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Sánchez busca un Gobierno "más político" y transmite que ningún ministro está "asegurado"
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INVESTIDURA

Sánchez busca un Gobierno "más político" y transmite que ningún ministro está "asegurado"

La Administración y el partido bullen con el nuevo equipo que prepara el presidente, si hay pacto con Junts, pero hay unanimidad en que son necesarios perfiles muy distintos

Foto: María Jesús Montero y Félix Bolaños, en primer plano, con Nadia Calviño, Yolanda Díaz y Teresa Ribera, detrás, en el Congreso. (EFE/Kiko Huesca)
María Jesús Montero y Félix Bolaños, en primer plano, con Nadia Calviño, Yolanda Díaz y Teresa Ribera, detrás, en el Congreso. (EFE/Kiko Huesca)
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No hay fecha aún para la investidura de Pedro Sánchez ni certeza absoluta de que logre los apoyos suficientes. Las negociaciones con Junts, nadie lo oculta, son muy complejas. Pero el propio presidente en funciones ha dado por hecho que habrá Gobierno desde la misma noche de las elecciones. Ese entusiasmo se ha colectivizado en toda la Administración. Ministros y altos cargos que antes del 23-J andaban buscando nuevo destino profesional, cavilan ahora sobre quiénes de ellos seguirán. La misma gimnasia se practica en el partido. También existen los cautos, que no desdeñan la opción de una repetición electoral. Aunque la realidad es que en el Ejecutivo en funciones se trabaja con un horizonte de la continuidad.

Se asume que habrá cambios, como es lógico. Pero se ha extendido la impresión de que Sánchez prepara un potente viraje, si finalmente retiene la presidencia. Según distintas fuentes, tiene en la cabeza componer un Gobierno "más político". Esto está generando muchos nervios. Moncloa irradia hacia los ministerios que "nadie está asegurado". Desde hace tiempo se tiene asumido que la remodelación de julio de 2021 resultó fallida. El presidente, con la salida de Carmen Calvo y José Luis Ábalos, perdió dos referentes y quedó desprotegido. Ese error se ha arrastrado hasta hoy. Sánchez hizo la campaña del 23-J solo, con la única ayuda de José Luis Rodríguez Zapatero, que resultó providencial.

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/EPA/Olivier Mattys)

Los números avalan la reedición del Ejecutivo de coalición con Sumar, pero con una mayoría parlamentaria justa, la legislatura puede ser infernal. El plan es enviar pocas leyes al Congreso, aunque eso no rebajará la inflamación del debate político. El PP está determinado a combatir al presidente "por tierra, mar y aire". Sánchez sabe que necesita refuerzos. Ministros más "combativos", capaces de hablar de cualquier asunto, no solo de su especialidad, y de fijar posición política. En este nivel solo se encuentra ahora María Jesús Montero y Félix Bolaños, su órbita más próxima. También Pilar Alegría e Isabel Rodríguez, más mediatizadas por la Moncloa. Fuera de ese círculo es más difícil encontrar voces de peso. Y es casi imposible dentro de la propia Ejecutiva del partido.

"Fusión de ministerios"

Las conversaciones con Sumar para el acuerdo de Gobierno ya han comenzado, tras una primera reunión entre el presidente y Yolanda Díaz. Pero el reparto de carteras será la fase final. Primero, el presidente diseñará la remodelación que tiene en mente, con una probable "fusión de ministerios" y, en función de ese esquema, cerrará el peso en el Ejecutivo de su socio. El nuevo Gabinete está ya abocado a importantes novedades por la probable salida de Nadia Calviño para ocupar la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Su pérdida será muy relevante porque su perfil profesional, su valoración en Bruselas y su sintonía con el mundo económico provoca un efecto llamada en el voto moderado.

Pero el jefe del Ejecutivo podría encontrar en José Luis Escrivá al relevo de Calviño, según apuntan distintas fuentes. El ministro de Inclusión y Seguridad Social es también un independiente, gran especialista en temas económicos y su dominio del inglés le permitiría representar a España en las instituciones europeas y ser entrevistado en las cadenas internacionales con la misma soltura.

Foto: Jean-Claude Juncker y Angela Merkel. (Reuters) Opinión
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La vicepresidencia, en cambio, parece más a la medida de la ministra de Hacienda. Montero, al igual que Bolaños, figura en todas las negociaciones políticas que son importantes para el líder socialista. Si quiere mantener a tres mujeres como vicepresidentas, ella podría ocupar el papel jerárquico de Calviño y Yolanda Díaz y Teresa Ribera permanecerían en su estatus actual, vicepresidencia segunda y ministra de Trabajo y vicepresidencia tercera y ministra de Transición Ecológica. Esta es una de las composiciones que se hacen en el partido. No obstante, con Montero hay un runrún perenne sobre su regreso a Andalucía como la única candidata capaz de competir con Juanma Moreno.

Fijos y de paso

Ribera no forma parte del día a día de la Moncloa, pero es unas de las personas en las que el presidente más confía, dirige un área que Sánchez considera muy ideográfica de su mandato y ejerce la influencia en Bruselas que persigue en su acción internacional. A Bolaños también se le percibe internamente como un fijo. A pesar de los empeños por descabalgarle del núcleo duro, tiene un papel preponderante en todos los temas peliagudos. Podría seguir como ministro de Presidencia o recibir otro encargo. Lo mismo sucede con Alegría y Rodríguez. Pueden encajar en otro ministerio.

Con Sánchez nadie puede fiarse después de haberse cargado sin contemplaciones a personas que todos presumían de su entera confianza —Ábalos, Calvo e Iván Redondo— pero en el análisis que se hace en el PSOE ninguno de los anteriores se percibe en el alambre. Se duda sobre el futuro de Miquel Iceta, a quien en general, por su capacidad política, se considera "muy desaprovechado". Y de Margarita Robles, en su caso, porque, como publicó este periódico, hay una evolución en el perfil de los responsables de la Defensa desde la invasión rusa de Ucrania. Pero también podrían ser reubicados.

La misma sensación de fin de ciclo se impone sobre José Manuel Albares. En las delegaciones diplomáticas de los principales países europeos se espera su sustitución con el argumento de que el presidente "le debía un favor", por la ayuda que le prestó en sus comienzos, y con esta etapa como ministro "ya se lo ha pagado". Pero fuentes del propio Gobierno recelan porque se han producido demasiados movimientos en Exteriores (Josep Borrell, Arantxa González Laya y Albares, en poco más de cinco años).

Ministros quemados

Luis Planas también podría haber cumplido una etapa al frente de Agricultura y lo mismo sucede con Fernando Grande-Marlaska en Interior, que creen "achicharrado". En las conversaciones aparece, entre los nuevos nombres de ministros, Antonio Hernando, número dos en el gabinete de Sánchez, que dejó el cargo para encabezar la lista por Almería —pensaban que no iban a gobernar y Sánchez blindó en las candidaturas a todo su equipo—, precisamente para Interior. Con Óscar López, jefe de gabinete y enlace con las autonomías y con el partido, se ha especulado también si sería ministro, pero varias fuentes apuntan a que es "imprescindible" en su puesto. "Óscar se queda", aseguran.

A la responsable de Justicia, Pilar Llop, y la de Transportes, Raquel Jiménez, en el PSOE se les ve con pocas opciones de permanecer en el cargo. Y luego existen muchas dudas sobre qué pasará con Héctor Gómez (Industria), José Miñones (Sanidad) y Diana Morant (Ciencia). El PSOE valenciano está promocionando al expresident de la Generalitat Ximo Puig como posible responsable de Política Territorial o Industria, pero, explican, a raíz de que su nombre comenzara "a sonar en Ferraz". Gómez y Miñones llevan solo unos meses en el cargo y confunde si eso les ayudará a seguir o no afectará. Apenas han tenido tiempo de eclosionar. Sobre Morant tampoco hay claridad, aunque se le reconoce que se ha implicado más en la defensa del Gobierno.

Foto: Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, en O Grove. (EFE/Salvador Sas)

Solo Sánchez sabe qué hará, si logra el respaldo de Junts. Muchas veces sus decisiones no coinciden en nada con la visión del partido. Muy partidario de movimientos bruscos y de dar pasos, en cuanto puede, si percibe que algo no funciona, tiene poco margen para equivocarse. El PP tiene un poder institucional que no tenía hace cuatro años, once autonomías y el control absoluto del Senado. Y la mayoría a la que aspira en el Congreso está muy tasada, en todas las votaciones depende del apoyo de Junts, no puede contar, porque han desaparecido, con otros grupos refugio. Solo si le apoya Coalición Canaria, alguno de los partidos de su bloque —Junts, ERC, EH Bildu, PNV y BNG— puede abstenerse.

Con estas estrecheces, el presidente requiere muchos cargos potentes, que engrasen continuamente la relación con los socios. Ministros creativos, aunque el proyecto progresista de PSOE y Sumar pretende culminar la legislatura anterior más que emprender una agenda reformista. Dirigentes que aíslen a Sánchez de la bronca diaria como se apunta ya con el ascenso de Óscar Puente y repliquen la oposición dura del PP. Y cabezas pensantes capaces de aportar ideas al cambio de modelo territorial que se vislumbra, tanto político como de la financiación autonómica. O, al revés, propuestas para salir de ese carril y sellar el nuevo concepto de país. Pero todo ello, si Carles Puigdemont quiere.

No hay fecha aún para la investidura de Pedro Sánchez ni certeza absoluta de que logre los apoyos suficientes. Las negociaciones con Junts, nadie lo oculta, son muy complejas. Pero el propio presidente en funciones ha dado por hecho que habrá Gobierno desde la misma noche de las elecciones. Ese entusiasmo se ha colectivizado en toda la Administración. Ministros y altos cargos que antes del 23-J andaban buscando nuevo destino profesional, cavilan ahora sobre quiénes de ellos seguirán. La misma gimnasia se practica en el partido. También existen los cautos, que no desdeñan la opción de una repetición electoral. Aunque la realidad es que en el Ejecutivo en funciones se trabaja con un horizonte de la continuidad.

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