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Dentro del portal de la mujer asesinada por su pareja en Carabanchel. ¿Por qué nadie conocía a Tatiana?
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la importancia del tejido vecinal

Dentro del portal de la mujer asesinada por su pareja en Carabanchel. ¿Por qué nadie conocía a Tatiana?

Los vecinos de la urbanización donde asesinaron a Tatiana y a su hija de cinco años apenas sabían nada de ellas. ¿Cómo es posible? Estos edificios gestionados por fondos de inversión provocan una rotación de residentes constante

Foto: Vista desde el interior del edificio. (A. F.)
Vista desde el interior del edificio. (A. F.)

Normalmente, cuando sucede una tragedia como la ocurrida la pasada madrugada en Carabanchel, los residentes de la zona, allegados a la víctima, estallan de rabia y desconcierto. Los vecinos más cercanos suelen conocerse entre ellos. Al menos distinguirse a simple vista, coincidir en un parque con los niños o hablar de tanto en tanto en el ascensor. Nada de esto les ocurre a quienes residen en el portal 62 de la calle Jacobeo de Madrid. Apenas un par reconoce haber visto en persona a Tatiana, asesinada junto a su hija de apenas cinco años a manos del padre de la menor.

La noche del domingo, Anthony S. accedió a la vivienda en la que todavía convivía con su expareja, según relató el padre de esta ante los medios de comunicación. El presunto autor acabó con su vida y con la de su hija. En el domicilio también residían otros tres menores y una adulta, pero el asesino solo se ensañó con su antigua familia. Tenía sus objetivos claros.

Tatiana, de 25 años, vivía en el tercero de un bloque de cinco pisos. Trató de huir y se refugió en el garaje. Residentes del vecindario explicaron a El Confidencial que a media noche sonó la alarma de una motocicleta, por lo que el dueño bajó hasta la planta menos uno para comprobar que su vehículo estaba en buen estado. Fue entonces cuando se encontró a la joven desangrándose.

Dentro del mismo edificio, los vecinos apenas se conocen entre ellos. El que más y el que menos lleva un par de años residiendo en esas viviendas. El trasiego de mudanzas es incesante: de hecho, horas después del asesinato del portal, aparecieron algunos trabajadores para continuar con una obra en el 5ª A.

Foto: Una empleada de la limpieza en el garaje donde ha aparecido uno de los cuerpos. (EFE/Daniel González)

Puerta a puerta

Primer piso: abre un hombre de unos 30 años. Reconoce que escuchó algo de barullo a media noche, pero no le dio demasiada importancia. Además, no es la primera vez que oye peleas en este edificio, aunque no sabe reconocer exactamente de qué piso provienen. No conocía a la víctima.

Segundo piso: se escucha una voz de una mujer al otro lado de la puerta. Decide no abrir para no dar declaraciones a los medios. Dice que todavía está tratando de asimilar lo ocurrido. En el piso de enfrente, abre una chica también jovencísima. Habla por teléfono con su madre sobre la tragedia de esta madrugada. Tampoco conocía a la víctima. Lo que le sorprendió fue el fuerte ruido en las escaleras durante la noche.

placeholder Vista del tercer piso desde las escaleras del portal. (A.F.)
Vista del tercer piso desde las escaleras del portal. (A.F.)

Tercer piso: vivienda de la mujer y menor asesinadas.

Cuarto piso: un hombre de mediana edad reconoce que escuchó el estruendo. Es la única persona que también asegura haberla visto un par de veces. Y a la menor, que de vez en cuando llevaba un patinete rosa. Justo antes de hablar con este periódico, este hombre debatía con su familia sobre quién viviría en el resto de pisos del edificio. Otros miembros de su familia llevan tres años viviendo en ese apartamento, pero no conocen a nadie de la urbanización.

Quinto piso: un chico abre la puerta. La noche del domingo se fue a dormir en torno a las 12 de la noche y tampoco escuchó nada. Lleva unos seis meses viviendo en el piso.

Había jaleo, pero no sabían dónde

La mayoría tenía constancia de que allí se producían peleas y altercados, pero no dónde. Ni quiénes eran los protagonistas de las discusiones. La realidad es que no existe ningún tipo de tejido vecinal en esta urbanización. La retórica de la unidad de residentes de los barrios del sur se muere entre el cemento duro y gris de estos edificios. ¿Por qué? Por la rotación constante de inquilinos. Son pisos de alquiler propiedad de un fondo de inversión. Los residentes en estos portales van rotando en función del precio.

Y el perfil dista mucho de los vecinos de las urbanizaciones aledañas. Está dentro del PAU de Carabanchel, la zona más moderna del distrito. La diferencia es que la renta en estos pisos es inferior: la precariedad define estas viviendas, a diferencia de los pisos de una calle más atrás. "Siempre ha sido una zona más chunga", asegura a este diario un vecino que vive a unas cinco calles de la vivienda de la víctima.

Además de familia y amigos, establecer vínculos con los vecinos aumenta la confianza en una misma en el momento de pedir ayuda

Estos dos factores son cruciales en los casos de violencia de género. Una portavoz de la Comisión 8-M, que ha preferido guardar el anonimato por trabajar a diario con víctimas, explica cómo la red social es "fundamental" para prevenir estas situaciones. Además de familia y amigos, establecer vínculos con los vecinos aumenta la confianza en una misma en el momento de pedir ayuda. La experta reseña, también, cómo la dependencia económica y los hijos menores a cargo anclan a las mujeres a sus maltratadores. Y como si de una espiral se tratase, esa precariedad también dificulta en ocasiones generar lazos con los vecinos.

Un grupo de mujeres feministas de la Casa del Barrio de Carabanchel convocó una concentración en repulsa de este asesinado la tarde del lunes. "Los ricos también se matan", señala su portavoz, María José Gallego, "pero no ser independiente económicamente dificulta mucho las cosas". ¿El problema? "Hay una falta de redes de apoyo", señala a este periódico. "La organización feminista ha caído y eso se nota", continúa.

La joven había denunciado a su agresor por una discusión con violencia en 2020. La Fiscalía pidió cárcel para el acusado

La portavoz de la asociación recurre a un ejemplo personal para contextualizar la falta de tejido social: "Me di cuenta de que una chica de mi edificio bajaba por las noches a la calle con sus dos hijos. Un día me acerqué a preguntarle y terminó confesando que vivía una situación de violencia en casa; aprovechaba para salir cuando él estaba trabajando. Ahí pudimos ayudar, porque de casualidad era mi vecina", continúa. María José reconoce la labor de los organismos oficiales, pero asume que no es suficiente. Por ello, y para tratar de evitar finales tristes como el de Tatiana, quieren convertir la Casa del Barrio en un espacio seguro donde quienes se sientan amenazadas puedan acudir de manera extraoficial a pedir ayuda.

Marta Pérez, trabajadora social de la red municipal de violencia de género, explica a El Confidencial que la red vecinal es útil porque los vecinos son los encargados de llamar a la policía en situaciones de riesgo. "Muchas veces también se lavan las manos", argumenta refiriéndose a la incomodidad que genera la violencia, "pero siguen siendo importantes".

La Policía Nacional continúa a cargo de la investigación. La joven peruana había denunciado previamente a su agresor por una discusión con violencia en 2020. De hecho, la Fiscalía Provincial de Madrid llegó a solicitar más de un año de prisión para el acusado. No obstante, el caso se resolvió en un juicio rápido en diciembre de 2022, según la sentencia del Juzgado de lo Penal número 37 de Madrid, a la que ha tenido acceso este periódico. Anthony negó los hechos y Tatiana declaró que no se acordaba bien de lo que había sucedido. El tribunal absolvió al actual presunto asesino de la joven.

Normalmente, cuando sucede una tragedia como la ocurrida la pasada madrugada en Carabanchel, los residentes de la zona, allegados a la víctima, estallan de rabia y desconcierto. Los vecinos más cercanos suelen conocerse entre ellos. Al menos distinguirse a simple vista, coincidir en un parque con los niños o hablar de tanto en tanto en el ascensor. Nada de esto les ocurre a quienes residen en el portal 62 de la calle Jacobeo de Madrid. Apenas un par reconoce haber visto en persona a Tatiana, asesinada junto a su hija de apenas cinco años a manos del padre de la menor.

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