hay tanto una gran convicción de la necesidad de avances en el proceso de modernización como un número considerable de propuestas de mejora (con un grado de convergencia muy significativo)”, explica el informe. “Por otra parte, no falta cierto grado de desánimo e incluso escepticismo sobre la capacidad de llevar a cabo una respuesta decidida que revitalice el papel de la ED hasta el punto de estar a la altura de los grandes retos a los que se enfrenta la actividad diplomática”, sentencia a continuación.

El Ministerio de Asuntos Exteriores dijo recientemente que la estrategia de González Laya sigue en plena vigencia, incluyendo la reforma del reglamento y la carrera diplomática, pese a que el nuevo jefe de la diplomacia española haya renovado a la práctica totalidad del equipo. El Confidencial preguntó al ministerio sobre el estado de la renovación de la ED, pero no ha recibido respuesta al cierre de esta edición.

placeholder Páginas del documento. (EC)
Páginas del documento. (EC)

Memorizar derecho visigodo

El documento apunta a varias debilidades estructurales en la gestión de la escuela, comenzando con sus propios objetivos. Actualmente, la ED se centra en ayudar a los candidatos a preparar sus oposiciones cuando su misión debería ser —según los autores del informe— asegurar “una formación competitiva y de calidad que ayude a nutrir las necesidades formativas de la acción exterior española”.

A este elemento se une otro crucial, que es el propio contenido de la oposición —y, por ende, del plan de estudios de la ED—, en el que los expertos consideran desproporcionado el peso de la formación teórica y jurídica, cuando la formación de los diplomáticos debería estar orientada a “las necesidades actuales”.

“No tiene sentido que nuestros diplomáticos tengan que memorizar Derecho Visigodo, pero no tengan ni idea de tecnología”, aseguró una fuente conocedora de la propuesta de reforma a El Confidencial.

Foto: La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya. (EFE)

Los autores abundan en estas fallas al comparar el funcionamiento de la formación de élites diplomáticas en países de nuestro entorno, como Alemania, Países Bajos, Dinamarca o Italia. El informe examina tres aspectos principales de cada caso —el acceso a la carrera diplomática, la misión y organización del ecosistema de formación, y el contenido de la formación y educación continua— para después emitir una serie de recomendaciones.

“El diplomático de hoy debe ser capaz de leer el mundo que le rodea y captar el significado de los acontecimientos, desde la política hasta la economía, desde los fenómenos socioculturales hasta las prioridades estratégicas y las emergentes tendencias tecnológicas”, aseguran los autores. “Se recomienda que la formación de base y continua integre de forma efectiva las palabras clave para un diplomático del siglo XXI: interdisciplinariedad, rapidez, profesionalidad y capacidad de comunicación y expresión en diferentes áreas y sectores clave, especialmente en el ámbito de política digital”, agregan.

Talento para opositar

En España, para hacer carrera en el servicio exterior, hay que prepararse las oposiciones para la Carrera Diplomática, una de las más exigentes de toda la Administración pública. Los candidatos deben hablar inglés y francés, tener amplios conocimientos de derecho y economía, y superar una serie de exámenes que, de media, lleva a los aspirantes a estar cuatro años encerrados en casa para aprobar. Un proceso muy teórico en el que la ED "no desempeña un papel relevante". Mientras, la mayoría de los servicios diplomáticos nacionales o multilaterales de los países analizados tienden a captar talento reclutando a alumnos matriculados en másteres especializados, como los que ofrecen universidades de alto prestigio internacional como Columbia, Johns Hopkins, Fletcher School o Georgetown.

“Combinan buenos perfiles, algo de experiencia internacional y conocimientos de idiomas”, explican los autores. En ese sentido, las escuelas diplomáticas de esos países se encargan de formar a sus futuros diplomáticos exclusivamente en las competencias específicas que necesitan para el desempeño de su misión. “Por lo tanto, son de carácter eminentemente práctico y no académico”, recalca el texto.

Basándose en la experiencia de otros países, los autores recomiendan que en determinados puestos se elija a los postulantes “según una búsqueda abierta, dirigiéndose a candidatos con talento y con un amplio abanico de competencias profesionales relacionadas con áreas de trabajos necesarias”. Es decir, que el recurso humano sea seleccionado de forma directa, buscando características específicas como años de experiencia laboral en ámbitos ligados a la diplomacia tecnológica, la política internacional o la cooperación con la UE.

Concluyen que la escuela debe tener más responsabilidad para configurar el temario de la oposición, el principio de la carrera y a lo largo de toda la trayectoria profesional de los funcionarios para que mantengan sus habilidades y conocimientos actualizados “en una sociedad global cambiante”.

¿Metido en un cajón?

El documento incluye una batería de propuestas para lograr que la escuela se convierta “en un centro de excelencia de formación del diplomático del siglo XXI”, con más innovación y accesibilidad. Para ello, los autores apuestan por una serie de acciones inmediatas —a ejecutarse entre los meses de septiembre y diciembre— sobre las que ahora se levanta un gran signo de interrogación. Entre ellas, destacan una evaluación de la oferta formativa de la ED y el desarrollo de un plan de mejoras con el objetivo de diluir la fuerte influencia de la formación teórica y jurídica, una de las quejas más repetidas entre los expertos.

“Los profesores de derecho tienen cooptada la Escuela Diplomática”, resume otra fuente vinculada con los entresijos del servicio exterior.

“No creo que la reforma vaya a ir adelante, al menos no tal y como está planteada. Todo lo que huela a González Laya se va a meter en un cajón”

También plantean la necesidad de cambiar el máster que ofrece la escuela. “Convendría —continúa el documento— llevar a cabo una evaluación que examine la correlación entre el objetivo real del máster, su coste, su posicionamiento en la oferta formativa española y los resultados logrados”. Una de las quejas más habituales de los alumnos que han estudiado el máster —y no han aprobado la oposición— es su falta de utilidad práctica. Algunos estudiantes lo califican como “una mera antesala” de la oposición, de ahí que en el documento quieran transformar la escuela para que sea más efectiva "tanto a nivel formativo o como laboratorio multidisciplinar en nuevos ámbitos de la actividad diplomática".

“No puede ser que estés formando a la élite española en la Escuela Diplomática y que la gente cuando termine el máster no encuentre trabajo”, agrega una de las fuentes.

Foto: Ilustración: Raúl Arias. Opinión
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Sin embargo, las fuentes consultadas —del servicio exterior y vinculadas al ministerio— son pesimistas sobre el futuro de este plan para modernizar la escuela. Primero, las inercias en Exteriores son poderosas, y cambiar cualquier elemento estructural —como el reglamento de la carrera, vigente desde 1993, o el funcionamiento de la escuela— va a encontrar siempre mucha resistencia. Y segundo, este plan viene con el sello de González Laya, cuya apuesta por renovar los aires del Palacio de Santa Cruz con una filosofía alejada de la ortodoxia diplomática fue muy criticada en su momento.

“No creo que la reforma de la escuela vaya a ir adelante, al menos no tal y como está planteada”, asegura un antiguo colaborador del equipo de la exministra. “Todo lo que huela a González Laya se va a meter en un cajón”, concluye.

La carrera diplomática española hace tiempo que no funciona como debería. Lleva años sin reformarse y ha quedado completamente obsoleta para los desafíos de las relaciones exteriores del presente. No es una crítica velada o una opinión minoritaria, sino un sentimiento generalizado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la academia y los ‘think tanks’ españoles. Por eso, cuando la exministra Arancha González Laya presentó a comienzos de este año su estrategia de acción exterior 2021-2024, la joya de la corona era una reforma integral del servicio diplomático.

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