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'El día de la marmota' en Venezuela: el ciclo político que se repite una y otra vez
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'El día de la marmota' en Venezuela: el ciclo político que se repite una y otra vez

Fuera se ve como el episodio definitorio para que todo estalle pero, pasado un tiempo –un día, dos, un mes–, todo vuelve a la normalidad, hasta que se vuelve a reproducir la misma secuencia

Foto: Toma aérea de las protestas de la oposición venezolana contra Nicolás Maduro. (Reuters)
Toma aérea de las protestas de la oposición venezolana contra Nicolás Maduro. (Reuters)

A veces solo se entiende Venezuela si se le compara con una película. Desde diciembre podría titularse “Colega, ¿dónde están mis billetes nuevos?” y a juzgar por las idas y venidas de estas últimas jornadas con Nicolás Maduro, el Consejo de Defensa de la Nación y las sentencias, también podría ser “Resacón en el TSJ”. Pero hay un título que se mantiene constante: 'El día de la marmota' ('Groundhog Day', titulada en España 'Atrapado en el tiempo'). Como le pasa a Bill Murray en la cinta, las mismas situaciones se repiten una y otra vez.

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En la película, el personaje de Murray, Phil Connors, un meteorólogo aburrido, arrogante y frustrado en sus aspiraciones laborales, queda atrapado en el mismo día, que se repite en bucle una y otra vez con unos esquemas de fondo iguales: suena el despertador a la misma hora, con la misma canción de Sonny y Cher, sacan a la marmota a predecir el invierno, etc. Él es el único que se da cuenta, el único que, cada día, puede hacer cosas distintas pero sin modificar ese guión de fondo. Casi del mismo modo se puede contar un día como el de ayer. Hay una convocatoria de la oposición en la plaza Brión de Chacaíto, terminan de hablar los políticos y empieza una marcha hacia la autopista, llegan a Plaza Venezuela, en el límite del prohibido –para la oposición– municipio Libertador de Caracas y ahí un piquete de la Guardia Nacional los frena, lanza gas, comete abusos, se dispersa la marcha y todos a casa.

Algo hace estallar una crisis, casi siempre provocada por una acción del Gobierno que a su vez es reacción o freno a algo de la oposición, y la oposición reacciona. Se escuchan frases como “esto es un golpe de Estado/me quieren dar un golpe de Estado”, “el país cambió”, “el pueblo sabe que no volverán”, “al Gobierno/oposición se le cayó la careta”. Fuera se ve como el episodio definitorio para que todo estalle pero, pasado un tiempo –un día, dos, un mes–, todo vuelve a la normalidad, hasta que se vuelva a repetir la secuencia.

Pero también pasaba que Bill Murray hace que día sea distinto dentro de su repetición, detalles que modifican la trama. Ayer y estos días, también tienen, cómo no, sus pequeños detalles que hacen distinta esta repetición.

Mientras los políticos de oposición se preparaban para hablar en tarima, unos asistentes gritaban “menos camisas y más pueblo, ya está bien”, refiriéndose a la indumentaria típica de los dirigentes de la Mesa de la Unidad en estas convocatorias. “Vine para ver el nivel de convocatoria y reafirmar lo que ya sabía: que no hay nadie”, decía una mujer ataviada con gorra tricolor.

La manifestación estaba compuesta casi por completo por lo que en nuestro imaginario sería la “clase media”. Fue una convocatoria nutrida si se compara con la última del 23 de enero, pero muy escuálida si mide con la Toma de Caracas del 1 de septiembre.

“El Tribunal Supremo pretende maquillarlo, pero ya el golpe de Estado no se puede corregir. No perdamos la energía, hay que lograr el cambio”, arengaba el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges. Después tomaba la palabra el diputado Richard Blanco para decir que “tenemos que estar en las calles hasta que Nicolás Maduro se vaya”.

Se escuchan frases como “esto es un golpe de Estado/me quieren dar un golpe de Estado”, “el país cambió”, “el pueblo sabe que no volverán”

Al lado, dos mujeres discutían. La primera, bajo un paraguas, decía “esto está vacío, nos dicen qué hacer poco a poco y para qué”. La otra , que sujetaba una bandera gigante de Venezuela junto con una decena de personas, le respondía que hay que tener paciencia. “¿Paciencia? Así estamos, escuchando a este huevo”, un término grosero que hacía que la otra soltara la bandera y le pidiera respeto, que a ver si era una infiltrada (alguien mandada por el Gobierno). “Respeto me deben ellos a mí, que los elegimos en la Asamblea. Y no soy ninguna infiltrada, soy madre soltera, de tres hijos y que he tenido que quitarme de comer para poder darles a ellos algo dos veces al día, no como apenas y aquí estoy, sufriendo, para que estos me digan que tengo que seguir esperando”.

A unos metros del bululú de la tarima, banderas, megáfonos y carteles de “No más dictadura”, se extendía una cola para comprar cualquier producto regulado, en otra esquina empezaban a linchar a un muchacho que supuestamente había robado y más arriba alguien buscaba en la basura para ver qué comer.

Pasada la marcha, las lacrimógenas, las agresiones a diputados, manifestantes, el freno a la ciudadanía a expresarse en la que también es su ciudad, en los televisores venezolanos aparecía nuevamente Nicolás Maduro, después de haber repetido en la mañana la cadena nacional de la noche anterior desde el Consejo de Defensa de la Nación. Esta vez lo hacía en un escenario muy castrense, el bautizo de un buque escuela, rodeado de verde oliva y junto al ministro de Defensa Vladimir Padrino López.

A las horas, aparecía la protagonista del detalle más diferente de esta secuencia, la Fiscal General de la República Luisa Ortega Díaz, con Nicolás Maduro. Pero esta vez no había cadena, ni pase en vivo, declaración final. Solo unas fotos mostradas a través de la cuenta del ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, junto al mensaje: “Un día después de activar el artículo 323 para superar el impasse Fiscal General de la República-Tribunal Supremo de Justicia, el jefe del Estado Nicolás Maduro recibió en Miraflores a la fiscal Luisa Ortega Díaz”.

Mientras en España despiertan, en Venezuela terminó otro día más. Este domingo se espera un pronunciamiento conjunto “de todos los sectores del país” en el Palacio Legislativo, en el corazón del municipio Libertador, “en contra de la ruptura del hilo constitucional y por la restitución de la defensa de la democracia en el país”.

“¡Bien venezolanos, arriba! Despertad y no olvidéis los descansos, porque hoy puede pasar algo. Pasa algo todos los días, ¿dónde creías que estabas, en Suiza?”

A veces solo se entiende Venezuela si se le compara con una película. Desde diciembre podría titularse “Colega, ¿dónde están mis billetes nuevos?” y a juzgar por las idas y venidas de estas últimas jornadas con Nicolás Maduro, el Consejo de Defensa de la Nación y las sentencias, también podría ser “Resacón en el TSJ”. Pero hay un título que se mantiene constante: 'El día de la marmota' ('Groundhog Day', titulada en España 'Atrapado en el tiempo'). Como le pasa a Bill Murray en la cinta, las mismas situaciones se repiten una y otra vez.

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