Es noticia
Cuando las viviendas económicas pueden ser iconos arquitectónicos: el caso Finca Roja
  1. España
  2. Comunidad Valenciana
urbanismo

Cuando las viviendas económicas pueden ser iconos arquitectónicos: el caso Finca Roja

Frente a nuevos barrios sin planes de usos pensados para sus vecinos, como Turianova, Valencia sigue mirando a su Finca Roja como ejemplo de una manera ambiciosa de habitar

Foto: Fachada de La Finca Roja. (Flickr/Antonio Marín Segovia)
Fachada de La Finca Roja. (Flickr/Antonio Marín Segovia)

En qué momento dejamos de ver las viviendas de protección oficial, las viejas leyes de casas baratas, como un estímulo arquitectónico. En lugar de ser oportunidades vibrantes con la que desafiar obras canónicas sometidas al corsé del mercado, las nuevas promociones destinadas a VPO se han convertido por lo habitual en moldes con apenas margen para las soluciones creativas.

Parte del problema hay que encontrarlo en el crash del 2008 y el parón de empresas públicas y licitaciones, desde entonces sin alegrías ni espacio para promociones ambiciosas.

El freno de mano echado y las políticas de la nostalgia -en término de Grafton Tanner- que sitúan a proyectos de hace casi un siglo como ejemplos duraderos de vivienda económica. Iconos que, como el de la Finca Roja en Valencia, parecen alumbrar innovaciones que hoy estarían repletas de apelativos rimbombantes: coliving, comunidad creativa o emprendimiento residencial. Solo que el de la Finca fue un proyecto de 1929 en una área semiperiférica de Valencia que se hizo centro.

Las costuras de la ciudad iban reventándose y esta zona despoblada de la calle Jesús, a un paso de la actual Plaza de España, parecía propicia para dirigir el crecimiento. Con aspecto de fortaleza, torres como estandartes y una piel recubierta de ladrillos rojos, la excentricidad de esta ‘especie rara’ parecía un implante de la Viena Roja y la política residencial de Höfe.

Foto: El complejo turistico y residencial Port Saplaya.

Bordeando su centenario, la Finca Roja es celebrada justo por lo mismo que las grandes promociones recientes no parecen tener en cuenta. La Finca daba buenas condiciones inmobiliarias a bajo precio; la Finca proporcionaba tiempo para encontrarse con los vecinos -con un enorme patio interior con ínfulas de plaza-; la Finca se proponía que las cerca de dos mil personas a las que daba cabida, a través de 378 viviendas, tuvieran un cinturón de equipamientos comunes para hacer piña (si les daba la gana).

Ese carácter vecinal define hasta hoy su personalidad, y en parte ha atraído a creadores como el dibujante Paco Roca (que tuvo allí su estudio) o al cineasta Paco Plaza, quienes han hecho su acercamiento con curiosidad de entomólogos. Plaza, junto al productor Enrique Lavigne, trató de rodar en su interior la película La abuela. Ambos la definen como lo más parecido a este lado del mundo al edificio Dakota de La semilla del diablo. Entre otras cosas, por el respeto que infunde su conjunto unitario. Una gran película se larva entre sus carnes.

Con todas sus diferencias, es inevitable comparar la respuesta de la Finca frente a modelos como el de Turianova, el barrio que acaba de estrenarse junto al nuevo hospital La Fe y que con cerca de 500 viviendas ya disponibles (la previsión es que llegue a las 2.300) es un contínuo de edificios sin ningún interés arquitectónico que fía toda su lubricación social a la capacidad que tenga el futuro centro comercial para crear vecindad. A riesgo de hacer comparaciones extemporáneas, la diferencia entre Turianova o la Finca Roja es la misma que hay entre un almacén respecto a una plaza del pueblo.

Foto: Dos personas pasean por El Saler, en una imagen del año pasado. (EFE/Biel Aliño)

Los pisos de la Finca se vendían en origen entre las 16.000 y las 21.000 pesetas, de las cuales se descontaba un 15%. Estaba enmarcada en la Ley de Casas Barata y destinada sobre todo a oficinistas. Se pagaban a treinta años. Pero a pesar de las condiciones ventajosas, en su ‘lanzamiento’ solo el 25% se vendieron: ni era un contexto propicio ni era una zona deseada.

En la deriva de la urbe hacia sus ensanches, la Finca no solo no quedó anulada, sino que su personalidad se vio reforzada: el aumento de población incrementó el número de espectadores. Los bloques vecinos se convirtieron en parte de la Finca en cuanto a que la realzaron, por contraste. El complejo de viviendas se hizo bunker vecinal y acabó definiendo su territorio colindante. Ir a la Finca Roja ha acabado siendo geolocalizador de un barrio.

No fue casualidad. La ambición impregnaba el proyecto antes de que el ladrillo rojo fuera cubriendo sus muros: en sus entrañas convivía un ambulatorio, un bar, una guardería, una cooperativa de consumo o un club social. Casi un siglo después, la Finca Roja -más allá de la veneración arquitectónica- debería ser un concepto urbano descatalogado, superado por iniciativas más actualizadas, y sin embargo…

En qué momento dejamos de ver las viviendas de protección oficial, las viejas leyes de casas baratas, como un estímulo arquitectónico. En lugar de ser oportunidades vibrantes con la que desafiar obras canónicas sometidas al corsé del mercado, las nuevas promociones destinadas a VPO se han convertido por lo habitual en moldes con apenas margen para las soluciones creativas.

Noticias de Comunidad Valenciana
El redactor recomienda