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El misterio del edificio de Correos de Valencia: ¿qué hacemos con esta joya arquitectónica?
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El misterio del edificio de Correos de Valencia: ¿qué hacemos con esta joya arquitectónica?

Con un coste de casi 24 millones de euros, el nuevo Palacio de Comunicaciones que adquirió la Generalitat Valenciana en 2021 encamina su futuro a museo turístico en lugar de a espacio ciudadano

Foto: El interior del antiguo edificios de Correos de Valencia. (EFE/Manuel Bruque)
El interior del antiguo edificios de Correos de Valencia. (EFE/Manuel Bruque)

Al igual que el antiguo Palacio de Telecomunicaciones de Madrid -vieja central de correos y telégrafos- se convirtió en sede municipal (hecha Palacio de Cibeles), la Generalitat Valenciana adquirió en 2021 el edificio de correos en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Lo hizo por 23,9 millones de euros en una operación polémica que se justificaba por la oportunidad para que la autonomía adquiriera un edificio bien señero. De paso, daba respuesta a la necesidad de Correos de deshacerse de una instalación que se le había quedado demasiado grande, enorme ante el cambio en los nuevos usos del mercado. A la Generalitat le servía (o debía servirle) de emblema en pleno kilómetro cero, una suerte de bis del Palau de la Generalitat. Un estandarte con un solo problema: qué hacer con él.

El misterio del antiguo edificio de Correos no tiene que ver con fenómenos paranormales, sino con la anormalidad de que tres años después siga en el mismo limbo. Si Correos -con Juan Manuel Serrano al frente- se quitó un lugar inhóspito al que le sobraban metros cuadrados, la administración valenciana -primero Ximo Puig, después Carlos Mazón- no ha resuelto el entuerto de a qué dedicar su inmueble premium.

De Bien de Relevancia Local, con cuatro plantas y más de 9.000 metros cuadrados, el edificio representa el encuentro entre el eclecticismo francés y el modernismo valenciano. Su esfera, su vidriera y su torreta metálica sobresalen del conjunto. Pero tras ese continente, ¿qué contenido? ¿Se trata de un patrimonio para tenerlo (una posesión) o un espacio para darle uso?

Foto: El tráfico se empieza a reabrir parcialmente en la zona del barrio valenciano de Campanar días después del incendio que se cobró la vida de diez personas. Al fondo, el edificio calcinado. (EFE/Manuel Bruque)

Con el nombre inicial de Palau de les Comunicacions, sus primeros usos se dedicaron a acoger una de las principales exposiciones del Año Sorolla, algunos eventos corporativos y como espacio social durante las Fallas: el balcón alternativo al Ayuntamiento, en la acera de enfrente.

En ese paso del qué tenemos al qué queremos, el nuevo gobierno autonómico ha pasado de cuestionar la adquisición del edificio y su destino como balcón fallero a convertirlo en parte de un sorteo abierto al público: la web Mascletà per a tots ofrecía 50 entradas diarias para ver del 1 al 19 de marzo el espectáculo pirotécnico. Se ha celebrado el sorteo por el Presidente de la Generalitat, reza ahora el portal.

Foto: Santiago Calatrava, en una imagen de archivo. (EFE)
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Desde el inicio se ha justificado la escasa claridad respecto al plan de usos en las dificultades técnicas. Una distribución enrevesada de salas y espacios que no facilita la creación de un espacio abierto. En esa búsqueda de soluciones, la alcaldesa de Valencia, María José Català, propuso en su candidatura convertirlo en el Museo Fallero dedicado a mostrar a través de realidad virtual, inteligencia artificial y piezas reales, una fiesta declarada patrimonio inmaterial de la humanidad. La operación requeriría una cesión o convenio entre administraciones.

placeholder La Generalitat adquirió el edificio en 2021. (EFE/Manuel Bruque)
La Generalitat adquirió el edificio en 2021. (EFE/Manuel Bruque)

En una primera señal del posible futuro del edificio, la habitual presentación del cartel de Fallas para 2024 abandonó el Ayuntamiento y tuvo lugar en el antiguo Correos. Una declaración de intenciones. La conversión en espacio expositivo fallero haría que en el centro, escalando hasta la cúpula, se levantara una falla, a modo de dinosaurio en un museo de historia natural.

Obligaría a reconfigurar la arquitectura de los espacios falleros, que cuenta ahora con su propio museo en el barrio de Monteolivete, con la Ciudad del Artista Fallero en Benicalap (donde abundan los talleres artísticos) y con la exposición efímera del Ninot, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

Si acaba teniendo un uso puramente expositivo (más allá de cuál sea su temática), se perderá la oportunidad de abordar un edificio privilegiado del centro de la ciudad desde otra perspectiva: la del uso ciudadano frente al uso encorsetado como lugar de visitas. En un momento de congestión turística de los centros urbanos, donde Valencia no es una excepción, sería deseable que la administración repensara a qué dedica los edificios que le pertenecen, más allá de convertirlos en otro centro temático al que acceder con tickets.

Al igual que el antiguo Palacio de Telecomunicaciones de Madrid -vieja central de correos y telégrafos- se convirtió en sede municipal (hecha Palacio de Cibeles), la Generalitat Valenciana adquirió en 2021 el edificio de correos en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Lo hizo por 23,9 millones de euros en una operación polémica que se justificaba por la oportunidad para que la autonomía adquiriera un edificio bien señero. De paso, daba respuesta a la necesidad de Correos de deshacerse de una instalación que se le había quedado demasiado grande, enorme ante el cambio en los nuevos usos del mercado. A la Generalitat le servía (o debía servirle) de emblema en pleno kilómetro cero, una suerte de bis del Palau de la Generalitat. Un estandarte con un solo problema: qué hacer con él.

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