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Pensilvania, 'tipping point': la decisiva batalla de Biden por ser profeta en su tierra
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Scranton, lugar de nacimiento de Biden

Pensilvania, 'tipping point': la decisiva batalla de Biden por ser profeta en su tierra

Pensilvania, en el deprimido cinturón del óxido, es uno de los estados clave tanto para Biden como para Trump necesarios para hacerse con la Casa Blanca

Foto: La ciudad de Scranton, en Pensilvania, lugar de nacimiento de Joe Biden. (Reuters)
La ciudad de Scranton, en Pensilvania, lugar de nacimiento de Joe Biden. (Reuters)

“Bienvenidos a la ciudad de la electricidad”, reza un mural de color deslucido a la entrada de Scranton, en Pensilvania, uno de los centros del deprimido cinturón industrial de Estados Unidos y lugar de nacimiento del candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden.

El día es frío, y el silencio apenas es amenazado por el sonido de las gotas de una espesa llovizna, que cae como a cámara lenta, colándose entre las rendijas de los puentes de acero y las fábricas de ladrillo vivo, sin amenazar a la gente, que ha decidido refugiarse en casa. No todos, eso sí. La calma es interrumpida, de repente, por un estruendo de cláxones, silbatos variados y voces. Medio centenar de vehículos aparecen, de repente, por la calle, a toda velocidad. Por las ventanillas, se cuelan banderas nacionales y alusivas a colectivos como la policía y el Ejército. Son parte de una caravana en apoyo al presidente Donald Trump. Se dirigen a uno de los muchos mítines que el político republicano ha realizado en Pensilvania en los últimos días.

El estado norteño es una de las principales plazas electorales en liza el próximo 3 de noviembre, y ni siquiera el frío otoñal o la lluvia detienen a los seguidores de uno y otro partido, dispuestos a dar la batalla hasta el final.

“Voy a votar a Trump. Los demócratas dicen que todo lo malo que pasa en el país es su culpa, pero no se responsabilizan de sus propias acciones. No me importa lo que la gente diga del presidente. Hay que sacar este país a trabajar, con empleos decentes”, asegura Robert Smith, que monta a domicilio máquinas de calefacción y aire acondicionado, mientras acomoda sus herramientas en una camioneta.

No votará por su paisano Biden, que podría, como dice el refrán, no ser profeta en su tierra, muy dividida en el último lustro. Los republicanos, como Smith, habían sido minoría en Pensilvania durante seis elecciones presidenciales consecutivas, hasta que llegó Trump y prometió recuperar los empleos perdidos durante décadas de fuga de industrias y compañías hacia otros países con mano de obra más barata.

El ahora presidente consiguió, con una agresiva campaña, darle la vuelta a las encuestas que pronosticaban una victoria de la entonces candidata demócrata, Hillary Clinton. Ganó inesperadamente la clave de Pensilvania, y sus codiciados 20 votos de colegio electoral, por apenas 44.000 sufragios de diferencia.

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La situación ahora es similar. Biden contaba con una ventaja de 7,3 puntos en las encuestas el pasado 12 de octubre, según el consolidado de sondeos realizado por el portal RealClearPolitics, pero esa diferencia se ha reducido considerablemente, hasta los 3,5 puntos, rondando el margen de error, tras una esforzada campaña de Trump, que ha llegado a realizar actos en tres ciudades distintas de Pensilvania el mismo día.

Batalla muy ajustada

Recorta el presidente, a pesar de que la lluvia de empleos que prometió no fue tan copiosa como esperaba. Pensilvania tenía una tasa de desempleo del 5,2% en diciembre de 2016, al final del mandato de Barack Obama, y en enero de este año, antes de la pandemia de coronavirus, la cifra apenas había caído medio punto porcentual. “En ciertas áreas, ha mejorado mucho el empleo, pero en otras ha sido desastroso”, admite el republicano Smith, mientras termina de ajustar en la camioneta una gran máquina de calefacción eléctrica.

El empleo sigue siendo una de las mayores preocupaciones en Pensilvania, y Trump lo sabe. La campaña gira en el estado norteño en torno al 'fracking', la extracción hidráulica de gas, una industria que genera, al menos, 26.000 empleos directos y de la que, según el presidente, dependen cientos de miles de puestos de trabajo indirectos, estimaciones que los demócratas creen exageradas.

El magnate ha basado su mensaje, en los últimos días, en advertir a los lugareños de que el candidato demócrata quiere acabar con el 'fracking', y Biden no ha sabido defenderse con soltura.

Foto: Una cola para test de coronavirus en Atlanta. (EFE)

El exvicepresidente dijo, en el último debate presidencial, que su Administración buscaría realizar una “transición” energética “que se aleje de la industria del petróleo”. La frase, que después intentó matizar, cayó como una bomba en Pensilvania. Y Trump, consciente, tardó milésimas de segundo en aprovecharlo. “Básicamente, lo que está diciendo es que quiere destruir la industria petrolera. ¿Recordaréis eso, Pensilvania?”, espetó a la audiencia.

Los demócratas están teniendo problemas para vender su política energética. Biden asegura que pretende culminar la transición energética no de manera inmediata sino en 2050, que solo quiere retirar los subsidios que benefician a la industria de combustibles fósiles y que no va a prohibir el 'fracking', sino a limitarlo en terrenos federales, que suponen apenas un 10% de las explotaciones.

Pero la facción más progresista de su partido, capitaneada por el senador Bernie Sanders, sí ha planteado una prohibición del 'fracking', suscrita, hace meses, por la ahora candidata a vicepresidenta, Kamala Harris, creando incertidumbre entre los votantes.

placeholder Un cartel en apoyo de la candidatura presidencial demócrata de Joe Biden en Scranton, Pensilvania. (EFE)
Un cartel en apoyo de la candidatura presidencial demócrata de Joe Biden en Scranton, Pensilvania. (EFE)

En Pensilvania, aunque la mayoría de la ciudadanía está a favor de mayores regulaciones ambientales, ni siquiera los más fervientes demócratas buscan el cierre de la industria. “Daña los pozos de agua. Debe regularse y controlarse ambientalmente más de lo que está, pero yo personalmente no tengo ningún problema con el 'fracking”, asegura Joe Caton, un comerciante jubilado, mientras espera que el servicio secreto de los EEUU revise su camioneta.

Lleva una hora esperando en una fila de coches para ver en persona al candidato demócrata, por el que ha hecho campaña durante semanas. No tendrá ni que bajar de su vehículo, porque Biden realiza sus actos en formato autocine, para esquivar el coronavirus.

Coronavirus vs. 'fracking'

El candidato demócrata ha basado su discurso, en las últimas semanas, y también en Pensilvania, en criticar el manejo de la pandemia por parte del Gobierno. Acusa a Trump de minusvalorar la pandemia y de dejación de funciones.

“El padre de mi novia murió por coronavirus en Pittsburgh. Trump sabía lo que venía, y no hizo nada para detenerlo, sino todo lo contrario. Dijo que era como la gripe. Si hubiésemos actuado de forma diferente entre febrero y abril, esa persona estaría todavía viva. Estoy haciendo campaña activa en su memoria”, dice Caton, que ha colocado un cartel en apoyo de Biden, de grandes dimensiones, en la batea de su camioneta.

placeholder Calles en Scranton. (EFE)
Calles en Scranton. (EFE)

No es el único que hace campaña. Las calles de Scranton, Wilkes-Barre y otras localidades aledañas están saturadas de publicidad electoral. La batalla por el 3 de noviembre parece jugarse en cada casa de madera de los suburbios. El combate es de vecino a vecino, puerta a puerta, hasta el punto de que algunas casas tienen una decena de carteles puestos en el patio para contrarrestar los de la vivienda de al lado.

Violencia y polarización

Es la imagen de un país muy polarizado, que se escenifica especialmente en Pensilvania. “Me han llegado a escupir mientras camino por la calle. Cierran las ventanas y me cantan cosas sobre Trump. Tachan mis carteles con cruces. Me los roban. He tenido que llamar a la policía porque me han puesto 10 carteles de Trump en el patio”, asegura Caton.

“Eso nunca había pasado aquí en EEUU. Y pasa porque proviene del liderazgo del país. Empieza con Trump. Con su retórica. No solo las vidas negras o el trabajo de la policía importan. También importan las palabras de un presidente, y su retórica es el germen de esta división”, dice el comerciante jubilado, que no descarta una guerra civil si se impone Trump, un extremo absolutamente impensable hace unos años, que es cada vez más repetido en EEUU, no solo entre la población sino también entre los analistas.

Foto: David Kilcullen, exasesor del departamento de Defensa de Estados Unidos y experto militar en contrainsurgencia.

La tensión está en todo lo alto. Dos centenares de seguidores de Trump se han concentrado a unos 300 metros de donde se celebra el mitin de Biden al que ha acudido Caton. Al ritmo de 'We will rock you', de Queen, lanzan consignas a las camionetas que llegan al acto demócrata.

También allí se habla de guerra civil. “El país ya está dividido por la Administración Obama. La gente está cansada de la inmigración. De que los ilegales vengan al país, y van a tener que levantarse y volver a tomar las riendas de EEUU. Esperemos que no pase, pero si tiene que ocurrir y tenemos que hacer que América vuelva a ser lo que fue, así será”, asegura Keith Brodeloc, un pequeño empresario que ha acudido a la concentración pro Trump con su esposa, Tina.

"Son socialistas"

“Los demócratas son socialistas. Quieren que el Gobierno lo controle todo. Quieren decirnos a los americanos cómo tenemos que vivir nuestras vidas, qué beber, qué medicación tenemos que tomar y que no llevemos armas. Y eso no va a pasar”, añade, mientras levanta una bandera en apoyo del candidato republicano.

No está de acuerdo con la política energética demócrata. “Hay que buscar otra manera de mejorar el medio ambiente. Imagina que desaparecieran todos los coches de gasolina en el país. La energía limpia es una gran idea, pero aún no estamos en un mundo en el que eso sea sostenible para la economía”, cree el comerciante. “Se perderían millones de empleos”, añade Tina.

“Nos van a intentar robar las elecciones con el voto por correo. Hay muchos recursos y mucho dinero detrás de la campaña demócrata y de sus candidatos”, advierten.

Existe temor en Pensilvania de cara a la noche electoral del 3 de noviembre. Trump ha animado a la gente a votar en persona, sugiriendo que se está cociendo un fraude en el estado norteño con el sufragio postal.

Foto: Foto: Guillermo Riveros. (Farrar, Straus and Giroux)

Pensilvania podría tardar en ofrecer sus resultados, debido a unas reglas de recuento que hoy en día todavía no están claras y que los tribunales están decidiendo, sobre todo en el caso de los votos por correo recibidos después de la noche electoral pero con matasellos anteriores.

La preocupación se debe al conflicto que pueda generar un lento recuento, especialmente si los resultados, como se prevé, son ajustados.

“Trump, si pierde, no va a conceder su derrota. Va a tratar de hacer todo lo legalmente posible para no admitir que ha perdido. Vamos a ver qué sucede entonces, porque no hay precedentes”, advierte Randy Richardson, otro de los votantes demócratas en la fila de coches para entrar al acto de Biden, que también ha acudido en repetidas ocasiones a Pensilvania, un estado donde se juega mucho.

El candidato demócrata lidera, aunque con una ventaja decreciente, en la mayoría de estados péndulo, donde se ganan o pierden elecciones. Trump necesita una victoria en Florida y Pensilvania, que ofrecen un total de 49 votos de colegio electoral y donde las encuestas arrojan resultados ajustados, si quiere volver a sentarse en el despacho oval.

Ambas campañas lo saben, y están poniendo toda la carne en el asador para rascar hasta el último voto, a pesar de que casi dos millones de electores, de los nueve que tiene Pensilvania, ya han pasado por las urnas.

“Bienvenidos a la ciudad de la electricidad”, reza un mural de color deslucido a la entrada de Scranton, en Pensilvania, uno de los centros del deprimido cinturón industrial de Estados Unidos y lugar de nacimiento del candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden.

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