La extrema derecha europea advierte: tras Trump llega “el año de los patriotas”
Alternativa para Alemania organiza junto al Frente Nacional de Marine Le Pen un congreso para escenificar la unidad de los partidos ultras de la UE ante un 2017 plagado de elecciones
Patriotismo, fronteras seguras, islamosocialismo, Marine Le Pen, la UE como fuerza “esterilizante” de los pueblos, revolución política, Brexit, identidad nacional, Frauke Petry, oligarquía financiera, primavera patriótica, nueva Europa, Donald Trump, miedo al futuro, el inicio de una nueva era...
Son sólo algunas de las improntas que dejó el congreso organizado por la extrema derecha europea el pasado sábado en Coblenza. La ciudad alemana fue el escenario en el que se homenajeó a sí misma la autoproclamada Europa de las Naciones y las Libertades (ENF), fracción ultraderechista del Parlamento Europeo en el que se encuadran el Frente Nacional (FN), Alternativa para Alemania (AfD), la italiana Liga Norte, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) o el holandés Partido por la Libertad (PVV).
El once titular de la extrema derecha comunitaria se presentó con unidad, determinación y entusiasmo en un congreso que no fue nada más y nada menos que el pistoletazo de salida para las diferentes campañas que marcarán 2017, “el año de los patriotas”, como rezaba el cartel que gobernaba la sala de prensa en la que comparecieron el trío que a día de hoy lidera el ultraderechismo del Viejo Continente: la alemana Frau Petry, líder de AfD, la francesa Marine Le Pen y el holandés Geert Wilders. Tres países que celebran este año unas elecciones determinantes para el futuro de la Unión Europea y las relaciones transatlánticas.
Con más manifestantes y agentes de policía fuera del centro del congreso que asistentes dentro de la sala de oradores, las once figuras políticas presentes en el acto quisieron dejar claro que llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos es sólo el inicio de un cambio de era: la vuelta del Estado nación a la primera línea de la política internacional, el fin del multiculturalismo y del libre comercio neoliberal, y el renacer de los valores patrióticos tomarán antes o después el poder en Europa. Pese a quien le pese, caiga quien caiga.
Clase media en la sala
Un grupo de seis ciudadanos alemanes toma café y almuerza ante las puertas de la sala donde tiene lugar el acto. Ninguno de los presentes es susceptible de militar en grupos de la extrema derecha extraparlamentaria. Al menos no por su estética. El grupo de simpatizantes de AfD pertenece a la clase media alemana.
Por miedo a represalias prefieren no dar sus nombres, pero no tienen problema en ofrecer sus razones para votar a AfD: aseguran que los alemanes están cada vez más cerca de ser minoría debido a una imparable inmigración islamista. Europa se enfrenta a una guerra de religión que, antes o después, estallará sin remedio. El continente está muy cerca del caos debido a la inmigración incontrolada y a la política de fronteras abiertas de Angela Merkel. Uno de ellos, agente de investigación criminal ya jubilado, va incluso más lejos: “Los alemanes somos los nuevos judíos”. Al igual que pasó con el pueblo judío durante el nacionalsocialismo, asegura, los ciudadanos alemanes son ahora los perseguidos. El simpatizante de AfD no bromea.
'Los alemanes somos los nuevos judíos'. Al igual que pasó durante el nacionalsocialismo, asegura, los ciudadanos alemanes son ahora los perseguidos. El simpatizante de AfD no bromea
Conforme la charla se va animando, los interlocutores dejan cada vez más en evidencia sus posiciones contradictorias sobre temas como el euro o la inmigración: según ellos, la moneda común ha beneficiado a Alemania, pero no están en contra de recuperar el marco; Alemania no puede acoger a más refugiados, pero necesita mano de obra joven y cualificada para mantener su modelo económico. Discuten y muestran discrepancias sobre otros asuntos. Pero en una cosa están todos de acuerdo: AfD es el único partido que ofrece una alternativa, es el único futuro estable y seguro, la única formación que dice las cosas claras, que ofrece oposición a las élites y que es políticamente incorrecta. Y también están seguros de que, antes o después, AfD gobernará Alemania.
Un organizador del congreso corta la charla para pedir a los simpatizantes del partido que vayan por favor accediendo a la sala, y al periodista, que se retire. Una orgía de dialéctica eurófoba, nacionalista y con chispazos xenófobos está a punto de dar comienzo.
Ultraderechismo sin complejos
Los protagonistas del congreso entraron al auditorio con una música grandilocuente como telón de fondo y escoltados por un grupo de hombres que, con paso marcial, portaban las banderas de todos los países representados en el congreso.
“El patriotismo no es una política del pasado, sino del futuro”, “yo sé que entre los inmigrantes también hay terroristas”, “los pueblos de Europa son víctimas de la tiranía”. Estas fueron algunas de las frases que dejó Marine Le Pen, la estrella indiscutible del acto. Le Pen ofreció un discurso ultraderechista, hipernacionalista y xenófobo sin complejos ni concesiones. La suya fue una de las intervenciones más aplaudidas por los asistentes. También por los líderes de AfD presentes, Frauke Petry y su marido, el eurodiputado Marcus Pretzell, sentados en la primera fila. Si alguien todavía tenía dudas sobre el carácter ultraderechista del joven partido alemán, Petry y Pretzell se encargaron de disiparlas con su entusiasmo por el lepenismo.
“Ayer, una nueva América; hoy, Coblenza; mañana, una nueva Europa” fue el primer eslogan lanzado por Geert Wilders, el líder holandés del partido Partido por la Libertad. Wilders, cuya formación encabeza las encuestas para las elecciones parlamentarias holandesas del próximo marzo, fue calentando paulatinamente el ambiente ante un público entregado por completo a la causa patriota europea. “Las mujeres tienen miedo a mostrar su cabello rubio” era el tipo de frase que arrancaba el aplauso cerrado del auditorio, que aprovechaba cada ocasión para corear uno los eslóganes más apreciados por la militancia de AfD: “Merkel muss weg!” (“Merkel tiene que irse”).
El líder de la Liga Norte, Matteo Salvini, tampoco le fue a la zaga a Wilders: “En Italia hay en estos momentos hay italianos sin casa ni calefacción por el terremoto, mientras que refugiados están hospedados en hoteles. Eso no es solidaridad, es una locura”. Vítores de aprobación, aplauso cerrado.
Calculada escenificación
La escenificación conjunta organizada entre AfD y el Frente Nacional llama la atención teniendo en cuenta que la líder ultraderechista alemana, Frauke Petry, intentó en el pasado mantener distancia respecto a la formación de Le Pen. Petry llegó a decir en varias ocasiones que las políticas económicas de los ultras galos son demasiado intervencionistas e incluso “socialistas” para una formación de presuntos postulados liberales como la suya.
El paso del tiempo parece haber barrido todas esas objeciones a tan sólo a tres meses de las elecciones presidenciales francesas, en las que Le Pen se perfila candidata más votada en la primera vuelta, y a ocho meses de las federales germanas.
Para Timo Lochocki, politólogo de la Fundación German Marshall, el congreso organizado por AfD en Coblenza tiene el claro objetivo de atraer la expectación de los medios. Lo consiguió: 350 periodistas cubrieron el encuentro ultra del sábado. Lochocki pronostica que el partido intentará mantener una alta tensión mediática hasta el inicio oficial de la campaña electoral en Alemania, ya sea a través de actos políticos como el del pasado sábado o de calculadas salidas de tono de sus principales líderes, que hace tiempo que coquetean abiertamente con postulados neonazis.
Jörg Höcke, jefe de AfD en el Estado de Turingia, por ejemplo, calificó recientemente el monumento conmemorativo del Holocausto de Berlín de “monumento de la vergüenza”. Tras un escalada de reacciones, Björn Höcke dijo que con “vergüenza” se refería al holocausto cometido por el nacionalsocialismo. “AfD ha entendido a la perfección el complejo político y mediático, y lo sabe utilizar a la perfección a su favor”, asegura Lochocki sobre la calculada comunicación política de la formación.
Sobre las incompatibilidades de los programas económicos de AfD y el Frente Nacional, Lochocki no ve inconveniente alguno para sus objetivos electorales: “Este tipo de partidos gana o pierde elecciones dependiendo de temas de carácter puramente nacional”. El discurso de renacionalización de la agenda política europea ofrecido en Coblenza cobra así aún más sentido. Para los ultras, 2017 será el año del levantamiento de los patriotas.
“No somos nazis”
Gerd y su esposa fuman ante la entrada del centro de congresos. A escasos cien metros, una concentración unitaria convocada por movimientos sociales, partidos de izquierda y militantes antifascistas protesta contra la organización del congreso ultra en Coblenza. “Nazis raus, Nazis raus!” (“¡Nazis fuera, nazis fuera!”), gritan los manifestantes ante una cadena formada por decenas de policías que protegen el centro de congresos.
La pareja de simpatizantes de AfD son fisioterapeutas. Regentan una pequeña consulta. “Somos autónomos. Y nos va peor económicamente ahora que hace diez años. De nuestros ahorros depende nuestra jubilación, y con los actuales tipos de interés, se esfuman.” Tras haber dejado de votar a la CDU, la pareja es ahora fiel a AfD. “No somos nazis”, aseguran. “Sólo pensamos que el Islam no pertenece a Europa y también que la solidaridad tiene límites”.
'No somos nazis', aseguran Gerd y su esposa, 'pensamos que el Islam no pertenece a Europa y también que la solidaridad tiene límites'
En Alemania hoy no hace falta militar en movimientos neonazis para votar ultraderechista. La confianza en AfD ha dejado de ser una excentricidad en la sociedad germana. Las actuales encuestas de intención de voto otorgan alrededor entre un 13 y un 15% a la joven formación. Es decir, alrededor de uno de cada ocho alemanes está dispuesto a votar al partido liderado por Petry. Una parte sustancial de la sociedad muestra así su descontento con las élites políticas que se han turnado en la gestión del país durante las últimas décadas.
Un fenómeno alentado por la llamada crisis de refugiados y también por un desapego con los partidos establecidos que se ha venido acrecentando durante los últimos años. Numerosos asistentes al congreso con los que este reportero pudo conversar aseguran haber votado en el pasado a todo el arco parlamentario alemán, desde los conservadores de la CDU hasta los socialdemócratas del SPD, pasando por los liberales del FDP, Los Verdes e incluso la Izquierda. AfD es, sin duda, un fenómeno político transversal, como muestran las estadísticas electorales de los últimos comicios regionales.
El congreso organizado en Coblenza supone un salto en la comunicación política de AfD: el partido se ha sacudido los complejos (estratégicos o reales) sobre sus tendencias ultraderechistas aupándose en otros partidos ultras europeos que nunca ocultaron su esencia. Si durante los próximos ocho meses, el partido eurófobo e hipernacionalista consigue sobrevivir a sus luchas internas y a su arriesgada estratégica comunicativa, podría obtener un resultado electoral que genere un terremoto político en el tablero alemán, cuyas consecuencias son todavía impredecibles tanto para Alemania como para el conjunto de la Unión Europea.
Harald y Michael, exmilitantes activos de la CDU de Merkel hoy en las filas de AfD, creen que su actual partido todavía necesita madurar para alcanzar el poder. Vaticinan que las próximas elecciones federales, el partido ultraderechista obtendrá entre un 18 y un 20 por ciento de los votos. “A no ser que Alemania sufra otro atentado yihadista como el de Berlín la pasada navidad. En ese caso, podríamos superar el 20%”, pronostica Harald. Una imagen que seguro hace contener la respiración a más de uno en el actual Gobierno de Angela Merkel.
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