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Jordi Turull: 35 años en política, marcado por el 3%... y odiado por la CUP
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Jordi Turull: 35 años en política, marcado por el 3%... y odiado por la CUP

La decisión de los radicales de izquierdas de abstenerse ha impedido su elección como presidente de la Generalitat y este viernes debe comparecer ante el juez

Foto: El candidato de Junts per Catalunya (JxCAT), Jordi Turull, junto al escaño vacío del diputado encarcelado Jordi Sànchez. (EFE)
El candidato de Junts per Catalunya (JxCAT), Jordi Turull, junto al escaño vacío del diputado encarcelado Jordi Sànchez. (EFE)

El aspirante frustrado a ‘president’ Jordi Turull es un veterano político, quizás el más veterano de los políticos que hay en el Parlament, junto a Ernest Maragall, que en los años ochenta ya participaba de la ‘res publica’, aunque desde un segundo plano en el Ayuntamiento de Barcelona, y al líder socialista, Miquel Iceta, que ya en 1987 fue elegido concejal.

Turull era la tercera opción del independentismo, una vez descartados Carles Puigdemont y Jordi Sànchez por razones obvias: no podían estar presencialmente en el hemiciclo durante la jornada de investidura. Con la propuesta del nombre de Jordi Turull, el soberanismo ponía sobre la mesa a un ‘duro’ del independentismo, un hábil espadachín dialéctico y un político que sabe marcar perfil propio. Pero también a uno de los hombres más ligados estrechamente a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), con todas las consecuencias. Sus detractores subrayan esta última circunstancia para restarle legitimidad. Y es cierto que su trayectoria en CDC juega en su contra, ya que es hijo de la hornada de jóvenes soberanistas que crecieron bajo la sombra del ‘pinyol’, el núcleo duro, y alrededor de Oriol Pujol Ferrusola.

Jordi Turull se somete a la sesión de investidura en el Parlament de Cataluña

Su trayectoria es la historia de un ascenso ininterrumpido al Olimpo de la política: Turull comenzó a militar en la Joventut Nacionalista de Catalunya (JNC), los cachorros de Convergència, a los 17 años, en 1983. Cuatro años más tarde, a los 21, se afiliaba a Convergència Democràtica (CDC). En ese año, 1987, pasó a formar parte de las listas municipales en Parets del Vallès, su localidad natal, y resultó elegido concejal, cargo que no abandonó hasta el año 2003. Además, a partir de 1991, y por tres convocatorias, fue el cabeza de lista de CiU en dicha localidad, aunque nunca consiguió el sillón de alcalde. En el plano profesional, en 1990 consiguió plaza como funcionario municipal (ya era licenciado en Derecho) y comenzó una carrera en ese terreno que le llevó a director general del Instituto Catalán del Voluntariado (Incavol) de 1996 a 2000.

Durante una época, también fue gerente del Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès, la mayor ciudad catalana en manos de CiU. De esa etapa data uno de los puntos oscuros de su trayectoria: como tal gerente, formó parte de la mesa de adjudicación de obras a Ferrovial, por las cuales la constructora desvió el 4% en mordidas al Palau de la Música para hacer llegar una parte de las mismas a las arcas de Convergència Democràtica.

El ascenso a 'general'

Desde el año 2006, Turull se dedicó exclusivamente a su labor como diputado en el Parlament, hasta que en 2010 fue nombrado portavoz de CiU, cuando Oriol Pujol Ferrusola dejó ese cargo para ser presidente del grupo parlamentario. En el año 2013, cuando Pujol tiró la toalla política, Turull fue su sustituto como presidente del grupo y más tarde fue el presidente de Junts pel Sí, hasta que Carles Puigdemont lo sacó del hemiciclo en julio de 2017 y lo convirtió en consejero de Presidencia y portavoz del Govern, sustituyendo a Neus Munté. Y es que Turull ya estaba en la élite política y se había aposentado en la misma como uno de los valores más sólidos del nacionalismo catalán. Fue su definitivo ascenso a ‘general’. Estuvo poco tiempo, pues, en el Govern, pero le bastaron dos meses para que la Guardia Civil considere que su aportación al 'procés' fue “extraordinariamente relevante”.

Foto: Un furgón de la Policía Nacional, a su llegada al Tribunal Supremo. (EFE)

En el ínterin, tuvo en su mano ser el líder del Partit Demòcrata Europeu (PDeCAT), pero al final retiró su candidatura a secretario general y dejó paso a una nueva generación encabezada por Marta Pascal.

Pero, visto desde una cierta distancia, Turull es, quizás, el mejor activo que en estos momentos tienen en su interior las filas de Junts per Catalunya (JxCAT). Es cierto que es un hombre de partido, pero también es el ‘hombre puente’ entre el PDeCAT y Carles Puigdemont, porque es uno de los pocos dirigentes del partido que gozan de la confianza del ‘expresident’ fugado.

Sus enemigos le llaman ‘talibán’ por sus posicionamientos duros y radicales. De hecho, hubo momentos en que se convirtió en el mayor enemigo de ERC, pero eso era debido a cuestiones tácticas. En realidad, es un convergente al que el diálogo y la estrategia no diferencian mucho de los republicanos, por lo que se disputa su mismo espectro ideológico en clave identitaria. También le achacan ser “demasiado de derechas” y políticamente le ubican como un liberal a ultranza, por lo que los puritanos ideólogos le colocan en la tesitura de inelegible por la CUP.

La bestia negra para la CUP

La propia formación anticapitalista, en un documento distribuido este jueves a la militancia, destaca de Turull que es un hombre del PDeCAT y fue uno de los responsables de los grandes recortes sociales llevados a cabo por Artur Mas a partir de 2010. Por si fuera poco, le echan en cara que no se haya retractado del caso 3%, que afecta directa y profundamente a Convergència. Estos son los principales ‘defectos’ que se ponen en la balanza negativa. Porque, en realidad, luchó hasta la extenuación por defender la honorabilidad de Convergència (que ha sido condenada a pagar 6,6 millones de euros por el saqueo del Palau de la Música). Y dio la cara por el tesorero de su partido Daniel Osàcar (también condenado). No dudó en sacar toda su artillería para atacar a la oposición en esa suicida estrategia. Artur Mas le recompensó luego dándole el control del grupo parlamentario. Tiene, por tanto, la rara habilidad de haber sido hombre de confianza de Oriol Pujol, luego de Artur Mas y ahora de Carles Puigdemont.

Foto: Turull, junto a la cúpula del Govern. (EFE)


“Es de la vieja guardia de Convergència y creció al amparo de la CDC de la corrupción y del 3%. Su elección es una vuelta atrás, es retornar al viejo pujolismo de Artur Mas”, le acusan desde la oposición. Y subrayan que Artur Mas y Jordi Turull son dos figuras similares en formación, ideología e intereses. Le reconocen, sin embargo, un cierto pragmatismo: “Con la misma vehemencia, puede defender un posicionamiento o rechazarlo, según los intereses de cada momento”, reconocen las fuentes. En otras palabras, que lo mismo puede oficiar de fiero dóberman que de afable labrador. Hasta el líder del PSC, Miquel Iceta, otro de los viejos zorros de la política catalana, le recordaba en su turno de réplica este jueves que “algunos pasajes del discurso candidato me recuerdan a algunos discursos de Jordi Pujol”. Es una pincelada, pero de una plasticidad aplastante.

El pasado y el futuro en la cárcel

Iceta le preguntaba si el cambio de actitud, lejos de la escenificación de radicalidad y enfrentamiento de las últimas semanas, es un “cambio sincero”. Y añadía: “¿O es que ustedes consideran que lo que querían hacer no lo pueden hacer? ¿O es que hay condicionantes que obligan a concesiones en el discurso?”. Posiblemente ahí esté la clave de su discurso apacible y alejado de connotaciones identitarias: el discurso aparentemente conciliador se produce horas antes de que haya de presentarse ante el Tribunal Supremo para revisar su libertad bajo fianza. Porque el 2 de noviembre pasado, la jueza Carmen Lamela le metió en la cárcel, de la que salió el 4 de diciembre tras depositar una fianza de 100.000 euros. Está acusado de rebelión, prevaricación y malversación de caudales públicos. Y este viernes se revisa esa libertad condicional.

Turull, la investidura y la prisión

Pero, en realidad, no hay duda de que en estos momentos Jordi Turull está alineado con la hoja de ruta soberanista. En su discurso de investidura (donde evitó pronunciar las palabras CUP, república o independencia), dejó algunas perlas para la posteridad: “Prefiero asumir el riesgo de ser víctima de injusticias a bajar la cabeza y no dar ningún paso”, dijo. Y también: “Estoy en política por vocación. Por vocación de servicio”. Pero Turull es veterano, un veterano muy experimentado, y es preciso leer entre líneas su discurso. “Estamos a punto para el diálogo y desde la aceptación del mandato democrático surgido de las elecciones del 21 de diciembre”. Que nadie se llame a engaño. El ‘mandato democrático’ es el cajón de sastre del independentismo.

Que nadie piense, pues, que a pesar del discurso que huye de las palabras comprometidas van a cambiar muchas cosas. Turull es el nuevo timonel de una nueva fase del ‘procés’, si las circunstancias jurídicas lo permiten finalmente. Y el candidato no desfallecerá: “Pedimos sentarnos en una misma mesa para resolver políticamente los problemas políticos que nos atenazan. De Gobierno a Gobierno. Escucharnos y dar salida a este grito persistente y que vemos permanentemente que está vivo en la sociedad catalana”, dijo. Solo hace falta saberlo interpretar.

El aspirante frustrado a ‘president’ Jordi Turull es un veterano político, quizás el más veterano de los políticos que hay en el Parlament, junto a Ernest Maragall, que en los años ochenta ya participaba de la ‘res publica’, aunque desde un segundo plano en el Ayuntamiento de Barcelona, y al líder socialista, Miquel Iceta, que ya en 1987 fue elegido concejal.

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