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Policía, anarquistas y un barrio de Atenas como tablero político: la batalla por Exarchia
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NI SIQUIERA ES una de las zonas CON MÁS CRIMEN

Policía, anarquistas y un barrio de Atenas como tablero político: la batalla por Exarchia

La imagen de zona al margen de la ley es utilizada por la oposición griega para atacar a Syriza, pero también atrae a numerosos activistas de medio mundo e incluso a muchos turistas

Foto: Un joven anarquista observa un coche en llamas durante enfrentamientos con la policía, en diciembre de 2014. (Reuters)
Un joven anarquista observa un coche en llamas durante enfrentamientos con la policía, en diciembre de 2014. (Reuters)

Anochece en el barrio ateniense de Exarchia, y sus calles enseñan los dientes. Grupos de encapuchados lanzan cócteles molotov contra la policía que, pertrechada al efecto, responde con gases lacrimógenos y cargas. El caos se apodera del centro. No sucede cada noche, pero sucede. "La situación está fuera de control", afirma al día siguiente el líder de la oposición derechista criticando al Gobierno de Syriza. Sus palabras son subrayadas por las imágenes de los disturbios desfilando por las pantallas de televisión en los telediarios nocturnos.

Pero no a todos les asusta esta imagen de zona al margen de la ley. Exarchia se sitúa entre el mito romántico, el abandono manifiesto de los sucesivos alcaldes y la reciente y jugosa gentrificación. Apodado tradicionalmente como barrio anarquista, atrae cada año tanto a decenas de activistas de decenas de nacionalidades como a miles de turistas que buscan un alojamiento más barato para pasar sus días en Atenas, sobre todo desde la explosión de plataformas como Airbnb.

Foto: Oficiales de policía inspeccionan el lugar donde un joven de 26 años fue abatido a tiros en el barrio griego de Exarchia. (EFE)

“Como Grecia no tiene el control de la política fiscal, [la oposición] no tiene nada que proponer, por lo que que tienen que encontrar algo… y eso son los ataques en Exarchia”, replica Yannis Baboulias, periodista que sigue desde hace mucho tiempo sigue los movimientos sociales, especialmente los anarquistas, de un barrio donde, de hecho, vive. Para él los incidentes de algunas noches “son molestos, pero no me siento inseguro; me siento más molesto porque no se limpien las calles o no se recoja la basura”, señala.

Baboulias afirma que en un país “ridículamente seguro” a nivel general como Grecia es absurdo plantear este problema en el Parlamento como hace la oposición de manera constante. Y las estadísticas parecen darle la razón: Exarchia no es ni siquiera el distrito del centro de Atenas con más delitos registrados. Ese dudoso honor lo tiene el turístico de Plaka. Y su posición en la lista baja si hablamos de los delitos violentos, más comunes en la periferia donde vive la clase media alta, como Glyfada.

'Eppur si muove'. La alarma social existe. Muchos comerciantes locales se quejan de los destrozos que les provocan los habituales disturbios. Entre ellos hay algunos que se plantean cerrar su negocio. Al tiempo que el barrio se está gentrificando, lo hace más de puertas para adentro. Los nuevos locales suelen dejar la fachada sin reformar demasiado, para evitar tener que restaurar poco después. En Exarchia los restaurantes de moda conviven con las tabernas, y las largas noches atenienses se viven con tranquilidad la mayor parte del fin de semana.

placeholder Dos estudiantes dejan flores en el lugar de la muerte del adolescente Alexis Grigoropoulos, abatido por la policía en 2008 en Exarchia. (EFE)
Dos estudiantes dejan flores en el lugar de la muerte del adolescente Alexis Grigoropoulos, abatido por la policía en 2008 en Exarchia. (EFE)

¿Una mala fama injustificada?

Aunque si uno vive fuera del centro y lee uno de los periódicos más respetados de Grecia, el conservador Kathimerini, puede leer cosas como esta: “Una de las cosas que la mayoría de la gente en Grecia -y particulamente los residentes en Atenas- sabe es que la ley y el orden son valores relativos. El asesinato del abogado Michalis Zafeiropoulos (en sus oficinas del centro de Atenas) y las “acciones” del grupo antisistema “Rouvikonas” demuestran qué funciona mal en nuestra sociedad”. Inquietante.

Pero la realidad es menos dramática. Si bien es cierto que el caso de Zafeiropoulos fue conmocionante, la policía acabó determinando que fue un asesinato que nada tiene que ver con los movimientos del barrio, sino más bien con delincuencia común. Mientras que Rouvikonas suele entrar en edificios públicos, lanzar panfletos reivindicativos y salir sin tocar un mueble.

El incidente más serio de fecha reciente en Exarchia se dio en noviembre de 2017, cuando un grupo violento disparó contra la histórica sede del socialista Pasok una acción en la que nadie afortunadamente resultó herido. Casos como estos sí contribuyen, aunque a decir verdad ni siquiera abrió los informativos, a asentar el poso de barrio conflictivo, aunque ni siquiera sean comunes o vengan de dentro del distrito. Incluso a que se hable de que allí no entra la policía.

Foto: Votantes de Syriza, durante un mitin de fin de campaña de Alexis Tsipras en Atenas, el 18 de septiembre de 2015. (Reuters)
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A este respecto, Baboulias es tajante: el barrio no está fuera de la ley. Aunque no niega que la policía “encuentra resistencia de la población local, es verdad”, puede operar perfectamente y sin zonas restringidas. Recientemente detuvieron “a una banda de traficantes peligrosos, eso sí... a las nueve de la mañana” con toda discreción. El periodista afirma que muchas de las personas que cada noche se concentran en la plaza central del barrio son agentes de paisano, un hecho conocido. La comisaría de policía del barrio está, de hecho, a unos centenares de metros de un edificio de apacible fachada naranja en la calle Solonos que fue desocupado sin un solo incidente hace poco. “Lo que no pueden hacer es registros arbitrarios un viernes por la noche, cuando todos los chicos están fuera”. Eso suele ser, según Baboulias, lo que desata los disturbios.

‘Los chicos’. Ese apelativo una de las claves para entender cómo un barrio mayoritariamente pacífico puede dar esas imágenes de violencia. Los anarquistas de 2018 pertenecen a una “generación” distinta de los que vivieron en el centro del movimiento el estallido de la crisis económica, pero, sobre todo, el asesinato de un adolescente de 15 años de nombre Alexandros Grigorópulos. El 6 de diciembre de 2008 un agente de policía mató al joven en pleno Exarchia, y la falta de claridad si el disparo que acabó con su vida fue intencional o no -en un caso que nueve años después sigue teniendo muchas sombras-, fue la chispa de una revuelta que tardó semanas en calmarse. En el Gobierno, entonces, estaban los conservadores.

Todos los cercanos a los movimientos antisistema en Atenas con los que ha hablado El Confidencial coinciden en que los grupos anarquistas de nuevo cuño tienen una perspectiva más nihilista, menos política, que los diferencia de sus predecesores. Los de 2008, que llegaron a ser “más 'hardcore'”, en palabras de Baboulias, ahora ya son “mayores”. “La mayor parte del movimiento no apoya los ataques del viernes y sábado. Es un tema generacional. [Los grupos jóvenes] son más violentos, pero sus acciones se encuadran en el fenómeno de la alienación general de la juventud occidental. Normalmente son de clase media alta, hay en ocasiones extranjeros…”.

placeholder Policías antidisturbios protegen el Parlamento griego durante las protestas contra los recortes laborales, el 15 de enero de 2018. (Reuters)
Policías antidisturbios protegen el Parlamento griego durante las protestas contra los recortes laborales, el 15 de enero de 2018. (Reuters)

Turismo revolucionario

Este último fenómeno, el de los extranjeros que vienen a Atenas a enfrentarse con la policía, es vox populi. Un ejemplo: tras unos incidentes en Exarchia, a mediados de noviembre, la policía detuvo a 16 personas, acusadas de participar en los disturbios: nueve eran griegos, pero había dos franceses, dos alemanes, un italiano y un lituano. El anarquismo tradicional heleno, por tanto, se conjuga de un modo que se solapa y se confunde con el activismo político, social y cultural de izquierda. Es decir, que “barrio anarquista” bien podría ser también “barrio activista”.

Los “mayores” del movimiento anarquista ponen más sus esfuerzos en centros como “Nosotros”, centrados en la acción cultural: conciertos en la azotea, charlas en el salón. También en los centros ocupados por anarquistas-activistas que se convierten en refugios para los migrantes que escapan de la guerra y la pobreza. Lugares como City Plaza, un hotel abandonado que se ha convertido en un ejemplo de autogestión, donde los refugiados -como cuentan ellos mismos- pueden tener un propósito, un motivo para levantarse por las mañanas.

No obstante en Grecia la diferencia entre autodenominarse activista y hacerlo como anarquista sigue teniendo el riesgo de pagar un alto precio. El caso de Tasos Theofilou es paradigmático. Fue liberado finalmente el año pasado tras pasar cinco años en la cárcel acusado de haber robado un banco y haber matado a un taxista en su huida en la isla de Paros. Su abogado, Kostas Papadakis, aseguró siempre que su caso era un “mensaje” hacia el movimiento anarquista. Durante el juicio, salpicado de acusaciones de fabricación de pruebas por parte de la policía, la fiscalía se basó sobre todo en sus tendencias políticas, en lo que decía y escribía. Finalmente Theofilou fue acusado de pertenecer a Conspiración de los Núcleos de Fuego, un grupo en activo que perpetra acciones violentas -como el envío de cartas con pólvora a varios dirigentes griegos europeos o la bomba que hirió al ex primer ministro Lukás Papadimos-, pero un grupo que, al mismo tiempo, sirve de acusación comodín contra miembros de determinados grupos de izquierda.

Foto: Una joven scout con la bandera nacional griega durante un encuentro de estudiantes en Atenas, en marzo de 2015 (Reuters).

Es muy fácil ser tildado de terrorista si alguna vez hablaste con un anarquista en Grecia. Irianna, una estudiante de doctorado de 29 años, ha visto comprometida su carrera como profesora, encerrada en prisión acusada de pertenecer a este grupo. En 2011 su novio, que sí tenía vínculos con el anarquismo, fue detenido acusado de pertenencia a Conspiración de los Núcleos de Fuego. Ella fue arrestada en la misma redada y dio voluntariamente sus huellas dactilares a la policía. Finalmente su pareja fue absuelta de todos los cargos. Dos años después los agentes aparecieron en su casa y comenzó el infierno, el proceso que te puede truncar el futuro. La única prueba que le vincula con el grupo, una supuesta muestra de ADN encontrada en una pistola, no ha sido examinada por ningún experto independiente porque la policía dice que esta se ha “agotado”. De nuevo, se usó, por ejemplo, una lista de amigos de Irianna para apuntar a su vinculación anarquista. Los rocambolescos detalles del caso apuntan a un torpe intento de conseguir una condena.

“Los políticos juegan su juego, el sistema judicial juega su juego… y a nosotros nos pilla en medio”, concluye Baboulias. Hace unos meses un periodista procedente de la región del Épiro -noroeste de Grecia, literalmente la otra punta del país- le preguntó al primer ministro en una rueda de prensa sobre Exarchia. “Bueno, ¿qué coño le interesará a la gente de allí qué pasa en el centro de Atenas?”.

Anochece en el barrio ateniense de Exarchia, y sus calles enseñan los dientes. Grupos de encapuchados lanzan cócteles molotov contra la policía que, pertrechada al efecto, responde con gases lacrimógenos y cargas. El caos se apodera del centro. No sucede cada noche, pero sucede. "La situación está fuera de control", afirma al día siguiente el líder de la oposición derechista criticando al Gobierno de Syriza. Sus palabras son subrayadas por las imágenes de los disturbios desfilando por las pantallas de televisión en los telediarios nocturnos.

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