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Diario de Kasai: viaje a través de las cicatrices de la violencia en el centro del Congo
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1,4 millones de desplazados en el conflicto

Diario de Kasai: viaje a través de las cicatrices de la violencia en el centro del Congo

El coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras en esta región del centro del país relata lo que vivió durante dos viajes realizados el pasado agosto para evaluar la situación

Foto: Cascos Azules uruguayos patrullan Tshimbulu, en la región de Kasai Central, en marzo de 2017. (Reuters)
Cascos Azules uruguayos patrullan Tshimbulu, en la región de Kasai Central, en marzo de 2017. (Reuters)

Desde agosto de 2016, la región del Gran Kasai, en el centro de la República Democrática del Congo, ha pasado de ser una zona pacífica dentro de un país con multitud de problemas a convertirse en una de las crisis humanitarias más graves de la actualidad. Alrededor de 1,4 millones de personas han huido de sus hogares debido a la violencia y decenas de miles de niños están en riesgo de desnutrición.

Jean-Pierre Amigo, coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la provincia de Kasai, reúne en un diario las notas que tomó en cada uno de los lugares que visitó durante el mes de agosto. Partiendo de la base de la organización en Tshikapa, una ciudad situada a unos 40 km de la frontera con Angola, hizo dos viajes exploratorios por la región para evaluar la situación.

Foto: Un niño pasa delante de la casa destruida de Jean-Pierre Pandi, alias Kamuina Nsapu, el fundador de la guerrilla, en marzo de 2017

Ruta de Tshikapa a Kamako

9 de agosto, Kamonia

(75 kilómetros de Thsikapa. Tres horas y media en coche).

Estamos tratando de llegar a Kamako, la última localidad antes de la frontera con Angola, al sur de Tshikapa, la ciudad principal de la provincia de Kasai. Una gran parte de las aldeas que fueron destruidas ya ha iniciado el proceso de reconstrucción. Sin embargo, un hombre de una aldea llamada Shamangandji dice que aún no ha llegado el momento de reconstruir su casa quemada. El camino que lleva hasta la aldea se considera seguro por ahora, pero la situación al otro lado del río que pasa cerca de su casa puede ser muy diferente, así que él prefiere hacer cada día el trayecto a Kamonia y dormir allí. Otra aldea situada un kilómetro más adelante también está siendo reconstruida, pero hay otros muchos lugares por los que hemos pasado en los que no se ve signo alguno de reconstrucción. Pasará mucho tiempo antes de que la gente regrese. Muchos prefieren permanecer en Tshikapa; al menos por ahora.

Vemos gente cargando sus pertenencias en bicicletas para llevarlas a la gran ciudad. Llevan cosas tan pesadas como frigoríficos o sofás. Se ven otros grupos de personas regresando de Angola. Fueron a buscar refugio, pero decidieron volver porque no querían ser trasladadas a Lovua, otro campamento de refugiados que ellos consideran demasiado lejos de su región de origen. Alojarse en Kamako tampoco es una opción para ellos. La ciudad tiene poca actividad comercial ahora mismo y eso hace que apenas haya oportunidades de obtener ingresos. La venta de diamantes y la importación de mercancías han parado.

placeholder Retornados desde Angola de camino a Tshikapa
Retornados desde Angola de camino a Tshikapa

10 de agosto, Kabilengu

(78 kilómetros de Tshikapa. La única manera de llegar es cruzando un río y ahora, durante la estación de lluvias, es imposible hacerlo en coche, así que, después del río, nos toca ir a pie).

Cuando llegamos a la aldea, vemos que hay muy poco transporte disponible para moverse y que los precios de los productos básicos han aumentado. Una pastilla de jabón, que antes costaba 250 francos congoleses, (unos 15 céntimos de euro) ahora no se encuentra por menos de 400 ó 500 (entre 25 y 30 céntimos). No hay actividades agrícolas o ganaderas visibles, ya que la aldea dependía exclusivamente de la industria del diamante y esta se detuvo con el estallido de la violencia. Algunos jóvenes afirman haber dejado de excavar debido a la falta de seguridad que hay en la zona del bosque donde se encuentran las minas. Los recursos existentes son muy escasos y creemos que la combinación de estos factores podría explicar las tasas inusualmente altas de desnutrición que estamos observando en nuestras consultas.

Foto: Cráneos humanos de presumibles miembros de la milicia Kamuina Nsapu, presumiblemente ejecutados por el ejército congoleño, el 12 de marzo de 2017. (Reuters)

11 de agosto, Mwasumbula

(85 kilómetros de Tshikapa. Actualmente resulta inaccesible por culpa de las lluvias).

Se puede ver a gente que ha salido de Mwasumbula en la ruta desde Kabilengu. Todos ellos están en un tramo de menos de 10 kilómetros. La mayoría de los pueblos en esta zona han sido parcial o totalmente destruidos. La propia Mwasumbula también muestra un alto grado de destrucción como consecuencia del ataque que sufrió en marzo. Cientos de edificios, incluido el centro de salud local, han sido quemados, y los locales dicen que durante los ataques murieron unas treinta personas.

En junio, los primeros habitantes regresaron después de pasar tres meses viviendo en el bosque. La situación aquí es completamente opuesta a la de Kabilengu. Es un pueblo que depende de la agricultura y la ganadería. La gente tiene vacas, cerdos y cabras. Aquí no hay minas. Este pueblo solía abastecer a Kamonia de frutas y verduras. Y sin embargo, por el momento solo una quinta parte de la población ha regresado. Cuando la población huyó, todo fue saqueado, incluidos los animales que tenían.

Desde su regreso, algunos habitantes han podido sobrevivir con lo que quedó de sus cultivos. También buscan bananas y plátanos. La mayor parte del mercado está cerrado; solo hay abiertos algunos puestos pequeños. La baja tasa de desnutrición que hemos encontrado aquí se puede explicar por el hecho de que todavía son muy pocos los que han vuelto y por lo que comentaba antes de que aún quedan algunos restos de cultivos, pero la situación podría llegar a ser más delicada a medida que vayan llegando más repatriados.

placeholder Un centro de salud destruido por la violencia en Mwasumbula
Un centro de salud destruido por la violencia en Mwasumbula

Ruta de Tshikapa a Kananga

24 de agosto, Masanga Anaï

(55 kilómetros desde Tshikapa).

Casi 2.000 casas, todas ellas hechas de paja y cubiertas de planchas metálicas, fueron destruidas. Pertenecían a personas que formaban parte de todos los bandos enfrentados, aunque muchos de ellos no formaban parte activa del conflicto. Durante los ataques murieron muchos civiles, incluidos varios líderes comunitarios y un trabajador humanitario. También hubo bajas, lógicamente, entre los combatientes. Algunos de ellos fueron enterrados en el acto, a un lado de la carretera o en parcelas privadas. El pueblo es una imagen de absoluta desolación. Hay tumbas en todas partes; es imposible contarlas. Parecen muy superficiales, porque asoman huesos. Los niños juegan entre estos restos. En la hierba, encontramos también “armas fetichistas” usadas por algunos de los combatientes. Los adultos están preocupados por las posibles epidemias que puedan surgir en la temporada de lluvias que está por llegar. Muchos de los habitantes son campesinos y están tratando de volver a su actividad, pero los campos están lejos. La gente tiene que hacer su propio carbón porque ya no tienen los medios para comprarlo. Antes, solían viajar lejos para buscar miel, pero ahora ya no se atreven a salir del pueblo.

25 de agosto, Mayi Munene

(60 kilómetros de Tshikapa).

Tratamos de ir hacia Kananga, la capital de la región Gran Kasai; en el suroeste. Sabíamos que un gran número de familias, aproximadamente el 90% de los que huyeron en su día, habían regresado a sus hogares. La gente parece sentirse segura en las aldeas de esta zona. El centro de salud al menos está operativo. Y eso que también fue saqueado y quemado durante la oleada de violencia. Una imponente colección de edificios coloniales terminados a principios del siglo XX, como una catedral, conventos y escuelas, se pueden ver en el sur de la ciudad, que todavía mantiene una alta diversidad étnica. La ciudad ha sido atacada varias veces desde marzo. Han muerto tanto civiles como combatientes. La comida terapéuticamente preparada que damos a los niños para aliviar su desnutrición, acaba vendiéndose sistemáticamente en el mercado. Allí todo el mundo lo pide; sean niños o adultos y estén desnutridos o no. Lo mismo ocurre con las mosquiteras; la gente ha perdido sus fuentes de ingresos y tiene que trabajar varios días para poder hacerse con una de ellas. Al final, como siempre, son los más vulnerables los que pagan las consecuencias indirectas de la guerra.

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placeholder Misiones de MSF en Kasai
Misiones de MSF en Kasai

MSF comenzó a trabajar en la provincia de Kasai en mayo de 2017. En la periferia de Thsikapa, sus equipos han apoyado la apertura de dos centros ambulatorios de alimentación terapéutica y otro con capacidad para hospitalizar pacientes, así como proporcionado apoyo a un hospital y tres centros de salud en la ciudad, que prestan asistencia a los niños menores de cinco años de edad, a las mujeres embarazadas y lactantes, a los heridos y a las personas con urgencias médicas causadas por la violencia y sus consecuencias.

Desde agosto de 2016, la región del Gran Kasai, en el centro de la República Democrática del Congo, ha pasado de ser una zona pacífica dentro de un país con multitud de problemas a convertirse en una de las crisis humanitarias más graves de la actualidad. Alrededor de 1,4 millones de personas han huido de sus hogares debido a la violencia y decenas de miles de niños están en riesgo de desnutrición.

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