Es noticia
Financiar la transición ecológica es más barato de lo que parece
  1. Mercados
  2. The Wall Street Journal
no, contando con el sector privado

Financiar la transición ecológica es más barato de lo que parece

Los fondos para conseguir una economía libre de carbono pueden ser ilimitados si existen flujos de ingresos, declara Brian Moynihan, CEO de Bank of America

Foto: EC.
EC.
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El mundo necesita 4 billones de dólares al año para financiar la transición a una economía libre de carbono. ¿Parece demasiado? No lo es.

Todos los años, el sistema financiero global canaliza billones de dólares de personas que tienen dinero a personas que lo necesitan sin apenas esfuerzo. Hacer lo mismo para conseguir cero emisiones netas de carbono en 2050 está dentro de sus posibilidades. Solo necesita algo en lo que invertir.

Como dice el CEO de Bank of America Brian Moynihan: "Si hay un flujo de ingresos, entonces la financiación es ilimitada".

El hecho de que el interés de Wall Street por las finanzas sostenibles tenga una motivación económica no es ni bueno ni malo, es necesario. Trasladar una inmensa parte del capital implantado en la economía de los combustibles fósiles a las energías renovables no se puede conseguir a través de obras públicas o actos de caridad.

Foto: hidrogeno-sostenible-incentivos-marco-normativo-bra

"El Gobierno no tiene los medios, tiene que proceder del sector privado", afirma Moynihan en una entrevista. "El papel del Gobierno es crear flujos de ingresos o señales de demanda, o decretar órdenes que abran los mercados para que entre el dinero".

Vale la pena escuchar a Moynihan tanto por la considerable participación que su banco posee en la transición como porque fundamenta su postura con un lenguaje metódico de banquero, sin la retórica alarmista y orientada a la misión que impregna el debate climático. Su conclusión es sorprendente, y alentadora. En primer lugar, las cantidades en juego no son tan grandes cuando se ajusta su escala de forma adecuada. Como repite en varias ocasiones Moynihan: "No es tanto dinero". En segundo lugar, si bien la acción gubernamental es crucial, el sector privado puede, a través de sus propios compromisos con el objetivo de cero emisiones netas, crear los flujos de ingresos necesarios para movilizar fondos.

Empecemos con la cifra de 4 billones de dólares. Es la cantidad que el mundo debe invertir al año entre 2026 y 2030 en energía bajas en emisiones de carbono, eficiencia y captura de carbono para conseguir cero emisiones netas en 2050, según un informe del mes pasado de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Si lo comparamos con el producto interior bruto previsto, esos 4 billones de dólares se convierten en un 2% o 3% del PIB mucho menos intimidante. Si restamos lo que el mundo ya está invirtiendo y dejará de invertir en combustibles fósiles, y la nueva inversión se reduce aún más, hasta cerca del 1% o 2%.

Foto: EC.

Para EEUU, el incremento neto en la inversión se sitúa en torno al 1%. Es mucho, pero no algo sin precedentes. Las empresas y gobiernos ya invierten cerca del 17% del PIB. En la década de 1850, la inversión en el ferrocarril representó el 2% del PIB. El 'boom' de la tecnología de internet a finales de los años noventa y la burbuja inmobiliaria de mediados de los años 2000 consiguieron una inversión equivalente al 1% del PIB. Todo estuvo financiado con entusiasmo por Wall Street.

Este gasto no es un coste, como librar una guerra, sino una inversión en el verdadero sentido de la palabra: reporta un flujo cuantificable de beneficios futuros. Según el escenario que plantea la AIE, dichos beneficios se traducen en que el mundo gastará un 2% menos de su PIB en energía en 2050, y que las facturas de energía de los hogares se abaratarán 1.000 dólares al año en los países ricos.

Pasemos ahora a las advertencias. La AIE diseñó este escenario —una "hoja de ruta estricta pero viable"— para alcanzar cero emisiones netas y, por tanto, asume que muchas cosas saldrán bien. Lo más importante es que depende de la implantación de tecnologías que actualmente se encuentran en la fase de prototipo o demostración, como la producción de acero a partir de hidrógeno y la captura de carbono y su almacenamiento en cemento.

La adopción de nueva tecnología requiere una 'inercia' de costes decrecientes que estimulen una mayor demanda, volviendo posibles las economías de escala en la producción y la innovación, lo que reducirá aún más los costes. En el escenario de la AIE, las nuevas tecnologías tendrán que lograr la viabilidad comercial entre un 20% y un 40% más rápido que en el pasado —que es mucho pedir—.

Para activar dicha inercia, los gobiernos tendrán que intervenir en la escala. Gracias a los créditos fiscales y aranceles preferenciales, la energía eólica y la energía solar a gran escala se han expandido drásticamente desde 2009 y los costes han caído un 72% y un 90%, respectivamente, según Lazard, banco de inversión. Sin subsidios, son actualmente más baratas que el carbón y casi tanto como el gas natural.

Fijar un precio para el carbón sería de gran ayuda, y mandatos como exigir a los servicios públicos un abandono gradual de los combustibles fósiles sería casi igual de útil. Ambas acciones son difíciles en términos políticos; los demócratas rechazaron ambas en los presupuestos que implementaban la agenda del presidente Biden. Pero Moynihan cree que los mandatos en el sector privado pueden lograr bastante: "El gran cambio en los últimos cinco años han sido los compromisos con las cero emisiones netas, que crean demanda en todas las compañías del sector privado. Eso generará fondos que serán cuantiosos de forma general".

Los combustibles sostenibles de aviación (SAF por sus siglas en inglés), fabricado a base de cultivos y residuos alimenticios como aceite de cocina, tiene una huella de carbono mucho más reducida que el combustible de aviación tradicional, pero cuesta tres veces más. Como resultado, la demanda es minúscula, y dado que la demanda es minúscula, también lo es la inversión en su producción y el diferencial de costes sigue siendo amplio.

Moynihan declara que una orden que exigiese a las aerolíneas utilizar cierto porcentaje de SAF abriría las puertas a la inversión al instante: "Podemos financiar la construcción de la planta. Y, a medida que aumentas la escala, llegará dicho diferencial de precios".

Foto: EC.
TE PUEDE INTERESAR
Cómo no hacer una transición energética: el ejemplo del Reino Unido
The Wall Street Journal Rochelle Toplensky

El verano pasado, Moynihan y otros miembros de una coalición empresarial organizada por el Príncipe Carlos de Inglaterra instó a los líderes de los siete mayores países industriales a aprobar un mandato de un 10% de SAF, sin éxito. No obstante, mientras tanto, Bank of America está comprando SAF para sus propios aviones y viajes de empleados, y es una de las 60 empresas que, bajo los auspicios del Foro Económico Mundial, han establecido un objetivo de utilizar un 10% de SAF para 2030. Airlines for America, que representa a las aerolíneas estadounidenses, también está trabajando para alcanzar una meta de alrededor del 10%. Bank of America y American Airlines Group se encuentran entre los principales socios de Breakthrough Energy Catalyst, un programa liderado por Bill Gates para invertir en cuatro tecnologías bajas en carbono en fase inicial, incluido el SAF.

Bank of America está dispuesto a incrementar sus costes operativos para ser neutro en carbono, declara Moynihan. Si todas las grandes empresas hicieran lo mismo, la demanda resultante sería algo revolucionario.

Sin embargo, fuera de EEUU, el panorama es más complicado. La AIE prevé que el 70% de la inversión extra se producirá en economías emergentes cuyos mercados financieros subdesarrollados y riesgo político frenan a los inversores privados. Una solución es que prestamistas multilaterales asuman la parte más arriesgada de una inversión, así como los inversores 'junior' de un bono hipotecario asumen la mayoría del riesgo de impago.

David Elzinga: "No hay escasez de fondos, pero sí de buenos acuerdos"

En uno de tales esfuerzos, el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) declaró esta semana que está estudiando la viabilidad de un "mecanismo de transición energética" que reemplace las centrales de carbón con energía renovable. "Sin una intervención activa para sacar dichas centrales del sistema energético, no van a ser reemplazadas por renovables hasta que alcancen el fin de su vida útil", declara David Elzinga, jefe de proyecto en el BAsD.

El BAsD contribuiría con el 20% de un fondo para construir centrales de energía renovable y otro para comprar y operar centrales de carbón en Indonesia y Filipinas, y luego retirarlas pronto. Eso se gestionaría de tal forma que mantuviera la seguridad de la red a medida que las renovables se ponen en marcha, y que recapacitara a los trabajadores afectados. El banco asiático invertirá en condiciones favorables, y los inversores privados proporcionarán el resto en condiciones de mercado. "No hay escasez de fondos, pero sí de buenos acuerdos", declara Elzinga. Con la financiación en condiciones de favor del BAsD, "el bajo riesgo de los contratos de compra de energía dada su naturaleza puede atraer capital del sector privado muy competitivo".

Los CEO son, por naturaleza, personas muy optimistas, y la postura alentadora de Moynihan parece incongruente con el progreso sobre el terreno. "Es difícil entender los peligros inherentes al déficit actual en el gasto en la transición a la energía limpia", declaró el director ejecutivo de la AIE Fatih Birol el mes pasado.

Aun así, si los líderes políticos logran algún día poner en práctica los incentivos necesarios, descubrirán que el sector privado está más que capacitado para la labor.

*Contenido con licencia de 'The Wall Street Journal'.

El mundo necesita 4 billones de dólares al año para financiar la transición a una economía libre de carbono. ¿Parece demasiado? No lo es.

Bank Of America Combustibles fósiles Wall Street Sistema financiero Ecología Wall Street Journal
El redactor recomienda