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Nueva era en Angola: la potencia emergente de África cambia de líder tras cuatro décadas
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josé eduardo dos santos deja HOY el poder

Nueva era en Angola: la potencia emergente de África cambia de líder tras cuatro décadas

El país celebra sus cuartas elecciones multipartidistas desde la independencia. La duda es ahora si el nuevo presidente podrá o querrá llevar a cabo los cambios importantes que muchos reclaman

Foto: El candidato del oficialista MPLA, João Lourenço, frente a un poster del presidente saliente José Eduardo dos Santos, durante un mitin este agosto. (EFE)
El candidato del oficialista MPLA, João Lourenço, frente a un poster del presidente saliente José Eduardo dos Santos, durante un mitin este agosto. (EFE)

Si hay algún momento que marque el momento en el que nació la Angola contemporánea, ese es probablemente la visita que el presidente José Eduardo dos Santos realizó a la Casa Blanca a finales de 1995: mientras el antiguo líder marxista era recibido por Bill Clinton, su archienemigo y antiguo peón anticomunista, Jonas Savimbi, líder de la UNITA, se convertía en un paria internacional. Como líder del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) y presidente del país, dos Santos había jugado muy bien sus cartas, introduciendo el mulipartidismo e invitando a sus rivales en la larga y agotadora guerra civil que acababa de terminar a participar en el proceso político, una medida aplaudida de forma unánime por una comunidad internacional deseosa de cerrar los conflictos de la Guerra Fría. Las elecciones de 1992, según todos los observadores, habían sido limpias. Pero cuando Savimbi se negó a aceptar unos resultados que le eran adversos y retomó las armas, selló su destino, y también el de sus antagonistas.

Un cuarto de siglo después, el país apenas tiene experiencia en celebrar comicios presidenciales: el rebrote del conflicto le otorgó al MPLA legitimidad para gobernar sin necesidad de pasar por las urnas, y mientras las fuerzas de Savimbi se dedicaban al terrorismo y al saqueo de recursos naturales, el Gobierno de dos Santos trabajaba para establecer un aparato estatal fuerte. Cuando el líder de la UNITA falleció en 2002, Angola estaba preparada para aprovechar el 'dividendo de la paz'.

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El país, que cuenta con unas reservas de hidrocarburos de más de 9.500 millones de barriles, se unió a la OPEP en 2007, en los mejores años de la bonanza petrolera. La explosión económica quedó de manifiesto en lugares como la capital, Luanda, convertida en la ciudad más cara del mundo para los extranjeros. Ferrocarriles y carreteras destruidos en la guerra fueron reconstruidos. Durante muchos años, el país tuvo cifras de crecimiento de dos dígitos. Al celebrar elecciones de nuevo, en 2008 y 2012, el MPLA obtuvo el 81,6% y el 71,8% de los votos respectivamente. El liderazgo de dos Santos, considerado por muchos angoleños como el artífice de ese bienestar, parecía eterno.

Pero todo termina, y Angola amanecerá mañana con un nuevo presidente. Hoy, sus ciudadanos están llamados a elegir sucesor para el septuagenario dos Santos, quien, tras 38 años en el poder y convertido en el segundo mandatario más longevo de África -el ecuatoguineano Teodoro Obiang le supera por unos meses-, cede el paso a una generación algo más joven.

El favorito para sucederle es su hasta ahora ministro de Defensa, Joao Lourenço, de 63 años. Dado que el sistema electoral de Angola estipula que el candidato del partido que obtiene la mayoría parlamentaria es automáticamente elegido presidente, y vistos los cómodos márgenes de los que ha venido gozando el MPLA en la Cámara, Lourenço goza de amplias posibilidades. En julio, una encuesta le otorgaba a esta formación el 61% de la intención de voto. Las opciones de sus rivales, Isaías Samakuva de la UNITA y Abel Chivukuvuku del novato partido reformista CASA-CE, son mucho menos claras.

placeholder Un motociclista pasa delante de un poster de Dos Santos en Luanda, en 2012. (Reuters)
Un motociclista pasa delante de un poster de Dos Santos en Luanda, en 2012. (Reuters)

El titán petrolífero de África

Además del patronazgo del MPLA, Lourenço se beneficia del aura de haber sido elegido oficialmente como sucesor de dos Santos, cuya popularidad sigue siendo muy alta, especialmente fuera de las grandes ciudades. “En cierta manera él es la figura paterna de la nación, percibido ampliamente -de forma correcta o errónea- como el hombre que puso fin a la guerra”, declaró recientemente Soren Kirk Jensen, investigador de Chatham House, a la agencia AFP. “Hay un descontento creciente entre la clase media educada, que le ve como un autócrata, y como un fracaso debido a la economía. Pero en muchas partes de Angola, y especialmente en áreas rurales, una generación que sufrió durante la guerra le ve de forma positiva”, señaló.

Pero la salida de dos Santos podría ser un arma de doble filo, creando un vacío de poder que puede perjudicar a Lourenço. “En ausencia de este poderoso culto a la personalidad, los votantes podrían estar menos dispuestos a perdonar una mala gobernanza por parte del partido en el poder, y demandar más cambios”, indica el analista Simon Allison en un informe del Instituto de Estudios de Seguridad de África. "La clave para la estabilidad relativa del Gobierno de dos Santos ha sido su cuidadoso manejo de la contestación interna. Sin su mano, ¿puede Lourenço gestionar las divisiones internas de forma igual de efectiva? ¿Puede mantener los egos a raya? El trabajo de Lourenço se complica aún más por el hecho de que la salida de dos Santos puede crear una expectativa de renovación de liderazgo en la misma cúpula, y una vez se ha creado esa expectativa, es difícil darle marcha atrás", afirma Allison.

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Dos Santos deja el país convertido en la cuarta economía subsahariana por Producto Interior Bruto y un destino mucho más apetecible como destino estable para la inversión que la primera (Nigeria) y la tercera (Sudán), compitiendo con aquella por el primer puesto como productor petrolífero de África. Tiene además el segundo ejército del continente, tan solo por detrás de Argelia, lo que le ha permitido jugar un papel importante en varias misiones militares regionales, de los dos Congos a la República Centroafricana, y le ayudó a lograr un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU desde enero de 2015. Aunque no todo son luces: su excesiva dependencia de los hidrocarburos -el petróleo supone el 98% de sus exportaciones, según un informe de la consultora Euler Hermes- ha provocado que la caída de los precios del crudo haya tenido un efecto devastador en el país. A medio plazo, esto podría acabar pasándole factura al Gobierno.

Además, la riqueza no se ha repartido de forma homogénea, y según The Economist, la mayoría de los angoleños siguen sin tener acceso a agua corriente. También proliferan las acusaciones de corrupción: según el Índice de Transparencia Internacional, que mide la percepción de los ciudadanos sobre la corrupción en su propio país, Angola está en el puesto 164 de un total de 176 países, en el mismo puesto del ranking que Eritrea, inmediatamente por debajo del Congo, Chad, Haití o Burundi, y ligeramente mejor que Irak, Afganistán, Libia o Sudán. Las desigualdades no han hecho sino exacerbarse a raíz de la crisis petrolera: tan sólo en 2016, la inflación bordeó el 45%, y la divisa local, el kwanza, perdió el 20% de su valor.

¿Supondrá la renovación presidencial un cambio de régimen, como esperan algunos? Está por verse. Algunos angoleños han puesto sus esperanzas en el sucesor de dos Santos para que limpie de corruptos el aparato estatal, pero no se trata ni mucho menos de una visión homogénea. "Lourenço ha representado un problema para los analistas. Por un lado parece duro contra la corrupción, pero por otro tiene un pasado militar y mantiene fuertes lazos con muchos en los cuarteles", afirma un artículo de African Business Magazine publicado la semana pasada. "Es un moderado político y se cree que ha sido elegido por dos Santos debido a su capacidad de tender puentes dentro del colectivo gobernante en el MPLA. Ha hecho campaña para acabar con la corrupción y mejorar los sectores sanitario y agrícola. Si Lourenço simboliza o no un cambio creíble respecto a un predecesor que ha silenciado toda oposición, dependerá enteramente de si el cese de poder de dos Santos es nocional o real", afirma.

placeholder Rascacielos en construcción en Luanda, en mayo de 2015. (Reuters)
Rascacielos en construcción en Luanda, en mayo de 2015. (Reuters)

Bajo control familiar

Ciertamente, dos Santos ha dado pasos para mantener algunos sectores clave al menos bajo el control familiar: su hija Isabel, considerada por Forbes la mujer más rica de África, ejerce desde junio de 2016 como jefa de la petrolera estatal Sonangol, y su hijo José Filomeno de Sousa dos Santos encabeza el fondo soberano de Angola, valorado en 5.000 millones de dólares. Se cree que el presidente trató de nombrar a este último como su sucesor, pero la presión interna en el propio MPLA se lo impidió. En cualquier caso, dos Santos todavía seguirá encabezando la formación al menos hasta 2018.

Críticos como el periodista William Tonet, editor del diario Folha 8, cree que Lourenço "ha sido siempre un verdadero hijo del partido" y no alterará nada, bien porque está comprometido o por temor a represalias. "Así que nada va a cambiar", afirma Tonet en una reciente entrevista con Deutsche Welle. Y eso puede acabar siendo un problema en un país en el que el 66% de sus habitantes tienen menos de 25 años y el desempleo es rampante. Aunque el sector petrolífero sigue siendo más o menos boyante, genera pocos empleos para las nuevas generaciones, y la incipiente clase media que empezaba a surgir alrededor de nuevos sectores de servicios y consumo ha sido duramente afectada por la crisis de los precios de los hidrocarburos.

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Dos Santos se va, pero si Lourenço vence, como se espera, el MPLA terminará pronto su 42º año en el poder. El sábado pasado, en el último mitin de la campaña en Luanda, el presidente saliente hizo una breve aparición en apoyo de Lourenço, y se entonaron las viejas consignas: "¡Viva Angola! ¡La lucha continúa! ¡La victoria es segura!". Una fórmula que aparentemente sigue funcionando bien en muchos puntos del país, sobre todo entre los ciudadanos más veteranos. Pero los jóvenes, cuyos recuerdos de la guerra civil que ganó dos Santos son mucho menos nítidos, están bastante menos dispuestos que sus progenitores a juzgar al MPLA por sus logros pasados.

Sea como sea, los angoleños llevan casi cuatro décadas viviendo con el rostro de dos Santos impreso en los billetes, en grandes carteles callejeros, en los medios impresos. A partir de mañana, sin embargo, esa representación pasará a ser meramente simbólica. A menos que haya una sorpresa cataclísmica, parece improbable que otro candidato fuera del MPLA acabe alzándose con la presidencia, pero queda por ver si dos Santos tratará de seguir manejando los resortes del poder entre bambalinas, y si su partido lo permite. Incluso si Lourenço acabase plegándose a sus designios, deberá hacer frente a retos formidables, ofreciendo algo a la oposición que permita acallar la contestación y cimentar su legitimidad. En cualquier caso, se trata de una nueva Angola.

Si hay algún momento que marque el momento en el que nació la Angola contemporánea, ese es probablemente la visita que el presidente José Eduardo dos Santos realizó a la Casa Blanca a finales de 1995: mientras el antiguo líder marxista era recibido por Bill Clinton, su archienemigo y antiguo peón anticomunista, Jonas Savimbi, líder de la UNITA, se convertía en un paria internacional. Como líder del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) y presidente del país, dos Santos había jugado muy bien sus cartas, introduciendo el mulipartidismo e invitando a sus rivales en la larga y agotadora guerra civil que acababa de terminar a participar en el proceso político, una medida aplaudida de forma unánime por una comunidad internacional deseosa de cerrar los conflictos de la Guerra Fría. Las elecciones de 1992, según todos los observadores, habían sido limpias. Pero cuando Savimbi se negó a aceptar unos resultados que le eran adversos y retomó las armas, selló su destino, y también el de sus antagonistas.

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