Les han acusado de racistas por organizar un escrache con silbatos y cacerolada a menores inmigrantes. Son 50 menores que llevan dos meses viviendo en un albergue municipal de Canet de Mar, en Barcelona. Los vecinos aseguran que no los rechazan por racismo, sino porque sufren continuos robos e inseguridad. Cuentan que han acosado a algunas chicas y que la policía está desbordada. Los agentes, incluso, les dan consejos para combatir a los ladrones. Pero el ayuntamiento niega estas acusaciones. La alcaldesa asegura que el número de robos no ha crecido en los últimos meses y que todo es una campaña política. Culpan de los atracos a las mafias de Europa del Este.