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"Primero me deportaron. Luego volví y me arrestaron. Ahora voy a intentarlo de nuevo"
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un viaje de sufrimiento, dudas y esperanza

"Primero me deportaron. Luego volví y me arrestaron. Ahora voy a intentarlo de nuevo"

Olumide entró en Ceuta ilegalmente en 2011. Vivió allí un año y medio, le deportaron y en 2018 volvió a intentarlo, sin éxito. Esta es la historia de un hombre que cree que se merece el asilo en España

Foto:  Olumide Philogsky y el viaje fallido que realizó en 2018 para llegar hasta España.
Olumide Philogsky y el viaje fallido que realizó en 2018 para llegar hasta España.

Lo primero que le sorprendió al nigeriano Olumide Philogsky Wise cuando entró a Ceuta fue que le regalaran unos zapatos nuevos tras perder los suyos en el Mediterráneo. Su historia con España empieza en la madrugada del 7 de agosto de 2011, a bordo de una zodiac con ocho personas. A la mitad del trayecto, la lancha pinchó. Como Olumide no sabía nadar, se puso a rezar. Salvamento Marítimo apareció antes de que se hundieran. Olumide vivió un año y medio en Ceuta, hasta que le denegaron el asilo y le deportaron a Nigeria en 2013. “Cuando pruebas una vida mejor, no quieres volver a lo de antes. Ceuta me abrió los ojos ante el mundo”, cuenta Olumide por teléfono desde Nigeria.

Cinco años más tarde, harto del terrorismo de Boko Haram y de la pobreza de su país, decidió hacer de nuevo el viaje hasta España. "Daddy, don't do it", le pidió en vano su novia. Olumide recorrió más de 10.000 kilómetros durante tres meses atravesando Nigeria, Níger, Argelia y Mali a pie, en motocicleta, en coche, en camión para cabras y en autobús. Cuando iba a cruzar la frontera entre Argelia y Marruecos le detuvo la policía y fue transportado y abandonado junto a miles de personas en el desierto de Mali, en una zona de guerra con terroristas. Su aventura acabó de vuelta en Nigeria en 2018 (cuando entró por la puerta su novia le dijo “I told you”) y ahora quiere volver a España porque tiene “grandes cosas que aportar al país”. Eso sí, tiene claro que nunca más hará “el camino del infierno”.

Foto: Una mujer camina por un barrio de Gyallesu, en el estado de Kadura, Nigeria, uno de los más azotados por la insurgencia de Boko Haram. (Reuters)
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Olumide Philogsky nació en 1979 en Lagos (Nigeria). Su padre era ingeniero de caminos y su madre profesora. De familia cristiana, como la mayoría del sur de Nigeria, se educó en un colegio anglicano en Lagos. Quería dedicarse a la música o ser periodista en un telediario y estudió Comunicación en la universidad. Se tuvo que costear parte de la carrera trabajando de Dj en distintas discotecas de Nigeria. Le encantaba pinchar a 50 Cent y Bob Marley.

En diciembre de 2010, unos estudiantes organizaron una fiesta en Jos (Nigeria) y le pidieron a Olumide que pinchara reggae y afro-beat. Sin embargo, esa misma tarde, el grupo terrorista Boko Haram atacó algunos puntos de la ciudad. Murieron 38 personas por varias bombas y un ataque a una iglesia (en esa misma ciudad Boko Haram mató a 120 personas en 2014). Nigeria es un país que, con una población de 150 millones de habitantes, está marcadamente dividida por musulmanes en el norte y cristianos en el sur. Jos se encuentra en el cinturón central, donde varios grupos étnicos distintos conviven.

En Jos se extendió el rumor de que algunos de los atacantes habían estado antes en la fiesta de Olumide. Él, que no quería verse implicado, se fue de la región y, días más tarde, de su país. “Quería irme de Nigeria, pero nunca pensé que acabaría en España. Ni siquiera en Europa. Escapé de mi país exclusivamente por Boko Haram”, detalla.

Su primer contacto con España

Cuando llegó a su casa, hizo las maletas y con el dinero ahorrado se fue en avión hasta Casablanca (Marruecos), donde pasó dos semanas en casa de un amigo. Un día le preguntó sin rodeos: “¿Quieres ir a España?”. Dijo que sí. De Casablanca fueron a Tánger y a Tetuán y, posteriormente, a las montañas en Jebel Musa, donde se reúnen cientos de inmigrantes a la espera de tener una oportunidad para entrar en Ceuta. Pasaron un par de noches durmiendo en el suelo hasta que dos eritreos les propusieron a él y a su amigo ir con ellos en una zodiak a cambio de 100 euros.

A mitad de camino, en el Mediterráneo, cuando la Zodiak se empezó a hundir, su amigo nigeriano no paraba de repetir una y otra vez que iban a morir

“Esa noche, aunque era verano, hacía muchísimo frío”, recuerda Olumide. “Yo no sé nadar. Estaba temblando. Al principio la lancha no funcionaba. Dijeron de volver, pero conseguimos arrancar”. A mitad de camino, cuando la zodiak se empezó a hundir, su amigo nigeriano repetía una y otra vez que iban a morir. Olumide se puso a rezar y llegó Salvamento Marítimo.

“No sé lo que pasó ese día… Era muy raro, no tenía miedo… Dios...”. Olumide es incapaz de expresar la sensación de encontrarse rodeado de oscuridad y agua mientras la lancha se hunde. Acaba recurriendo a explicaciones místicas. “Las personas que nos rescataron eran muy amables. No me paraban de decir, “espera, espera”. Y yo intentaba salir de la barca lo más rápido posible, porque se estaba hundiendo. “Espera, espera”, repetían. “Uno por uno”. Cuando me sacaron, intenté de forma instintiva volver a por mi zapato, que se me había caído. “¡Pero ahora no!”, gritaron".

Foto: Inmigrantes ilegales esperan para subir a un autobús en la ciudad de Agadez, Níger. (Reuters)

En la comisaría le hicieron la ficha rutinaria y le preguntaron por su nacionalidad: “El policía no me entendía muy bien. Podría haber mentido y decir que era de un país en guerra, pero no lo hice". Sin embargo, fuentes jurídicas explican que no es tan fácil engañar a la policía respecto a la nacionalidad. En caso de sospecha, los entrevistadores hacen preguntas al inmigrante sobre la situación de país y piden características específicas. Además, cuestiones como la lengua son determinantes (Olumide, al ser nigeriano, habla muy bien inglés).

La vida en Ceuta

Fue trasladado al Centro de estancia Temporal de Inmigrantes de Ceuta (CETI), que ha llegado a alojar a casi 2.000 personas. Los inmigrantes en situación irregular esperan hasta que se les conceda el asilo o se proceda a su expulsión. Mientras, al contrario que en los CIES convencionales, pueden entrar y salir del recinto con la condición de que estén allí por la noche. Poco a poco fue haciendo amigos. Se apuntó a clases de historia española y pintura en el centro de San Antonio, un lugar de atención a inmigrantes que organiza actividades.

En las vacaciones de Navidad, se disfrazó de Baltasar y se encargó de organizar una fiesta con todos "los negros" del centro, algo de lo que está muy orgulloso. "Por eso mismo no estoy contento con que me deportaran a Nigeria. Yo desempeñé un papel muy importante en la sociedad española".

placeholder Olumide Philogsky en Ceuta, disfrazado de Baltasar
Olumide Philogsky en Ceuta, disfrazado de Baltasar

Un año y medio después, le deportaron. Olumide cree que si hubiera sabido hablar español se habría defendido mejor y le habrían dado el asilo. Pero le embarcaron en un avión rumbo a Nigeria. El amigo nigeriano de Olumide con el que entró a España escapó antes. Él ahora vive en Alemania, con su mujer nigeriana y dos hijos, de forma totalmente legal.

Desde CEAR, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, explican que suelen atender a solicitantes de asilo procedentes de Nigeria que, entre otros motivos, alegan la persecución por parte del grupo terrorista Boko Haram. Sin embargo, añaden: "El nivel de concesión de protección internacional a personas nigerianas es bajo. En la mayoría de los casos con éxito están relacionados con temas de género".

En 2015, Olumide conoció a su novia. Un día se acercó y le preguntó si podían ser amigos: “Lo siento, yo no hablo con extraños”, contestó ella

En Nigeria empieza la peor época de la vida de Olumide Philogsky. No tiene ni amigos ni dinero y solo una obsesión: volver a España. Se ganó la vida pintando edificios y cargando cajas. Pero estaba solo. “Fue tiempo tirado a la basura”. En 2015, Olumide conoció a su actual novia, que es diseñadora de moda. Se vieron por primera vez en un restaurante al que él solía ir solo a comer. Ella a veces estaba allí. Un día se acercó a hablarla y le preguntó si quería que fueran amigos. “Lo siento, yo no hablo con extraños”, contestó ella. Pero Olumide insistió y volvió al restaurante. “Poco a poco nos hicimos amigos… y novios”, relata, entre risas. “Ella me ayudó mucho a encontrar trabajo para organizar eventos, como bodas y demás”.

Nunca perdió el contacto con muchos amigos que había conocido en Ceuta. Ellos ahora viven en Málaga, Valencia, Francia o Alemania y muchos cuentan con el permiso de residencia. Las conversaciones siempre acababan igual: ellos insistiendo en que fuera a Europa y él prometiendo que iría. A pesar de las reticencias de su novia, su plan consistía en llegar hasta Valencia y, una vez allí, mandarle dinero y que viniera en avión.

Empieza "el viaje del infierno"

En 2018 se decidió. Metió en su mochila unas camisas, jabón, galletas y un poco de agua, salió de casa hacia la estación de autobuses y compró un billete que le llevó hasta Niamey (Níger). Allí entró en contacto con la mafia que le habían recomendado. En el comienzo de su malogrado viaje, cogió por primera vez una moto en el desierto: “Era la única forma de evitar a la policía. Íbamos siempre por la noche". Un día, Olumide se dio cuenta de que había perdido todo su dinero. "Pensé que ahí se acababa mi vida. Sin dinero, la mafia te abandona”, destaca. Sin embargo, no dijo nada porque nadie preguntó.

En Tamanrasset (Argelia) estuvieron esperando una semana, hasta que la mafia llenó el pick-up con otras 20 o 25 personas. Cuando les trasladaron a Reggane, aumentaron los rumores de que la policía estaba haciendo controles cada vez más exhaustivos: “Yo tenía mucho miedo. Solo tenía una obsesión en mi vida: llegar a Ceuta. Era capaz de abandonar absolutamente todo".

El periodista Joe Penney explicó en un reportaje para el 'New York Times' cómo la ayuda al desarrollo de la Unión Europea a países como Níger ha conseguido que los controles en las carreteras contra las mafias sean cada vez más estrictos. Estos han supuesto una bajada considerable del flujo de personas que atraviesa el país en dirección a Europa. Pero esos mismos esfuerzos, explica Penney, también consiguen que las mafias apuesten por rutas cada vez más difíciles y arriesgadas, con escasos puntos de abastecimiento de agua. Los equipos de rescate encuentran varios cadáveres de personas deshidratadas cada vez que salen en busca de gente perdida, tal y como explica el reportaje de Penney.

La mafia les abandonó en Gardaya (Argelia). Un chico liberiano, amigo inesperado de Olumide, le prestó dinero para comprar el billete de autobús hasta Orán. Ambos conocieron a un camerunés que les llevó a un sótano hacinado de inmigrantes. Si querían dormir ahí, tenían que pagar 1000 dinares por semana (7.5 euros). El liberiano pagó por él. "Éramos 15 personas durmiendo en el suelo”, narra Olumide. En Argel contactó con el mismo amigo que le alojó en 2011. Le dijo que no podía entrar a Marruecos sin dinero y le prestó 100 euros. Su novia le mandó otros 200 euros desde Nigeria. Sin embargo, al intentar entrar a Marruecos, el viaje se truncó y todo fue a peor.

"C'est pas faire!"

Cuando le detuvieron en el puesto fronterizo de Maghnia, la policía le preguntó si de verdad quería ir a Marruecos. A Olumide se le iluminaron los ojos. Sin embargo, tan solo fue unos segundos, porque pronto detectó el tono irónico. "No, no puedes", sonrió sardónicamente el policía. "Me sentía muy solo. Fue una situación horrible", cuenta Olumide. La agencia de noticias AP explicó en 2018 que Argelia abandonó, incluso a punta de pistola, a más de 13.000 inmigrantes en la frontera con Níger o Mali. Olumide fue uno de ellos. “Eran muy malvados. Si no caminábamos nos golpeaban. Los chicos jóvenes de Costa de Marfil gritaban: “C’est pas faire! C’est pas faire!”. Esos gritos no se me olvidarán en la vida”.

Según esta misma versión, la gendarmería argelina les dejó en manos de terroristas yihadistas con AK-47 en una zona de guerra: "Cualquier persona se habría cortado la mano con tal de irse de allí. Aquello era un infierno. Recuerdo que una mujer dio a luz y durante una semana el niño no abrió los ojos. Nadie se preocupaba de nadie. Solo de sobrevivir. Éramos sus prisioneros, nos robaron todo lo que teníamos. Nos trataron como a cabras".

El terrorista bondadoso

Pero hasta en el camino hacia el infierno hay momentos felices. Una noche, en el desierto de Azawad (Mali), Olumide soñó con un bebé que le decía que no podía volver a su país y que debía seguir intentando entrar a Europa. "Me insistía en que si volvía a España solo me pasarían cosas bonitas. Fue un gran sueño". Otro día, los terroristas fueron uno por uno reclamando todo el dinero. Uno de ellos le pidió a un nigeriano que se quitara las botas. Él, al principio, se negó. El otro le apuntó con su fusil. Cuando se las quitó cayeron 8000 dinares. El terrorista ladeó la cabeza y resopló. “¿Por qué haces eso?”, le preguntó al nigeriano, que estaba aterrorizado. El terrorista cogió el dinero, lo dividió en dos cantidades iguales y le ofreció un fajo a su dueño: “Guárdalo mejor esta vez”.

De camino a Niamey, en una de las paradas del bus, Olumide tenía tanta sed que se tiró al suelo y bebió agua junto a los camellos en su abrevadero

De Tessalit fueron conducidos a un campamento de la Cruz Roja en Gao (Mali). De camino, en una de las paradas del autobús, Olumide tenía tanta sed que se tiró al suelo y empezó a beber agua junto a los camellos en su abrevadero. En el campamento estuvo dos semanas comiendo arroz hasta que le montaron en otro autobús a Niamey y, por último, a Nigeria.

Su novia se alegró de su vuelta pero le reprochó el viaje. Él se encogió de hombros: “Tan solo quería buscar una vida mejor. Nunca aconsejaría a nadie que lo hiciera". A pesar de la mala experiencia, sigue pensando que su futuro pasa por irse a vivir a Ceuta o Valencia, pero de forma legal: "Tengo grandes ideas para España", insiste. "Primero me deportaron. Luego volví y me arrestaron. Ahora voy a volver a intentarlo, pero de forma legal. Si no me dan la visa española, pediré una visa Schengen e iré igual. Eso es más fácil, ¿no?".

Su película

Olumide piensa que detrás de cada acción individual siempre hay un por qué que la justifica: “Nunca sabes qué te va a deparar el futuro. El hecho de que yo no haya podido entrar en España significa que tengo una historia que contar. Quiero hacer una película y un reportaje en cuatro idiomas sobre mi vida: inglés, francés, español y alemán. Quiero conseguir la visa. ¿Conoces algún abogado?".

Lo primero que le sorprendió al nigeriano Olumide Philogsky Wise cuando entró a Ceuta fue que le regalaran unos zapatos nuevos tras perder los suyos en el Mediterráneo. Su historia con España empieza en la madrugada del 7 de agosto de 2011, a bordo de una zodiac con ocho personas. A la mitad del trayecto, la lancha pinchó. Como Olumide no sabía nadar, se puso a rezar. Salvamento Marítimo apareció antes de que se hundieran. Olumide vivió un año y medio en Ceuta, hasta que le denegaron el asilo y le deportaron a Nigeria en 2013. “Cuando pruebas una vida mejor, no quieres volver a lo de antes. Ceuta me abrió los ojos ante el mundo”, cuenta Olumide por teléfono desde Nigeria.

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