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Dentro de la protesta contra la escuela-monasterio de Steve Bannon en Italia
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"queremos saber de dónde viene el dinero"

Dentro de la protesta contra la escuela-monasterio de Steve Bannon en Italia

El exbrazo derecho de Trump e ideólogo de la ultraderecha estadounidense lucha por abrir su primera escuela europea para populistas en Collepardo. Pero tiene al pequeño pueblo en contra

Foto: Protesta contra la escuela de Steve Bannon en el Monasterio de Trisulti. (Foto: Irene Savio)
Protesta contra la escuela de Steve Bannon en el Monasterio de Trisulti. (Foto: Irene Savio)

"¿Está Steve Bannon al tanto de la protesta?"

"Sí, lo sabe. Hablamos todos los días, varias veces al día. También le he contado lo de la protesta", afirma Benjamin Harnwell.

"¿Y qué ha respondido?"

"Nada. Está acostumbrado a las polémicas. Que haya una protesta significa que vamos por buen camino. Es más, es algo bueno. Esta protesta hace que se hable de nosotros. ¿Dónde hacemos la entrevista? ¿Allí? No, allí no. No hay buena luz".

En Collepardo, este diminuto pueblo en los Apeninos meridionales italianos, en donde el exbrazo derecho de Donald Trump e ideólogo de ultraderecha estadounidense sueña con abrir su primera escuela europea para populistas -dos academias políticas-religiosas inspiradas en su pensamiento- se viven horas particularmente convulsas. Este último fin de semana de diciembre, Bannon no está en Italia. Por tanto, al británico Benjamin Harnwell le toca hacer frente a la protesta de vecinos que han decidido marchar desde el pueblo hasta el monasterio de los Trisulti, el templo construido en 1204 a 850 metros de altura donde el dúo tiene planeado instalar una especie de universidad para ultraconservadores y soberanistas.

Así, en el monasterio de los Trisulti, el clima es de preocupación, pero también de excitación. “Mister Benjamin, han venido todos para verle a usted. Aquí hay mucha gente”, dice una de las empleadas del monasterio. “Somos gente pacífica... por ahora”, se oye desde la muchedumbre de manifestantes. “Pídales por favor que me esperen. Ahora estoy ocupado”, responde Harnwell, que es el presidente del Instituto Dignitatis Humanae (DHI), el think-tank ultracatólico que se adjudicó la gestión del monasterio en febrero pasado. “Entren”, afirma el británico, con una inesperada cordialidad en los ojos y en la voz, tendiendo la mano hacia el interior del monasterio.

A la derecha de la estructura está una pequeña capilla con una puerta lateral que conduce hacia un estrecho pasillo, que finalmente desemboca en un impresionante patio con frescos, inspirados según Harnwell en las obras de Miguel Ángel. Allí, justo enfrente, está el acceso a las celdas de 20 metros cuadrados de los monjes que antaño habitaban el lugar. Son las que Harnwell está proyectando convertir en habitaciones para “hasta 350 estudiantes” que quieran hospedarse en el remoto monasterio ubicado en los Montes Ernici.

placeholder El británico Benjamin Harnwell en el Monasterio de Trisulti. (I. Savio)
El británico Benjamin Harnwell en el Monasterio de Trisulti. (I. Savio)

Bannon piensa en este proyecto desde 2014. Nuestro plan es crear dormitorios y colocar camas marineras en cada una de las habitaciones. Pero todavía no hemos hecho los arreglos necesarios. Debemos poner duchas y, entre otras cosas, arreglar algunas partes del techo”, admite Harnwell.

De hecho, pese a que ya han pasado diez meses desde que el ministerio de Cultura italiano les otorgara una concesión para regentar el monasterio, ninguna reforma ha empezado aún porque la autorización, según Harnwell, todavía no ha llegado. Razón por la que, en verdad, no hay fecha exacta sobre cuándo las escuelas abrirán sus puertas en Trisulti, explica el británico.

"Eso sí, el dinero ya está listo", asevera Harnwell, al estimar que las reformas costarán "unos dos millones de euros" y que el propio Bannon ha invertido "un monto" en el proyecto.

"¿Cuánto?"

"Eso se lo tienen que preguntar a él".

"¿Y quiénes son los demás financiadores? ¿Nos dice algún nombre?

"Donantes de Inglaterra y Estados Unidos".

¿Nombres?

"Los nombres no se los puedo decir. También porque queremos maximizar el interés de la prensa y anunciaremos los detalles más adelante. Lo que le puedo decir es que ya en 2019 abrirá una sede temporal en Roma".

Foto: Simpatizantes de AfD participan en una marcha contra el Gobierno de Angela Merkel en Erfurt, el 18 de noviembre de 2015. (EFE)

Al hablar de esto con Carlo Fragomeni, un manifestante de 70 años, el dato no pasa desapercibido. Así, en cierto momento de la protesta, hay un pequeño revuelo, seguido de un griterío. Harnwell está hablando con los vecinos. “Ustedes, los italianos, tienen muchos monasterios y no pueden pagar por todos. Por eso…”, afirma el británico. “¡Eso lo dice usted y no es verdad! ¡Esta no es nuestra mentalidad!”, le respondió Fragomeni, levantando la voz entre la muchedumbre que rodea al británico. “¡Queremos saber de dónde viene el dinero! Ustedes nos quieren devolver a la Edad Media”, le hace eco Nicola Frantoianni, jefe político de Izquierda Italiana y quien se ha desplazado hasta aquí desde Roma.

“Nuestra comunidad rechaza que este lugar no sea un lugar abierto a Europa. Este es un lugar de paz y de libertad, un monasterio, que no puede convertirse en un punto de reunión de unos extremistas”, redobla Marco Maddalena, otro vecino ligado a un partido de izquierda. “Estos quieren crear otros pequeños (el ministro de Interior y líder de la xenófoba Liga, Matteo) Salvini. Ya hemos visto qué ha pasado en Andalucía con ese Santiago Abascal. Sí, que lo hemos visto. ¡Tenemos que pararlos ya!”, afirma Fragomeni.

Lo cierto es que el hombre de Bannon en Italia repite las mismas cosas en todas las entrevistas y charlas que concede. Insiste en las “raíces judeo-cristianas de la civilización occidental”, elogia el Brexit (“no sabe lo feliz que me ha hecho”), profesa admiración por Matteo Salvini (“es el salvador de Italia”) y hace muecas cuando uno le pregunta sobre el papa Francisco. Este último tiene, de hecho, entre sus principales enemigos al cardenal Raymond Burke, quien además de ser considerado uno de los líderes del ala conservadora de la Iglesia, es también presidente del comité de las academias de Bannon.

“No. No somos masones”, insiste Harnwell, un antiguo jefe de gabinete del eurodiputado conservador Nirj Deva y exasesor del primer ministro de Sri Lanka, Ranil Wickremesinghe, afincado desde 2010 en Italia. “He leído muchas cosas sobre nosotros en la prensa. Algunas muy divertidas”, añade, defendiéndose de los ataques.

placeholder Steve Bannon durante un dicurso contra el Pacto Migratorio de la ONU en Bruselas, el 8 de diciembre de 2018. (Reuters)
Steve Bannon durante un dicurso contra el Pacto Migratorio de la ONU en Bruselas, el 8 de diciembre de 2018. (Reuters)

Tampoco en la gestión del ingreso al monasterio los locales están contentos. Y eso porque entre los cambios emprendidos por Harnwell se incluye que los foráneos solo puedan acceder al lugar pagando unos cinco euros. Esto ha disminuido significativamente el número de visitas.

“La celebración de matrimonios han caído en picada. De unas 100 que se solían hacer al año, desde mayo hubo solo una solicitud y fue retirada después de que la pareja supiera que sus huéspedes tenían que pagar cinco euros para entrar en el lugar”, afirma el alcalde Mauro Bussiglieri, quien gobierna el pueblo desde hace cuatro mandatos encabezando una lista cívica. Y peor aún con los visitantes. De acuerdo con el Ayuntamiento local, alrededor de 50.000 personas entraban cada año en el monasterio, un 75% más de lo registrado desde que Bannon y Harnwell se han instalado en el lugar.

"Nos quieren vender a los estadounidenses"

La ira del puñado de vecinos congregados para protestar no se aplaca. “Nos quieren vender a los estadounidenses”, afirma la farmacéutica Anna Maria Capuccini. “Estos son los nuevos carbonarios”, dice Giancarlo Pacetta, un empleado público, en referencia a la Carboneria, una sociedad secreta italiana que a través de procedimientos conspirativos promovía valores nacionalistas en el siglo XIX. “¿Le parece normal que despojen a los ciudadanos de un monasterio como este para entregárselo a unos extremistas?”, insiste Enzo Toffani, un antiguo tipógrafo ahora jubilado. “Presentaré una pregunta parlamentaria ni bien el Parlamento retome sus trabajos”, añade el diputado Frantoianni.

También Marco Sarandrea, propietario de una herboristería que trabaja con el Vaticano, tiene una interesante historia. Cuenta que él y una universidad romana habían elaborado un proyecto para convertir el monasterio de los Trisulti en un centro para estudios herboristería. “Todo naufragó de una manera muy extraña una semana antes de que caducara el plazo para presentar nuestro plan. De repente, la universidad se retiró y así la concesión del monasterio acabó en manos de Bannon”, asevera. El alcalde Bussiglieri, sin embargo, intenta calmar los ánimos.

“Ahora están ellos y debemos entablar un diálogo”, afirma Bussiglieri, al ser interrumpido por Sarandrea. “Eso lo piensas tú”, le responde el herborista, cuando, de repente, pasa un ciclista y pregunta por qué en la entrada del monasterio hay un cartel que dice que, para entrar, ahora hay que pagar. “Sí, cinco euros”, le responden. “He venido a este lugar desde niño y nunca he pagado. ¿Y quiénes son ahora los propietarios?”, pregunta. “Un grupo conservador”. “No sabía nada. Qué escándalo. ¿Qué podemos hacer para parar esto?”.

"¿Está Steve Bannon al tanto de la protesta?"

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