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Ira, envidia y venganza en Betanzos: asesinó a la mujer del jefe (y amante) de su pareja
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JUICIO POR ASESINATO

Ira, envidia y venganza en Betanzos: asesinó a la mujer del jefe (y amante) de su pareja

Fue un crimen que lo tuvo casi todo: infidelidad, acoso y venganza con una ejecución chapucera. Una mujer asesinada de un disparo en la nuca en su casa y un hombre sentenciado por un jurado popular. Veredicto: culpable

Foto: Alberto Serrano, acusado de asesinar a una mujer en 2021, en el juicio del crimen de Oza. (EFE/Cabalar)
Alberto Serrano, acusado de asesinar a una mujer en 2021, en el juicio del crimen de Oza. (EFE/Cabalar)

Veredicto: Culpable. Por unanimidad del jurado y por los tres delitos que le imputaba la Fiscalía: asesinato, tenencia ilícita de armas y allanamiento de morada. Declaró que entró en la vivienda de San Pedro de Porzomillos (Oza-Cesuras) a robar, pero su versión hacía aguas por todas partes al contraponerla a todos los testimonios y pruebas periciales en su contra. Alberto Serrano, de 52 años, pasó nueve días sentado en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de A Coruña ante el jurado popular que a las 17:56 de esta tarde hizo público su veredicto. Es el final de un juicio que destilaba rencor, ira y venganza con una infidelidad como desencadenante, pero no como único móvil.

Todas las pasiones más bajas enredadas en la madeja de un ajuste de cuentas por el que se enfrenta a 29 años de cárcel por los tres delitos. Serrano fue encontrado culpable de matar a Cristina Núñez el 15 de enero del 2021 en su vivienda de Oza-Cesuras, un pequeño municipio próximo a Betanzos. Cristina tenía poco más de 30 años; un hijo muy pequeño, un padre ennoviado con la dueña de la empresa y un marido que era el jefecillo de Sandra, la mujer de Serrano. Todos siguen vivos menos ella. Estaba sola en casa viendo la televisión y recuperándose de una cirugía reciente cuando el asesino entró con una mochila. Iba equipado con una pistola semiautomática, dos cargadores y abundante munición, cadenas y esposas (todavía con la etiqueta de la tienda), y la intención -dijo- de robar junto a su cómplice, un viejo amigo al que no delató en estos dos años de prisión provisional hasta el juicio, pero del que no hay evidencias.

El asesino persiguió a la víctima por la vivienda en una "una cacería en su propia casa", según el relato de la fiscal; del salón principal al baño del segundo piso, pasando por el tejadillo para saltar a la cubierta del garaje y, de allí, al porche. Después la ejecutó por la espalda de un disparo en la nuca. Ella, cuyo pecado era ser la mujer del jefe, murió en el acto.

Al acusado lo detuvieron enseguida en una finca contigua, en la parte trasera de la casa. Se había clavado un hierro del forjado exterior en la ingle y sangraba abundantemente agazapado entre unos matorrales. "Yo no hice nada", proclamó en cuanto lo cercaron los agentes del Instituto Armado. En la bolsa, un chaleco reflectante que dio positivo en "residuos de disparo". El mismo chaleco amarillo que varios vecinos sitúan en la escena con un único hombre voluminoso y ropa oscura que salió "arrastrándose" de la propiedad.

Tenía el coche a unos cuantos metros, pero no logró escapar porque los vecinos, que oyeron los gritos de auxilio de Cristina y el jaleo por el tejado antes del silencio, llamaron a Emergencias. Cuando lo arrestaron, el acusado sufrió un infarto. Las pruebas periciales señalan inequívocamente que tenía restos de pólvora en la ropa y que actuó solo, de acuerdo a los investigadores, aunque su defensa trató de sembrar las dudas con algún supuesto socio que nunca apareció y una pisada ajena en el pijama de la víctima.

De la intimidad al acoso sexual

En los nueve días de un juicio en el que tomó la palabra, Alberto Serrano no aclaró por qué eligió, precisamente, la casa del jefe de su mujer, contra el que tenía más de un motivo. Deslizó que era adicto a las drogas y que consumía más de lo que ganaba conduciendo el camión. Este lunes, en su último turno de palabra, pidió "perdón" por haber ido a robar sin saber que "su compañero iba armado", insistiendo en que él no fue quien disparó y señalando a un fantasma. Tampoco explicó sus conversaciones o la relación con la víctima, ya que ambos fueron conscientes de que sus respectivas parejas -que eran jefe (el viudo) y empleada- tenían un lío y mantuvieron durante meses una relación íntima que prueban cientos de conversaciones por Whatsapp. La víctima llegó a espetarle a su ejecutor, en un intercambio de mensajes, que si ella quería, tenía acceso a las cámaras de la empresa y podrían hacer que despidesen a su mujer, según fuentes del caso. La rabia y la ira estaban servidas.

La cosa acabó muy mal porque la trabajadora acabó denunciando por acoso sexual y laboral a su antiguo jefe, al que unos meses antes había estado muy unida. Para la fiscal, "es un crimen motivado por un fuerte ánimo de venganza por motivos laborales, cuyo germen es una relación personal entre la mujer del acusado y el marido de la víctima". Descarta por completo el robo porque en la casa no faltaba "ni un tenedor".

Después de dos semanas de juicio, el veredicto popular fue contundente y unánime contra Serrano, en prisión provisional desde enero del 2021 sin que su presunto partner in crime para el robo, al que su defensa trató de endilgarle el asesinato en la vista, haya dado señales de existir. "Su relato es inverosímil frente a la contundencia y precisión de los informes periciales", cerró la fiscal. La acusación pedía para el asesino la prisión permanente revisable.

Veredicto: Culpable. Por unanimidad del jurado y por los tres delitos que le imputaba la Fiscalía: asesinato, tenencia ilícita de armas y allanamiento de morada. Declaró que entró en la vivienda de San Pedro de Porzomillos (Oza-Cesuras) a robar, pero su versión hacía aguas por todas partes al contraponerla a todos los testimonios y pruebas periciales en su contra. Alberto Serrano, de 52 años, pasó nueve días sentado en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de A Coruña ante el jurado popular que a las 17:56 de esta tarde hizo público su veredicto. Es el final de un juicio que destilaba rencor, ira y venganza con una infidelidad como desencadenante, pero no como único móvil.

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