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La derecha se normaliza en Andalucía, el granero socialista
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OBSERVATORIO 19-J

La derecha se normaliza en Andalucía, el granero socialista

Tradicionalmente, el electorado andaluz se ha identificado con el centro izquierda. Tras una legislatura gobernando el centro derecha, la sociedad ha virado más al centro

Foto: Alberto Núñez Feijóo, junto a Juanma Moreno, en un mitin. (EFE/Julio Muñoz)
Alberto Núñez Feijóo, junto a Juanma Moreno, en un mitin. (EFE/Julio Muñoz)
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El PSOE andaluz ya no existe. Durante cuatro décadas, en Europa se concitaba la curiosa paradoja de que las dos únicas regiones sin alternancia política eran la más rica, Baviera, y la más pobre, Andalucía. En la primera, por el dominio abrumador de los conservadores socialcristianos, y en la segunda, por el sólido imperio de los socialistas andaluces. En los dos casos, pese a las diferencias abismales de todo tipo, la coincidencia fundamental que explicaba la hegemonía política era la absoluta identificación de esos partidos políticos con el territorio y con sus habitantes.

El PSOE se presentaba, sencillamente, como el partido natural de los andaluces, como si formara parte de sus señas de identidad, de su ser. "No es verdad que al PSOE nos lo haya mandado el Señor", llegó a decir en un mitin, entre sarcástico y desesperado, un antiguo dirigente andalucista. En las primeras elecciones autonómicas, de las que, precisamente, se han cumplido en este mes de mayo 40 años, el PSOE barrió de tal forma en las urnas andaluzas que rebasó con mucho el 50% de los votos y le sacó más de 30 puntos de distancia al segundo partido político, Alianza Popular.

Foto: Manuela Villena y Moreno Bonilla, en el Palacio de San Telmo. (Junta de Andalucía/Santana de Yepes/Jesús Morón)

Rafael Escuredo, que fue el candidato de entonces, ha regresado en esta campaña electoral, después de mucho tiempo alejado de la primera línea política, para intentar echarle una mano a Juan Espadas, el nuevo referente socialista, en su empeño por volver a la Junta de Andalucía y, sobre todo, de resucitar al PSOE de aquellos años, al 'partido natural' de los andaluces. Pero esa realidad ya no existe. Aun en el supuesto teórico de que los socialistas consiguieran gobernar de nuevo en la Junta tras las elecciones del 19 de junio, ni Andalucía tiene nada que ver con la de aquellos años ni el PSOE se parece en nada al que controlaba cada palmo de terreno en esta tierra.

El factor fundamental del cambio, o más bien del desmoronamiento de la hegemonía socialista, es la modificación radical de la estructura social del PSOE en Andalucía; esa circunstancia, como veremos, nos explica mejor la realidad electoral de esta comunidad que otros condicionantes como la corrupción monumental de los ERE o los avances en la economía o el desempleo, que no son tales como los presenta el Gobierno de Juanma Moreno. Pensemos, por ejemplo, que en Andalucía los socialistas volvieron a obtener una abrumadora mayoría absoluta después del primer gran escándalo de corrupción en España, el caso Juan Guerra, y de otros autonómicos que ni siquiera se recuerdan, como el caso Ollero, en el que un comisionista fue sorprendido con un maletín repleto de billetes.

Tampoco existe una mejora económica o laboral en estos tres años, un periodo demasiado corto para evaluar nada, y mucho más en este tiempo excepcional de pandemia que hemos vivido. El economista Francisco Ferraro, del Observatorio Económico de Andalucía, lo resumía hace unos días en un 'balance de legislatura' detallado: "Es excesivo hablar de 'milagro económico' o de que Andalucía sea ahora 'la locomotora económica de España'. El balance del Gobierno de Moreno Bonilla parece bastante alejado del gran cambio que se anunciaba en la campaña electoral, pues, aunque se han abordado algunas iniciativas de reforma, estas han sido escasas y de poco calado, predominando el continuismo presupuestario, el de las políticas y el mantenimiento de los organismos, empresas, agencias y otros entes públicos criticados en el pasado y cuya eficiencia es muy cuestionable".

Todos votaban al PSOE porque era como un rasgo familiar; se votaba socialista como se pertenece a una cofradía o a un equipo de fútbol

Es decir, ni la corrupción ni la gestión del Gobierno andaluz del PP y Ciudadanos nos sirven para explicar qué ha cambiado en Andalucía para que ahora digan las encuestas que puede ganar holgadamente la derecha en las elecciones del 19-J. De modo que centrémonos en ese factor de la 'red familiar' que se citaba antes, que es incluso más importante que el de la propia ideología para explicar los años de hegemonía del PSOE en esta comunidad.

Es verdad que, tradicionalmente, el electorado andaluz se ha identificado con el centro izquierda, pero más o menos igual que en el resto de España, solo que un poco más escorado a la izquierda por unas décimas. Después de esta primera legislatura con un Gobierno de centro derecha, esa inclinación se mantiene con un leve matiz: la sociedad andaluza se ha centrado más. Ángel Cazorla, profesor de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada y uno de los profesionales con más experiencia en el seguimiento electoral de Andalucía, sostiene, en conversación con El Confidencial, que no se puede hablar de un giro al centro derecha en Andalucía, como tantos repiten.

"En un periodo de tiempo tan corto, no se puede hablar de un cambio al centro derecha de la sociedad andaluza; eso es excesivo. Pero sí es verdad que se detecta una modulación de ese espacio de centro izquierda hacia el centro". Tan leve puede ser esa inclinación que, de hecho, lo único que no se puede sostener es que sea la primera vez que ocurre. Si se analiza el histórico de las elecciones de Andalucía desde aquellas primeras de mayo de 1982, lo que veremos es que el PSOE se ha mantenido siempre entre el 40 y el 50% de los sufragios, salvo en dos momentos concretos, 1994 y 2012, coincidiendo con las dos grandes oleadas de voto a la derecha en España: en 1996 llegó Aznar a la Moncloa y en 2011, lo hizo Mariano Rajoy.

Foto: Susana Díaz, en la comisión de investigación de la Faffe. (EFE/José Manuel Vidal)

En las elecciones andaluzas de 2012, incluso, el Partido Popular, con Javier Arenas a la cabeza, alcanzó un resultado que ahora, 10 años después, se consideraría un triunfo abrumador de Juanma Moreno: Arenas no pudo gobernar, pero ganó las elecciones con más del 40% de los votos y obtuvo 50 diputados (a cinco escaños de la mayoría absoluta). En la actualidad, los sondeos más favorables le conceden a Juanma Moreno un apoyo del 34-36% y una horquilla de escaños entre 45 y 50 diputados. Por tanto, lo que ha cambiado en Andalucía, sobre todo con respecto a 1994, han sido factores ajenos al centro derecha.

Los más jóvenes de la familia comienzan a votar distinto de sus padres. Lo que se ha roto ha sido el tabú, el miedo a la derecha

"Lo que ha cambiado en Andalucía —dice Cazorla— es la adscripción al voto socialista, que era más elevada que en el resto de España. Esos lazos sociales, que se han ido deteriorando, se establecían en las casas, en el seno de las familias: el abuelo, los padres, los hijos…". Todos votaban al PSOE porque era como un rasgo familiar; se votaba socialista como se pertenece por tradición familiar a una cofradía o a un equipo de fútbol. "Ese era el núcleo del voto socialista en Andalucía y esos lazos familiares se han roto. Hay gente joven que, por primera vez, rompe con la tradición familiar de votar socialista y empieza a votar otra cosa", sostiene el profesor Cazorla.

La crisis económica, primero, y el deterioro del partido, después, por los enfrentamientos internos y la corrupción, ejercen de agentes corrosivos en ese férreo entramado social del PSOE en Andalucía. Los más jóvenes de la familia comienzan a votar distinto de sus padres, unos se inclinan por nuevas opciones, como ocurrió con el fenómeno de Ciudadanos y puede estar pasando ahora con Vox, y otros muchos confían en el Gobierno templado de Juanma Moreno, porque lo que se ha roto ha sido el tabú, el miedo a la derecha.

Eso es lo que Cazorla ha denominado con acierto "la desdemonización" de la derecha. Ese concepto es, además, el que nos lleva a intentar calcular qué aceptación puede tener el discurso actual de Pedro Sánchez, volcado en la campaña andaluza en apoyo del candidato socialista, Juan Espadas, precisamente con ese discurso del 'miedo a la derecha'. Cazorla duda de la eficacia de esa estrategia: "La erosión socialista en Andalucía, tanto la de los lazos familiares como la interna, la de las familias políticas, es muy importante y no parece que se pueda restañar en dos días. Además, está ese otro factor, que es mi principal tesis, la 'desdemonización' o, si queremos, la normalización de la derecha en Andalucía. Antes, en el imaginario colectivo de los andaluces había un espacio impensable: un Gobierno de derechas. La sola posibilidad lo que evocaba era una vuelta a los demonios del pasado: la derecha terrateniente, los señoritos andaluces, el subdesarrollo… Juanma Moreno ha logrado algo que parecía muy difícil: normalizar a la derecha".

Foto: El candidato del PSOE a la Junta de Andalucía, Juan Espadas, junto a Pedro Sánchez. (EFE/Pepe Torres)

Ha espantado los demonios y, con ellos, todos los miedos a que la derecha pudiera acabar con el estado de bienestar en Andalucía, desde la sanidad pública a las escuelas, pasando por las pensiones, que eran las invocaciones constantes —y suficientes— para asentar al PSOE en esta comunidad. En ese acierto de normalización, según este sociólogo, han primado el talante político del propio presidente Moreno Bonilla, el perfil bajo de su Gobierno, sin meteduras de pata ni escándalos, y un contexto favorable de pandemia, que ha cambiado radicalmente las preocupaciones ciudadanas.

Y también ha descolocado aún más algunos discursos políticos prefijados y ha descabalgado una inercia electoral que hace años que no funciona. Sencillamente, en Andalucía, la comunidad más poblada de España y el granero socialista durante tantos años, la derecha se ha normalizado. No es poca cosa: es la primera vez que puede afirmarse en 40 años.

El PSOE andaluz ya no existe. Durante cuatro décadas, en Europa se concitaba la curiosa paradoja de que las dos únicas regiones sin alternancia política eran la más rica, Baviera, y la más pobre, Andalucía. En la primera, por el dominio abrumador de los conservadores socialcristianos, y en la segunda, por el sólido imperio de los socialistas andaluces. En los dos casos, pese a las diferencias abismales de todo tipo, la coincidencia fundamental que explicaba la hegemonía política era la absoluta identificación de esos partidos políticos con el territorio y con sus habitantes.

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