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Vídeo: una bandada de vencejos y un acueducto romano, historia y naturaleza
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Vídeo: una bandada de vencejos y un acueducto romano, historia y naturaleza

Estos inquilinos del aire, que llegan a pasar el 90% de su vida en vuelo, muestran una especial querencia por sobrevolar los monumentos históricos, poniéndoles banda sonora y dotándolos de vida

Foto: Vencejo común. (SEO/Birdlife)
Vencejo común. (SEO/Birdlife)

Para los gustos y necesidades de los vencejos, que nos pasamos la vida en vuelo y hasta dormimos en el aire, hay un risco muy extraño, enorme, que ofrece todo lo que un vencejo pueda desear. Se encuentra en una vaguada rodeada por dos ríos a los que, al caer la tarde, vamos a cazar insectos voladores. Es un peñasco muy alto, con largas paredes verticales y lleno de esas repisas que tanto nos gustan para posarnos por un segundo y volver a saltar al aire.

El risco debe ser muy viejo, quién sabe cuánto, porque la erosión ha pulido todas las aristas y abierto miles de agujeros, ideales para esconder nuestros nidos. Además, hay pocos depredadores capaces de atraparnos al vuelo y esos animales que merodean alrededor mirando hacia arriba, a todas horas, no parecen peligrosos. Y aunque de noche parece que la luz del sol no se apaga, a nosotros no nos molesta. Ya he dicho que los vencejos dormitamos mientras volamos a gran altura, en la oscuridad.

Pero lo mejor de este risco son unos enormes agujeros, pasadizos por los que nos colamos en pandilla chillando a toda velocidad, por esas trayectorias nuestras que parecen trazadas en el aire con líneas invisibles para todos excepto para nosotros. Dicen que hasta no hace mucho por la parte alta del risco corría un arroyo. En la actualidad el cauce está seco, pero nosotros seguiremos viniendo aquí cada primavera. Y ahora que los pollos ya han volado y nos toca regresar a África, creo que echaremos de menos los juegos aéreos a alta velocidad.

Para los gustos y necesidades de los vencejos, que nos pasamos la vida en vuelo y hasta dormimos en el aire, hay un risco muy extraño, enorme, que ofrece todo lo que un vencejo pueda desear. Se encuentra en una vaguada rodeada por dos ríos a los que, al caer la tarde, vamos a cazar insectos voladores. Es un peñasco muy alto, con largas paredes verticales y lleno de esas repisas que tanto nos gustan para posarnos por un segundo y volver a saltar al aire.

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