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LAS CLAVES DEL 14-F

Guerra civil en la derecha, el soberanismo avanza y el PSC y la abstención liquidan a Cs

El 14-F no ha sido un tsunami. Ha supuesto un reajuste entre bloques. De mayor intensidad en el constitucionalista. El soberanismo crece, pero dentro de los parámetros desde 2010

Foto: Foto: El Confidencial Diseño.
Foto: El Confidencial Diseño.

Los resultados electorales en Cataluña se pueden analizar, y no es un juego de palabras, de dos maneras: de izquierda a derecha o de arriba a abajo. Si se analizan en términos ideológicos clásicos (conservadores y progresistas), aunque esta clasificación es ciertamente difícil de establecer cuando el factor determinante es la independencia, el resultado es que ERC, PSC, En Comú Podem y la CUP suman 83 diputados, es decir, el 61,5% de los 135 escaños del Parlament. Por lo tanto, bastante por encima de los 61 diputados de hace cuatro años. Los partidos de izquierda, en definitiva, han avanzado de forma relevante.

Foto: Imagen: Learte Opinión

Pero si el análisis se hace a la luz de lo que realmente determina el voto en Cataluña, como es el ‘procés’, aunque también influye la ideología, el resultado muestra que la suma de los partidos soberanistas (ERC, JxCat y la CUPG-G) llega a los 74 diputados, lo que supone una clara mayoría absoluta (el 55%). Eso quiere decir, por el contrario, que los partidos constitucionalistas (PSC, Vox, En Comú Podem, Ciudadanos y Partido Popular) suman 61 diputados, cuatro más que hace cuatro años.

Estos trasvases de votos son relevantes en el corto plazo, ya que pueden determinar la configuración del futuro Gobierno de la Generalitat, pero si la mirada se hace con mayor perspectiva, teniendo en cuenta lo que ha sucedido en la última década (cuando comenzó el ‘procés’) los resultados muestran una singular estabilidad entre bloques. Los 74 diputados obtenidos por los independentistas se sitúan en un nivel intermedio entre los 76 escaños de 2010 y los 70 de 2017, cuando una gran movilización del voto constitucionalista (con el triunfo de Ciudadanos) rebajó su presencia en el ‘parlament’. Es decir, en Cataluña, pese a lo que parece, nada se mueve en términos de bloques relacionados con la autodeterminación.

Esta distribución, sin embargo, no tiene en cuenta la complejidad de la política catalana, donde el eje derecha-izquierda o, incluso, la línea vertical que une a los partidos independentistas, se rompe por todo tipo de razones. Y la realidad es que una suma ‘transversal’ similar a la mayoría de la moción de censura que llevó a la Moncloa al presidente Sánchez (PSC, ERC y En Comú Podem) daría 74 escaños, mayoría absoluta. El tiempo dirá si fragua esa alianza que tanto Illa como Aragonés han rechazado ‘a priori’.

El triunfo de la izquierda, lógicamente, tiene su contrapartida en los partidos de la derecha más o menos tradicional. La suma de Vox, Ciudadanos y PP alcanza los 20 diputados, justamente la mitad de los que cosechó hace cuatros años. Y, lo que no es menos significativo, ese resultado rompe una senda ascendente. La derecha obtuvo, en 2010, 21 diputados; 28, en 2012; 36, en 2015; 40, en 2017, y ahora justamente la mitad.

Uno de cada tres

Esta ruptura de la serie histórica tiene mucho que ver con la participación electoral. En 2021 han acudido a votar 2,87 millones de electores, lo que representa 1,52 millones menos que hace cuatro años. Eso quiere decir que uno de cada tres electores ha dejado de acudir a las urnas en esta ocasión, lo que ha perjudicado claramente a los partidos constitucionalistas, cuyos mejores resultados siempre han dependido del grado de movilización. Y hay que tener en cuenta que en 2021 la participación (53,55%) ha sido la más baja desde que en 1980 la Generalitat, tras recuperar el autogobierno, celebró las primeras elecciones.

La menor participación suele beneficiar por razones estrictamente aritméticas a los partidos con más lealtad de sus electores. Ya sea por razones ideológicas clásicas (derecha o izquierda) o identitarias (posición frente a la independencia). Este es el caso, por ejemplo, de En Comú Podem, que ha mantenido sus ocho diputados pese a que ha perdido algo más del 40% de los votos. O de la CUP-G que, pese a haberse dejado algo más de 6.400 votos, ha ganado cinco diputados.

A la CUP-G, de hecho, le ha salido cada escaño a 20.981 votos, mientras que al Partido Popular, debido a la infrarrepresentación de Barcelona frente al resto de provincias catalanas, le ha costado cada diputado 36.280. Por lo tanto, casi el doble, explica en parte su malos resultados al tener muy escasa presencia fuera de la provincia de Barcelona.

JxCAT, por el contrario, ha sido el partido más beneficiado. Cada diputado le ha salido a 17.731 votos, por debajo de los 18.262 de ERC y de los 19.728 votos que le ha costado al PSC cada escaño. Esto se debe a la sobrerrepresentación de Girona, Lleida y Tarragona, donde tienen más arraigo los independentistas. Esto ha castigado no solo al PP, también a Ciudadanos, a quien cada diputado le ha costado 26.254 votos, mientras que Vox ha necesitado apenas 19.761 papeletas.

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Esto explica, en parte, el sorpaso. Vox, con muy pocos votos, ha obtenido un diputado en Lleida (apenas 8.839 votos), otro en Girona (16.917) y dos en Tarragona, donde cada escaño ha costado 13.035 votos, la mitad que a Ciudadanos y una tercera parte del precio que ha tenido que pagar el Partido Popular en el conjunto del territorio. Eso quiere decir que se ha llevado los restos en tres de las cuatro provincias catalanas al superar al Partido Popular y Ciudadanos, quienes en esta ocasión no han tenido premio por liderar a la derecha. El gran beneficiario es Vox, quien con un 7,69% de los votos se ha erigido como cuarta fuerza política.

Hace cuatro años

El descalabro electoral de la derecha (ha pasado de 40 a 20 escaños) ha sido capitalizado claramente por el PSC en un movimiento que necesariamente recuerda a lo que sucedió hace cuatro años en torno a Ciudadanos, que concentró el voto constitucionalista. Hoy como ayer la clave ha sido la provincia de Barcelona, que, al ser claramente la más poblada, tiene mayor representación en el ‘parlament’. Y allí el PSC ha obtenido el 25,03% de los votos, muy por encima del 20% de Tarragona y muy lejos del 15% en Lleida y Girona.

Dado que 85 de los 135 diputados catalanes se eligen en Barcelona, eso significa que quien triunfa en la provincia tiene seguridad de que obtendrá buenos resultados. O, por el contrario, quien pierde está condenado al averno electoral. Y eso es lo que ha ocurrido, de nuevo, en esta ocasión. El desplome de Ciudadanos es de los que hacen historia. Ha perdido nada menos que el 85% de los votos que obtuvo en 2017. Ha pasado de 868.365 a apenas 128.965, lo que da idea del descalabro.

El hecho de que haya perdido casi 740.000 votos, sin embargo, no significa que se hayan ido al PSC. Muy al contrario, el partido de Illa e Iceta ha sacado en la provincia de Barcelona 32.176 votos más que los logrados hace cuatro años, lo que significa, lisa y llanamente, que la inmensa mayoría de los votos de Ciudadanos se han ido directamente a la abstención y, en mucha menor medida, a Vox.

El partido de Abascal ha obtenido en Barcelona 165.544 votos (no se presentó en las anteriores), lo que significa que ha recogido el 22% de los sufragios de Ciudadanos, ya que el PP ha mantenido su nivel de representación (tres diputados y el 4% de los votos). Su éxito ha sido especialmente relevante en las grandes ciudades del área metropolitana con mayores tensiones raciales, en muchos casos provocadas con discursos antiinmigración. En Hospitalet, por ejemplo, ha obtenido el 9,65% de los votos (dos puntos más que en la media de Cataluña), mientras que en Badalona (con alcalde del PP) ha logrado el 9,7% de los sufragios. Lo mismo ha sucedido en Mataró (10,7%), mientras que en Barcelona, donde las tensiones son menores, su representación desciende hasta el 7,15%.

Un escaño a precio de saldo

La baja participación ha sido tan determinante (aquí radica el desplome del partido de Inés Arrimadas) que los socialistas, con solo 32.176 votos más en la provincia de Barcelona, han ganado en esa circunscripción 10 diputados, lo que significa que el escaño adicional les ha costado poco más de 3.200 votos.

La provincia de Barcelona, en todo caso, y más allá del trasvase interno de votos entre los partidos constitucionalistas y el efecto de la elevada abstención, muestra una enorme estabilidad tanto para los partidos independentistas como para En Comú Podem (mantiene sus siete diputados), pese a haber perdido, en este último caso, 112.570 votos.

Foto: El 'expresident' de la Generalitat Artur Mas. (EFE)

Esa estabilidad se ha producido, incluso, en el frente soberanista. Hace cuatro años el partido que sacó más diputados en ese bloque fue JxCat, la formación de Puigdemont, que logró 34 diputados. En esta ocasión ha logrado 32 escaños, pero hay que tener en cuenta que en 2021 se ha presentado una escisión, el PDeCat, que no ha obtenido ningún diputado pese a haber conseguido 76.967 votos y el 2,72% de los escaños. Si se sumaran esos votos a los logrados por el partido-movimiento que encabeza el expresidente de la Generalitat, el resultado hubiera sido que JxCat se hubiera quedado a menos de 7.000 votos del PSC, que, como se sabe, ha ganado las elecciones. En definitiva, todo sigue igual salvo el desplome de Ciudadanos, que ha beneficiado al PSC y Vox.

Los resultados electorales en Cataluña se pueden analizar, y no es un juego de palabras, de dos maneras: de izquierda a derecha o de arriba a abajo. Si se analizan en términos ideológicos clásicos (conservadores y progresistas), aunque esta clasificación es ciertamente difícil de establecer cuando el factor determinante es la independencia, el resultado es que ERC, PSC, En Comú Podem y la CUP suman 83 diputados, es decir, el 61,5% de los 135 escaños del Parlament. Por lo tanto, bastante por encima de los 61 diputados de hace cuatro años. Los partidos de izquierda, en definitiva, han avanzado de forma relevante.

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