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Prisa y Telefónica: hora de centrarse en el negocio (con permiso de la política)
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Prisa y Telefónica: hora de centrarse en el negocio (con permiso de la política)

La compañía encuentra una solución satisfactoria a los planes de salida de Telefónica, pero sigue teniendo tarea por delante para evidenciar el supuesto valor oculto de su acción

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Nuevamente, la política se entremezcla en los pasos del Grupo Prisa. La irrupción en el capital de la compañía editora del diario El País de un grupo de empresarios españoles bien relacionados con el Gobierno –al comprar un 7,07% del capital a Telefónica– representa la última muestra de que en la sala de mando de Gran Vía, 32 sigue habiendo un espacio relevante reservado a las influencias que llegan de Moncloa. Nada que no quedara de relieve con el reciente bloqueo a las pretensiones de Vivendi de reforzar su posición en el grupo de medios.

Con demasiada frecuencia, la política y los negocios no han encontrado un encaje satisfactorio y la propia Prisa debe parte de los convulsos episodios de su historia más reciente a tejemanejes con un claro aroma a política. La misma presencia de Telefónica en el capital del grupo podría entenderse ya a estas alturas más desde una lógica diplomática que como resultado de su propia estrategia puramente empresarial y su salida puede leerse como la resolución de una distracción que en poco ayudaba a priorizar su negocio.

Lo que supone todo esto es que, para el accionista informado de Prisa, las influencias políticas representan un elemento casi ineludible, que, ceñido a ciertos límites, no tiene por qué alterar el perfil de riesgos que presenta la compañía. De hecho, se entiende, que ese componente político ya tiene su reflejo en las valoraciones que otorga el mercado a la compañía, en forma de descuento.

El peso de la política en Prisa ya supone un descuento en la valoración que le da el mercado

Así puede entenderse que, sobre el parqué, la operación anunciada en la mañana de este jueves recibiera una lectura inicial favorable, con ganancias que llegaron a superar el 3,5%. En el mercado hace tiempo que se contemplaba la probabilidad de que Telefónica optara, tarde o temprano, por deshacerse de su paquete accionarial, una amenaza de desinversión que a buen seguro ha supuesto un lastre en los últimos meses para la cotización del grupo de medios.

Pero ahora, la operadora ha efectuado la parte principal de ese movimiento (aún le resta 1,95% del capital) con una venta privada que no solo permite absorber ese paquete de acciones con la entrada de un grupo de accionistas con vocación, aparentemente, de estabilidad, sino que se ejecuta a un precio de 0,68 euros por acción, lo que implica una prima cercana al 17,5% respecto al cierre en bolsa del día anterior. “Se puede ver como un mensaje de reafirmación y confianza en el futuro de la compañía”, observa Juan Peña, analista de GVC Gaesco.

Foto: Vista de la fachada del edificio de la sede en Madrid del Grupo Prisa. (EFE/Luca Piergiovanni)

Prisa viene luchando desde hace años por dejar atrás una marejada que ha llegado a poner en cuestión su propia viabilidad y trazar una hoja de ruta que permita mirar con optimismo al futuro del grupo. En ese camino, las negociaciones para la refinanciación de la abultada deuda o las desinversiones han sido (amén de los sucesivos embrollos accionariales) movimientos cruciales, pero, al mismo tiempo, factores de distracción que han dificultado enfocar la atención sobre la evolución de los distintos negocios del grupo.

Ahora, en cambio, la editora de ‘El País’ presenta un escenario en el que, por primera vez en mucho tiempo, son las cifras puras y duras de su actividad las que parecen llamadas a marcar la visión de Prisa en los mercados. Con un liderazgo fuerte, representado por el presidente de Amber, Joseph Oughourlian, y apuntalado por Vivendi y –es de presumir– el nuevo grupo de accionistas españoles; con el reciente acuerdo para la refinanciación de su deuda; y, ahora, con la reducción de los riesgos de venta por parte de sus principales accionistas (aunque no puede descartarse que otros sigan el camino de Telefónica), Prisa parece estar adentrándose en un escenario, sin duda, menos vibrante que el que ha atravesado en los últimos años, pero, probablemente, más apropiado para llevar a cabo sus planes de reestructuración.

La venta de Telefónica hace poco por mostrar el supuesto valor oculto del negocio

Tras presentar recientemente los resultados del primer trimestre, en el que logró dejar atrás los números rojos que le han acompañado tan insistentemente en los últimos tiempos, Oughourlian afirmó que “el Grupo está en un momento decisivo en el que todos los cambios acometidos nos permiten abordar el futuro centrados en el crecimiento de los negocios y focalizados en el interés de nuestros accionistas y empleados”. Como observa Manuel Lorente, analista de Mirabaud Securities, “la perspectiva de que Prisa se centre en la mejora operativa de sus negocios nos resulta refrescante a los que llevamos años siguiéndola”. Sin grandes hitos externos en el calendario más próximo, las condiciones parecen ahora las idóneas (siempre que el perfil político del grupo no se desborde).

Pero nada de esto significa que hacer resurgir el negocio y su imagen ante los mercados vaya a ser una tarea sencilla. A los negocios de Prisa, y en especial a su ramo de medios, le queda una larga carrera por delante para alcanzar niveles de monetización suficientes para hacer viable su estructura. Y el negocio de educación en Latinoamérica pende en gran medida de las siempre inestables perspectivas económicas de la región.

Se puede entender que estos desafíos son cuestiones ya contempladas en el precio de una acción que hoy por hoy acumula pérdidas cercanas al 40% respecto a sus niveles de hace solo 11 meses. La dirección del grupo ha insistido con frecuencia en que en Prisa se encuentra un valor oculto que el mercado no está sabiendo detectar. Pero, como advierte Lorente, en este sentido, la operación de Telefónica –vendiendo a precios casi un 70% inferiores a los que registraba Prisa hace cuatro años– hace poco por apuntalar esa idea del elevado valor oculto en la compañía. Serán necesarias más pruebas de que la nueva realidad de la compañía empieza a dar frutos antes de que los inversores le entreguen su confianza.

Con un avance al cierre del 0,17%, que le deja más de un 15% por debajo del precio pagado por los nuevos accionistas del grupo, los inversores han dejado claro que no se dejarán seducir tan fácilmente.

Nuevamente, la política se entremezcla en los pasos del Grupo Prisa. La irrupción en el capital de la compañía editora del diario El País de un grupo de empresarios españoles bien relacionados con el Gobierno –al comprar un 7,07% del capital a Telefónica– representa la última muestra de que en la sala de mando de Gran Vía, 32 sigue habiendo un espacio relevante reservado a las influencias que llegan de Moncloa. Nada que no quedara de relieve con el reciente bloqueo a las pretensiones de Vivendi de reforzar su posición en el grupo de medios.

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