Circuitos 23, el gran contenedor de artistas emergentes y obras en el Madrid de los jóvenes

No es sencillo encontrar convocatorias para jóvenes artistas en el Madrid actual. Si a esto le sumamos la permanencia en el tiempo, que le da un cierto punto de importancia y excelencia, casi que resulta imposible pensar que existan. Menos aún que hayan permanecido a lo largo de estos años. Y sin embargo, Circuitos, promovido por la Comunidad de Madrid, es una especie de gran contenedor de artistas y obras, que en sus 34 ediciones ha sabido juntar y valorar el arte emergente más vibrante de estos años.

Ahora, con la ayuda del comisario Tolo Cañellas, se puede ver una selección formada por diez artistas, menores de 35 años y residentes en Madrid. Todos ellos muestran algunos de los problemas, dudas y preguntas que estas nuevas generaciones se hacen a sí mismos y a los demás. La exposición se puede ver en la Sala de Arte Joven, en Avenida de América, hasta el 21 de enero.

“Los diez proyectos seleccionados dentro en la exposición plantean preguntas sobre el papel de la tecnología en la formación de la identidad y en la evolución de la percepción tradicional del arte”, comenta Cañellas, de 49 años, que además ha formado parte del jurado que les ha seleccionado. “Asimismo, esta muestra consiste en una invitación a explorar y comprender las complejidades de la existencia humana en un mundo cada vez más interconectado”.

Y continua, avisando de cómo funcionan estos mundos, en los que lo digital y lo artesanal se dan la mano, “las pantallas comparten espacio con paredes repletas de dibujos”. Estos nativos digitales plantean sus preocupaciones e inquietudes, que se mueven entre el medio ambiente y las dinámicas sociales.

Pantallas y más pantallas

Para Cañellas hay varios puntos en común entre la mayoría de las obras. “Creo que la memoria y las pantallas son determinantes”, enumera, mientras comenta piezas como "Adonde quieres llegar: Arqueología del silicio", de Juan de Andrés Arias, o "Ecosistemas de postnaturaleza", de Miguel Sbastida. Las dos, obras que se introducen y funcionan como insólitas desviaciones de lo real, donde poder reformular a su antojo conflictos anteriores.

Por otro lado, la resignificación de un pasado que no se ha conocido, pero el cual se les ha legado, también juega y funciona como un claro exponente de los intereses que se les presenta. Es el caso de “las estrategias de resistencia indisciplinada de Fran Sabariego Uceda, los tejidos narradores de historias de Elián Stolarsky, el videojuego fotográfico de Ignacio Navas o las visiones inconscientes de Laura San Segundo”.

Un recorrido coreografiado

Para un comisario, el que se le plantee una propuesta de este tipo, donde las obras ya han sido seleccionadas, a veces resulta difícil. Por aquello de hilar y unir personas y piezas que pudieran no tener mucha relación entre sí. “Al principio me encontré con que mi trabajo podría ser más de coordinador. Pero enseguida me di cuenta de que había que establecer una comunicación con los artistas y situar sus obras en el espacio de la galería”, reflexiona Cañellas, que decidió cubrir los ventanales que dan al exterior, de esta forma se ha creado un lugar mucho más teatral, jugando con las luces y todo aquello que circunda a las piezas.

La sala, que dispone de dos plantas y un añadido, donde está situada la (t)rampa escultórica de Inés Cámara, una de los trabajos más interesantes de la muestra, permite poder moverse y plantear pequeñas zonas independientes, además de seguir una especie de recorrido a través de la mente de estos nativos digitales. “El proyecto de Ines Cámara aún estaba a medias cuando yo comienzo a hablar con ella. Lo que le propuse es que esa rampa que ella había ideado, también fuese un objeto escultórico. Una obra que puede remitir vagamente a aquellos artistas vascos de los setenta y ochenta llama”, cuenta Cañellas. “La rampa tiene dos partes, son dos trozos, dos piezas. Una que se presenta como escalera y otra parte, que tiene un perfil más de escultura”.

Jóvenes, certámenes y Madrid

Para este comisario, ya curtido en diferentes frentes y exposiciones, que trabajó recientemente en Madrid con una amplia muestra dedicada al videoartista Carles Congost, convocatorias como Circuitos, ayudan de algún modo a dar algo de estabilidad a los artistas más jóvenes, ya que se les concede a cada una bolsa de 3.000 euros. “También sirve para que puedan introducirse en el mercado del arte”, comenta Cañellas. “Y darse a conocer entre otros comisarios, que su trabajo sea seleccionado en un certamen como este es un foco de visibilidad, ya luego cada cual sabrá cómo utilizarlo, pero sí que es interesante e importante poder hacerse un hueco”.

Circuitos es la convocatoria decana dentro del concurso de este tipo en la Comunidad de Madrid, una oportunidad para poder mostrar el trabajo de estas nuevas generaciones. Y también porque no, hacerse una idea de los intereses y por donde puede llegar a transitar el arte contemporáneo de nuestra ciudad, aquel que hacen los artistas que viven en Madrid y que se relacionan con nosotros.