Los guiris hacen planes para hacer amigos: el Madrid oculto que solo habla inglés
Los expatriados anglosajones han creado una comunidad en donde comparten los mismos médicos, peluqueros y tatuadores a través de grupos en redes sociales
Para Mary Kate, de 31 años, es posible vivir en Madrid sin hablar español. Así lo ha hecho desde que llegó de Ohio, Estados Unidos, hace dos años. No es un caso aislado: cada año, el porcentaje de extranjeros es mayor y, con él, crece el número de personas que, independientemente de su conocimiento del idioma y del país, tratan de hacerse hueco en la capital. En la Comunidad de Madrid hay actualmente 6.835.854 personas empadronadas, de los que 1.037.671 son extranjeros, es decir, el 15%.
La comunidad angloparlante ha crecido a tal punto que ahora hay muchos negocios enfocados en dar el mejor servicio posible a lo que se conoce como expats, la palabra anglosajona que se utiliza para definir a los expatriados. Se trata de extranjeros con un cierto poder adquisitivo que buscan vivir en Madrid sin tener apenas que adaptarse a la sociedad española. Muchos, además, se hacen compañía y combaten así la soledad que produce la migración.
En este contexto, lugares como The Social Hub, un coworking ubicado en la cuesta de San Vicente; Sebra, un estudio de tatuajes en la Latina, y las clases de yoga en el Retiro se han convertido en punto de encuentro irrenunciable para los expats. Se trata en todos los casos de negocios que se han adaptado para que una vez el expat ponga un pie dentro del local, este se sienta como en casa.
En estos espacios, todos viven consagrados a poder vivir Madrid sin hablar ni jota de español. Los camareros hablan un inglés perfecto, la señalización está adaptada, la música es extranjera, la comida es internacional y los talleres que duran horas hacen sentir a los asistentes en casa a pesar de estar en realidad no muy lejos de la Gran Vía.
“Tenemos grupos en redes donde la gente comparte sus experiencias como expats en Madrid, y por eso todos vamos al mismo tatuador, nos cortamos el pelo en las mismas peluquerías y hasta nos arreglamos los dientes en los mismos dentistas”, asegura Kate.
El tener una buena experiencia como extranjero en un local y que esta sea compartida en redes le asegura al negocio en cuestión que detrás vendrán muchos más expats en busca de sentirse cómodos a la hora de pedir un servicio en una ciudad desconocida. En muchos casos, los propios dueños de los locales son también extranjeros que han visto en esta comunidad una oportunidad de negocio.
Kate ha pasado días enteros en la ciudad sin tener que esforzarse en pensar una sola palabra en castellano. “A veces, con una simple frase con la que sepas pedirte una copa o comida es suficiente”, asegura en un inglés rotundo y con marcado acento de los Grandes Lagos. Desde Sebra explican por su parte que crearon este espacio en el estudio de tatuajes porque vieron que había una demanda muy grande por parte de los extranjeros de contar con un espacio seguro.
"No consideran una necesidad integrarse dentro de la sociedad madrileña"
Además de tatuar, la dueña se ha vuelto un referente dentro de la comunidad. Esto la ha animado cada vez más a buscar la integración de los expats haciendo actividades como meriendas en el Retiro o quedadas para pintar o coser en el Templo de Debod. “No consideran una necesidad integrarse dentro de la sociedad madrileña”, asegura.
La cuenta de Madrid Expats de Instagram tiene más de 11.000 seguidores. En ella, el dueño organiza actividades cada fin de semana para extranjeros que viven en Madrid.
El hombre detrás de la cuenta se llama Mohamed, pero desde que llegó a España hace 15 años decidió que su nombre artístico iba a ser Rafa. “Los españoles me empezaron a llamar Moha y no me gustaba. Entonces me bauticé como Rafa, es más fácil para los extranjeros, son solo cuatro letras y todos lo entienden”, explica el fundador de Madrid Expats.
La población extranjera que reside en la Comunidad de Madrid es joven: el 82,2% tiene entre 15 y 64 años, frente al 65% de la población española que está en esta franja de edad. Este perfil de personas es el mismo que asiste a las actividades de Rafa cada fin de semana.
Rafa trabaja como programador para una empresa madrileña, pero todos los fines de semana desde la pandemia organiza rutas de senderismo y quedadas con otros extranjeros que buscan divertirse y vivir nuevas experiencias a pesar de que muchas veces no tienen con quién hacerlo. “Me sentía solo después del covid, y pensé que encontrarme con más gente que se sintiera igual podría ayudarme”, cuenta. Ahora cobra ocho euros para que la gente se comprometa a asistir a la actividad.
De estos encuentros surgen amistades y hasta algún que otro noviazgo, pero lo más importante, explica Rafa, es que la gente puede sentirse cómoda hablando en su idioma con otros. Muchos incluso aprovechan para practicar su español sin sentir la vergüenza de verse vigilados y corregidos por los españoles que suelen tener alrededor. “La gente se puede sentir muy sola siendo extranjera en Madrid”, reconoce.
En España, en total, hay casi cinco millones de personas que sufren soledad no deseada
Para Rafa lo más difícil de migrar es el choque cultural y el idioma. Cree que estas dos cosas aumentan la soledad y hacen más difícil integrarse. En Madrid, la soledad no deseada la sufre un 10% de la población, según la encuesta sobre el covid que Madrid Salud llevó a cabo en 2020. El panorama en el resto del país no es nada esperanzador. En España, en total, hay casi cinco millones de personas que sufren soledad no deseada, lo que representa un 13,4% de la población, según el Observatorio de Soledad No Deseada SoledadES. De ellos, el 21,9% son personas entre los 16 y los 24 años, lo que quiere decir que el fenómeno afecta casi al doble de personas jóvenes con respecto a los más mayores.
“Veía a mucha gente salir sola que se perdía en Madrid o que quería hacer planes, pero no sabía cómo”, cuenta Rafa. Ahí se le ocurrió que, si iban todos juntos, compartían la comida y después del paseo se tomaban algo todo, podría ser más agradable. Por eso decidió empezar a crear su comunidad de expats en Madrid, que ya tiene más de 4.000 personas que han asistido a alguna de las actividades que organiza.
Este fin de semana han quedado decenas de extraños que no hablan español para probar comida típica española en una cervecería por Conde de Casal. “We are meeting for typical spanish tapas”, reza la publicación de Instagram: van a quedar para tomar lo que definen como tapas típicas españolas.
Ahora, Rafa se siente más integrado, está aprendiendo polaco y afirma que es todo gracias a su comunidad y las actividades que hacen. “Cada persona es un mundo, y de cada una aprendo algo”, dice en un esforzado castellano que, fruto de sentirse cada vez mejor en Madrid, también está mejorando.
Para Mary Kate, de 31 años, es posible vivir en Madrid sin hablar español. Así lo ha hecho desde que llegó de Ohio, Estados Unidos, hace dos años. No es un caso aislado: cada año, el porcentaje de extranjeros es mayor y, con él, crece el número de personas que, independientemente de su conocimiento del idioma y del país, tratan de hacerse hueco en la capital. En la Comunidad de Madrid hay actualmente 6.835.854 personas empadronadas, de los que 1.037.671 son extranjeros, es decir, el 15%.
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