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Los alquimistas del callejero que transforman una plancha de aluminio en un icono de Madrid
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unos 60.000 emblemas en total

Los alquimistas del callejero que transforman una plancha de aluminio en un icono de Madrid

Miguel, Cristina, José o Beatriz son algunos de los nombres que cada día trabajan en la fábrica de placas de Aranjuez, que surte a la región de cartelería con la que diferenciar calles o marcar las advertencias a vehículos: "Es distinto cada día"

Foto: Todo un arsenal de colores y materiales. (L.B.)
Todo un arsenal de colores y materiales. (L.B.)

Cuando uno conduce llega a su destino guiado por señales de tráfico desplegadas por carreteras y autovías, con permiso del GPS, claro. A priori parecen pequeños rótulos que muestran dónde ir o a qué velocidad recorrer ese tramo, pero pueden llegar a medir casi metro y medio –en el caso de las señales circulares, de unos 1.200 milímetros– o más, como es el caso de las triangulares que avisan de peligros sobre ruedas. "Es una locura, pero ya nos hemos acostumbrado", bromea Miguel, uno de los trabajadores de la fábrica de placas más potente de la Comunidad de Madrid, en la que se cocinan mucho más que las señales de la carretera.

Las características placas azules y blancas de las calles de Madrid también se producen en esta factoría de Aranjuez, donde se alisan, pintan o preparan para salir a sus emplazamientos. No todas son para un uso inmediato, pues a veces se guardan para reponer las láminas que secuestran los vándalos. En total, según el Ayuntamiento, la ciudad puede albergar más de 60.000 placas en la vía pública, aunque no es una foto fija: la cifra real está en constante cambio y se debe casi exclusivamente, según el Consistorio, a los robos callejeros.

placeholder Un trabajador coloca una placa de la Plaza de Mondariz de Madrid. (Ayuntamiento de Madrid)
Un trabajador coloca una placa de la Plaza de Mondariz de Madrid. (Ayuntamiento de Madrid)

En Api Fabricación se preparan cada año 370 placas y se sustituyen 612 de media de las calles, muchas de ellas guardadas como stock para sustituir las que desaparecen o tienen que desecharse. Estas instalaciones proveen a la ciudad de Madrid de sus singulares chapas de aluminio –o a veces, de acero– coloreadas de azul oscuro. El nombre técnico de este modelo, que coexiste en la capital con otros prototipos de cerámica para las vías históricas, es el MU-41. Cristina es una de las trabajadoras que prepara estos materiales para almacenar.

Entró hace apenas ocho meses y, tras años dedicándose principalmente a la vendimia, ver diseños distintos cada día le ha terminado gustando, para su sorpresa. "Hacemos muchas cosas, tiene bastante de tarea mecánica, pero no es aburrido", comenta, entre risas. A su lado está Antonio, que sí llegó a la fábrica con una formación técnica en diseño gráfico. Golpea suavemente una de las láminas de tráfico recién preparadas para mostrar su robustez. "Estas pueden durar hasta diez años si todo va bien", asegura.

placeholder Cristina coge unos diseños antes de pasarlos a laminar. (L.B.)
Cristina coge unos diseños antes de pasarlos a laminar. (L.B.)

De la plancha de aluminio a la placa de Cibeles

El director general de la factoría, Carlos Díaz, abrió las puertas de toda la planta para mostrar al detalle cada paso de fabricación. A su lado está Juan Cruz Martínez, que también dirige el gran taller. Ambos explican que el trabajo diario funciona como una cadena: si una de las partes se rompe, el resultado será imposible de lograr. Y hay cuatro engranajes fundamentales. "Lo primero es limpiar y preparar bien la materia prima", señala Cruz Martínez. La forma de hacerlo, añade Díaz, es utilizando una "plancha de aluminio" estándar que se corta a medida gracias a una máquina láser.

Luego se coge otra herramienta para plegar y "dar volumen" a la pieza. La parte "más difícil", advierten los directores, es la de pintar. Según la temperatura a la que se aplique el color –que en su última fase se deja calentar en un horno especial–, y por un margen muy fino, habrá más o menos opciones de que se pierda con el tiempo. El desgaste es un riesgo que tienen "muy en cuenta" a la hora de fabricar, así que la guinda la pone un tratamiento químico antigrafiti para prevenir, precisamente, que alguien estropee el mobiliario urbano.

No solo trabajan para el Ayuntamiento de Madrid, sino que distribuyen sus creaciones a otras partes de España. Pero para el Consistorio continúan realizando los modelos tan icónicos que luego presiden espacios clave de la capital, desde la Plaza de Cibeles o la de Mondariz, a la extensísima calle de Alcalá. Cada una de ellas puede costar unos 100 euros a las arcas municipales. El delegado del área municipal de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, visitó también ese día las instalaciones.

El secuestro de John Lennon

Recordó que la Administración local instaló 247 placas azules para nuevas vías el año pasado y superó por poco la media anual de sustituciones, con 627 carteles repuestos y otros 20 que hubo que pasar a limpiar. Lo más curioso es que las estampas más robadas son también las más aclamadas: como las del paseo de John Lennon, que "algunos seguidores de The Beatles sustraían como trofeo", puntualizan desde el Ayuntamiento. El tributo en el distrito de Moncloa-Aravaca al presentador Pepe Domingo Castaño, que falleció el año pasado, es la lámina más reciente que ha incorporado la ciudad, pues los primeros ejemplares datan del siglo XIX.

placeholder Un trabajador de la fábrica de placas de Aranjuez ultima una nueva señal de tráfico. (L.B.)
Un trabajador de la fábrica de placas de Aranjuez ultima una nueva señal de tráfico. (L.B.)

El tiempo pasa y ahora es gente como José o Beatriz la que mantiene al día el callejero urbano desde un rincón de Aranjuez. El primero es laminador desde hace 22 años. "El más joven de todos los veteranos en la fábrica", bromea. Acaba de recibir una placa prácticamente lista que pasará a manos de su compañera para numerar sus partes, etiquetarlo todo y poder guardarla a buen recaudo. Pero, antes de almacenarla, lanza una advertencia: "Algún día la veréis por Madrid".

Cuando uno conduce llega a su destino guiado por señales de tráfico desplegadas por carreteras y autovías, con permiso del GPS, claro. A priori parecen pequeños rótulos que muestran dónde ir o a qué velocidad recorrer ese tramo, pero pueden llegar a medir casi metro y medio –en el caso de las señales circulares, de unos 1.200 milímetros– o más, como es el caso de las triangulares que avisan de peligros sobre ruedas. "Es una locura, pero ya nos hemos acostumbrado", bromea Miguel, uno de los trabajadores de la fábrica de placas más potente de la Comunidad de Madrid, en la que se cocinan mucho más que las señales de la carretera.

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