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Niños de La Línea: "En la cárcel tampoco se está tan mal: hay piscina, cama y comida"
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Niños de La Línea: "En la cárcel tampoco se está tan mal: hay piscina, cama y comida"

Educadores del municipio se esfuerzan para que estudien y no se conviertan en 'narcos'. El Confidencial dialoga con adolescentes de familias que se dedican al tráfico de hachís

Foto: Un niño pasea con su bicicleta junto a la cola de coches para entrar a Gibraltar, en La Línea de la Concepción (Cádiz). (EFE)
Un niño pasea con su bicicleta junto a la cola de coches para entrar a Gibraltar, en La Línea de la Concepción (Cádiz). (EFE)

Manuel pasa más tiempo expulsado que en clase. Manuel tiene 15 años y no teme ir a prisión. Su padre ha estado entre rejas. También su abuelo. Y un vecino. “Mi primo está allí ahora”, detalla. ¿Cómo se le explica a un niño de La Línea que entrar en la cárcel es malo y supone una privación de libertad?

“Es verdad que no puedes salir, pero tampoco se está tan mal: tienes piscina, cama y comida; allí entras y después se sale”, dice Manuel, con voz conformista. Raúl, su amigo, más maduro, de su misma edad, con una voz ya alejada del niño que fue, le recuerda: “¿Y tu familia, que es lo más importante? Si eres padre, no vas a ver crecer a tu hijo. ¿A ti te gustaría esto? Yo creo que son tontos y se lo buscan”.

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El Confidencial ha conversado con adolescentes de la Línea de la Concepción. Todos están escolarizados y estudian Secundaria en institutos públicos. La mayoría tienen mala conducta en clase. Son carne de cañón para convertirse en ‘cantera’ de ‘narcos’ (con primera parada en el contrabando de tabaco), pero hay educadores que luchan para que al menos acaben la ESO. Por respeto a los menores y a sus familias, los nombres que se publican no son verdaderos. Sus historias y vivencias son reales.

Falta de afectividad y normas

Pepe viste un chándal de Nike. En su bloque, el peor de su barriada, todos venden droga. Quiere salir de su entorno y se plantea estudiar un grado formativo de mecánica, pero sus profesores creen que lo mejor sería carpintería, un oficio que se adapta mejor a sus posibilidades. Las capacidades intelectuales de estos niños no están tan desarrolladas por sus desventajas socio-culturales. La mayoría son menores con falta de afectividad y de normas en el hogar familiar.

placeholder El buque de la guardia civil en el puerto de la Atunara. (Fernando Ruso)
El buque de la guardia civil en el puerto de la Atunara. (Fernando Ruso)

“Mi madre quiere que estudiemos. Mi hermano mayor hizo peluquería y está haciendo prácticas. Yo, si todo va bien, acabaré la ESO. Me gustaría hacer Bachillerato, pero no sé si es lo mejor. Me recomiendan que estudie carpintería, pero no sé si hay muchas salidas”, dice Pepe, que estos días está volcado en aprender bien las ecuaciones de segundo grado. “Si eres bueno, responsable y trabajador, de todo hay salida, que nadie te ‘coma’ a ti la cabeza. Otro día hablaré contigo, los dos solos”, le dice un adulto que le conoce muy bien. Pepe asiente.

Los niños van creciendo en el mismo entorno y poco a poco toman conciencia de a qué se dedican sus padres o el vecino: al hachís o al tabaco

Los educadores sociales confiesan que solo con ‘palos’ no disminuirá el número de personas que se dedican al narcotráfico en La Línea. Hacen falta ‘zanahorias’. Y la prevención es la principal. Los niños de 11 o 12 años disfrutan de sus bicicletas o jugando al fútbol en las calles de su barrios. Su percepción es infantil. Estos niños van creciendo en el mismo entorno y poco a poco toman conciencia de lo que tienen alrededor, a qué se dedican sus padres o el vecino: al hachís o al tabaco.

El contrabando de cigarrillos no está mal visto en La Línea. “Los que están dedicados a eso sacan lo justo para vivir. Exceptuando al gran capo que mueve tabaco, que ganará miles de euros, los demás subsisten ganando 30 o 40 euros diarios sacando seis cartones”, apuntan fuentes policiales. “Es igual de ilegal que el hachís, eso es verdad”, aclaran.

Foto: Valla rota entre La Línea y Gibraltar utilizada para el contrabando de tabaco. Imagen de 2017. (Jesús Domínguez)

Los menores observan, ya con 14 o 15 años, que en el barrio pocos madrugan para ir a un puesto de trabajo, que por las noches, de madrugada, hay niños, como ellos, en el portal; que el asfalto ha visto ya circular muchos coches de alta gama, de 60.000 u 80.000 euros, que mucha gente viste con ropa cara y ellos quieren lo mismo, claro. La puerta de entrada para el futuro narcotraficante es el tabaco y empieza de ‘punto’ (enlace), con un ‘walkie-talkie’, en determinados lugares controlando a la policía y a la guardia civil.

El sistema educativo supone una herramienta fundamental para la integración. Se trata de que el alumno tenga ganas de ir al instituto

¿Cómo se les inculca a los menores que no entren en ese mundo? La clave es que el niño pase el mayor tiempo posible con los estudios. Está comprobado que el sistema educativo supone una herramienta fundamental para la integración. Se trata de que el alumno tenga ganas de ir al instituto, de estudiar, de obtener un título. Existe una correlación entre el narcotráfico y las familias desestructuradas con padres que tienen su primer hijo antes de los 20 años, bisabuelos con 60 años, trastornos psicológicos o prostitución. El año pasado, se desmanteló una red de proxenetas de niñas con 16 años. Las menores exteriorizan menos sus problemas que los niños, y eso dificulta que se puedan solucionar sus problemas.

A ninguno de estos adolescentes les gusta que la guardia civil “pegue palos” en su barrio. Aunque ni ellos ni su familia se dedique al contrabando, no ven como amigos a los agentes del Instituto Armado. “A mí me pegaron el otro día un tortazo cuando estaba tan tranquilo paseando por la calle. No todos somos ‘narcos”, aclara Manuel. A David le despertó “a las nueve de la mañana” el ruido de los helicópteros que sobrevolaban su barrio por una redada. “Un coche de los ‘verdes’ [agentes de la Guardia Civil] entró esta semana con pasamontañas al lado de mi casa”.

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Niños de 14 años fumando porros

Estos niños están acostumbrados a una realidad que al final normalizan. Para ellos, ‘lo normal’ es ver a una persona de 14 años fumando porros por la calle, amigos con dinero en el bolsillo, y lo raro es seguir estudiando. Lo importante es el corto plazo. No existe el mañana. Solo hoy. “¿Cómo rompes esa inercia? ¿Con una paliza y metiéndoles en la cárcel? Eso sería peor. El que se mete en la droga lo hace por necesidad. Y una vez que empiezan a ganar grandes cantidades, quieren más y más”, expone a este diario un experto social de La Línea.

Una de las opciones que plantea es la creación de talleres de empleo en las zonas más humildes del municipio, como la Atunara, San Bernardo o los Junquillos. Incentivos concretos para que los menores cuenten con estímulos para no dedicarse al contrabando o a la chatarra, como Pepe. Sus padres eran toxicómanos. Murieron. Intervino la delegación de Asuntos Sociales de ayuntamiento y su tía se quedó con la custodia del menor.

La cárcel para un adolescente, y mucho más cuando estrena la edad adulta, se convierte en un “logro”. “Lo ven como una medalla, un rito evolutivo"

José es trabajador social de La Línea. Alerta de que las mafias —”células cancerígenas”, las denomina—, intentan captar a niños para el contrabando en todos los estratos sociales. “Se tiene que invertir más dinero a largo plazo. Las soluciones no serán inmediatas y desde luego no pasan por montar un Estado policial”. José admite que la cárcel para un adolescente, y mucho más cuando estrena la edad adulta, se convierte en un “logro”. “Lo ven como una medalla, un especie de rito evolutivo en su desarrollo. Tienen un alto concepto de grupo”.

El recluso y su clase de pádel

Un policía nacional remarca a El Confidencial que se desplazó a la cárcel de Botafuegos (Algeciras). Pasó 10 puertas de acceso hasta llegar donde estaba él y tuvo que esperar una hora porque acabbaa de empezar su hora de clase de pádel. “Con esto te lo digo todo, lo bien que se vive en la cárcel. Hoy en día no les asusta nada la cárcel”.

El consumo de los niños empieza a los 15 o 16 años. El trabajador social informa a la policía local y los agentes se lo comentan a los progenitores. Los síntomas empiezan con cinco euros que el padre está seguro de que ha dejado en la mesa del salón y no aparecen (este caso ocurrió la semana pasada). O el niño que llega a casa y se va directo a la habitación sin siquiera saludar a sus padres.

placeholder Imagen de la concentración en la plaza Alta de Algeciras contra el narcotráfico en el Campo de Gibraltar. (Fernando Ruso)
Imagen de la concentración en la plaza Alta de Algeciras contra el narcotráfico en el Campo de Gibraltar. (Fernando Ruso)

El agente ofrece algunas razones por las que los niños pueden empezar como cantera de ‘narcos'. Gibraltar es un paraíso fiscal. El tabaco está 10 euros más barato que al otro lado de la Verja. Los chicos de 15, 16 y 17 años empiezan robando una 'motillo', elaborándola por piezas, o sacando una caja de tabaco. Esos pueden ganar 500 o incluso 800 euros trabajando ocho horas al mes. Cuando los niños crecen, les ofrecen un cero más a la derecha…

“¿Cómo le dices tú a un niño que vive en la Atunara, por ejemplo, que ve al padre fumar y jugar a la maquinita? Y que cuando se va la Feria el padre le suelta 1.000 euros. ¿Tú a ese niño le vas a convencer de que tiene que estudiar o trabajar por 500 euros? Te vas a la Feria, que es en julio, y te vas a los coches de choque y ves a niños de 14 años con unos fajos de billetes para estar toda la noche montándose… Ese niño no quiere trabajar. Ese niño quiere ser de mayor como el padre”.

Manuel pasa más tiempo expulsado que en clase. Manuel tiene 15 años y no teme ir a prisión. Su padre ha estado entre rejas. También su abuelo. Y un vecino. “Mi primo está allí ahora”, detalla. ¿Cómo se le explica a un niño de La Línea que entrar en la cárcel es malo y supone una privación de libertad?

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