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Yolanda Díaz escucha a una persona amordazada y atada a la silla
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Yolanda Díaz escucha a una persona amordazada y atada a la silla

Se abre la puerta de la mazmorra. Entra Yolanda Díaz. Desenvuelta, ejecutiva, apresurada, toda de blanco, cabello perfecto

Foto: EC Diseño.
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Interior, noche. Sótano. ¿Dónde está ubicado el sótano? Nadie lo sabe. En las cavernas subterráneas de Sumar, dicen, pero nadie sabe dónde está Sumar exactamente, un poco más a la izquierda de algo. En el centro de la sala, bajo un foco de luz agresiva, un prisionero o prisionera en una silla de madera, atado con cuerdas prietas. Una capucha sin agujeros le cubre la cabeza. La tela se hincha y deshincha levemente con la respiración, parece dormido, o dormida.

Se abre la puerta de la mazmorra. Entra Yolanda Díaz. Desenvuelta, ejecutiva, apresurada, toda de blanco, cabello perfecto.

Foto: Jaume Asens, Alberto Garzón e Ione Belarra. (EFE/Rodrigo Jiménez)

—Tengan ustedes buenos días y discúlpenme el pequeño retraso. Pero déjenme decirles que ha sido producto del esfuerzo y la pasión con la que el equipo negociador ha conformado esta candidatura, que no es un partido político, que no habla de sillas, ni veta a nadie, sino que supone la primera plataforma ciudadana de mi país.

¿Tengan ustedes? Si no hay más que una persona. ¿O acaso hay cámaras? ¿A quién le habla? El prisionero, o prisionera, bajo la capucha, se despierta. Da un respingo, se agita. La respiración se altera. Murmullos agudos delatan que está amordazado. ¿Un calcetín dentro de la boca?

—¡Mñnnmmmm! ¡Ffbbbb! ¡Ffbbbb!

placeholder La líder de la coalición Sumar Yolanda Díaz presenta las candidaturas a las elecciones generales. (EFE/Sergio Pérez)
La líder de la coalición Sumar Yolanda Díaz presenta las candidaturas a las elecciones generales. (EFE/Sergio Pérez)

—Bueno, en primer lugar, nosotras nos estamos dejando la piel para integrar a muchas sensibilidades políticas. Por eso hemos formulado un acuerdo que yo creo que ha sido muy complejo, muy extenso. Van a ver ustedes que hay resultados, una gran protección de las personas en situación de precariedad, de vulnerabilidad, lucha contra el cambio climático, feminismo, y en este sentido quiero decirles que también hay generosidad, la hubo por parte de muchísimas personas que quiero poner en valor.

Díaz se acerca paso a paso, con andares de mantis religiosa, al prisionero, o prisionera, sin dejar de hablar cada vez más cerca de su oído. Esta persona trata inútilmente de apartar la cabeza con movimientos espasmódicos que nos permiten imaginar, ahora, la expresión de terror extremo en el rostro, bajo la capucha.

—¿MMM? ¡MMMMND!

—Yo sí que le digo… No es mi estilo hacer este tipo de declaraciones.

"Bueno, a mí el ruido no me gusta nunca. Creo que no he hecho ruido a pesar de encontrarme en el centro del corazón económico de mi país"

—¡MMMMMM! ¡FFFBBBMMMMMM!

—Bueno, a mí el ruido no me gusta nunca. Ni en la conformación de un espacio, ni en la gestión pública. Creo que no he hecho ruido a pesar de encontrarme en el centro del corazón económico de mi país y el honor que supone, o incluso en la gestión de trabajo en Europa, y no lo he hecho jamás. Me han escuchado miles de veces decirlo y creo que lo practico. Desde luego soy una persona responsable.

Foto: Ione Belarra, Irene Montero e Isabel Serra. (EFE/Fernando Villar)

—¡MMMMMMMM! ¡MMMMFFFFF!

—Claro que uno puede discrepar, y yo he discrepado en muchas ocasiones. Pero esto no supone generar ruido, no me van a encontrar ahí, porque la gente merece respeto.

Con un movimiento quirúrgico, decidido, aparentemente desapasionado, Díaz retira la capucha y al fin vemos al prisionero. Es Pablo Iglesias. La cara la tiene hecha un cuadro de Pollock, moratones, arañazos, contusiones. Los ojos, tan juguetones y traviesitos habitualmente, aterrorizados, abiertos de par en par. Efectivamente lleva un calcetín en la boca. Blanco, raya roja, de la marca Joma.

—¡MMMMMMM! ¡MMMNNNNNN!

Con un movimiento quirúrgico, decidido, aparentemente desapasionado, Díaz retira la capucha y al fin vemos al prisionero

—Desde luego, nos van a encontrar en Sumar mirando al futuro. España es el tercer país de la OCDE que segrega por sexos por detrás de Turquía. Nos van a ver escuchando, con propuestas de futuro, con una propuesta fiscal clarísima, con una revolución en el tiempo de la vida. Que podamos llegar a nuestra casa a las seis de la tarde.

—¡MMMMMMMMMM!

Triste contraste entre el prisionero Iglesias, con su desgarrado polo 198 Revolt Clothing negro, salpicado de sangre coagulada, y la resplandeciente y blanca Yolanda Díaz, con su Dior de dos piezas y las uñas impolutas. Tuerce la política la cabeza como un cuervo de aguda inteligencia que trata de resolver un puzle y pregunta:

¿Quieres decir algo, Pablito? Adelante, estamos en proceso de escucha.

Con gesto de repugnancia saca el calcetín de la boca a Iglesias. Sale rojo, marrón, como un chorro de gangrena. Iglesias no tarda en pronunciar estas palabras:

—Irene. ¿Qué habéis hecho con Irene?

Foto: Pedro Sánchez, durante la entrevista con Wyoming en 'El Intermedio'. (La Sexta)

Díaz sonríe. Mira a Iglesias con gesto de infinita comprensión. Con dulzura empática. Con sororidad ecofeminista. Con humanidad tranquila.

—Los proyectos se construyen con mucha sensibilidad y de forma colectiva —dice mientras abre delicadamente su bolso—. Las políticas individuales creo que aportan poco. Yo por lo menos vengo de una cultura que tiene que ver con la mirada ancha, y con el horizonte, y creo que hoy Sumar es una realidad. Y lo es también, insisto, concitando el valor del proceso de escucha que hemos hecho a lo largo de un año.

—¡¿DÓNDE ESTÁ IRENE?!

Díaz extrae del bolso una pequeña pistola de plata, sigue hablando, un poquito molesta con la interrupción:

—Pero también las aportaciones de las personas que hoy son independientes y están en las listas de Sumar, que yo quiero darles las gracias, es para mí un honor que se hayan sumado.

"Yo creo que todos y todas somos muy importantes, creo además que nuestro país es hoy muchísimo mejor"

La pistolita de plata apunta a Iglesias.

—¡¿QUÉ HABÉIS HECHO?!

Díaz guiña un ojo para apuntar. Sin interrumpir su discurso:

Yo creo que todos y todas somos muy importantes, creo además que nuestro país es hoy muchísimo mejor.

E Iglesias, en el último suspiro, furioso, frustrado, la mira fijamente y recuerda cómo la puso, y antes que esto, cómo reinó, y antes que esto, cómo tuvo que purgar a todo lo purgable, y las cabezas que hubo que cortar para que Podemos fuera fuerte, y la monarquía de Galapagar se asentase, y qué grandes triunfos, y qué grandes batallas, y cómo, mucho tiempo antes, Yolanda Díaz lo había invitado a Galicia, esa tierra extraña, brumosa —¡pam!— y la luz se apaga.

Interior, noche. Sótano. ¿Dónde está ubicado el sótano? Nadie lo sabe. En las cavernas subterráneas de Sumar, dicen, pero nadie sabe dónde está Sumar exactamente, un poco más a la izquierda de algo. En el centro de la sala, bajo un foco de luz agresiva, un prisionero o prisionera en una silla de madera, atado con cuerdas prietas. Una capucha sin agujeros le cubre la cabeza. La tela se hincha y deshincha levemente con la respiración, parece dormido, o dormida.

Yolanda Díaz
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