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El vía crucis de Grifols en los mercados: Gotham era solo un síntoma
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El vía crucis de Grifols en los mercados: Gotham era solo un síntoma

La responsabilidad del fondo bajista en el nuevo desplome de Grifols es solo la de haber puesto el foco de atención del mercado en unos fallos que persisten desde hace años

Foto: Sede Grifols. (Europa Press/David Zorrakino)
Sede Grifols. (Europa Press/David Zorrakino)
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Si la dirección de Grifols creyó en los últimos días tener bajo control la crisis desatada a inicios de año por el informe de Gotham City, el mercado se encargó de recordarle este jueves que esa está muy lejos de ser la realidad. A la empresa que dirige Thomas Glanzmann le queda mucho por hacer para recobrar la credibilidad ante los inversores.

El efecto balsámico que habían tenido los pasos dados en las últimas semanas –especialmente las maniobras para limitar el poder ejecutivo de la familia Grifols en el grupo– para contener la hemorragia generada por el ataque del fondo bajista se desmoronó de un plumazo tras la presentación de las cuentas de 2023. El hundimiento del 35% que registraron sus acciones no solo supuso encajar un castigo claramente superior al del día de publicación del informe de Gotham, sino que arrastró su cotización a sus niveles más bajos desde 2012.

A la hora de buscar culpables de este hundimiento histórico, es fácil señalar al fondo dirigido por Daniel Yu. Pero a estas alturas, la única responsabilidad que se le puede achacar es haber puesto el foco de atención del mercado en una serie de fallas que llevan caracterizando a Grifols desde hace años. Porque, sin duda, se pueden poner muchas pegas a las acusaciones lanzadas por Gotham, pero resulta indiscutible que sus dardos apuntaron hacia un grupo que ya venía marcado de antes por los recelos de los inversores. Y las cuentas presentadas este jueves han hecho poco por limpiar su imagen.

En primer lugar, porque por detrás de sus cifras principales son perceptibles movimientos que no vienen sino a confirmar lo que el fondo bajista puso de relieve de forma tan cruda en su publicación del pasado 9 de enero: las confusas relaciones entre la familia Grifols y la compañía, manifestadas ahora ya sea en forma de dividendos para la 'misteriosa' Scranton o, como revela este medio, en un crédito de más de 5 millones a su expresidente Víctor Grifols.

Foto: Logo de Grifols en su sede de Barcelona. (Reuters/Albert Gea)

También porque han venido acompañas de una nueva demostración de inconsistencias comunicativas que resultan difícilmente perdonables para una compañía de su magnitud. Y menos en las circunstancias en las que se encuentra. Si cabía esperar una presentación impoluta, capaz de desterrar cualquier duda persistente entre los inversores, la publicación de unas cuentas sin el visto bueno del auditor representó una invitación a la desconfianza que las explicaciones posteriores de la compañía –que lo achacó a problemas administrativos de KPMG y aseguró que tendrían su sello sin salvedades en los próximos días– no lograron aplacar.

La escasez de indicaciones, al menos inicialmente, sobre el proceso de venta de Shanghai Raas, también pudo agudizar el nerviosismo de los inversores, acelerando las ventas matutinas (que podían tener, en un principio, mucho de recogida de beneficios, tras la recuperación cercana al 40% desde los mínimos registrados tras el ataque de Gotham).

El agujero de las cuentas

Pero ante todo porque, una vez más, las expectativas generadas en torno a la recuperación de su negocio se han visto defraudadas. La indicación, durante la conferencia de analistas celebrada a primera hora de la tarde, de que los flujos de caja libre del grupo alcanzarán a lo largo de 2024 un punto de equilibrio (es decir, se situarán en torno a cero) fue calificada como una "decepción" por parte de las principales casas de análisis, que esperaban que el grupo registrara al fin este año una caja positiva, con proyecciones entre 300 y 600 millones de euros. La justificación de esta estimación por "cuestiones contables" careció de la claridad necesaria para evitar una nueva ola de desconfianza entre los inversores.

No puede pasarse por alto que, en esta crisis, una de las barreras de defensa para Grifols han sido las altas expectativas en torno a su negocio

No puede pasarse por alto que, en esta crisis, una de las principales barreras de defensa para Grifols han sido las altas expectativas existentes en torno a su negocio. Las elevadas perspectivas de crecimiento del sector, unidas a la sólida posición en el mercado del grupo catalán, han convencido a analistas e inversores de que sus indiscutibles "pecados" eran merecedores de cierta indulgencia.

Sin embargo, hace ya varios trimestres que Grifols se muestra incapaz de transformar ese escenario prometedor en cifras convincentes y el mercado parece cada vez menos dispuesto a esperar por un futuro brillante que no termina de concretarse.

A menudo se olvida que en el informe de Gotham, entre denuncias sobre prácticas contables sospechosas, también se incluían advertencias sobre un desempeño que –tal y como se desprende de la evolución de sus márgenes– dejaba bastante que desear frente a sus competidores. No era algo desconocido para el mercado. Tampoco lo son los fallos hoy evidenciados por la compañía. Sí ha sido extraordinaria, en cambio, su reacción. Para muchos, probablemente, exagerada. Para otros, sin embargo, el precio justo de una desazón cocinada durante muchos años. Antes, incluso, de que Gotham dirigiera su foco justiciero contra la compañía.

Si la dirección de Grifols creyó en los últimos días tener bajo control la crisis desatada a inicios de año por el informe de Gotham City, el mercado se encargó de recordarle este jueves que esa está muy lejos de ser la realidad. A la empresa que dirige Thomas Glanzmann le queda mucho por hacer para recobrar la credibilidad ante los inversores.

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