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Miles de estudiantes chinos buscan destino: ¿podrá Europa atraerlos a sus universidades?
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Miles de estudiantes chinos buscan destino: ¿podrá Europa atraerlos a sus universidades?

Europa lleva años tratando de atraer estudiantes chinos a sus universidades, que prefieren destinos anglosajones como EEUU, Australia o UK. Ahora, la pandemia y la geopolítica abren una nueva oportunidad

Foto: Protesta contra el financiamiento chino de universidades australianas. (Reuters)
Protesta contra el financiamiento chino de universidades australianas. (Reuters)

En diciembre de 1978, China comenzó el proceso de 'reforma y apertura', destinado a desarrollar el llamado "socialismo con características chinas". El país entraba en la época del 'Boluan Fanzheng', en la que buscaba recuperar la normalidad tras la caótica década de la Revolución Cultural de Mao Zedong. Ese mismo mes, el primer grupo de 52 alumnos chinos viajaría a estudiar a Estados Unidos. El propio Deng Xiaoping, uno de los arquitectos de la reforma, había dado luz verde al plan semanas antes durante una reunión con la Universidad de Tsinghua. "Debemos enviar a miles de ellos a miles de lugares", dijo tras el encuentro con su habitual pragmatismo. "Es uno de los mejores métodos para mejorar el nivel de ciencia y tecnología en nuestro país".

40 años después de esos pioneros, unos 360.000 chinos estudiaban en universidades estadounidenses en el curso 2017/18 y representaban el 33% del total de universitarios extranjeros en el país, según el Institute of International Education. Otros países anglófonos están entre los principales destinos para los estudiantes chinos, como Australia (164.000), Reino Unido (120.000) o Canadá (90.000). Pero los recientes choques geopolíticos y económicos de Pekín con estos países abren una ventana de oportunidad para Europa y España, que llevan años disputándose los preciados estudiantes del gigante asiático y el impulso financiero —y el prestigio— que suponen para sus universidades.

Liu Siyu es una de los muchos alumnos que cursaron sus estudios universitarios en Estados Unidos, en Rhode Island. Llegó allí en 2013 y, antes de ello, también consideró algún país europeo, pero "muchas escuelas privadas europeas no estaban reconocidas por el Ministerio de Educación de China y habría necesitado aprender el idioma local", explica a El Confidencial desde Nanchang, en el centro de China. El idioma y otros factores como el tipo de cambio, la experiencia previa de otros estudiantes y su interés personal hicieron que se decantara por Estados Unidos después de descartar otras posibilidades (Canadá tiene "mal clima" y Australia tenía "menos reconocimiento académico").

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Por ventajas como las mencionadas por Liu, el número de estudiantes chinos en Estados Unidos se mantuvo tradicionalmente muy alto. Hasta que llegó 2020. Entre marzo y septiembre del año pasado, solo se concedieron 808 visados F1 (el que se otorga a estudiantes universitarios internacionales) a alumnos chinos para ir a EEUU. En el mismo periodo de 2019, la cifra llegó a los 90.410. La causa principal fue la pandemia, que trastocó los planes de miles de estudiantes, rutas aéreas y fronteras. Pero también influyeron otros dos factores que ya estaban latentes: las tensiones políticas entre ambas superpotencias y el cambio de actitud de los chinos con respecto a estudiar en Estados Unidos y, en general, en otros países anglófonos.

placeholder Banderas de Australia y China. (Reuters)
Banderas de Australia y China. (Reuters)

Mala actitud, mala comida

En 2018, el Gobierno de Donald Trump comenzó a poner trabas a los estudiantes chinos, sobre todo en campos tecnológicos como la robótica o la aviación, llegando incluso a cancelar los visados de algunos estudiantes por supuestos lazos con el Ejército de Liberación Popular Chino. Según Chad Wolf, el entonces secretario de Seguridad Nacional, China llevaba tiempo "aprovechándose de los visados de estudiante para obtener beneficio de las instituciones académicas estadounidenses".

La medida venía a coronar un cambio de actitud respecto a China en el país norteamericano, cuyo punto álgido fue la 'guerra comercial' entre ambas potencias. Pese a que el 80% ve con buenos ojos la llegada de estudiantes internacionales, la opinión cambia cuando se les pregunta específicamente sobre estudiantes chinos, según datos de Pew Research Center. El 55% de los consultados apoya limitar la capacidad de los alumnos chinos de cursar estudios en suelo estadounidense.

"En los últimos años, desde el nivel oficial hasta los medios son más hostiles con China"

Algo parecido sucede en el caso de Australia. Bailey Yang es uno de los muchos estudiantes chinos que cursaron estudios universitarios en el país en la última década. "Primero vine a trabajar un tiempo, pero me atrajo el estilo de vida del país, diferente al de China: una población pequeña, un buen entorno ecológico, menos presión competitiva y salarios más altos", explica a El Confidencial desde Alice Springs. No todo es de color de rosa, aclara, "sobre todo en los dos últimos años, cuando he notado que desde el nivel oficial hasta los medios de comunicación son más hostiles hacia China. Por la pandemia, creo que la animosidad de la sociedad australiana hacia China continuará sin duda", se lamenta Bailey.

Las relaciones sinoaustralianas viven uno de sus peores momentos. En 2018, Australia, siempre temerosa de la creciente influencia china en el país, fue el primer país en vetar a Huawei de su infraestructura de 5G. Más recientemente, Australia fue uno de los principales impulsores de la investigación internacional sobre el origen del covid-19 en Wuhan. Esto no sentó bien en Pekín, que contraatacó restringiendo importaciones de productos procedentes de Australia como langostas, madera, ternera o vino.

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Esto ha acabado afectando a las preferencias de los chinos, como muestra el hecho de que Australia ha perdido atractivo como destino educativo. Según la Cámara de Comercio Australiana en Pekín, el 62% de las 112 instituciones educativas australianas consultadas sienten que la actitud de los chinos con respecto a la educación australiana "ha empeorado", con el deterioro de las relaciones bilaterales como una de las principales razones. Además, hay un miedo a sufrir agresiones racistas en el país oceánico. Uno de cada cinco australianos de ascendencia china se ha visto amenazado o atacado físicamente en el último año, según el centro de análisis Lowy Institute.

Sin embargo, la cuestión de quedarse en el país va más allá del momento geopolítico y acaba siendo una cuestión personal. Muchos, como Liu, deciden volver a China por problemas de adaptación. Le resultaba difícil integrarse en la sociedad estadounidense y no se acostumbraba a la comida, un problema muy común entre chinos que se trasladan al extranjero. "Los chinos decimos que la comida 'es el paraíso de la gente' y yo no podía acostumbrarme a la mala comida", explica la estudiante, quien cree que la experiencia "valió la pena", aunque no quedó muy satisfecha con la educación que recibió.

Bailey también sigue recomendando a sus pares estudiar en el extranjero. "No tengo planes de regresar a China, mi plan desde el principio era establecerme en Australia. Ya que la matrícula era tan cara, no quería gastar tanto dinero y simplemente volver con un título. Quería emigrar".

Incentivos para salir

Gracias al enorme crecimiento económico experimentado por China en las últimas décadas, cada vez más familias se pueden permitir enviar a un hijo a cursar estudios al extranjero. Esto hace que el prestigio de estos estudiantes se haya devaluado con respecto a hace unas décadas, cuando era un privilegio reservado a las élites. Hoy día, los estudiantes chinos retornados que se esperen una alfombra roja a su vuelta se pueden llevar un jarro de agua fría. Los recién graduados retornados del extranjero esperan un salario medio de 10.725 yuanes (1.326 euros) mensuales, lo que choca con la realidad de las ofertas de empleo, que les ofrecen un salario medio de 7.481 yuanes (965 euros), según el portal de búsqueda de empleo BOSS. El 80% de ellos ven sus expectativas "decepcionadas", agrega el informe.

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Sin embargo, aunque estos estudiantes retornados no disfruten del aura de prestigio de sus predecesores, siguen teniendo importantes ventajas competitivas sobre los compatriotas que se quedan en China. A los recién graduados en universidades chinas se les ofrece un sueldo medio de 5.838 yuanes (753 euros) mensuales, según el informe de BOSS. Además del salario, los que se gradúan en el exterior pueden acceder a los beneficios que les proponen distintas provincias y ciudades chinas, que compiten entre sí por atraer talento.

Las ciudades más importantes, Pekín, Shanghái, Guangzhou y Shenzhen, ofrecen a los retornados que cumplan diferentes requisitos la posibilidad de establecerse y conseguir el preciado 'hukou', el registro de residencia que les da acceso a los servicios públicos de las ciudades. Otros lugares han recurrido a diferentes incentivos para atraer al talento más preparado que retorna del extranjero: compra de coches de determinadas marcas con impuestos reducidos, subsidios para el emprendimiento, exenciones fiscales para los que constituyan una empresa, subsidios para la compra o alquiler de vivienda o incluso manutención durante una temporada. Estos incentivos garantizan que, tras la pandemia y cuando la situación se normalice, seguirá habiendo un gran número de estudiantes chinos que querrán estudiar fuera.

placeholder Estudiantes chinos.
Estudiantes chinos.

Oportunidad europea

Y es aquí donde se abre una oportunidad para Europa. De momento, las relaciones bilaterales entre países europeos y China, sin ser excelentes, pasan por un mejor momento que las de China con el mundo anglosajón. "Europa es una potencia educativa mundial", afirman desde la Consejería de Educación de la Embajada de España en Pekín. Entre sus principales atractivos están el reducido coste de las matrículas en comparación y el Espacio Europeo de Educación Superior, que reconoce automáticamente cualquier título universitario oficial otorgado en esas naciones. "En este espacio se integran actualmente, aparte de los 27 países de la UE, otros como Rusia o Turquía, hasta llegar a la cifra total de 49 países participantes", explica la consejería.

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Para reducir el temor de los chinos a enfrentarse a otro idioma local tras años lidiando con el aprendizaje del inglés, cada vez más programas universitarios europeos utilizan el inglés como lengua vehicular. Como muestra Francia, uno de los países europeos tradicionalmente más hostiles a la lengua de Shakespeare, donde los programas ofrecidos en inglés se multiplicaron por cinco hasta los 1.328 entre 2004 y 2018, según fuentes oficiales del Gobierno galo.

Además, los alumnos chinos que sí deciden aprender un segundo idioma extranjero ven aumentado su atractivo en el mercado laboral chino, una de las grandes ventajas competitivas de España —con la segunda lengua del mundo con casi 500 millones de hablantes nativos—. "El español está de moda entre la juventud china", asegura la consejería, citando elementos como "el cine de Oriol Paulo, la canción 'Mojito' de Jay Chou o la curiosidad de los estudiantes por series como 'La Casa de Papel". Sin embargo, todavía "la repercusión del español en las escuelas es de un crecimiento moderado, pero sostenido", aseguran las autoridades españolas, que citan la falta de profesorado local y las restricciones para la contratación de profesorado nativo como algunos de los obstáculos para su crecimiento.

Un país seguro, pero burocrático

El hijo de Zheng Xin estudia español desde los ocho años. Esta madre vio varias ventajas en nuestro idioma que podrían beneficiar a su hijo. "Elegimos entre el español y el francés. La gramática del español es algo más sencilla y es un idioma que hablan muchos países hispanoamericanos, una región con potencial de desarrollo. Saber inglés ya no da la ventaja que solía dar en China y creímos que un idioma extra haría destacar a nuestro hijo", explica a El Confidencial desde Pekín. Planea enviar a su hijo a estudiar a España para que "amplíe sus horizontes y vea el mundo", con la ventaja de ser "un país seguro en el que todavía no hay demasiados estudiantes chinos, lo que le posibilita integrarse en la vida local".

Foto: china-diplomacia-guerra-vacunas

Zhang Yingxuan estudia en España desde 2014. De momento, su experiencia "merece completamente la pena". Cree que España y su cultura "han tenido una influencia muy positiva" en su vida y que es un buen destino educativo por "el bajo coste y el idioma". De momento, no va a volver a China. Cree que ya tiene unos hábitos y una forma de pensar "demasiado occidentalizados" y la presión si volviese a China "sería demasiado grande, tanto laboral como por el ritmo de vida".

No todos quedan igual de satisfechos. Pese a que fue a España por su "matrícula barata y buena calidad de vida", Minjie está de vuelta en Guangzhou, China, algo decepcionada por su experiencia en nuestro país. Como el resto de entrevistados, cree que la experiencia "en general, valió la pena", pero decidió irse por "la negligencia de las autoridades españolas" a la hora de tramitar su NIE, lo cual le causó "una gran incertidumbre" en su vida diaria. Además, afirma "haber notado un sentimiento antichino" desde su primer año. "Los niños del jardín de infancia donde enseñaba chino me contaban que sus padres les decían que los chinos eran unos cerdos", relata a este diario.

En 2018, el país asiático ya era el segundo mayor receptor de estudiantes internacionales con 492.000 matrículas

Si finalmente se produce tras la pandemia un trasvase de estudiantes internacionales chinos que habrían ido a un país anglosajón hacia otros países, podríamos ver una feroz pugna por atraerlos. "Aunque se puede abrir una ventana de oportunidad, siempre ha habido una intensa actividad para atraer a estudiantes de todos los niveles de este país a España", advierten desde la Consejería, donde destacan instituciones como LaLiga para atraer a jóvenes chinos con programas deportivos. Fruto de estos esfuerzos, España fue "en 2019 uno de los países europeos más demandados en China, con 11.000 estudiantes presentes en nuestro país".

Los estudiantes chinos no solo suponen ingresos extra para las universidades e instituciones que los acogen. También es una cuestión de 'soft power' y prestigio, como muestra la propia China, que no escatima esfuerzos por convertirse en un nuevo centro de poder universitario global. En 2018, el país asiático ya era el segundo mayor receptor de estudiantes internacionales con 492.000 matrículas. De estos, un 23% procedían de regiones lejanas a China en las cuales quiere extender su influencia: América Latina y África. Y 63.000 del total fueron becados.

En diciembre de 1978, China comenzó el proceso de 'reforma y apertura', destinado a desarrollar el llamado "socialismo con características chinas". El país entraba en la época del 'Boluan Fanzheng', en la que buscaba recuperar la normalidad tras la caótica década de la Revolución Cultural de Mao Zedong. Ese mismo mes, el primer grupo de 52 alumnos chinos viajaría a estudiar a Estados Unidos. El propio Deng Xiaoping, uno de los arquitectos de la reforma, había dado luz verde al plan semanas antes durante una reunión con la Universidad de Tsinghua. "Debemos enviar a miles de ellos a miles de lugares", dijo tras el encuentro con su habitual pragmatismo. "Es uno de los mejores métodos para mejorar el nivel de ciencia y tecnología en nuestro país".

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