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¿Puede producirse un fraude electoral en EEUU como el que denuncia Trump?
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un 41% de estadounidenses lo cree posible

¿Puede producirse un fraude electoral en EEUU como el que denuncia Trump?

El Confidencial habla con un experto para analizar si el candidato podría estar en lo cierto. En cualquier caso, sus seguidores le creen, y las consecuencias van a ser gravísimas

Foto: Donald Trump durante el último debate presidencial, en varios monitores de la Universidad de Nevada. (Reuters)
Donald Trump durante el último debate presidencial, en varios monitores de la Universidad de Nevada. (Reuters)

Donald Trump se ha quitado toda atadura. Despechado por parte de su partido, acusado por numerosas mujeres de agresión sexual y hundido en las encuestas, el candidato republicano la ha tomado con todo el establishment. Ya no ataca a un partido, o candidato, o grupos de interés, sino al sistema político en sí, como un ejército que penetra la ciudad con antorchas en las manos y zapadores en las cloacas. Dice que el 8 de noviembre habrá fraude electoral y pide a sus seguidores que vigilen las urnas.

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El Confidencial ha hablado con Douglas Dow, doctor en ciencias políticas y profesor de la Universidad de Texas en Dallas, para entender las declaraciones de Trump y analizar si es posible dar un pucherazo en Estados Unidos.

“No hay ninguna prueba de fraude en las elecciones”, dice Dow. “Una de las complejidades de esto es que Trump nunca ha dicho exactamente a qué se refiere con el término ‘amañar’. En algunas declaraciones sugiere que los medios están amañando las elecciones al informar sobre las acusaciones de agresiones sexuales de estas mujeres, que invitan a la gente a abandonarlo. Otras veces sugiere que habrá incorrecciones sistémicas, cuando gente a la que no se permite votar, que no son ciudadanos estadounidenses, votan, y está dando ejemplos donde la gente vota varias veces”.

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Doug afirma que las declaraciones pueden tener una carga racial. Trump ha mencionado lugares específicos donde podría darse fraude: Chicago, Filadelfia o San Luis, todas ellas ciudades con abundante población afroamericana y latina. “Lo que está sugiriendo a sus seguidores, que son predominantemente blancos, es que deben de ir a zonas dentro de las ciudades, algunos barrios, palabras en código para referirse a precintos negros o hispánicos, y asegurarse de que no ocurran cosas ilegales. Lo que quiere decir con eso, lo deja increíblemente vago e incierto, y mucha gente tiene miedo de que está animando a sus seguidores a usar métodos de intimidación o que podría haber amenaza de violencia en algunos precintos”, continúa Dow.

Las palabras del magnate no tienen precedentes en la historia moderna de EEUU. Como explicó anoche el moderador del tercer y último debate presidencial, Chris Wallace, el traspaso pacífico del poder es una tradición fundamental de la democracia americana. Un proceso en el que “el perdedor reconoce al ganador en parte por el bien del país”. Sin embargo, Trump se negó dos veces a garantizar que respetaría el resultado.

“Tenemos ejemplos a principios del siglo XX de elecciones fraudulentas, con urnas llenas, etc. ¿Ejemplos en la historia moderna? Realmente no hay”, declara Dow. “Hay casos aleatorios de gente votando que no es quien dice que es, pero es increíblemente raro, y no hay nada de fraude sistemático”.

Los ejemplos son escasos; un estudio de la Universidad de Loyola detectó, entre 2000 y 2014, 31 casos de personas que habían votado con otra identidad. Según Douglas Dow, lo ocurrido en Florida, en 2000, cuando el demócrata Al Gore perdió las elecciones por un estrecho margen, no fue debido a un fraude sino a la escasa claridad de las papeletas. Dice que amañar las elecciones en Estados Unidos resultaría imposible.

"No hay precedentes"

Es imposible amañar una elección. La idea de amañar sugiere algo centralizado, sistemático y coordinado. Creo que hay aproximadamente 10.000 jurisdicciones de voto en Estados Unidos. Hay una variedad de máquinas y tecnologías, diferentes reglas… El fraude no puede ocurrir en un sistema que gestiona las elecciones de una forma tan descentralizada. Simplemente porque no puedes tener ese nivel de coordinación”.

El proceso no depende del Gobierno central, sino de cada estado. Y es el Partido Republicano quien domina 31 de las 50 gobernaciones del país, el mayor número desde 1999. Algunas figuras del comité nacional del partido han dado credibilidad a las amenazas del magnate; otros le riñen por cuestionar un sistema fiable.

“Nunca he visto en mi vida o en la historia política moderna ningún candidato presidencial intentando deslegitimar las elecciones antes de la votación”, declaró esta semana el presidente de EEUU, Barack Obama. “No hay precedentes. Y resulta que no está basado en hechos. Eso demuestra el tipo de liderazgo y dureza que se espera de un presidente. Empieza a lloriquear antes de que el partido haya terminado”.

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Ni siquiera los más allegados a Trump (su compañero de ticket, Mike Pence; su jefa de campaña, Kellyanne Conway, y su hija, Ivanka Trump) han respaldado las acusaciones de pucherazo. A pesar de ello, una encuesta de Politico y Morning Consult refleja que el 41% de los electores cree que sería posible un fraude para robar a Trump las elecciones. Un sentimiento que llega al 73% entre los votantes conservadores. Algo que refleja, como otras encuestas, el profundo descontento político en EEUU.

“La acusación de que las elecciones pueden ser amañadas por ventaja partidista es muy peligrosa”, continúa Dow. “Creo que socava la fe en la legitimidad de nuestro proceso electoral. No hay ninguna prueba, la campaña no ha dado ninguna, pero hay gente suficiente, seguidores de Donald Trump, que detestan a su oponente, o que simplemente han pasado a desconfiar del Gobierno en sí, y que están dispuestos a creer, sin pruebas, que hay una injusticia sistemática en las elecciones”.

Donald Trump se ha quitado toda atadura. Despechado por parte de su partido, acusado por numerosas mujeres de agresión sexual y hundido en las encuestas, el candidato republicano la ha tomado con todo el establishment. Ya no ataca a un partido, o candidato, o grupos de interés, sino al sistema político en sí, como un ejército que penetra la ciudad con antorchas en las manos y zapadores en las cloacas. Dice que el 8 de noviembre habrá fraude electoral y pide a sus seguidores que vigilen las urnas.

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