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Violación en una universidad de élite: relato de una agresión sexual en primera persona
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la cifra en los campus de eeuu es aterradora

Violación en una universidad de élite: relato de una agresión sexual en primera persona

El caso de Georgeta, estudiante en uno de los centros más prestigiosos del mundo, refleja la situación en las universidades, que dependen de las donaciones y por ello buscan silenciar los abusos

Foto: Graduados escuchan a un conferenciante en la Universidad de Berklee, en Boston. (Reuters)
Graduados escuchan a un conferenciante en la Universidad de Berklee, en Boston. (Reuters)

"Llamó de madrugada y me dijo que se había quedado fuera de su apartamento. Me preguntó si podía dormir en el mío. Yo entonces no tenía compañero de piso y disponía de una cama extra. Le dije que sí. No voy a entrar en detalles, pero fui violada en mi dormitorio". Ocurrió el 28 de septiembre de 2014, al principio de su segundo año como estudiante en una de las universidades musicales más prestigiosas del mundo, la de Berklee, en Boston. Fue el comienzo de un vía crucis para Georgeta Seserman, que tenía 19 años la noche en que fue violada.

Nacida en Slatina, Rumanía, Georgeta Seserman creció y se formó en Denver, Colorado. Hoy tiene 22 años, un 'minor' en filosofía, está en su último año de carrera en Boston, donde se está especializando en educación para niños con necesidades especiales y teatro, y es directora de una asociación estudiantil que busca ejercer de intermediaria entre los alumnos y la escuela. "Cuando alguien sufre acoso o abusos sexuales puede venir a hablar conmigo para que le proporcione recursos", explica. Su experiencia personal la cualifica para guiar a otras compañeras y compañeros que han sufrido abusos en el ámbito universitario estadounidense, donde las cifras dibujan un panorama aterrador.

Según la RAINN, dos tercios de las violaciones no se denuncian y las posibilidades de que un violador acabe en prisión son escasas

Los resultados de una encuesta publicada por 'The Washington Post' en 2015 indican que una de cada cinco mujeres dice haber sufrido violación o abusos sexuales durante su paso por la universidad. Ese mismo año, 27 centros de todo el país participaron en un estudio de la Asociación de Universidades Americanas [AAU, en sus siglas en inglés] del que se derivaba que un 23% de mujeres los habían sufrido (un 5% en el caso de los hombres), lo que aproxima la estadística cada vez más a que sean una de cada cuatro mujeres las afectadas.

En Estados Unidos, los centros educativos están obligados a cumplir con el llamado Título IX, una ley federal del año 1972 que establece que ninguna persona puede ser discriminada en función de su sexo. Su incumplimiento puede conllevar sanciones y retirada de fondos federales, así como el escrutinio y revisión de las políticas de la universidad. Berklee cuenta, como es preceptivo, con un coordinador de Título IX, el oficial principal de equidad, encargado, según se lee en su propia web, de "coordinar los esfuerzos de Berklee para cumplir con sus obligaciones" respecto a esa ley.

Catalina Velasquez, portavoz de la organización 'Acaben con la Violación en el Campus' [EROC, en sus siglas en inglés], explica que el Título IX es una "ley de mínimos" y que "da libertad a que un espacio educativo determine sus propias políticas y protocolos internos". La ley obliga, eso sí, a ofrecer al denunciante todos los recursos necesarios para la atención psicológica, así como información adecuadada sobre las diferentes vías para "procesar una queja basada en un abuso sexual".

Foto: Estudiantes del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia durante una ceremonia de graduación en Blacksburg (Reuters)

"De cada 1.000 violadores, 994 quedarán libres"

La mayoría de denuncias de violación y abuso sexual se procesan en Estados Unidos dentro del ámbito académico. Es decir, se prefiere la vía civil e interna a la policial. Según estadísticas ofrecidas por la 'Red Nacional contra la violación, el abuso y el incesto' [RAINN, en sus siglas en inglés], dos tercios de las violaciones no se denuncian y las posibilidades de que un violador acabe en prisión son escasas. "De cada 1.000 violadores, 994 quedarán en libertad", señalan desde RAINN. Hay desconfianza en la labor policial y, como señala Velasquez, particularidades en cada víctima que pueden desaconsejar la denuncia, tales como el "racismo policial" que sufren los negros o la posibilidad de que un estudiante inmigrante sin papeles "pueda ser deportado" una vez denunciado el caso.

Georgeta Seserman fue violada por un compañero de estudios en Boston donde, el pasado mes de noviembre, el diario 'The Boston Globe' destapó que Berklee había permitido que varios de sus profesores, implicados en casos de abuso sexual, abandonaran discretamente la escuela, lo que en algunos casos les permitió seguir impartiendo clases en otros centros. Además, según este periódico, la universidad procuraba el silencio de las víctimas mediante cláusulas de confidencialidad asociadas a acuerdos económicos de reparación.

Berklee había permitido que varios profesores, implicados en casos de abuso sexual, abandonaran discretamente la escuela

Esta revelación dinamitó una política de silencio y connivencia con los agresores de la prestigiosa institución académica, y llevó a que cientos de alumnos se manifestaran días después en una marcha silenciosa camino del 'Berklee Performance Center', donde el presidente de Berklee, Roger H. Brown, se disculpó e informó de que, en sus trece años al frente, han prescindido de once miembros de la facultad por conducta sexual inapropiada. Los alumnos critican el silencio informativo de la escuela, la discordancia entre los hechos y las palabras, así como la readmisión de estudiantes que han sido hallados responsables de abusos sexuales.

Este último es el caso de Georgeta, cuyo violador fue suspendido durante un año. Según la joven, "las políticas de igualdad de Berklee están bien, pero el problema es que Berklee guarda silencio y no actúa". En su caso, esto último ocurrió literalmente. Su violador (cuyo nombre prefiere que no hagamos público por cuestiones legales), regresó el pasado verano después de un año fuera de la universidad. "Nadie me avisó de que volvía. Me enteré porque yo estaba con una amiga y él se acercó a hablar con ella. Tuve que mirar un par de veces para comprobar si era él". Estamos en el verano de 2017, pero lo ocurrido se produjo en septiembre de 2014. ¿Qué sucedió en ese lapso de tiempo? "Mi caso fue sepultado bajo la alfombra durante un año", denuncia Seserman, quien después de dar parte de la violación en la oficina de Seguridad Pública de la universidad, se marchó a su casa. "No podía soportar el trauma de verle. Establecieron una orden de no contacto que él violó tres veces y Berklee no hizo nada. Me tomé el semestre libre porque no me sentía segura". A su vuelta, él seguía allí.

"Lo único que hace Berklee es un curso online para educarnos sobre cuestiones relativas a las drogas, el alcohol y los abusos sexuales. Es obligatorio hacerlo para poder graduarnos. Lo hice y, como pedían nuestra opinión, les mandé un largo correo", relata Georgeta. Sus palabras alertaron al responsable de la oficina de igualdad de la universidad, que la llamó a su despacho. "Me preguntó si había informado de mi caso y cuál había sido mi experiencia. Contesté que nadie me había ofrecido un seguimiento". Al solicitar la reapertura, Georgeta descubrió con asombro que el informe inicial no recogía ni la denuncia de la violación ni su voluntad de ejercer acciones contra el agresor. "Lo único que decía es que me había toqueteado, nada de una violación ni de nada violento. Eso me impactó, porque yo les había dado detalles durante diez minutos". Georgeta tuvo que volver a revivir la experiencia y relatarla otra vez para poder sacar adelante el caso. "Lo que hizo Berklee fue que, para poder conseguir algo de justicia, tuviera que sufrir el trauma doblemente".

placeholder Una de las protestas organizadas en Berklee por el caso de Georgeta Seserman. (N. Newman)
Una de las protestas organizadas en Berklee por el caso de Georgeta Seserman. (N. Newman)

El informe oficial de Berklee, al que ha tenido acceso El Confidencial, describe que "en ambas versiones de los hechos, hubo el suficiente acuerdo, tanto por parte del demandado como de la demandante, en que se produjo el contacto y la relación sexual (definida como penetración). (...) Hemos determinado que el contacto y la relación sexual no fue consentido". Asimismo, el texto señala que, aunque el agresor reconoció que Georgeta "dejó claro que no deseaba entablar una relación sexual (...), percibió la falta de rechazo físico y el silencio como consentimiento para una mayor actividad". El informe concluye que no hubo señal que indicara permiso por parte de ella "para entablar actividad sexual". La universidad sancionó al violador con un año de suspensión en la escuela (entre el 7 de mayo de 2016 y el 7 de mayo de 2017), mantuvo en vigor la orden de no contacto (que, según Georgeta, ya habría violado de nuevo) y exigió al agresor la redacción de un ensayo sobre el significado de "consentimiento".

Berklee, que desde 2012 cuenta con un campus en Valencia, es una de las universidades musicales más prestigiosas del mundo. Muy vinculada al jazz y a la música moderna, por sus aulas han pasado en sus más de 70 años de historia músicos tan premiados y reconocidos como Quincy Jones, Esperanza Spalding, Juan Luis Guerra, Bill Frisell o Diana Krall. Fundada en 1945, contó durante el curso académico 2016-2017 con 5241 estudiantes entre la universidad y el conservatorio, que se integró en la estructura de Berklee en 2015. De ellos, 42 eran españoles.

A. O. es una de ellos. Esta madrileña -que prefiere no revelar su nombre por temor a represalias- acabó en diciembre sus estudios en Berklee. Denuncia haber sufrido cuatro años de acoso psicológico por parte de un compañero que le llegó a 'hackear' su ordenador. "Era un chico que estaba obsesionado conmigo, no me dejaba en paz. Me decía que estaba fea y gorda, que me debería operar la cara, ponerme ácido y lavármela", relata. Además, en otra ocasión, otro alumno la estuvo acosando en una noche de fiesta y llegó a encerrarla en una habitación, de la que pudo salir gracias a la ayuda de sus amigas. Informó de ambos casos a asesores de la universidad, aunque no hicieron nada al respecto.

placeholder Una clase de funk en la universidad de Berklee, Boston. (Reuters)
Una clase de funk en la universidad de Berklee, Boston. (Reuters)

La canaria Tania Mesa, violinista y cantante, que acabó también sus estudios en diciembre, no pasó por episodios tan traumáticos, pero sí describe un ambiente generalizado de machismo en Berklee. Recuerda haberse sentido violentada por uno de sus profesores cuando, en una clase de danza, se dirigió a ella en términos sexuales explícitos. "Berklee debería trabajar las relaciones saludables entre hombres y mujeres", señala Mesa, que apunta que muchos de los alumnos llegan directos del instituto sin ningún tipo de formación al respecto.

Para Tania, la universidad "ha tratado siempre estos temas de forma sibilina. Hay muchas cosas que no se hablan en Berklee, las intentan minimizar para evitar la mala propaganda. Cada mala noticia, son apoyos económicos que pierden". En Estados Unidos, las universidades dependen en gran medida de las donaciones para su supervivencia, lo que explica en parte la razón por la que los centros buscan silenciar los casos. Tania considera que Berklee ha empezado a reaccionar a partir del artículo de 'The Boston Globe'. "Han empezado a poner carteles por todas partes para que informes de si has sido víctima de una agresión sexual".

El Confidencial ha intentado ponerse en contacto tanto con el presidente de Berklee, Roger H. Brown, como con el responsable de la oficina de igualdad de la universidad, Christopher Kandus-Fisher. Después de comprometerse a encontrar un portavoz para responder a nuestras preguntas, Berklee declinó la invitación y se limitó a entregar un comunicado oficial, firmado por su presidente, en el que señala que la salida de once miembros de la facultad en sus trece años en la universidad "demuestra que no nos tomamos estos asuntos a la ligera y hacemos que el profesorado sea responsable de sus acciones. Durante mi tiempo como presidente, nuestras prioridades han sido garantizar que las víctimas de comportamientos sexuales inadecuados se sientan seguros para darlos a conocer, garantizar su privacidad y liberar a nuestro campus de personas que consideramos una amenaza para nuestra comunidad. Los medios han insinuado que emitimos órdenes de confidencialidad para los estudiantes que presentan las denuncias. Para ser claros, no llevamos una práctica o una política de prohibir hablar sobre el tema a quienes están involucrados en una investigación", concluye el comunicado.

La universidad, que está empezando a organizar un grupo de trabajo con alumnos, profesores y personal del centro para afrontar estos casos, no ha querido responder a la pregunta sobre la readmisión de violadores, como ha sucedido en el caso del agresor de Georgeta y de, al menos, otro alumno más que recibió una sanción similar. Roger H. Brown afirmó en noviembre ante los alumnos que "si encontramos a alguien culpable de violación, debe ser expulsado".

"Llamó de madrugada y me dijo que se había quedado fuera de su apartamento. Me preguntó si podía dormir en el mío. Yo entonces no tenía compañero de piso y disponía de una cama extra. Le dije que sí. No voy a entrar en detalles, pero fui violada en mi dormitorio". Ocurrió el 28 de septiembre de 2014, al principio de su segundo año como estudiante en una de las universidades musicales más prestigiosas del mundo, la de Berklee, en Boston. Fue el comienzo de un vía crucis para Georgeta Seserman, que tenía 19 años la noche en que fue violada.

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