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La guerra comercial de Trump es real, y va a tener consecuencias dentro y fuera de EEUU
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los efectos se notarán en unos seis meses

La guerra comercial de Trump es real, y va a tener consecuencias dentro y fuera de EEUU

La Casa Blanca está decidida a retorcerle el brazo a China hasta que modifique su comportamiento. El problema es que la economía estadounidense también sufrirá lo suyo

Foto: El helicóptero presidencial Marine One aterriza en Manhattan, el 23 de septiembre de 2018. (Reuters)
El helicóptero presidencial Marine One aterriza en Manhattan, el 23 de septiembre de 2018. (Reuters)

“Estamos determinados a ganar”, ha declarado el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. No se refería a las junglas de Vietnam ni a los desiertos pedregosos del Creciente Fértil, sino a la escalada arancelaria con China, o, en su versión mediática, la “guerra comercial”. Otro de los frentes en los que la administración Trump parece dispuesta a romper la baraja. Porque los aranceles son ya una realidad. Y van a tener consecuencias.

La escalada comercial ha entrado en “fase 2” este lunes, con el segundo paquete de aranceles crecientes impuestos por Estados Unidos a China: esta vez a productos valorados en 200.000 millones de dólares, lo que eleva la cantidad total de mercancías chinas tasadas a 250.000 millones. El presidente Donald Trump ha barajado llegar incluso a la “fase 3”: tasar todo lo que venga del gigante asiático. En torno a medio billón de dólares en productos.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)

El objetivo de Estados Unidos, según Pompeo, es “conseguir un resultado que fuerce a China a comportarse” y hacer que respete “los principios fundamentales del comercio en todo el mundo”. La Casa Blanca ha denunciado las prácticas comerciales chinas. Entre ellas, forzar a las empresas extranjeras a entregar sus secretos tecnológicos si quieren hacer negocios en China, colocar aranceles más altos de lo habitual, o manipular su divisa, el yuan, para favorercer las exportaciones. Washington tiene como misión hacer que Pekín abandone estas prácticas. Por la fuerza.

El arancel es un impuesto regresivo que el importador paga en el puerto de entrada de la mercancía. Si aumenta el impuesto, la lógica dicta que el importador, para compensar, subirá el precio final del producto. De momento habrá más de 5.700 mercancías chinas afectadas, desde sillas a productos químicos, ruedas, mobiliario, electrodomésticos o componentes de vehículos. El sector más castigado, por volumen de comercio, en torno al 40% del total de las importaciones desde China, va a ser el de la tecnología.

“Nuestra preocupación con estas tarifas es que EEUU saldrá el peor parado, y esto resultará en un menor crecimiento y competitividad estadounidense y en precios más altos para los consumidores”, declaró Apple en una carta dirigida al Representante de Comercio de la Casa Blanca. La compañía con más peso bursátil del mundo adviritió de que todos sus productos se encarecerán.

placeholder Varias personas hacen cola a las puertas de una tienda Apple en Pekín, el 23 de marzo de 2018. (EFE)
Varias personas hacen cola a las puertas de una tienda Apple en Pekín, el 23 de marzo de 2018. (EFE)

"Ojo por ojo tarifario"

Otras empresas como Alphabet, Intel o Micron Technology también han protestado en contra de las políticas comerciales de la Casa Blanca: los aranceles a China, dicen, tendrán un impacto en la cadena de producción y finalmente en el bolsillo de los consumidores. Especialmente en el de aquellos con menos ingresos, dado que el precio del producto, al final, es el mismo para ricos y pobres. La Asociación del Consumidor de Tecnología estima que el precio de los dispositivos crecerá entre un 3,2% y un 6,2%. En total, los aranceles costarían 2.400 millones anuales a la economía estadounidense.

Desde China, la corporación Alibaba ha dado marcha atrás en su idea de crear un millón de empleos en Estados Unidos, una promesa que su co-fundador, Jack Ma, había hecho personalmente a Donald Trump. “La promesa se hizo basada en que China y EEUU tuvieran una relación amistosa y de colaboración”, dijo Ma. “La situación de ahora ha destruido completamente nuestra premisa, así que [la promesa] ya no puede ser completada”.

Foto: El presidente Donald Trump saluda a sus partidarios durante un encuentro en Billings, Montana, el 6 de septiembre de 2018. (Reuters)

Esta situación ha desatado una actividad frenética de los lobbys de diferentes áreas empresariales. Más de 80 asociaciones de comercio, que representan miles de compañías de los más diversos sectores, entre ellas Chevron y Exxon Mobile, Alphabet, Microsoft, Target o Autozone, han formado una coalición llamada Americanos por el Libre Comercio, destinada a alertar sobre los efectos perniciosos, desde su punto de vista, de la actual política arancelaria.

“Cada sector de la economía estadounidense se apresta a perder en una guerra comercial”, declaró Matthew Shay, presidente de la Federación Nacional Minorista y miembro de la coalición. “Las apuestas no podrían ser mayores para las familias, negocios y trabajadores americanos amenazados por la pérdida de empleos y los mayores precios como resultado de del ojo por ojo tarifario”. Según una ecuesta de la CNBC, el 75% de los directores financieros de las empresas más valiosas del mundo afirman que el daño arancelario se notará en un aumento de los costes de aquí a seis meses.

La mayoría de estos costes aún están por precisar, dado que muchas compañías podrían mantener el precio de los productos durante una temporada para proteger las ventas. Uno de los sectores más expuestos es el agrícola, especialmente el de la soja, que depende mucho del mercado chino. El hecho de que Pekín respondiese al primer paquete tarifario con aranceles agropecuarios, hizo que la administración Trump compensase a los granjeros con 12.000 millones de dólares de dinero público. Este gesto, el subsidio, junto a los aranceles, ha enfadado a una parte importante del Partido Republicano: aquellos que defienden, por encima de todo, el libre comercio.

placeholder Donald Trump habla ante sus partidarios en Evansville, Indiana, el 30 de agosto de 2018. (Reuters)
Donald Trump habla ante sus partidarios en Evansville, Indiana, el 30 de agosto de 2018. (Reuters)

Cumpliendo lo prometido en campaña

“Para seguir creciendo, tenemos que seguir comerciando”, decía, este verano, un anuncio en el más puro estilo electoral. El dinero lo ponía la red de influencia de los Hermanos Koch, dos de los principales donantes del Partido Republicano, como parte de una campaña en contra de la política comercial de Donald Trump. En él se veían granjeros que pasaban de trabajar y reír a quitarse, decepcionados, su gorra de visera roja. “Los aranceles no son la respuesta. Díselo a Washington: Apoya la Libertad. Oponte a los Aranceles”.

La decisión de los Koch inspiró la ira del presidente, que no tardó en arremeter contra ellos en Twitter. “Los globalistas Hermanos Koch, que se han convertido en una broma total en círculos republicanos reales, está en contra de las Fronteras Fuertes y el Comercio Poderoso”, escribió. “Jamás busqué su apoyo porque no necesito ni su dinero ni sus malas ideas”.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, durante una cumbre de la OTAN en Bruselas, el 11 de julio de 2018. (Reuters)
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Argemino Barro. Nueva York

Esta dinámica no debería de extrañar, pues se parece a los otros golpes de timón que ha dado la Casa Blanca de Trump con respecto al manual republicano de toda la vida. Igual que sus críticas a instituciones como la ONU o la Unión Europea o su elogio de regímenes autoritarios, la presión arancelaria genera rechazo en el mundo empresarial y parte del establishment de Washington, pero está en línea con sus promesas populistas de campaña.

China, por su parte, ha acusado a EEUU de practicar una política comercial “proteccionista” e “intimidatoria”, ha roto las negociaciones y aplicado aranceles a otros 60.000 millones de dólares en productos estadounidenses. La escalada tarifaria es una partida de póker, Estados Unidos sigue subiendo las apuestas, y por ahora ninguna de las partes parece dispuesta a parpadear.

“Estamos determinados a ganar”, ha declarado el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo. No se refería a las junglas de Vietnam ni a los desiertos pedregosos del Creciente Fértil, sino a la escalada arancelaria con China, o, en su versión mediática, la “guerra comercial”. Otro de los frentes en los que la administración Trump parece dispuesta a romper la baraja. Porque los aranceles son ya una realidad. Y van a tener consecuencias.

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