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Guerra migratoria en el frente oriental: por qué la UE no puede ceder ante Lukashenko
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Guerra migratoria en el frente oriental: por qué la UE no puede ceder ante Lukashenko

Al igual que con cualquier forma de chantaje, sería insensato y peligroso que la UE hiciera concesiones al presidente de Bielorrusia, porque el agresor solo acabará exigiendo más

Foto: Soldados polacos hacen guardia frente a la frontera con Bielorrusia. (Reuters/Irek Dorozanski)
Soldados polacos hacen guardia frente a la frontera con Bielorrusia. (Reuters/Irek Dorozanski)

El drama bielorruso no cesa. La escalada comenzó en 2020, cuando, en respuesta a las protestas masivas a raíz de unas elecciones presidenciales amañadas, el líder bielorruso Aleksandr Lukashenko llevó a cabo una brutal represión contra la sociedad civil que llevó a la emigración masiva y al encarcelamiento de cientos de presos políticos. Más adelante, en mayo de este año, el régimen secuestró un avión que transportaba ciudadanos de la UE entre capitales europeas para detener a un líder opositor. Ahora, inspirado por las concesiones que Turquía y Marruecos han ganado en el pasado tras utilizar la migración como arma, Minsk está presionando a la UE al manufacturar una crisis migratoria en la frontera con Lituania, Letonia y Polonia.

El objetivo de Lukashenko es claro: obligar a la UE a flexibilizar las sanciones contra su país y forzar a Bruselas a iniciar un diálogo con su gobierno. El líder comenzó a usar la migración como arma inmediatamente después de que la UE impusiera su cuarto paquete de sanciones contra su régimen. A partir de ese momento, se registró un considerable aumento en los vuelos desde Medio Oriente a Bielorrusia, a la vez que “compañías turísticas” del país preparaban ofertas especiales para visitar la frontera occidental. Lituania fue la primera en ser golpeada, inicialmente acogiendo a refugiados en campamentos en su territorio. Pero la situación se volvió cada vez más insostenible a medida que los guardias fronterizos bielorrusos acompañaban a los migrantes a las secciones más vulnerables y mal vigiladas de la frontera.

Foto: Los migrantes se agolpan para recibir ayuda humanitaria en su campamento de la frontera bielorrusa-polaca en la región de Grodno. (EFE)

Las autoridades lituanas respondieron cambiando de táctica. Ahora, regresan a todos los que cruzan ilegalmente la frontera a Bielorrusia a través de devoluciones en caliente, que son ilegales según el derecho internacional y de la UE y que, en consecuencia, han generado críticas por parte de organizaciones de derechos humanos. Paralelamente, Lituania ha erigido decenas de kilómetros de vallas de alambre de espino en su frontera y ha reforzado las patrullas.

Polonia siguió el mismo camino. El país más cercano en la ruta hacia Alemania es ahora el principal objetivo de Lukashenko. Como resultado, las autoridades polacas ahora bloquean cada día cientos de intentos de cruzar ilegalmente la frontera. Desde agosto, más de 30.000 migrantes han intentado cruzar. El gobierno polaco no lo considera una crisis humanitaria, sino un acto de agresión bielorrusa, y no ha tenido reparos en contener a los migrantes a toda costa.

El 2 de septiembre, el ejecutivo polaco declaró el estado de emergencia en la zona fronteriza, lo que significa que ahora está fuera del alcance de cualquiera que quiera ayudar a los allí varados, incluyendo a médicos, trabajadores de ONG y periodistas. Además, el gobierno ha desplegado 12.000 guardias para vigilar el área y planea construir una barrera a lo largo de aproximadamente la mitad de los 418 kilómetros de frontera que comparte con Bielorrusia. Polonia tiene todo el derecho a proteger su frontera, pero bloquear toda ayuda médica y hacer devoluciones en caliente a Bielorrusia es inhumano.

Foto: Imagen de archivo del día nacional polaco, el 11-11, en 2017. (Reuters/Adam Stepien)

El país debería trabajar junto con socios europeos para gestionar la situación, sin embargo todo esto ha tenido lugar en el contexto de la batalla cada vez más intensa de Varsovia con las instituciones de la UE por el estado de derecho. Polonia fue uno de los pocos estados miembros que se negó a aceptar refugiados durante la crisis migratoria de 2015 y desde entonces ha rechazado las cuotas acordadas en Bruselas. Actualmente, el gobierno de Mateusz Morawiecki está adoptando una línea dura sobre la migración y no quiere contar con la ayuda de la UE. Frontex, la agencia europea que guarda costas y fronteras, está dispuesta a apoyarlo, pero Polonia tendría que solicitar oficialmente al bloque esa ayuda, lo que, por decirlo suavemente, sería un poco incómodo. Esto significaría trabajar con Bruselas y aceptar algún nivel de control de la UE sobre la frontera.

Por estos motivos, Varsovia prefiere arreglárselas sola. No obstante, el líder de la oposición y expresidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha argumentado que es hora de que la OTAN ayude a lidiar con la situación, lo que podría suponer un paso más aceptable para el gobierno.

Otros países de la UE ya están sintiendo el impacto de esta crisis. La afluencia de migrantes a Alemania a través de Bielorrusia aumentó de 500 en agosto a más de 2.000 en septiembre y a cerca de 4.000 en octubre. Con sus alojamientos temporales llenos, Alemania ha reintroducido los controles en su frontera con Polonia. Este escenario fue previsto en un documento clasificado que el Ministerio del Interior alemán encargó en la primavera de 2021. El informe advertía que los gobiernos de Rusia y Bielorrusia podrían utilizar a los migrantes para presionar a Alemania y, en combinación con las campañas de desinformación y las operaciones encubiertas, tratar de desestabilizar el país.

Foto: Frontera polaca con Bielorrusia. (Reuters/Kacper Pempel)

El gobierno interino alemán actuó rápidamente para reprimir los actos programados por la extrema derecha en la frontera, como las llamadas patrullas fronterizas organizadas por el partido neonazi Tercera Vía. Pero Berlín no está ahora mismo en condiciones de hacer mucho más allá de implementar estas medidas provisionales. Hasta que su próximo gobierno de coalición asuma el cargo, Alemania no podrá liderar una respuesta europea unificada ante la crisis ni introducir una nueva legislación para hacerle frente. Por si fuera poco, los partidos que probablemente integrarán el próximo gobierno cuentan con importantes discrepancias en materia de asilo y migración. Para el Partido Demócrata Libre (FDP, en alemán), será difícil aceptar política migratoria de corte más liberal que los Verdes y el Partido Socialdemócrata tendrían en mente si se produjera una crisis aguda en la frontera.

Lo que parece claro es que Alemania no está dispuesta a hacer concesiones a Lukashenko como lo hizo la UE con Turquía en 2015. En cambio, están discutiendo medidas específicas contra las aerolíneas y otros facilitadores del desplazamiento de personas desde Medio Oriente hasta la frontera bielorrusa. Sin embargo, tales medidas no afectarían a los inmigrantes que ya han llegado a la UE. Y, dado el rechazo de Varsovia a las cuotas de refugiados y la negativa a pedir ayuda a Frontex, es difícil para Alemania sugerir que la UE brinde asistencia a Polonia.

Foto: Un manifestante sostiene un cartel contra el presidente bielorruso en Vilnius, Lituania. (Reuters)

En este entorno, la UE tiene un papel importante que desempeñar. El bloque debe demostrar que ya no tolerará que la migración sea utilizada como ariete geopolítico. Es fundamental que los líderes europeos no entablen ningún tipo de diálogo con Lukashenko. Al igual que con cualquier forma de chantaje, sería insensato y peligroso hacer concesiones, porque el agresor solo acabará exigiendo más. Además, esto señalaría a otros líderes autoritarios que tales tácticas coercitivas funcionan.

Bruselas debe abordar la raíz del problema, redoblando su castigo al régimen de Lukashenko por sus acciones y dificultando así que Rusia lo apoye. El endurecimiento significativo de las sanciones es el primer paso en esa dirección. Al mismo tiempo, la UE podría ayudar a presionar a los gobiernos y las aerolíneas de Medio Oriente para que bloqueen o dejen de facilitar lo que, en esencia, es el contrabando de personas. Por último, los Veintisiete deberían ayudar a los países vecinos de Bielorrusia a proteger sus fronteras y ayudar a los inmigrantes que llegan a su territorio. Pero dependerá de estos países si aceptan o no dicha ayuda.

Lukashenko no ha mostrado ningún deseo de cambiar de rumbo. De hecho, tiene previsto aumentar significativamente el número de vuelos durante el invierno, incluso si esto significa que Bielorrusia se vea obligada a acoger a miles de migrantes. Al presidente no le importan las muertes en la frontera. Para él, se trata de una venganza y es una cuestión de supervivencia del régimen, lo que significa que está listo para escalar aún más la crisis y buscar el respaldo de Rusia en el proceso. Los europeos deberán trabajar juntos para detener su agresión y evitar una crisis humanitaria en sus propias puertas.

* Este análisis del European Council on Foreign Relations (ECFR) ha sido publicado originalmente en inglés bajo el título de 'No quiet on the eastern front: The migration crisis engineered by Belarus'.

El drama bielorruso no cesa. La escalada comenzó en 2020, cuando, en respuesta a las protestas masivas a raíz de unas elecciones presidenciales amañadas, el líder bielorruso Aleksandr Lukashenko llevó a cabo una brutal represión contra la sociedad civil que llevó a la emigración masiva y al encarcelamiento de cientos de presos políticos. Más adelante, en mayo de este año, el régimen secuestró un avión que transportaba ciudadanos de la UE entre capitales europeas para detener a un líder opositor. Ahora, inspirado por las concesiones que Turquía y Marruecos han ganado en el pasado tras utilizar la migración como arma, Minsk está presionando a la UE al manufacturar una crisis migratoria en la frontera con Lituania, Letonia y Polonia.

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