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El salto a bolsa de Puig: lecciones y advertencias para los próximos candidatos al parqué
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Un debut anodino

El salto a bolsa de Puig: lecciones y advertencias para los próximos candidatos al parqué

Aunque Puig no ha vivido un debut victorioso sobre el parqué, su OPV encierra varias lecturas positivas para el interés de otros candidatos y para el conjunto del mercado nacional

Foto: Marc Puig, presidente ejecutivo de Puig Brands, en la Bolsa de Barcelona. (Reuters/Albert Gea)
Marc Puig, presidente ejecutivo de Puig Brands, en la Bolsa de Barcelona. (Reuters/Albert Gea)
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Un tedioso cierre sin cambios respecto al precio de salida queda lejos de representar la exitosa puesta de largo en bolsa con la que los dueños de Puig Brands, a buen seguro, habrían soñado. Pese a arrancar con avances que llegaron a superar el 8% en sus primeros minutos como cotizada, los ánimos se fueron diluyendo con el transcurrir de las horas hasta hacer que el grupo de perfumería, cosmética y moda de lujo cerrara en tablas su primera jornada, tras coquetear por momentos con los números rojos.

El exánime debut protagonizado por Puig en su estreno bursátil no anula, en cualquier caso, los muchos méritos acumulados en las últimas semanas y que hacen de esta una operación que puede considerarse trascendental no solo para el futuro de la propia compañía sino, en cierto modo, también para el mercado bursátil español.

Resulta evidente el papel de pionero que se puede atribuir a la OPV de Puig, al abrir un mercado, el de salidas a bolsa en España, que ha tenido sus puertas cerradas a cal y canto durante casi dos años, y que apenas había contabilizado operaciones a cuentagotas en los años previos. En un momento en que la larga lista de candidatos acumulada en los últimos trimestres comenzaba a menguar con las primeras deserciones, el grupo catalán se ha animado a tirarse a la piscina para descubrir, en última instancia, que esta estaba llena.

Y lo ha hecho, además, con un movimiento de calado, que la sitúa como la mayor operación de salida a bolsa en España desde la de Aena, en 2015 y la mayor de Europa en 2024.

Foto: El presidente y consejero delegado de Puig, Marc Puig, realiza el tradicional toque de campana en la salida a bolsa. (Reuters/Albert Gea)

Con independencia del escaso ímpetu observado en su primera jornada de negociación, la favorable acogida que ha encontrado la compañía para aterrizar en bolsa, plasmada en una fuerte sobredemanda de acciones que le permitió debutar con la mejor de las valoraciones inicialmente planteadas (incluso llegó a considerar la posibilidad de establecer un precio superior), puede suponer un aliciente decisivo para todas esas compañías que aún esperan una señal que les confirme que el momento es propicio para lanzarse a la aventura de cotizar en bolsa.

La de Puig es, además, una historia que puede servir de ejemplo a un tipo de compañías muy habituales en el entramado empresarial español, como son las de raigambre familiar, que usualmente suelen encontrar poco apetecible la posibilidad de salir a bolsa, por los problemas que puede añadir a su modelo de gestión.

Empresas familiares

Si los problemas recientes de Grifols (que han derivado, entre otras cosas, en la pérdida del poder ejecutivo por parte de la familia fundadora) parecen haber subrayado esa cara negativa, la salida a bolsa de Puig ha trazado una vía interesante y poco explorada en España, que ha permitido a los dueños de la compañía colocar en el mercado cerca del 30% de los derechos económicos cediendo apenas un 7,5% de los derechos políticos. Así, obtienen los beneficios de una operación que les reporta un capital importante para el desarrollo de su estrategia, facilita la valoración de sus activos y abre un canal directo para (eventualmente) convertir en liquidez esas participaciones, sin debilitar su control sobre el negocio.

Solo el tiempo dirá si esa dualidad de empresa abierta a los mercados pero fuertemente controlada por un grupo familiar logra desenvolverse con éxito en bolsa. De primeras, y gracias al positivo track record del negocio, no parece haber espantado a los inversores.

Conviene, sin embargo, no perder de vista que la de Puig no es una operación que pueda tomarse como base de lo que espera a las próximas empresas españolas que se planteen el salto al parqué. La compañía catalana se presenta ante el mercado con una serie de características que suelen estar en el debe de las empresas nacionales cuando buscan atraer el interés de los grandes capitales: un tamaño elevado, con una capitalización inicial cercana a los 14.000 millones de euros (cifra que solo superan 14 integrantes del Ibex 35); un perfil internacional muy marcado y reconocido –a través de marcas como Paco Rabanne y Carolina Herrera, entre otras–, que le ha valido para acaparar titulares en la prensa económica internacional de más prestigio durante todo el proceso; y la exposición a un segmento de negocio, el del lujo, de gran pujanza entre los inversores actualmente.

El tamaño, sector y perfil internacional de Puig la convierten en una anomalía en España

De entre el ramillete de empresas españolas que, actualmente, se especula que pueden estar estudiando el salto a la bolsa, son pocas las que puedan cumplir con unas características similares, lo que les obligará a resaltar en su historia de inversión otras particularidades que puedan ser capaces de granjearles la atención de los inversores.

Al margen de su hipotética influencia sobre las próximas salidas a bolsa en España, Puig por sí misma se presenta como una importante pieza en la tarea de reconfigurar el perfil de la bolsa española.

Obviamente, la compañía de perfumería no va a lograr por sí misma cambiar la idea de un mercado bursátil español poco dinámico, con empresas pequeñas y orientado hacia segmentos de poco crecimiento (especialmente, banca, energía y telefonía). Pero su dimensión internacional, su pertenencia a una industria boyante e infrarrepresentada en España como es la del lujo y su perfil internacional pueden aportar su grano de arena para volver a situar el mercado español en un mapa internacional en el que desde hace años viene ocupando posiciones muy marginales.

Foto: Interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. (EFE/Altea Tejido)

Todos estos efectos se confirmarán (o no) con el tiempo. Lo que queda, de momento, es que Puig ya forma parte de la familia bursátil española. Lo hace pisando con fuerza desde el primer momento, aunque con un estreno de más a menos que puede dejar dudas. En principio, las pocas casas de análisis que se han pronunciado sobre la compañía le dibujan perspectivas favorables, aunque algunas advierten de que las valoraciones iniciales ya son exigentes. Esta parece ser la idea que se ha impuesto entre los inversores en una primera jornada que deja poco margen para los festejos.

Puig no ha triunfado en su primera batalla en el parqué. Pero la historia bursátil está llena de casos de éxito temprano que acabaron en fiasco. Para el centenario grupo catalán, la verdadera prueba empieza ahora, en el día a día ante el mercado, y su habilidad para salir victorioso puede ser determinante para el futuro del mercado bursátil nacional.

Un tedioso cierre sin cambios respecto al precio de salida queda lejos de representar la exitosa puesta de largo en bolsa con la que los dueños de Puig Brands, a buen seguro, habrían soñado. Pese a arrancar con avances que llegaron a superar el 8% en sus primeros minutos como cotizada, los ánimos se fueron diluyendo con el transcurrir de las horas hasta hacer que el grupo de perfumería, cosmética y moda de lujo cerrara en tablas su primera jornada, tras coquetear por momentos con los números rojos.

Grupo Puig Bolsas y Mercados Españoles (BME) Salidas a bolsa
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