Puigdemont impondrá un presidente de la Generalitat de su cuerda a cambio de su acta

No habrá paz para los independentistas. Y sobre todo no habrá paz entre ellos. La marcha de Marta Rovira y el golpe sobre la mesa del juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, no aportarán calma ninguna al bloque independentista. Al contrario, quedan dos meses para evitar unas elecciones el próximo 15 de julio. La previsión según fuentes del sector soberanista es que se vuelva a abrir una guerra entre los partidarios de Carles Puigdemont y el PDeCAT por designar el candidato a la presidencia de la Generalitat. Y Puigdemont sale con ventaja: puede canjear la renuncia a su escaño a cambio de imponer a su heredero, según apuntan fuentes del entorno del expresidente en Bruselas.

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El Génesis cuenta que Esaú, el hijo de Isaac, renunció a su primogenitura en favor de Jacob por un plato de lentejas. El equivalente plato de lentejas en este caso será el acta de diputado de Puigdemont. Si Puigdemont y el 'conseller' de Salut, Toni Comín dimiten como diputados, JxCAT y ERC podrán escoger un presidente de la Generalitat en segunda vuelta, sin depender de la CUP y evitando así elecciones en julio. Sus declaraciones ayer, de que mantendrá el acta es solo una manera de reforzar su posición negociadora ante el PDeCAT.

También tendrán que dimitir como diputados Jordi Turull, Josep Rull, Raül Romeva, Carme Forcadell, Dolors Bassa y la huida Marta Rovira. Al quedar suspendidos en el cargo, renunciar al acta de diputado será la única manera que tendrá el independentismo para mantener su mayoría en el Parlament haciendo que corra la lista.

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Beatriz Parera

Hace falta una cosa, claro. Que la CUP se siga manteniendo en la abstención. En la guerra que se prevé entre Puigdemont y la coordinadora general del PDeCAT, Marta Pascal, la CUP acabará haciendo de árbitro. Si los 'cupaires' cambian de criterio y optan por votar "No", se acabó la partida. Las elecciones resultarán entonces inevitables.

Pero lo previsible es que los anticapitalitas sigan situados en la abstención y que no se quieran implicar en los tratos entre ERC y JxCAT. En todo caso, ERC se mantendrá neutral, más preocupada por preservar su cohesión interna tras la prisión de Oriol Junqueras y la huida de Marta Rovira a Suiza que por las tensiones entre los partidos. ERC permanecerá como espectador del pulso entre los herederos de los convergentes y la candidatura que lidera Puigdemont.

Carles Puigdemont venderá muy caro su particular plato de lentejas. El precio será que el nuevo presidente de la Generalitat sea una persona de su entorno. En cambio, el PDeCAT prefiere a un presidente que siga las consignas del partido. Con Jordi Turull y el resto de sus altos cargos en la cárcel la mejor opción para el PDeCAT parece Marc Solsona, alcalde Mollerussa (Lleida).

Los candidatos de Bruselas

Los candidatos de Bruselas son de dos tipos: los que son de plana confianza de Puigdemont y los que coinciden programáticamente con el 'expresident' de la Generalitat. Entre los primeros destaca Elsa Artadi. Artadi, además, gana puntos porque con la CUP al margen ahora su figura gana muchos enteros.

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Entre los aspirantes que coinciden ideológicamente destaca el historiador Quim Torra. Quim Torra es un independentista más radical pero carece de experiencia política. Sin embargo, Torra movió pieza para desplazar a Turull como candidato a la presidencia en los días previos a la fallida investidura. Además, cuenta con apoyos dentro del grupo parlamentario. Tanto Torra como Artadi son preferibles para Puigdemont que una alternativa como Solsona.

Dos meses tensos

Así que después de tres meses tensos a la política catalana le esperan otros dos meses… todavía más tensos. Más intrigas entre partidos que acaban agotando a las bases.

Precisamente las bases son unos de los problemas clave. Los militantes y votantes están pidiendo un enfrentamiento todavía más radical. Para los dos millones de votos independentistas, el que los diputados encausados hayan acabado en prisión es solo otro motivo para que los nuevos líderes planten cara todavía de forma más virulenta. Pero, en cambio, el liderazgo del independentismo está empezando a comprobar que el precio a pagar resulta muy, muy alto.