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La Eurozona se embarra en los detalles, mientras avanza el populismo
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acuerdan un calendario para lograr acuerdos

La Eurozona se embarra en los detalles, mientras avanza el populismo

Tras el fin de la crisis, la Eurozona lleva embarrada meses, si no años, en discusiones técnicas. La integración europea avanza, el nacionalismo va más rápido

Foto: Matteo Salvini. (EFE)
Matteo Salvini. (EFE)

La "UE está en peligro mortal", afirma el alemán Günther Oettinger. Los riesgos vienen de dentro y de fuera, advierte desde Bruselas. Los de dentro, son los populistas y sus promesas. Salir del euro. Cancelar la deuda. Poner por delante a los italianos/austríacos/alemanes/americanos. Imponer tarifas a las importaciones de otros países. Saltarse las reglas de disciplina fiscal. Pueden ser ideas irrealizables, incluso perjudiciales, pero al menos son comprensibles. Y, a ojos de los ciudadanos, tangibles, contundentes. Todo lo contrario de lo que es la Unión Europea.

Las hojas de rutas, las estrategias de consolidación, las sendas fiscales o la creación de una "red de seguridad" del mecanismo de reestructuración bancaria, al europeo medio le dice poco o nada. No es que no sean importantes, es que no se sabe qué es. Y es cierto también que, en ocasiones, son soluciones "creativas", enrevesadas de la UE y que se quedan cortas, con las que se trata de disimular la falta de voluntad de los países más prósperos por arriesgar y compartir recursos con sus socios menos aventajados y la de muchos de estos, por ceñirse a unas reglas que consideran impuestas o extrañas.

placeholder Foto de familia de ministros y responsables de la eurozona, tras la reunión informal en Viena. (EFE)
Foto de familia de ministros y responsables de la eurozona, tras la reunión informal en Viena. (EFE)

En estas discusiones técnicas hasta el tedio es donde lleva la Eurozona embarrada meses, si no años. El diablo se encuentra en los detalles y, con la crisis ya pasada —que no sus consecuencias— no hay presión que empuje a los políticos a moverse de sus posiciones para llegar a acuerdos sobre qué hacer o no. La integración europea avanza, pero en la mente y corazones de los europeos se propaga mucho más rápido el sentimiento nacionalista, la desconfianza hacia los otros y una hostilidad más o menos abierta contra "Bruselas".

La situación en Europa es cada vez más oscura. Los responsables políticos lo saben. Pero, como ya demostraron durante la crisis, a menudo subestiman las consecuencias que su falta de acción (o sus decisiones) tienen. Culpar al que hace algo es mucho más sencillo que dar con el responsable de que no se haya hecho nada: las culpas se diluyen, pero el fracaso acaba siendo percibido como algo estructural. Eso es lo que sucede ahora en la Unión Europea, donde sus principios más básicos —desde la supresión de fronteras, como la irreversibilidad del euro— han estado o están cuestionados.

De cara a las elecciones europeas, se está calentando la idea de que es necesario que los europeístas, los demócratas, los defensores del orden liberal... todos aquellos contrarios a los autoritarismos se unan para pararles los pies. Pero más allá de las grandes palabras —"una especie de guerra civil", dice Emmanuel Macron— los gobiernos no mueven ficha. Y ofrecen poca munición tienen para convencer a los europeos desencantados, a los que siguen sufriendo a crisis y a los que recelan de los otros.

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Foto: Reuters

Hubo un tiempo en el que medio mundo estaba pendiente de cada reunión de ministros de Economía y Finanzas de la eurozona. Este viernes, reunidos en un Eurogrupo informal en Viena, han acordado un calendario para lograr acuerdos de cara a diciembre. Y ya. La tan cacareada reforma del euro de momento se queda en acuerdo sobre el cortafuegos del Fondo Único de Resolución de la eurozona y otro sobre la reforma del fondo de rescate permanente (MEDE) para convertirlo en una especie de FMI europeo.

La eurozona aspira a enviar a los ciudadanos con estas dos medidas —pero sin presupuesto de la eurzona, sin superministro del euro y, sobre todo, sin finalizar la Unión Bancaria— "el mensaje del compromiso de profundizar" en la integración europea, en palabras de la ministra española de Economía, Nadia Calviño. La ministra, que conoce bien los procedimientos europeos tras hacer carrera en Bruselas, reconoce que España querría que se avanzara más, pero apunta a las dificultades nacionales para sacar adelante acuerdos.

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Foto: EFE

"La opinión de España es muy clara: el momento de hacer estas reformas es ya, y tenemos que tomar decisiones de aquí a fin de año si no queremos encontrarnos con que no tenemos las estructuras lo suficientemente sólidas para la próxima crisis. Pero se tratan de asuntos extremadamente complejos en los que los Estados miembros tienen posiciones encontradas y hay un control por parte de los parlamentos nacionales que hay que tener en cuenta. No me sorprende que el avance sea lento", ha dicho en Viena.

Lento, como para que la gran novedad sea que la entrada en funcionamiento del cortafuegos pudiera adelantarse. Estaba prevista para 2024 y se ha barajado que sea en 2021, según ha comentado Calviño. Pero nada está cerrado, porque la gran dificultad es que si un día hay que hacer uso de este cortafuegos para reestructurar un banco al borde del precipicio o cubrir los depósitos protegidos —de hasta 100.000 euros—, la urgencia con la que habrá que actuar casa mal con la exigencia de Alemania de que la decisión pase por su parlamento nacional, para que le dé el visto bueno.

Una vez más, llega el buen tiempo, y la Unión Europea se duerme en los laureles. ¿Tendrá que esperar a la próxima crisis para reaccionar?

La "UE está en peligro mortal", afirma el alemán Günther Oettinger. Los riesgos vienen de dentro y de fuera, advierte desde Bruselas. Los de dentro, son los populistas y sus promesas. Salir del euro. Cancelar la deuda. Poner por delante a los italianos/austríacos/alemanes/americanos. Imponer tarifas a las importaciones de otros países. Saltarse las reglas de disciplina fiscal. Pueden ser ideas irrealizables, incluso perjudiciales, pero al menos son comprensibles. Y, a ojos de los ciudadanos, tangibles, contundentes. Todo lo contrario de lo que es la Unión Europea.

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