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First Republic y el nuevo azote de la crisis bancaria: no vuelve 2008, se acaba 2022
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First Republic y el nuevo azote de la crisis bancaria: no vuelve 2008, se acaba 2022

El retorno de las tensiones en la banca estadounidense pone de nuevo en evidencia las amenazas que se ciernen sobre un sector que ve agotarse su mejor momento en el ciclo actual

Foto: Oficina de First Republic en San Francisco. (Justin Sullivan/ Getty)
Oficina de First Republic en San Francisco. (Justin Sullivan/ Getty)
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Los mercados financieros han experimentado en las últimas horas una especie de salto hacia atrás en el tiempo. El regreso de First Republic a la primera plana informativa ha avivado los rescoldos de una crisis bancaria que algunos se habían apresurado a dar por finiquitada.

La noticia de que la entidad estadounidense había sufrido durante el primer trimestre del año una huida de alrededor de 100.000 millones de dólares en depósitos provocó un rápido contagio al conjunto de la banca estadounidense (el índice financiero KBW firmó este martes su mayor tropiezo en cinco semanas, al restar un 3,44%), que no ha tardado en contagiar a las entidades europeas, que vuelven a caer este miércoles tras firmar también el martes su mayor caída desde el pasado marzo.

Este rebrote de tensiones ha obligado a desempolvar el mismo ramillete de argumentos empleados hace apenas un mes, cuando la caída del Silicon Valley Bank provocó una ola de tensiones que puso en el disparadero a otras muchas entidades, incluida la propia First Republic. Ahora, como entonces, se insiste en las particularidades del caso y la improbabilidad de que un banco de la magnitud de First Republic pueda ocasionar una tormenta sistémica.

Foto: Sucursal de First Republic Bank. (Reuters/Mike Segar)

Lo cierto es que lo conocido ahora en torno a First Republic no es otra cosa que el parte de incidencias de las turbulencias del pasado marzo, que provocaron una ola de inseguridad en torno a algunos nombres de la banca mediana estadounidense que derivó en fuga de depósitos y que han obligado a esta entidad con casi 40 años de historia a abordar una serie de medidas que dificultarán su capacidad para generar ganancias en los próximos años. Aunque la mayor parte de los expertos consideran que las soluciones implementadas deberían evitar su caída, el título de “muerto viviente” que le dedicaba esta semana el Wall Street Journal habla a las claras de lo difícil que se plantea su recuperación.

Sea como fuere, resulta obvio que la trascendencia de los problemas de First Republic para los mercados van mucho más allá de su propio devenir, puesto que radica en la posibilidad de que puedan estar anunciando (o incubando) problemas más generales.

Desde este punto de vista, la visión reinante en el sector es la tendente a minusvalorar los riesgos, confiados en los sólidos niveles de capital, exceso de liquidez y buenas perspectivas de resultados de la gran mayoría de los grandes bancos a ambos lados del Atlántico. Y es que, sin duda, resulta muy difícil trazar un camino directo por el que incluso un colapso de First Republic pudiera transformarse en problemas sustanciales para el conjunto del sector.

Cuando los temores se abren paso en la banca internacional es muy difícil ponerles coto

Sin embargo, como la experiencia del pasado marzo volvió a recordar, la estabilidad de la banca se basa, en última instancia, en un componente de confianza que ni siquiera precisa de motivos muy razonados para saltar por los aires. La senda que condujo hace escasas semanas del colapso de SVB a la fusión forzada de Credit Suisse y UBS tampoco habría sido fácil de predecir. Y es cierto que la caída del histórico banco helvético debe entenderse como el resultado de años de malas decisiones que lo habían dejado en una situación muy comprometida. Pero su desenlace podría haber sido muy diferente si no hubiese mediado una crisis de confianza que lo puso bajo la lupa de inversores y clientes justo cuando trataba de implementar la hoja de ruta que debía apuntalar su futuro.

Los episodios de especulación que seguidamente rodearon a Deutsche Bank refuerzan esa impresión de que cuando los temores se abren paso en el sector financiero internacional resulta muy difícil detener su propagación, incluso cuando el detonante parece un asunto menor.

“La idea errónea, en mi opinión, es que los posibles efectos indirectos de la quiebra de un banco no están necesariamente, o no exclusivamente, relacionados con su importancia sistémica”, apunta en una nota publicada este miércoles Alpay Soytürk, responsable de regulación de Spectrum Markets.

De hecho, y aunque se confíe en la capacidad de los bancos centrales para conjurar el peligro de una caída en cadena como la que se produjo en la anterior crisis financiera, parecen inevitables ciertas secuelas de impacto universal.

Foto: Sede del Banco Central Europeo. (Reuters/Heiko Becker)
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Durante el episodio de tensión financiera del mes pasado, los expertos proyectaron dos impactos de gran relevancia. Por un lado, se auguró una contracción del crédito que acabaría dañando el crecimiento económico. Por otro, se planteó la posibilidad de una creciente lucha por los depósitos que drenaría rentabilidad al sector.

Precisamente, este temor estuvo muy presente este martes cuando las acciones de Santander sufrieron un revés cercano al 6% tras presentar unas cuentas en las que, entre otros puntos de debilidad, resaltaba una sensible caída de los depósitos en paralelo a un incremento de los costes de los mismos.

Es evidente que ni el banco que preside Ana Botín ni cualquiera de las entidades españolas cotizadas se acerca a situaciones de estrés en sus balances como las que han puesto en cuestión el futuro de First Republic. Pero también lo es que cualquier paso atrás en la fortaleza económica o cualquier repunte del coste de los depósitos puede resultar en una merma de rentabilidad que obligue a los inversores a replantear sus perspectivas, poniendo en cuestión la preferencia que han otorgado a la banca en los últimos trimestres.

Ningún dato parece sugerir la idea de que podamos estar en ciernes de un nuevo 2008, una crisis financiera de magnitudes globales

Ha pasado poco desde que la primera ola de turbulencias financieras se llevó por delante a SVB y, en cierta medida, a Credit Suisse, por lo que aún resulta difícil calibrar cuáles serán sus secuelas reales sobre la economía. Ningún dato parece sugerir la idea de que podamos estar en ciernes de un nuevo 2008, una crisis financiera de magnitudes globales, pero probablemente tampoco sea necesario eso para que los inversores vuelvan a poner en cuarentena a los bancos.

De momento, parecen empezar a temer que lo mejor para el sector en el actual ciclo podría haber quedado atrás. El escenario ideal de 2022, en el que los bancos empezaban a recoger la parte positiva de las subidas de tipos, sin necesidad de asumir repuntes similares en los costes de depósito o financiación ni preocuparse por un deterioro de la economía parece sentenciado. Así se explica que la banca europea se mueva hoy más de un 12% por debajo de su máximo anual, mientras las entidades estadounidenses cotizan cerca de niveles del pasado 2020. Y el regreso de First Republic a los titulares no hace sino reforzar esa sensación.

Los mercados financieros han experimentado en las últimas horas una especie de salto hacia atrás en el tiempo. El regreso de First Republic a la primera plana informativa ha avivado los rescoldos de una crisis bancaria que algunos se habían apresurado a dar por finiquitada.

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