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"Las medias tintas no contentan a nadie": la duda de Hamlet de EEUU en Marruecos
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Una relación sólida y antigua

"Las medias tintas no contentan a nadie": la duda de Hamlet de EEUU en Marruecos

La Administración Biden juega con la ambigüedad respecto a la decisión de su predecesor, Donald Trump, de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental

Foto: Reunión entre Joe Biden y el rey Mohamed VI en 2014, cuando el primero era vicepresidente de Estados Unidos. (Reuters)
Reunión entre Joe Biden y el rey Mohamed VI en 2014, cuando el primero era vicepresidente de Estados Unidos. (Reuters)

El Reino de Marruecos está jugando sus cartas en política exterior, presionando a España y a la Unión Europea, como si tuviera el apoyo de la primera potencia del mundo. Y puede que tal sea el caso. La relación entre Estados Unidos y Marruecos es antigua, tan antigua como los propios Estados Unidos, y Washington está dando señales de que podría mantener el reconocimiento de la soberanía marroquí del Sáhara Occidental que efectuó Donald Trump en diciembre.

La decisión del magnate, como tantas otras, se anunció en Twitter. El todavía presidente de EEUU le hacía esa concesión a Rabat, a cambio de que este se sumase a los Acuerdos de Abraham y se convirtiese en el cuarto país árabe en renovar sus relaciones con Israel. El estilo transaccional de Donald Trump y su urgencia por dejar su sello en Oriente Medio pesaron más que 45 años de respeto a la legalidad internacional: los territorios no se adquieren por la fuerza. Pero ese era el precio a pagar por quitarle una carga a Israel y añadir una muesca al legado presidencial.

Medio año después, el sucesor de Trump, Joe Biden, está teniendo la duda de Hamlet. Si quiere cumplir su promesa de volver a un mundo regido por las leyes de Naciones Unidas, el demócrata tiene que retirar este reconocimiento a la conquista del Sáhara Occidental por parte de Marruecos. Pero quizás, en el corto plazo, se vea tentado a dejar las cosas como están y no tocar el avispero de las muchas tensiones que ya rodean a su aliado, Israel. De momento, el presidente ha evitado posicionarse.

Foto: Vista de la playa de El Tarajal en mayo tras la entrada de miles de migrantes desde Marruecos. (Reuters)

“Las medias tintas por lo general no contentan a nadie, y ni mucho menos garantizan los beneficios que trae una elección clara”, escribe Hussein Ibish, miembro del Arab Gulf States Institute de Washington DC, en la agencia Bloomberg. “Esto ciertamente se aplica a la negativa de la Administración Biden de tomar una posición firme respecto a la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental”.

Como apunta Ibish, la Casa Blanca ha dado señales contradictorias. El informe anual del Departamento de Estado sobre los derechos humanos no incluye, esta vez, la situación en el Sáhara Occidental. Según dos fuentes consultadas por Axios, el secretario de Estado, Antony Blinken, le habría dicho a su homólogo marroquí que Estados Unidos no tiene intención de dar marcha atrás a la decisión de Trump. La llamada se produjo en plena escalada de violencia entre Israel y la Franja de Gaza, quizás para cerciorarse de que, en medio del ruido, Marruecos se mantuviera firme.

Al mismo tiempo, sin embargo, Blinken pidió a las Naciones Unidas que nombrase un enviado especial para moderar una negociación entre Marruecos y los representantes del Sáhara independiente. Un paso que el Frente Polisario, a través de su representante en Washington, Mouloud Said, ha celebrado.

Foto: El representante del Frente Polisario, Oubi Bouchraya Bachir. (Cedida)

Si la Casa Blanca no se decide, tampoco lo hace Marruecos. Donald Trump tomó su decisión cuando ya había perdido las elecciones presidenciales y apenas le quedaba un mes de mandato. Por eso Rabat ha evitado completar su prometida amistad con Tel Aviv. De momento, hasta saber de qué lado se decide finalmente Biden, se limita a la reapertura de su Oficina de Relaciones en Israel.

Pero no solo de cálculos geoestratégicos viven los gobiernos. Por debajo de la maniobra de Trump y de las dudas de Biden, hay una relación sólida entre Estados Unidos y Marruecos; una relación longeva que se prolonga hasta la mismísima Revolución Estadounidense, hace casi dos siglos y medio.

Cuando George Washington y el resto de colonos rebeldes libraban la guerra contra Inglaterra, una de las primeras muestras de simpatía les llegó del reino alauí. Marruecos, cuyo líder era el Sultán Mohamed III, fue el primer país del mundo en reconocer a los Estados Unidos de América, en 1777: menos de un año y medio después de la Declaración de Independencia. Los barcos estadounidenses pudieron usar los puertos marroquíes, se firmó un tratado de amistad y Washington y Mohamed mantuvieron a lo largo de los años una ceremoniosa correspondencia.

Foto: Foto de archivo de una bandera marroquí durante una protesta en Ámsterdam. (Reuters)

La relación se ha mantenido con pocos altibajos desde entonces. Durante la Primera Guerra Mundial, Marruecos estuvo junto a los aliados y también, desde finales de 1942, durante la Segunda. Los líderes de las tres potencias aliadas se reunieron en Casablanca en enero de 1943; durante la visita, Franklin D. Roosevelt prometió al entonces monarca, Mohamed V, que tras la guerra lo apoyaría en sus intenciones de independizarse de Francia, lo cual sucedió en 1956.

El Marruecos independiente ha seguido colaborando con los norteamericanos. Rabat ha contribuido a las negociaciones de paz árabe-israelíes, facilitado la comunicación con el dictador libio Muammar El Gadafi y permitido a EEUU usar algunas bases aéreas. Una actitud confirmada en las últimas dos décadas de guerra en Oriente Medio. El reino alauí, que en 2003 fue objeto de un atentado terrorista, ha contenido los grupos salafistas de la región, aportado operativos árabe-parlantes a las operaciones de espionaje y colaborado en los interrogatorios de sospechosos.

Esta misma semana las fuerzas de seguridad marroquíes detuvieron a dos presuntos miembros del grupo terrorista Daesh, en los pueblos de Tamdafelt y Beni Khalled. Según declaraciones oficiales al canal Al-Arabiya, varios yihadistas procedentes de Siria, Libia e Irak estarían tratando de consolidar su presencia en Marruecos.

La duda de Joe Biden puede seguir sin resolverse hasta el mes de octubre, cuando Naciones Unidas vuelva a revisar la situación de la excolonia española en el Norte de África. El Consejo de Seguridad tiene que renovar el mandato del Minurso, la misión que trata de solucionar el conflicto desde el año 1991. Esa fecha probablemente determine si Washington apuesta decididamente por Marruecos o si, retirando el reconocimiento de soberanía, vuelve a dejar el problema en manos de la ONU.

Foto: Haizam Amirah Fernández, investigador principal del Real Instituto Elcano. (Elcano)

Mientras tanto, y a pesar de que la paz entre Israel y los territorios palestinos es hoy aparentemente más lejana que hace dos meses, a tenor de los bombardeos que han dejado 254 muertos en la Franja de Gaza, los Acuerdos de Abraham parecen seguir en pie. Los turistas israelíes viajan al territorio de sus nuevos aliados; el rascacielos icónico de Dubái, el Burj Khalifa, se tiñó recientemente de los colores hebreos y la apertura de oficinas comerciales mutuas sigue según los planes fijados.

Los acuerdos, después de todo, no tenían como objetivo explícito conseguir la paz entre Israel y los palestinos, como declaró Ibrahim Al-Assil, miembro del Middle East Institute, a Al Jazeera: “La normalización fue inspirada por las necesidades de seguridad nacional y las aspiraciones económicas. No han tratado de resolver el conflicto palestino, ni tampoco pueden”.

El acuerdo cerrado por Donald Trump con Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Sudán, Marruecos e Israel parece gozar del beneplácito del 'establishment' demócrata, que, pese a ver cómo la opinión pública ya no es tan claramente proisraelí como solía, sigue viendo a Tel Aviv como su principal aliado. La decisión ahora corresponde a Biden. Como suele suceder cuando Estados Unidos no quiere mover pieza, la respuesta a la prensa es siempre la misma: están “revisando” la situación.

El Reino de Marruecos está jugando sus cartas en política exterior, presionando a España y a la Unión Europea, como si tuviera el apoyo de la primera potencia del mundo. Y puede que tal sea el caso. La relación entre Estados Unidos y Marruecos es antigua, tan antigua como los propios Estados Unidos, y Washington está dando señales de que podría mantener el reconocimiento de la soberanía marroquí del Sáhara Occidental que efectuó Donald Trump en diciembre.

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