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Grecia no es país para jóvenes: perderá hasta el 23% de su población en tres décadas
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¿quién pagará las pensiones?

Grecia no es país para jóvenes: perderá hasta el 23% de su población en tres décadas

Los datos son alarmantes: Grecia podría perder hasta 2,5 millones habitantes debido a la baja natalidad, el envejecimiento y la emigración. 420.000 jóvenes se han marchado

Foto: Una joven scout con la bandera nacional griega durante un encuentro de estudiantes en Atenas, en marzo de 2015 (Reuters).
Una joven scout con la bandera nacional griega durante un encuentro de estudiantes en Atenas, en marzo de 2015 (Reuters).

La crisis en Grecia ha dejado de ser transitoria para convertirse en un estado mental. El ánimo combativo que caracterizó los primeros años de la década, las protestas contra los primeros memorándums, ha decaído hasta convertirse en una resignación que impregna la sociedad en todas sus capas. La aceptación de que la política apenas puede hacer nada por cambiar el destino de un país manejado desde fuera y paralizado desde dentro.

Especialmente para los jóvenes, esta situación de impotencia -sobre todo para los nacidos a finales de los noventa- es ya pura cotidianidad. Lo corriente es que tus amigos, tus primos o tú mismo termines una carrera o un grado superior, hagas directamente la maleta y vayas al aeropuerto para buscarte la vida en Alemania, Suiza o Dinamarca.

Casi 160.000 griegos -en un país de apenas once millones- se han marchado desde 2010 a Alemania; 58.000 al Reino Unido; 49.500 a Australia; casi 11.000 a Dinamarca. Incluso 31.000 se han reinstalado en Chipre, país grecófono y alumno aventajado de los que sufrieron la crisis, porque pidió el rescate y ya ha salido de él a diferencia de Grecia.

“No ha sido solamente la tasa de paro; la política me ha echado: tendría que pagar un 60% de impuestos y no me quedaría nada para ahorrar un poco"

En total, según la Secretaría General de Griegos en el Extranjero, 350.000 ciudadanos se han marchado del país. Otros informes, como el del Banco de Grecia, hablan de más de 420.000, la mayoría jóvenes. La pobre perspectiva de encontrar un puesto de trabajo -con un paro juvenil que supera el 45%- y un mercado laboral en el que ganar 500 euros se considera un éxito, empujan a los estudiantes a poner la vista en otros países con menos horas de sol y más perspectiva de futuro.

Polina acabó la carrera de Ingeniería el pasado julio, y ya antes de terminarla comenzó a hacer entrevistas para tratar de encontrar un trabajo en Suiza. No le costó demasiado encontrarlo, como analista de sistemas júnior en una consultoría, algo que en Grecia hubiera sido imposible en tan poco tiempo y con un sueldo decente. “Me di cuenta de que tendría que mudarme al acabar la carrera, sobre todo para ganar experiencia, aunque también porque no estoy demasiado satisfecha con el sistema de trabajo griego”, explica, diplomáticamente, a este diario. “No ha sido solamente la tasa de paro; la política me ha ‘echado’: tendría que pagar un 60% de impuestos y no me quedaría nada a final de mes para ahorrar un poco”.

Foto: Una clienta en una tienda de "Todo a un euro" en Atenas (Reuters)

Esta joven ingeniera asegura que, por el contrario, en Suiza trabaja “muchas horas” pero se siente satisfecha por “la organización y lo que obtengo a cambio de mi trabajo”.

No obstante si algo se repite es que los griegos jóvenes no pierden la esperanza de regresar a su país cuando amaine la tormenta: “Mi objetivo es permanecer en el extranjero al menos 3 o 4 años. Ganar experiencia y ver si puedo mudarme a otro sitio. Aunque solamente volveré a Grecia si veo que el país vuelve a ser estable”, dice. Las predicciones de los sociólogos reflejan, sin embargo, que hay una alta probabilidad de que no vuelva más que en vacaciones.

Perder 2,5 millones de habitantes hasta 2050

Los datos publicados a finales de 2016 por el centro de estudios Dianeosis son alarmantes: Grecia podría perder entre 800.000 y 2,5 millones habitantes (entre un 7% y un 23% de su población) hasta el año 2050, debido fundamentalmente a la baja natalidad, el envejecimiento -la edad media podría subir entre 5 y 8 años- y la emigración. La crisis económica se ha convertido en un impedimento para que los helenos se 'arriesguen' a tener hijos. Tampoco ayuda una protección sanitaria decreciente (aunque excesiva, según el FMI), acicate para que los que no tienen ataduras busquen un futuro en una Europa abierta a través de Schengen.

Con esta perspectiva, la población griega disminuirá de forma significativa a niveles de 1965, y descenderá a un ritmo no visto desde finales de la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, en 2050 uno de cada tres griegos habrá cumplido los 65 años, lo que unido a la bajada de la población joven griega hará el sistema de pensiones más insostenible. Un problema más para un Estado que seguirá teniendo que abonar una enorme deuda.

Vuelta a la tradición del emigrante… universitario

La percepción de que hay griegos en todo el mundo es algo que se lleva con orgullo (y resignación) en su patria. En la historia moderna del país -desde su independencia de Turquía en la década de 1830- ha habido dos grandes olas migratorias que dejaron al país sin buena parte de su juventud: una a finales del siglo XIX y principios del XX -la que creó el germen de la gran comunidad helena en Estados Unidos y Australia- y la de finales de la Segunda Guerra Mundial, más centrada en los países del norte de Europa. Ambas dejaron familias partidas, aunque permitieron que llegaran a un país empobrecido las divisas procedentes de trabajadores no cualificados que hicieron fortuna como ‘indianos’.

La falta de cambios internos y de flexibilidad de los acreedores condena a Grecia a invertir en la educación primaria, secundaria y superior (la universidad es gratuita) de sus jóvenes sin poder recibir ni un solo euro de sus impuestos

En ese sentido, y gracias en parte a esa emigración, Grecia prosperó y, en las últimas décadas, como España, se convirtió en receptor de migrantes, procedentes sobre todo desde Europa del Este: los jóvenes empezaron a ir a la universidad masivamente, confiados en que el fin de la historia (migratoria) había llegado a su país. Fue un espejismo.

Creo que todo griego quiere volver tarde o temprano”, reconoce Constantina, que a sus 27 trabaja en una gran empresa del sector de la publicidad en Dusseldorf, en Alemania. “Todos esos estereotipos de cómo se echa de menos el sol, la comida, las islas… ¡son ciertos! Pero cuando eres joven y tienes aspiraciones y objetivos te das cuenta de que Grecia no te dejará realizar tu sueño”, se lamenta.

A ella le gustaría regresar en la treintena a vivir en su ciudad natal, Atenas, aunque asume que será “con menos prestaciones” y menor salario. “Pero necesitaría una cierta estabilidad financiera”, para lo que ve necesario una estabilidad política “para saber que hay un plan para hacer que las cosas funcionen”. Aunque es algo que, de momento, ve muy lejano: “La mentalidad griega tiene que cambiar, la gente que vive allí debe cambiar, pero no creo que estemos todavía ni siquiera cerca de alcanzar ese punto”.

El Gobierno reconoce que la emigración de jóvenes preparados es un drama para el país, pero hace poco más que eso. La falta de cambios internos y de flexibilidad de los acreedores condena a Grecia a invertir y gastar dinero en la educación primaria, secundaria y superior (la universidad es gratuita) de sus jóvenes sin poder recibir ni un solo euro de sus impuestos.

La crisis en Grecia ha dejado de ser transitoria para convertirse en un estado mental. El ánimo combativo que caracterizó los primeros años de la década, las protestas contra los primeros memorándums, ha decaído hasta convertirse en una resignación que impregna la sociedad en todas sus capas. La aceptación de que la política apenas puede hacer nada por cambiar el destino de un país manejado desde fuera y paralizado desde dentro.

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