Sánchez recupera los bastiones históricos del PSOE en Madrid por el miedo a Abascal

Los resultados de las elecciones del 23-J han dejado un panorama incierto en la política española. La derecha se ha llevado una victoria agridulce. Lejos de conseguir la mayoría absoluta, y a pesar de ser la lista más votada, al Partido Popular no le dan los números para gobernar con Vox. En concreto, en la Comunidad de Madrid, los socialistas han reconquistado algunos de sus bastiones históricos perdidos en el 28-M. Si bien en las municipales el PSOE consiguió formar gobierno en lugares como Fuenlabrada y Alcorcón por la unión de fuerzas de la izquierda, el mapa se tiñó de azul en las autonómicas.

La inmediatez de las generales hacía presagiar que los electores escogiesen la misma papeleta, pero la fortaleza del PP se vio diluido con las mil y una vidas de Pedro Sánchez. El líder del partido autonómico, Juan Lobato, presumía este lunes de que uno de los dos escaños que ha subido el PSOE corresponden a la federación madrileña, tras pasar de 10 a 11 diputados. "Estamos orgullosos del trabajo realizado", declaró. Aseguró, también, que estaban "contentos, satisfechos y abriendo camino para 2027".

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El PSOE se ha visto beneficiado por el conocido como voto reactivo a Vox. "Más vale Frankenstein conocido que Vox por conocer", según el análisis de Metroscopia tras conocerse los resultados. El trasvase de votantes socialistas hacia la derecha no se ha producido porque el miedo a los de Abascal tuvo más peso en las urnas.

Los socialistas se han convertido en el partido más votado en Leganés, Parla, Getafe, Móstoles, Corpa, Ciempozuelos, Estremera y San Fernando de Henares, municipios donde Ayuso superó el porcentaje de Lobato. Es decir, el PP consiguió ser la lista más votada en las autonómicas. En Móstoles, por ejemplo, alcanzaron hasta 20 puntos porcentuales de ventaja por delante de los socialistas. Este 23-J, el más votado volvió a ser el PSOE. Dentro de la capital, también se han hecho, de nuevo, con el histórico y rojo barrio de Vallecas. El conocido voto dual hizo mella en la región madrileña: escoger papeletas muy distintas en comicios diferentes con apenas 60 días de diferencia. Estos dos últimos meses han sido clave para que se produzca este fenómeno.

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Tras la victoria del PP en mayo, los populares han formado gobierno con Vox en comunidades autónomas como Extremadura y la Comunidad Valencia, además de en multitud de municipios del país. La desaparición de concejalías de Igualdad y la censura de actos culturales ha provocado que el electorado de izquierdas se movilice para frenar al avance de la ultraderecha.

Eso, y que Núñez Feijóo no es Ayuso. Así lo dejaron entrever los votantes populares la noche electoral en Génova. Cuando el líder del Partido Popular salió al balcón defendiendo que habían ganado las elecciones, el gentío comenzó a corear Ayuso, Ayuso.

Mayo fue un descalabro

Los resultados de mayo fueron nefastos para el partido socialista en Madrid. Salvaron algunos municipios como Alcorcón–por apenas 40 votos– y Fuenlabrada, pero no fue suficiente. El mítico cinturón rojo de la costa marrón se diluyó con el ciclón de Isabel Díaz Ayuso, algo que no esperaban desde el PSOE. Lobato confiaban en que la fuerza de sus alcaldes socialistas también arrastrasen votos en las autonómicas, pero no fue así. De hecho, perdieron municipios como Arganda del Rey y Alcalá de Henares. Muchos electores votaron a un primer edil del PSOE y se decantó por Ayuso en la Comunidad. Fue un chasco. Ahora, el conocido como voto reactivo a Vox ha jugado un papel esencial en el 23-J.

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Isabel Peleteiro, de IMOPinsights, explica que hasta ayer, el voto a Sánchez era en clave de reconocimiento por la gestión del equipo de Gobierno. Sin embargo, según han ido avanzando las semanas, y mientras los de Vox entraban a gobiernos locales y autonómicos, los votantes de izquierdas se decantaron por frenarles los pies. No se escogió a Sánchez, sino que se condenó a Abascal. Todo esto, además, unido a que la mayoría de las encuestas pronosticaban una victoria de Feijoó, pero sin mayoría absoluta. Iba a depender de Vox para gobernar. Desde Metroscopia justifican el desajuste de sus pronósticos porque el medio millón de votantes socialistas que se esperaba que iban a la derecha, finalmente no lo hicieron.

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Además, los socialistas se han consolidado en los pocos municipios donde se mantuvieron al alza en mayo, como Patones o Fuentidueña del Tajo. Y han conseguido superar al Partido Popular, también, en el polémico San Fernando de Henares. Es en este pueblo madrileño se derribaron decenas de viviendas por el fiasco de la ampliación de la línea 7B de Metro. Los vecinos salieron a manifestarse y exigieron multitud de responsabilidades al Ejecutivo regional, pero el PP se proclamó la lista más votada. Algo ha cambiado. Sánchez ha conseguido aglutinar el voto de la izquierda y ha recuperado este clásico municipio socialista.

Vallecas, Villaverde y Usera

En la ciudad de Madrid también se han producido estos giros. En el emblemático distrito de Vallecas, el PSOE ha vuelto a proclamarse como la fuerza más votada. El Partido Popular ha ganado en todos los distritos de Madrid, excepto en cuatro, en los que se ha impuesto el partido socialista: Usera (37,1%), Villaverde (39,4%), Villa de Vallecas (33,1%) y Puente de Vallecas (40,7%).

Es en este último donde la diferencia se agudiza. Además de que más del 40% de la población votó al partido socialista, Sumar alcanzó un 23,3%, apenas tres décimas por debajo de los de Feijoó. En Villa de Vallecas, apenas hay dos puntos porcentuales de diferencia entre el PSOE y el PP. Y en Villaverde y Usera vuelven a incrementarse las distancias, con entre siete y 10 puntos de margen.

Además, la participación en estos cuatro distritos ha aumentado en comparación al mes de mayo. En Usera, ha pasado del 59,1% al 64%; en Villaverde, del 60% al 66%; en Puente de Vallecas, del 59,7% al 64%; y en Villa de Vallecas, del 67,1% al 71%. También, durante las semanas de campaña se hizo hincapié en el voto útil, destinado a ir a las urnas pensando en bloque ideológico y con el fin de no permitir la entrada de la ultraderecha a las instituciones.