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Puigdemont y ERC juegan a dilatar tiempos de negociación para pactar la Generalitat
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Puigdemont y ERC juegan a dilatar tiempos de negociación para pactar la Generalitat

Cuanto más tiempo pasa vacante la presidencia de la Generalitat, más se acrecienta la figura de Carles Puigdemont como presidente simbólico de Cataluña. Y ERC prefiere ganar tiempo

Foto: El 'expresident' Carles Puigdemont, en Bélgica. (Reuters)
El 'expresident' Carles Puigdemont, en Bélgica. (Reuters)

El 'expresident' Carles Puigdemont y los miembros de ERC están jugando a dilatar los tiempos de la negociación para configurar la nueva Generalitat. Se aprovechan así del limbo jurídico en que el presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, y los letrados de la cámara catalana han situado Cataluña. Sin que corra el plazo de dos meses para crear un Gobierno o convocar elecciones, las dos partes, por distintas razones, tienen más incentivos para seguir en conversaciones que para llegar a acuerdos definitivos.

Puigdemont es el ejemplo más evidente de ello, según apuntan fuentes de su entorno de Bruselas. Cuanto más tiempo pasa vacante la presidencia de la Generalitat, más se acrecienta la figura de Carles Puigdemont como presidente simbólico de Cataluña. En cuanto se nombre un presidente efectivo, la dimensión icónica del 'expresident' en el exilio empezará a desdibujarse. El legitimismo de Puigdemont se mueve como pez en el agua en este espacio de indefinición legal donde se ha situado Cataluña.

La realidad es que los de ERC carecen de banquillo y pugnan por tener algún tipo de protagonismo en la recién constituida Generalitat

Al otro lado de la mesa negociadora, ERC no tiene nada que ganar, aplica la norma de que justo en esas situaciones es cuando lo más idóneo es 'ganar tiempo'. La secretaria general, Marta Rovira, no participa en el día a día de las conversaciones, se ha colocado en un nivel superior, en el que bendice o censura lo que negocian en primera fila interlocutores como su mano derecha, el diputado Sergi Sebrià, o el secretario de Economía, Pere Aragonès. Pero la realidad es que ERC carece de banquillo y pugna por tener algún tipo de protagonismo en la nueva Generalitat, donde ya están brillando antes de ser nombradas las nuevas estrellas rutilantes de JxCAT, tipo Elsa Artadi. Así que ERC también prefiere que las conversaciones sigan sin más presiones, según explican fuentes de esta formación.

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La oposición y los empresarios catalanes viven con inquietud la ausencia de Gobierno en Cataluña. En los tiempos de Jordi Pujol, este lamentaba que cuando iba por el mundo sus interlocutores internacionales pensaban que la Generalitat era el nombre de una aseguradora. Ahora, con el 155 en marcha, la Administración catalana se está convirtiendo en poco más que una gestoría. Los políticos independentistas claman en público contra la suspensión de la autonomía, pero en la práctica pueden seguir aplicando sus tácticas dilatorias en la mesa de conversaciones porque los hospitales, los bomberos y los Mossos siguen funcionando como un reloj. Hay problemas en otras áreas, como todo lo vinculado con la cultura, el voluntariado o sectores sociales, además de organismos específicos como TV3.

Torrent manda

Tal y como se ha llevado a cabo el dictamen de los letrados de la cámara catalana, Roger Torrent manda. Y por ahora los letrados han dejado en sus manos decidir si hay que meter presión a los políticos con una nueva ronda de contactos. De hecho, el anterior redactado del informe, del que se responsabilizaba el letrado mayor, Antoni Bayona, era mucho más taxativo con lo que Torrent podía hacer o no hacer. En esa versión inicial, los letrados impelían a Torrent a que tomase medidas para que la vida política catalana no quedase congelada en un paréntesis sin precedentes.

Torrent ya se aseguró bien de que el informe de los letrados le dejase las manos libres para poder eludir aplicar presión sobre las conversaciones

Roger Torrent ya se encargó de que esa versión no viese la luz y que en cambio lo hiciese otra, alternativa, que le dejase las manos libres… para no hacer nada. Así que al final Torrent se queda con la opción de arbitrar la situación, si así lo requieren los intereses del partido. Así que a la Cataluña independentista solo la puede sacar del atoramiento legal el siempre criticado Tribunal Constitucional. Parece irónico, pero es así.

A finales de esta semana

A finales de esta semana se debería llegar a un acuerdo, según apuntan fuentes de JxCAT conocedoras del ritmo negociador. Pero se podía haber hecho antes. Los tiempos muertos han desesperado a muchos, la prensa incluida, que ha tenido que especular con nombres que no se han puesto sobre la mesa, como la opción de Elsa Artadi presidenta. Que bien pudiera ser. Pero no ahora. No así. Carles Puigdemont pretende situarse por encima de una Generalitat cuyos miembros acudan a Bruselas a rendirle cuentas.

Foto: Vista de los asistentes al Concierto por la Libertad organizado por la ANC el pasado mes de diciembre. (EFE)

La fórmula exacta para todo eso precisa de muchas sutilezas. Algunas legales. Y otras políticas, como designar los cargos de la Generalitat, algo que todavía sigue abierto por las resistencias de ERC. Los republicanos tampoco quieren reconocer para Puigdemont ningún poder efectivo sobre el papel, es decir, sobre el que luego tengan que responder ante los tribunales. Sigue pues el tira y afloja.

Puigdemont y JxCAT saben que nada está ganado. Y por eso han recurrido a la ANC para decantar la balanza. De nuevo la ANC abandona su neutralidad y apuesta por JxCAT en detrimento de los republicanos. El pulso continúa. Y sin incentivos para darlo por acabado.

El 'expresident' Carles Puigdemont y los miembros de ERC están jugando a dilatar los tiempos de la negociación para configurar la nueva Generalitat. Se aprovechan así del limbo jurídico en que el presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, y los letrados de la cámara catalana han situado Cataluña. Sin que corra el plazo de dos meses para crear un Gobierno o convocar elecciones, las dos partes, por distintas razones, tienen más incentivos para seguir en conversaciones que para llegar a acuerdos definitivos.

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